Por Carlos Aira
La tarde de Asunción será inolvidable para el pueblo albiceleste. Luego de 36 años, Racing volvió a consagrarse campeón de un título internacional. La vieja Academia renovó los laureles de gloria y alzó la Copa Sudamericana 2024. Si el epocicentro de la alegría fue la capital paraguaya, el festejo se desparramó por toda la geografía nacional. La vuelta olímpica coronó una final notable. Una bocanada de aire para nuestro fútbol, tan acomplejado con la supuesta falta de jerarquía internacional. Tan rehén de ese mantra repetido hasta el hartazgo por la prensa canalla. Este Racing no solo derrotó a la prepotencia económica brasileña, también a los personeros de los grandes negocios del mercado.
Detrás del triunfo, alma y espíritu. Pocos creían en el éxito de la Academia. La cátedra presentía la derrota en semifinales ante el Corinthians de Memphis Depay, pero Racing doblegó a los paulistas en ambos partidos. En la final, el aluvión racinguista fue demasiado para Cruzeiro SAD, un equipo pobre de espíritu. Porque este Racing de la Sudamericana es el triunfo de la fe. La fe que brinda un hombre. Gustavo Adolfo Costas. Costitas, desde siempre en la Avellaneda blanca y celeste. El que respira Racing desde que nació. El que vive los partidos como un hincha. El que llegó a Racing a comienzos de año y planteó la obligación de vuelta olímpica. El que vive el partido con un rosario en la mano. La virgen María y el alfiler de gancho junto al escudo. En tiempos que miles de otarios cancelan por las creencias y la edad, Gustavo Costas es el viejo meado que dirige a los gritos y con un rosario gastado de tantas cuentas. Un arquetipo de pasión en tiempos de hiper-profesionales de la metodología. El hombre común, de Osvaldo Ardizzone.
Cuesta creer que este Racing se hubiera consagrado campeón sin Gustavo Costas. Un equipo con mucho más vuelo futbolístico arañó el campeonato de 2022. Eran tiempos de Fernando Gago. Luego de un 2023 para el olvido, y sin entrenadores potables a la vista, la directiva encabezada por Víctor Blanco confió en un entrenador con espalda por su historia. Su Racing pasó por la montaña rusa que siempre propone el club de Avellaneda. Luego de varias derrotas intragables, incluída una eliminación de Copa Argentina ante Talleres (RdE), un coro mediático pidió la destitución de Costas. Está viejo. No sabe nada, decían.
En Abrí la Cancha, su amigo Jorge Osmar Acuña – otro campeón de la Supercopa de 1988 que se hizo desde abajo – dijo con tranquilidad y sabiduría: “Los hinchas se tienen que quedar tranquilos, el Racing de Costas no te deja a gamba”.
Para el segundo semestre, Costas armó un equipo vertical apuntado en la solidez de Gabriel Arias, el ida y vuelta del uruguayo Gastón Martirena, un lateral que recuerda la leyenda del Panadero Díaz. Dos volantes centrales que se complementan, como el santafesino Juan Ignacio Nardoni y Agustín Almendra. Más suelto, Santiago Sosa, que en Núñez se deben preguntar como lo dejaron ir. Arriba, el talento de Juan Fernando Quintero, la velocidad de Maximiliano Sala y el gol en la sangre de Adrián Martínez. Sin misterios. Verticalidad y coraje. Como fue el Equipo de José. Aquel Racing que ganó todo entre 1966 y 1967.
¿Pero quién es este Gustavo Adolfo Costas?
Gustavo Adolfo como Bécquer, aquel de las oscuras golondrinas. Nacido en Avellaneda, el 28 de febrero de 1963. Hijo de Raúl y Josefina. Hermano de Leonardo Fabio, con quién llegó a compartir la primera de Racing durante los días de la Supercopa de 1988. Una familia ligada a Racing. Con los años, trascendió una imagen: un Costas de tres años en brazos de Juan Carlos Rulli, aquel todo-terreno del Racing de José. Los años pasaron. Gustavo Costas ingresó en las divisiones inferiores del club. Zaguero diestro. Número 2, como se decía en aquellos días. De salida elegante y buenos recursos. Su carrera en Racing es la parábola de un club tan grande como intenso. El debut llegó en uno de los peores momentos de la historia del club. Domingo 16 de mayo de 1982. El Cilindro Presidente Perón hacía un año estaba clausurado, los jugadores cobraban a los premios y las cartas documento eran el pan nuestro de cada día en la sede de Mitre 934. ¿La grandeza? Un recurdo añorado. Aquella tarde, por el campeonato Nacional, Racing cayó 2 a 0 ante Vélez en Liniers, con goles de Carlos Bianchi. Gustavo Costas tuvo un debut sorprendente. La revista Racing destacó: “No obstante cuando se sentó, rayó a gran altura denotando tener riquísimos recursos en la marca, en la instancia aérea y en la salida limpia y serena. Lo seguiremos viendo“.
Costas se acentó en la primera haciendo zaga con el veterano Jorge Guyón. Hasta que llegó el primer golpe de su carrera. El viernes 15 de junio de 1983, el plantel racinguista practicaba en cancha de Independiente. En un entrevero, Gustavo Costas sale lesionado. Había sufrido la ruptura del tendón rotuliano de la rodilla izquierda. Una recuperación que duraría un mes terminó siendo un calvario de un año, dos meses y tres días. En ese tiempo, Racing perdió la categoría. Si, Racing se había ido a la B. Una mala operación parecía que lo dejaba sin fútbol. El rumor era que no podía volver más a las canchas. Costas cruzó de vereda y lo operó el Dr. Miguel Fernández Schnoor, profesional de Independiente. Chacho Fort, el doctor de la Academia, le recomendó que la rehabilitación la hiciera en la arena. Gustavo Costas la realizó en Viedma, donde residía su hermana, subiendo y bajando médanos. Lo que algunos auguraban imposible, sucedió: Gustavo Costas había vuelto a las canchas. Fue un lunes de 1984 ante Nueva Chicago en cancha de Vélez. Su fe había derrotado el pesimismo general.
