Por Úrsula Asta*
Hace casi una década, las calles porteñas se inundaron en una marcha que salió a gritar “ni una menos”. Fue tras el femicidio de la adolescente de 14 años Chiara Páez, que estaba embarazada de 3 meses y fue asesinada en Rufino, Santa Fe. Su cuerpo fue localizado en el patio de la casa de su novio, otro adolescente, Manuel Mansilla, de 16 años.
Eso produjo una serie de puntos de alerta sobre las respuestas de las instituciones del Estado. Por ejemplo, el número de trabajadoras y trabajadores de la Línea nacional gratuita de atención, contención y asesoramiento 144, dependiente en aquel entonces del Consejo Nacional de las Mujeres, creció considerablemente para ampliar su capacidad. También, se inauguró el Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina a través de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, uno de los órganos con obligaciones de generar estadísticas y registros, tal como establece el artículo 37 de la Ley de Protección Integral sancionada en 2009.
Recientemente, se conocieron los femicidios y travesticidios del 2022. Las 252 víctimas letales de la violencia con motivos de género dan cuenta de un número que no necesariamente crece, pero sí que se mantiene estable y no desciende. Así se evidencia al observar la evolución de los datos oficiales, disponibles desde 2014 hasta 2022, que presentamos en este artículo. Para leerlos con la información completa, hay tener en cuenta una serie de modificaciones introducidas en el registro a lo largo del tiempo. Esto es que, a partir de 2016, se incorporó la variable género de la víctima a fin de visibilizar los travesticidos y transfemicidios y que, en 2017, se sumaron los femicidios vinculados.
Cantidad de víctimas de la violencia de género 2014-2022, según Registro Nacional de Femicidos de la Justicia Argentina
Desde el 2015, el 3 de junio se añadió al calendario de reivindicaciones feministas y, en ese camino transitado, ha ido incorporando otras consignas en debates que fueron amasándose popularmente y que evidenciaron otras violencias, las desigualdades y la discusión sobre la autonomía económica. Ello sucedió en simultáneo a un contexto que había torcido el rumbo a los pocos meses de la primera convocatoria -en diciembre de 2015 asumió la alianza Cambiemos- y que significó enormes retrocesos en materia de derechos conquistados, así como afectó la situación material de las grandes mayorías.
Incluso en 2016, después de la segunda marcha, en la que ya se vislumbraban nuevas situaciones, como el “Ni Una Menos” con la imagen de Milagro Sala, que estaba presa desde enero; surgió una convocatoria con la consigna “Nosotras Paramos”. Eso ocurrió en aquel lluvioso 19 de octubre de 2016, inaugurando una discusión pública en torno a la conformación del “primer paro realizado durante el macrismo”.
Lo que pasó fue que mientras finalizaba el 31° Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, Santa Fe, con una fuerte represión en la enorme marcha final y militantes detenidas, se conocía el femicidio de Lucía Pérez en la ciudad de Mar del Plata. Una chica de 16 años abusada sexualmente y asesinada, cuya foto sonriente, los detalles de su vida y del hecho criminal corrían cual mercancía en redes sociales y medios de comunicación con abordajes especularizantes que la estigmatizaron, responsabilizaron o “culparon”. Fue un caso de alto impacto mediático y judicial, aunque el mismo texto jurídico generaría después una nueva convocatoria tras conocerse luego. Esta situación provocó, entre otras reacciones, una rápida convocatoria en la sede de la Confederación Trabajadores de Economía Popular (Ctep), ubicada en el barrio porteño de Constitución.
A partir de allí se escribió en la historia argentina esta primera convocatoria feminista con intención de paro a partir de un hecho de violencia de género. Se involucraron por entonces las consignas “Nosotras paramos”, “Vivas nos queremos” y “si nuestra vida no vale, produzcan sin nosotras”. El suceso significó también el punto de partida al llamado a paro a partir de los siguientes 8 de marzo en el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras y abrió sendos debates sobre esta modalidad de lucha, ya que puso en lugar central la cuestión del trabajo.
