Por Fernando Gómez *
Scott Bessent no es un personaje secundario en la actual ofensiva geopolítica de Estados Unidos por conservar algo del poder que supo ostentar en su tiempo de centralidad hegemónica. Como secretario del Tesoro de Estados Unidos, está en el centro de los conflictos generados por el derrotero de decisiones tomadas por el gobierno de Donald Trump.
Ex financista forjado al aliento y financiamiento de George Soros, integrante de ambos bandos de la política partidocrática con la que imposta una democracia vacía de toda realidad, multimillonario e integrante de la élite de las finanzas yanquis, aporta algo de sobriedad a un equipo ministerial armado por Donald Trump con trastornados y energúmenos de toda variedad.
Su visita a la Argentina se realizó en plena disputa arancelaria, en la que gravitó para morigerar las decisiones originales asumidas en el “liberation day” e inestabilidad de los mercados financieros que requerían de decisiones trascendentes del organismo público que dirige.
El momento elegido marca la importancia que ostenta nuestro país en la estrategia de redespliegue imperialista de los Estados Unidos. Por el alineamiento del actual experimento político que encabeza Milei, como así también, por la relevancia de nuestra riqueza en materia de alimentos, energía y recursos minerales para los objetivos del país del norte.
Su visita tuvo lugar el mismo día en que se comenzaban a desplegar las primeras medidas económicas tomadas por el Fondo Monetario Internacional e impostadas como producto de decisiones de gobierno por un Milei desenfocado de la realidad y un Caputo materializando negocios en cada capítulo del anclaje colonial que ejecuta junto a Sturzenegger.
Decisiones que importaban no solo la liberación del tipo de cambio, sino una devaluación de nuestra moneda que comenzaría a gotear al momento de su visita, y que ya había impactado en los precios al consumidor por acción especulativa primero, y seguiría recalentando el ciclo inflacionario en plena recesión económica, al ritmo en que se despliega la iniciativa del FMI.
El contexto de saqueo colonial, devaluación de la moneda, recesión económica, caída del salario, de las jubilaciones, del empleo, desmantelamiento del Estado y en medio de un nuevo anuncio de endeudamiento externo con el Fondo Monetario Internacional, viejo conocido de la Argentina, cuyas recetas de miseria planificada han sonado más que canción de moda en estas tierras, fueron el telón de fondo de una visita que ubica a la Argentina al protectorado del gobierno de Estados Unidos.
Y aún así, Scott Bessent bajó caminando para ingresar al Ministerio de Economía, y cruzó caminando hasta la Casa Rosada para concederle a Milei las fotografías de respaldo que -como niño- colecciona y difunde en sus redes sociales.
Infinitamente más grave que estar sumergidos en un ciclo de dependencia económica extrema, de colonialismo político explícito y de atravesar una coyuntura cargada de dramatismos sociales, es la ausencia de respuesta a la altura del momento histórico por parte del movimiento popular. Porque, en definitiva, la ausencia de condiciones para edificar una respuesta política ante la inexorable crisis que le espera a la vuelta de la esquina al conglomerado de decisiones políticas y económicas que se asumen, son las que nos sumergen en lo profundo de una derrota.
Hoja de ruta
El FMI, al igual que lo hizo en oportunidad del gobierno de Mauricio Macri, otorga un crédito voluminoso a la Argentina, a sabiendas que resulta imposible pagar. Lo hace para reeditar las eternas demandas de sufrimiento para el pueblo argentino y, al mismo tiempo, con el objetivo de dejar condicionada cualquier tipo de respuesta política surgida de la democracia liberal como consecuencia de un escenario de crisis.
Un préstamo impagable para la Argentina y un tutelaje sobre el devenir económico y político que vuelve con la habitual hoja de ruta que pone en clave de demanda para el país una reforma integral del sistema jubilatorio argentino, para ajustar a los que cobran actualmente, limitar nuevos jubilados en el futuro y una eventual privatización del sistema de pensiones que entregue ingentes sumas de dinero a la timba financiera.
Una reforma impositiva que mantenga la recaudación sobre las espaldas de nuestro pueblo y elimine tributos a las multinacionales que saquean la riqueza de nuestro país para ponerla al servicio de los intereses que el FMI está llamado a proteger.
Eliminación de subsidios a los servicios públicos y un régimen profundo de privatización de empresas públicas que resulten rentables o están en el radar geopolítico de Estados Unidos.
No por ser la receta de siempre, repetida hasta el cansancio por el azote financiero de Estados Unidos, no dejan de ser un escándalo para cualquier Nación donde se intente materializar. Y aún así, la naturalización que encuentra en nuestro país, cuya dirigencia política está enferma de un sufragismo que le anestesia todo acto reflejo en clave estratégica.
Días frenéticos
“Lo que se necesita ahora es correr con todas las fuerzas para mantenernos en el mismo lugar” sostuvo en algún pasaje de su extensa obra el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, quien utilizó el concepto de “modernidad líquida” para describir éste tiempo en el que cualquier posmodernidad distópica escrita a finales del siglo pasado, queda solemne al cotejarla con la dinámica extravagante que adquiere la cotidiana existencia.
La clase política imagina estar viviendo días frenéticos de agenda electoral en cada una de las provincias de la Argentina.
Pretenden ser protagonistas en la trama de una película que, imaginan, mantiene cautiva la atención de todo un pueblo. Se rivalizan entre aliados, discuten procedimientos que sólo ellos comprenden, edifican silencios, construyen suspenso, amenazan, dicen y se contradicen. Se mueven sin moverse, hacen como que hacen y dicen poco para no cagarla. Posan sonrientes para un afiche los que ya están bailando, discuten estupideces y revisan las encuestas para dar el siguiente paso. Fingen preocupación frente a la realidad graban videos de ocasión para su autoconsumo en las redes sociales.
Para quienes asumimos como convicción que la única herramienta para transformar la realidad es la política, nos vemos obligados a ser incómodos espectadores de una película de terror. Pero alejarse dos minutos del espectáculo, permite dimensionar el grado de ajenidad con el que la enorme mayoría de los que pisan este suelo observa el asunto.
El resultado electoral de Santa Fe, en el que apenas un 45% del electorado le puso un voto a un candidato, habla con elocuencia del desapego social con los quehaceres de una clase política que, aún así, sigue discutiendo encuestas de imagen y analizan resultados, más allá de todo cachetazo de indiferencia popular.
Los tiempos que se avecinan estarán cargados de enorme dramatismo social. Urgencias que se habrán de multiplicar y vacíos en la política que no se llenarán con estupideces. Tiempos de crisis que se avecinan en la que construir organización popular, poner los dos pies en el medio de la comunidad que buscará reorganizarse y abrazarse a las convicciones políticas para dar respuesta ante el divague de la clase política, serán tarea ineludible para todo aquel al que aún le siga doliendo la Patria.
(*) Editor de InfoNativa. Vicepresidente de la Federación de Diarios y Comunicadores de la República Argentina (FADICCRA). Ex Director de la Revista Oveja Negra. Militante peronista. Abogado.
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