En 1985 compartió zaga con el duro Víctor Longo en el camino de regreso de la Academia al fútbol grande. El actual entrenador de la Academia campeón de la Sudamericana fue capitán de un equipo que vivió una experiencia difícil de calibrar. Racing y Rosario Central no tuvieron competencia en el primer semestre de 1986 y prestaron a sus jugadores. En el caso de Racing, sus dirigentes lo alquilaron completo al Club Argentino (Mendoza) para disputar el campeonato regional clasificatorio al primer Nacional B. Los jugadores de Racing lo pasaron muy mal en Mendoza. Con viajes eternos en micros que siempre se rompían y el destrato por parte del público. La experiencia mendocina templó el carácter de un grupo. En el regreso a Primera, Costas armó una pareja central junto a un muchacho de 18 años recién cumplidos como era Néstor Fabbri. Entre junio de 1986 y junio de 1989, Racing fue el equipo que consiguió más puntos, pero no lo pudo plasmar en una vuelta olímpica que gambeteaba desde 1966. Pero si tuvo una alegría inmensa: la Supercopa de 1988. En el Minerao, Racing desterró viejos fantasmas y abrazó la gloria. ¿El partido más recordado de Gustavo Costas? junio de 1988. Partido final por la liguilla Pre-Libertadores. Cancha de Vélez Sársfield. En Avellaneda, Racing había caído 0-2 ante San Lorenzo. En Liniers, Costas convirtió un gol y jugó un partido de galera y bastón. Un defensor con una fe inquebrantable en el triunfo. Su equipo padeció el arbitraje de Ricardo Calabria y se quedó afuera de la Libertadores de 1988.
El ciclo de Costas en Racing finalizó a mediados de 1989 cuando marchó, junto a su hermano Leonardo, al Locarno suizo. A mediados de 1992, Gustavo Costas regresó al país. Por supuesto, volvió a Racing. Humberto Grondona, entrenador del equipo, lo ubicó de volante central en varios partidos. Un equipo que llegó a la final de la Supercopa. Al igual que en 1988, el rival fue Cruzeiro. Esta vez, la historia fue otra. Relegado por Carlos Babington, volvió a la titularidad en 1994. Aquel año le marcó un gol impresionante a Rosario Central en Avellaneda. Un gol tan notable que desempolvó ese viejo cantito que decía: “No deje de chupar / Que Costas es lo más grande del fútbol nacional”. A mediados de 1996 dejó Racing. En sus espaldas, una vida: 310 partidos y 8 goles (sin contar partidos internacionales y amistosos). Con 33 años se fue a Jujuy. Gimnasia, su último destino. En un partido entre Racing-Gimnasia (Jujuy) disputado el 8 de septiembre de 1996, Costas fue partícipe de hecho singular: la hinchada le entregó una plaqueta, pero lo hizo desde la tribuna. De hincha a hincha.
El camino de Gustavo Costas y Racing se reencontró en enero de 1999. El club había pedido la convocatoria de acreedores y la sindicatura le dio la conducción del equipo profesional a la dupla Humberto Maschio-Gustavo Costas. El 4 de marzo de aquel año la vida de Racing sufrió un cimbronazo cuando la síndico Liliana Ripoll declaró que Racing Club había dejado de existir. Costas no solo fue el entrenador de un equipo en el cual el juez Gorostegui decidía cuando se presentaba, sino que fue el receptor del dinero de los hinchas. En él confiaban. En el segundo semestre de 1999 armó un equipo de chicos. Se animó a competir. Uno de los juveniles que hizo debutar fue Diego Alberto Milito. ¿Qué decisión tomará el Principe en caso de ser presidente del club de Avellaneda?
Con el nuevo siglo, nuevas experiencias. Un camino que se forjó en el continente. Campeón con Alianza Lima en 2003 y 2004. Campeón con Cerro Porteño, de Paraguay, en 2005. Volvió a Racing en 2007. Tiempos de un cruel gerenciamiento. Para el recuerdo, una conferencia de prensa en la cual expuso su amor al club y confrontó con el gerenciador Fernando De Tomaso. Su regreso al continente fue triunfal: campeón 2012 con Barcelona (Ecuador) y bicampeón 2014 y 2016 con Independiente Santa Fe. Luego de un breve y errático paso por la Selección boliviana, Gustavo Costas regresó a Racing. La historia es conocida.
El triunfo de Costas es el desquite para una generación de jugadores surgidos en Racing a comienzos de los 80s. Para ellos, solo hubo hiel y poco reconocimiento. Allí están los jugadores del Proyección 86 y los campeones de la Supercopa 1988 festejando el éxito de su compañero. El que nunca los olvidó. Salvador Azerrad debutó con 17 años en 1985. En 2008 fue uno de los puntales de la reinstitucionalización de Racing junto a Hugo Lamadrid. Apenas finalizado el partido, le envió un audio al autor de estas líneas con un mensaje emocionado: “El éxito de Gustavo es la historia de nuestras vidas. Hoy se cerró una herida con Gustavo. Fuimos parte de una generación que sufrimos y que jamás pudimos ayudar al club”.
Gustavo Costas. Costitas. El alma y espíritu del Racing campeón de la Sudamericana 2024.
Periodista / Abrí la Cancha.
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