Por Jorge Armas*
La Inmensa mayoría de los pueblos y habitantes del planeta vivimos, en estos inicios del segundo cuarto del siglo XXI, con la clara sensación que un profundo cambio de época se está desarrollando en el conjunto de nuestra vida cotidiana, al menos como era antes.
Estos cambios que afectan hasta las normas y los valores “normales” de convivencia abarcan, también, la transformación o puesta en cuestión de las instituciones políticas, sociales, culturales, económicas que estuvieron vigentes como pilares de un modelo al que el poder estatuido denominaba pomposamente “civilización”.
Donde esto explotó con más fuerza y mayor exposición comunicacional fue en la geopolítica internacional, lo cual da una sensación que esto se parece a una especie de cambio de una “era tectónica”.
Obviamente, no hay tal cambio de “era tectónica”, ni un fin del mundo apocalíptico, ni tampoco “al mundo le falta un tornillo”.
Estamos sencillamente ante el inicio del fin de un modelo dominante que se impuso durante varios siglos y que está aparentemente llegando a su término.
Sería el fin de una “civilización” que expolio pueblos, destruyó culturas, mató poblaciones enteras, destruyó la naturaleza en todos los rincones del planeta, generó desarrollos científicos y tecnológicos que deshumanizaron a personas y pueblos, Y todo esto enancado en una “economía que mata”, como sintetizara sabiamente el Papa Francisco.
Esta civilización se caracteriza, acelerando sobre todo a partir del Siglo XX, no por ser in-humana, sino que fue cruda y absolutamente contra-humana. No tiene ni concesiones con sus propios pueblos, de donde emergió.
Pero obviamente esto no es cuestión de días, sino un proceso que a ojos vista es una etapa muy cruel, de convulsiones geopolíticas, de transformaciones económicas y financieras, de puestas en duda sobre un futuro humanamente posible, todo esto regado de guerras, genocidios, ansiedades, angustias e inseguridades de personas y pueblos. Los profundos estertores de ésta “civilización que no quiere morir” son muy peligrosos para la humanidad y está en el aire que pueden serlo aún más.
La Tercera Guerra Mundial que hace una década aparecía como simulada en infinidad de conflictos se nos aparece como un realidad cierta y posible.
Ante esta situación con ribetes apocalípticos lleva a los pueblos a realizarse una pregunta indispensable e incontrastable: ¿y ahora nosotros que hacemos? Por supuesto que esta pregunta en el medio de una especie de ataque de pánico colectivo se podría no hacer, pero eso quizás llevaría a integrase a la larga lista histórica de pueblos que fueron mutados, integrados a otro proyecto, desaparecidos en su esencia o en resistencia permanente.
Siempre aparecen en tiempos de confusión, guerras y caos político algunos del club de los poderosos que quieren ser los verdaderos triunfantes: esos sí saben qué hacer.

2.
La muy larga epopeya peronista tiene un sinnúmero de hitos fundamentales que tienen como actor fundamental al pueblo argentino sostenido por la firme presencia de la clase trabajadora, que como el General Perón subrayara el 17 de octubre de 1945 es “el renacimiento de una conciencia de los trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la patria”.
El mismo día, pero de 1950, anunció el ADN histórico que pasará a sintetizar las características centrales de la enorme transformación nacional que se estaba llevando a cabo en la nación de los argentinos. Ese día Perón presentó Las 20 Verdades Peronistas, las cuales describían detalladamente los objetivos de la original nueva sociedad que se estaba construyendo.
En 1973 se produce uno de los más grandes hitos refundacionales de la Argentina y de enorme repercusión en América Latina: el retorno del General Perón a su patria después del extenso exilio que le impedía habitar junto a su pueblo.
Ya con la estatura de un verdadero Sabio de los Pueblos, y reconociendo las gravísimas dificultades que oteaba en el horizonte para los habitantes del planeta, participó con su palabra en distintas reuniones internacionales encarando temas proféticos, para aquellos tiempos, la ecología, la población, la transformación de los sistemas económicos y políticos, el reordenamiento del sistema del poder internacional, y todo esto teniendo como objeto protagónico a los pueblos.
Era para él inexorable construir la Hora de los Pueblos a nivel planetario lo contrario nos llevaría a una situación explosiva plagada de guerras y horrores genocidas. Cualquier parecido con la situación del presente milenio no es mera casualidad, sino casi una realidad ineluctable movida por los poderosos de las oligarquías mundiales, tanto en el plano político, económico y cultural.
Fue un argentino ya en pleno Siglo XXI, formado en los contenidos de las 20 Verdades, el Padre Jorge Bergoglio, luego Papa Francisco, quien denunció “urbi et orbi” y con lenguaje casi “discepoliano”, a “esta civilización que se pasó de rosca”.

Fue precisamente, en diciembre de 1973, cuando el General Perón consciente de la enorme transformación a la cual se tenía que preparar la nación de los argentinos para el futuro cercano, luego de décadas del grave enfrentamiento político entre compatriotas, que modificó la sexta verdad del peronismo. Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino.
Siendo absolutamente coherente con este desafío de unidad de los argentinos el 1° de mayo de 1974 Perón presentó, en el discurso inaugural de las sesiones legislativas, el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional.
Un modelo que contemplaba la participación del conjunto de los argentinos desde los intelectuales, los empresarios, los trabajadores, las distintas instituciones políticas y sociales, etc. una mega actividad hubiese generado un dialogo constructivo para definir el proyecto del futuro de todos. Este Proyecto Nacional debería ser aprobado luego por los votos del Pueblo Argentino.
Obviamente, ante el cadáver caliente del General Perón continuaron las intrigas para desarrollar un golpe de Estado para borrar cualquier posibilidad de concretar este Proyecto de Todos.
La Dictadura y el asesinato masivo estaba en la agenda clara de los conspiradores avalados plenamente por los poderes mundiales de “esta economía que mata”, hasta nos llevaron a un par de guerras. Una con Chile, detenida gracias a las mediaciones de Juan Pablo II y el Cardenal Samoré, y la otra con nuestro enemigo histórico Gran Bretaña, en absoluta inferioridad bélica.
Pasaron más de 50 años de la enunciación del Proyecto Nacional, con una historia donde energúmenos y abnegados dirigentes abundaron como actores principales del trazado del futuro de nuestra Patria.
Los recuerdos del futuro que enunciaba Perón por los sesenta son para nosotros una espantosa realidad. Acunada por el arcaico “régimen demoliberal burgués” que Perón siempre marco como una de las armas reales de dominación imperial.
¿No serán los tiempos para construir nuestro Proyecto?
*Licenciado en Ciencias Políticas. Participó en la gestión de proyectos sociales en Venezuela y Brasil. Miembro de la Junta Permanente del Consejo Federal de Inversiones














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