Por Nehuén Gusmerotti *
La imagen de Sinéad O´Connor rasgando la foto del Papa Juan Pablo II es quizás uno de los hechos más rockeros de la década del 90`. Era otra época. Para la cantante irlandesa ese fue el fin de una carrera que tenía infinitas posibilidades. Su vida estuvo marcada por hechos como este. Punk desde su más tierna juventud, atravesó la industria musical con una voz estremecedora y un disco debut que impactó directamente en las criticas. El éxito total con su cover de “Nothing Compares 2 U”, de Prince, la expuso a una fama y una popularidad que nunca disfrutó. Las adicciones, las enfermedades mentales y el maltrato de la industria la llevaron al borde del suicidio en más de una ocasión. Falleció a la joven edad de 56 años, alejada hace tiempo de los flashes.
Nacida de una familia disfuncional, nunca logró sentir su casa como un hogar. “No era un hogar. Era una cámara de torturas”, expresó alguna vez sobre sus primeros años. Su madre abusaba físicamente de ella, en casa de su padre tampoco encontró calidez. Sufría de cleptomanía, lo que le valió años en un instituto para menores. Su voz llamó la atención desde su adolescencia y a los 20 años estaba lanzando su disco debut, “The Lion and the Cobra”. Embarazada de su primer hijo, el sello discográfico intentó obligarla a abortar y se negó. No solo eso, ante la sugerencia de que fuera más femenina y usara ropa más ajustada, Sinéad decidió raparse completamente. El disco fue un éxito y la joven cantante irlandesa comenzaría a lidiar con la exposición desde temprano.
Los 90´ fueron completamente agridulces para la cantante. Su segundo álbum, I do not want what I haven’t got, llegó con el tema que la haría inmortal. El cover de Prince, “Nothing Compares 2 U”. La exposición fue de proporciones gigantescas. Lo que también explotó fue el impacto de sus actitudes rebeldes, que la habían acompañado desde su infancia. Se ganó el repudio de gran parte del público norteamericano, incluido el mismo Frank Sinatra, al negarse a que pasen el himno de Estados Unidos antes de un show suyo. Se negó a presentarse en los Grammy y en varios canales de TV. Sinéad era íntegra y revolucionaria en un mundo que aún no tomaba esas actitudes como algo cool. El quiebre llegó en 1992, precisamente frente a una cámara de televisión.
Fue en el programa Saturday Night Live. Sinéad cantó espectacularmente y el final sería un cover de Bob Marley, “War”. Anunció que mostraría una foto de un niño desnutrido de África. Pero fiel a su estilo, hubo un cambio en el repertorio. En vivo, ante las cámaras, mientras cantaba los últimos tramos de la canción, mostró una foto del papa Juan Pablo II. Confidence in the victory of good over evil (confianza en la victoria del bien sobre el mal). Cuando llegó a evil, Sinéad rompió la foto del papa ante la conmoción de medio planeta.
Ese escándalo la ubicó en el centro de las críticas. Desde Joe Pesci a Madonna, todos atacaban a la artista que denunciaba los abusos en la iglesia. Años después se conocería que tenía razón, pero el daño ya estaba hecho. Días después de este hecho, en un recital homenaje a Bob Dylan, la artista fue silbada e insultada por todo el Madison Square Garden. Ella recibió todo ese odio en silencio, en una imagen conmovedora. Al final, repitió las estrofas de “War” a capella con furia, para luego retirarse del escenario.
“No estoy arrepentida. Fue brillante. Pero, al mismo tiempo, muy traumático. Me empezaron a tratar como una puta y una loca”, expresó años después. Lo que siguió en la carrera de la irlandesa estuvo más cerca del sufrimiento que del éxito. Adicciones, divorcios varios, más de un intento de suicidio, perdió un hijo que se quitó la vida en 2019. Se encargó de pedir ayuda, de defender públicamente artistas mujeres que padecían lo que ella había sufrido en su juventud. Buscó refugiarse en la religión, tanto católica como el islam. El siglo XXI la tuvo prácticamente fuera de los escenarios, buscando una vida de paz que nunca consiguió.
A los 54 años publicó Rememberings. En esta autobiografía detalla algunas intimidades, como su encuentro traumático con Prince, en un repaso de toda su vida. Se la vio en mejor estado de salud, aunque el suicidio de su hijo Shane, a los 17 años, la devastó. Volvió a intentar sanar, pero su vida estaba completamente destruida. Falleció a los 56 años. Fue una artista revolucionaria, valiente y que desafió a la industria en completa soledad. Hasta siempre Sinéad.
(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (Lunes a viernes de 20 a 21 horas)
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