Por Nicolás Podroznik
Cada año que pasa, y mucho más después del glorioso 2022, nuestro querido fútbol argentino da muestras de estar más vivo que nunca. Ya no se escuchan las voces que avizoraban un fútbol mezquino y aburrido: la obtención de la Copa del Mundo les ha obligado a hacer silencio en detrimento de una competición absolutamente pareja que pone de manifiesto la calidad de nuestros jugadores. ¿Quien imaginaba años atrás a tres jugadores de Defensa y Justicia jugando -¡y ganando!- un Mundial? El tiempo puso las cosas en su lugar.
En ese contexto, el arribo de jugadores de calidad al fútbol argentino ha aparecido como una cuestión necesaria para sostener este momento. “En un fútbol argentino campeón del mundo tiene que haber figuras de renombre mundial”, sueltan algunos operadores. Lamentablemente, en el mundo actual mandan los nombres de grandes marquesinas. La liga de Arabia se llena de figuras internacionales y en la MLS Messi es el “Bussiness Man” que tanto esperaban, pero la que permite ver partidos trepidantes en el que todos le ganan a todos, es la nuestra. Quizás el hilo de cordura que le falta al fútbol argentino es una organización de campeonatos acorde. Los manoseos de descensos y torneos kilométricos es un asunto en el que se deben tomar medidas concretas.
Yendo estrictamente al libro de pases, está claro que las vedettes son River y Boca por prepotencia económica y vidriera mundial. Curiosamente, ambos se movieron de manera similar. Se encargaron de mover bien el mercado y trajeron a dos figuras relevantes como Edinson Cavani y Manuel Lanzini. Del uruguayo poco hay para decir que no sepamos, mientras que Lanzini viene a demostrar que está vigente tras un largo paso por el fútbol inglés, coronado con la obtención de la Conference League la pasada temporada.
Además de estas figuras, también se movieron de manera similar tanto a la hora de reforzar puestos claves como de mirar al futuro. River repatrió a Ramiro Funes Mori para poner un poco de orden en el juego aéreo defensivo que tanto dolor de cabeza le trajo a Demichelis, mientras que Boca se trajo a Ezequiel Bullaude y Lucas Janson para agregarle calidad y velocidad a un ataque xeneize que en ese rubro parece haber quedado huérfano por la salida de Villa, a la espera de contar con un Chango Zeballos al 100%. No obstante, también se vieron obligados a desprenderse de piezas claves como Alan Varela y Beltrán. River ya eligió reemplazante para el goleador: Facundo Colidio. Boca, en cambio, ya anticipó la potencial salida de Valentín Barco (muy cerca del Manchester City) y concretó el arribo de Marcelo Saracchi, justamente un ex millonario.
Los casos de Boca y River son algo excepcionales dado el capital con el que cuentan, obligados por la marquesina en la que se encuentran. La distancia es amplia con los otros tres grandes, aunque obviamente las realidades son distintas. En Racing las cosas están mucho mejor que en el Rojo o en San Lorenzo, pero a pesar de ello el rubro incorporaciones suele ser un dolor de cabeza. El mercado pasado, la Academia sorprendió con la llegada de Nardoni por 5 millones de dólares, pero también con el arribo de Paolo Guerrero, uno de los mejores delanteros sudamericanos del Siglo XXI. Sin embargo, como el peruano no fue requerimiento de Fernando Gago, no contó con los minutos que merecía una figura de su nombre. Lo mismo ocurrió con Maxi Moralez, cuya estancia duró apenas 6 meses. Ahora, a la Avellaneda celeste y blanca llegan Juan Fernando Quintero y Roger Martínez. Del ex River esperan no tener que sufrir lo mismo que con Edwin Cardona, mientras que Martínez demostró que está intacto en lo futbolístico pero no en lo físico: tuvo un gran partido de Libertadores frente a Atlético Nacional, pero sufrió una lesión muscular que le hará perder el primer partido de la serie de Cuartos de Final frente a Boca.
El Cuervo y el Rojo son la cara visible de dos gestiones distintas. Sumidos en la misma problemática económica y deportiva desde hace años, en Boedo decidieron hacer aunque sea una bien, pararon la pelota y cerraron a Rubén Insúa como DT y a Matías Caruzzo como manager. Con la premisa de un fútbol simple y sin misterios, San Lorenzo logró meterse en Copa Sudamericana, alcanzar Octavos de Final y terminar terceros en la Liga Profesional. La revalorización de jugadores y del club podría permitir contrataciones ambiciosas, pero eso hubiese significado correrse de una línea que trajo buenos resultados. En consecuencia, San Lorenzo fue a cubrir puestos donde lo necesitaba: ¿Se fue Vombergar? Traemos a Girotti. ¿Se va Martegani? Viene Gastón Ramirez. Quizás aun le falte cubrir la salida de Federico Gattoni al Sevilla, pero la linea de trabajo es clara.
Por el lado de Independiente, todo es difícil en un club sumido en un caos del que ya huelgan las palabras para describirlo. La esperanza queda reducida a que las flamantes incorporaciones le den un salto de calidad y personalidad al equipo. Para ello trajeron apellidos de vasta experiencia como Mauricio Isla, Felipe Aguilar y nada menos que Federico Mancuello. Los tres -pero sobre todo Mancuello, por pertenencia- deberán ser quienes le metan la espalda para aguantar la presión de un Rojo que está al borde del descenso. Si ellos no logran darle lo que el equipo necesita, se verán definitivamente acuciados y con la soga al cuello.
