Por Carlos Aira
En la noche del sábado 31 de marzo pasado la noticia conmocionó a Mendoza. Había fallecido Víctor Legrotaglie. El Víctor. El 8 zurdo convertido en el mayor símbolo deportivo de una provincia. Durante 15 años, con algunas intermitencias, lució la camiseta blanquinegra de Gimnasia. Lo quisieron los grandes porteños, lo quiso el Real Madrid, pero nunca se movió de su tierra. Cuando los campeonatos nacionales le brindaron dimensión al fútbol de las provincias, un Legrotaglie veterano tuvo hinchas propios cada vez que se presentó en Buenos Aires. Gimnasia de Mendoza fue la sensación de los Nacionales de 1970 y 1971, con goleadas a los grandes porteños.
Una de esas goleadas se produjo el 21 de octubre de 1971. San Lorenzo 2-5 Gimnasia. Fernando Montaña es un periodista y escritor mendocino. Autor de un delicioso libro de cuentos titulado La venganza de los cabecitas negras. La venganza de los morochos cuyanos que ingresaron al Gasómetro bajo el hiriente coro de “Cabecitas…cabecitas“.
“Víctor encabezó una venganza de Cabecitas Negras“, señaló Montaña en Radio Gráfica, quién agregó: “El Víctor fue el líder de esa banda denominada “Los Compadres”, junto al Polaco Torres, Documento Ibáñez, Juan de Dios González. Víctor encabezó una rebeldía al fútbol profesional porteño. Una reforma agraria de la Argentina de tierra adentro“.
“Se recuerdan las tres tapas de El Gráfico que tuvo Víctor, pero también fue portada de Goles. Su manera de jugar tuvo mucha repercusión en Buenos Aires. Legrotaglie, más allá del profesionalismo, tuvo un dejo romántico y telúrico tuvo su repercusión. Es una pena enorme que Gimnasia no se consagró campeón en 1971. Un equipo antecesor del Talleres de Labruna de los 70s. Si aquel Gimnasia se hubiera consagrado campeón, el fútbol argentino hubiera cambiado”, expresó Montaña.
Mendoza. Siempre Mendoza. Porque Víctor Legrotaglie es un sinónimo de su provincia. El futbolista que nunca quiso dejar su tierra a pesar de las grandes ofertas. Fernando Montaña analizó las razones de una querencia: “Las veces que charlé con Víctor, con quién tuve una cercanía, me aseguró que cobraba muy buen dinero en Mendoza. Los jugadores de Gimnasia cobraban como si jugaran en Buenos Aires. Eran tiempos de una liga mendocina muy potente que generaba muy buenas recaudaciones. Aparte, un tema fundamental: en Mendoza, Víctor tenía el cariño de su gente. En Europa hubiera cobrado más dinero, pero Víctor era alguien muy arraigado a su gente”.
“Víctor llevaba una orquesta de amigos al vestuario antes de los partidos. Los hermanos Rosales amenizaban la previa del encuentro con una canción dedicada al Víctor: “Hoy Mendoza está de fiesta porque llegó el Víctor con su orquesta”. Legrotaglie fue un tipo muy festivo. Lo fue hasta el final de sus días. Un tipo super-divertido. Como entrenador también fue protagonista de mil anécdotas. En el Nacional 84, Juan Gilberto Funes era parte del plantel de Gimnasia. Funes se volvió a San Luis porque no le habían pagado lo convenido. Gimnasia tenía que jugar en Santiago del Estero y Víctor le pidió al chofer que vaya hasta San Luis. El micro estacionó en la puerta de la casa, lo hizo bajar a Funes, lo emocionó hasta las lágrimas y lo invitó a subir al micro. Ese fue Víctor Legrotaglie”, narró Fernando Montaña.
«Cabecitas fue el grito hiriente de los porteños a los jugadores de las provincias. El toque fue bíblico. Para Víctor y los suyos no existían historias de unitarios y federales. Y cualquier clase de diferencia sería establecida con los pies. Fue así qué, de la mano del toque, que era el modo de sentir el juego que llevaban en las venas estos muchachos, comenzaron a sucederse los goles y los aplausos. Cuando Marcos Becerra marcó el cuarto gol, el árbitro Roberto Goicochea se acercó a Legrotaglie y le dijo: Les pido por favor que pare con el baile, Víctor. Yo no me responsabilizo si alguien no sale vivo de acá«. Víctor guiñó el ojo y junto a sus compañeros bajaron el volumen de la música. En definitiva, la venganza de los cabecitas del interior estaba cumplida. Una reforma agraria de los campesinos de tierra adentro. Y que el fútbol no fuera propiedad privada de los porteños«. (La Venganza de los Cabecitas Negras, de Fernando Montaña).
Periodista / Abri la Cancha
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