Decíamos que el contexto económico no permite grandes y onerosas incorporaciones, pero que aún así algunos clubes pueden darse el lujo de hacerlo. El caso de Argentinos Juniors es paradigmático: en 2015 tenía una deuda de 20 millones de dólares y se encontraba camino al Nacional B. La plataforma electoral de Cristian Malaspina prometía terminar con los contratos caros y potenciar nuevamente al Semillero del Mundo, como se denomina en La Paternal a las inferiores. Con esa idea, Argentinos vendió jugadores de allí a la fecha por casi 50 millones de dólares en seis años. Mucho de ese dinero fue invertido en mejorar exponencialmente el predio CEFFA donde se forman los juveniles, pero también supieron administrarlo a la hora de firmar contratos y comprar jugadores. Ahora mismo cerraron la incorporación de Alan Lescano y Luciano Gondou, provenientes de Gimnasia y Esgrima La Plata y de Sarmiento respectivamente, por un total entre los dos de seis millones de dólares. El Bicho tiene claro el mercado argentino: somos exportadores, pero también hay que sostener a un club que crece en socios y en estructura. Se apuesta a la juventud con potencial de reventa. Un ejemplo que otros clubes ya están imitando.
Ya entrando en casos puntuales, Belgrano de Córdoba ha perdido a dos de sus principales puntales como Bruno Zapelli y Pablo Vegetti, quienes emigraron al fútbol brasileño. Para reemplazarlos, optó por el tan nombrado scouting (recaudación de datos e informes de jugadores) pero también por repatriar a futbolistas surgidos del club. En el primer caso, cerró a Lautaro Pastrán y Matías Marín, provenientes del fútbol chileno. Junto a ellos vino Lucas Passerini, quien fuese compañero de Guillermo Farré en Sarmiento de Junín. Los tres –pero sobre todo Passerini– tuvieron una buena actuación en el inicio de torneo en la victoria frente a Estudiantes. Sobre el final ingresó Pablo Chavarría, hijo pródigo de la casa que optó por volver al Celeste tras varios años en el fútbol europeo.
La llegada de Chavarría también pone de manifiesto el arribo de jugadores que han estado en el exterior y que ven con buenos ojos volver a este renovado fútbol argentino. De lo más sorprendente fue la llegada de Marcelo Barovero a Banfield. Durante más de diez años demostró ser de los mejores arqueros argentinos, pero la exposición mediática nunca fue de su agrado y eso determinó no sólo que no tuviera el merecido premio de ser jugador de Selección, sino que además apresuró su salida de River a un fútbol sin presiones como el mexicano. Ahora tiene por delante cuidar el arco del Taladro, en busca de eludir la zona de descenso y quizás apuntar a meterse en la pelea por un lugar en la Sudamericana 2024.
Otros nombres que han regresado sorpresivamente a nuestro medio son el de Rubén Botta (Colón), Federico Fernández (Estudiantes). Pablo de Blasis (regresa a Gimnasia tras varias temporadas en Alemania y España) y Carlos Auzqui, proveniente del Ferencvaros húngaro, quién firmó con San Lorenzo. Jugadores que pueden dar un salto de calidad a equipos de irregular campaña.
En el análisis global, podemos visualizar que las dificultades económicas determinan un mercado de muchos préstamos. En otro momento se lo consideraba “reforzar al rival”, pero las actuales condiciones en un fútbol que es vidriera determinan que, aunque eso ocurra, un buen desempeño desemboca en una reincorporación futura o una venta interesante para las arcas del club. Muchos ejemplos hay de ello: Batallini de Argentinos a Colón, Aranda de Boca a Banfield, Peña Biafore a Lanús, Luciano Ferreira a Platense o Francisco Pizzini a Velez. Todos ellos son jugadores que han tenido buenos rendimientos que sostienen su carrera y el deseo de otros clubes de contar con ellos. Una decisión en la que parece ser que todas las partes están contentas.
Para el final, un ítem que nos duele a todos: las partidas de las jóvenes figuras. Poco pudimos disfrutar a jugadores de muchísima proyección, en un mercado imparable y cruel en un contexto difícil. Kevin McAllister, uno de los mejores defensores del ámbito local, pasó al Union St. Gilloise belga. Bruno Zapelli al Athletico Paranaense. Alan Varela al Porto. Alejo Véliz al Tottenham inglés. Facundo Farías y Tomás Avilés a la MLS para jugar junto a Messi. Beltrán a la Fiorentina. Toto Belmonte al fútbol mexicano. Como siempre, son varios los nombres que emigran y que esperamos vuelvan pronto, pero sabiendo que tenemos una cantera inagotable de grandes futbolistas: Zeballos, Echeverri, Redondo, Medina, Rollheiser, Brian Aguirre… y siguen las firmas.
La Copa de la Liga ya está en marcha. Se determinan campeón, clasificados a copas y descensos. Con demasiado en juego, cada club usa las armas que tiene para lograr su objetivo, pero ya sea con préstamos sin cargo o compras onerosas, el fútbol argentino siempre entretiene, ya sea con consagrados que vuelven o con desconocidos que aparecen de manera fulgurante, pero si están acá, es porque eligieron un desafío que no es para todos. Un valor propio que ningún petro-dolar puede comprar.
Periodista / Abrí la Cancha.
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