Todos aquellos días transitados en ese octubre son relevantes en el sentido de la visibilidad lograda, las reflexiones abiertas sobre la organización y la forma que iba a tomar esa jornada a raíz del femicidio de Lucía Peréz, así como la politización consagrada en torno a los reclamos ante las violencias machistas, que a su vez con gran potencia significaron un corrimiento del lugar de “víctimas” para tejer grandes convocatorias que abrieron una discusión con nudo en la trayectoria de vida, involucrando las dimensiones del trabajo: ¿Cómo paro si trabajo en mi casa?, ¿cómo paro si cuido a otras personas?, ¿cómo paro en una cooperativa?, ¿las centrales gremiales convocan al paro?, ¿es un paro si no paran las centrales gremiales?
La ecuación final acordada para aquel 19 de octubre de 2016 fue parar durante una hora al mediodía -desde las 13 hasta las 14 horas- en los lugares donde cada cual se encontrara -la casa, el empleo, la escuela-, sumar a esa retención de tareas un ruidazo –desde el balcón, en la ventana, adentro o la vereda-. Las imágenes en las calles de los grupos de mujeres, con aplausos y carteles improvisados, fueron elocuentes: las de maestranza del Congreso, las del subte, la reunión en la cooperativa, ¡tantas! Y, por la tarde, se realizó una impresionante movilización que, en la Ciudad de Buenos Aires, inundó el Obelisco de paraguas que las crónicas del día estiman en más de 250 mil personas, además de las que hubo en todo el país.
El 3 de junio del 2017 se cumplían dos años de la primera movilización Ni Una Menos. La columna de las sindicalistas, que marchaban en unidad todas las centrales, desde el 8 de marzo del mismo año llevó consigo la pancarta “Ni Una Trabajadora Menos”, que volvió a lucirse en esta jornada. La consigna logró simbolizar aquel año, tanto en el avance de las políticas de ajuste sobre el pueblo trabajador, así como las luchas y reivindicaciones de aquellos 12 meses. En 2018, el documento leído en aquel 3 de junio incluía todos los signos de época: el año que arribó de nuevo el FMI a nuestra Argentina y cuando se debatió el aborto en el Congreso. El título era “Sin aborto legal no hay ni una menos. Contra el FMI, el ajuste y la deuda”.
Entre los debates condensados a lo largo de este tiempo se puso sobre la mesa la discusión sobre la autonomía económica, que se explica como la capacidad de las mujeres de generar ingresos y recursos propios a partir del acceso al trabajo remunerado en igualdad de condiciones. Aspecto que toma en consideración el uso del tiempo y la contribución de ellas a la economía, en relación a las tareas de cuidados no remunerados.
La violencia económica y patrimonial es la que se dirige a ocasionar un menoscabo en los recursos económicos o patrimoniales de las mujeres, lesbianas, travestis/trans, a través de diferentes mecanismos, tal como lo establece la Ley 26.485 de Protección Integral del 2009. En tal sentido, la autonomía económica exige trascender la vulnerabilidad que afecta a un porcentaje considerable de mujeres, lograr su plena incorporación a la economía del país a través del mundo laboral y promover su acceso al recurso tiempo que les posibilite desplegar su independencia en el plano material. Es importante destacar que la participación de las mujeres en el mundo laboral se ve afectada por la carga del trabajo doméstico y de cuidados que recae mayoritariamente sobre ellas, ocasionando, mayores tasas de desocupación o subempleo.
Este asunto, entre otros elementos -y ya en el periodo abierto post 2019-, ha configurado aspectos como el proyecto normativo “cuidar en igualdad”, que descansa en el Congreso desde 2022, y que propone un Sistema Integral de Políticas de Cuidados que concibe un conjunto de políticas para la provisión, la socialización, el reconocimiento y la redistribución del trabajo de cuidado, entre el sector público, el sector privado, las familias y las organizaciones comunitarias.
Desde aquel punto de ebullición en 2015, la visibilización lograda, las polémicas forjadas hacia el interior de los espacios de trabajo, de las organizaciones o de las familias, amalgamaron -no ausentes de contradicciones y fricciones-, una conciencia, un debate común, una conversación. Cuáles son las formas de violencia, cómo es en Argentina y cómo es en otros países, qué desigualdades están entre nosotrxs, cómo este recorrido se mezcla con nuestras trayectorias militantes por la justicia social y la mejora de vida del pueblo todo; aspectos que recorrieron nuestros ámbitos de participación.
Este sábado 3 de junio de 2023, aunque no tan multitudinaria como otras veces, la concentración frente al Congreso Nacional exigió “nos volvemos a movilizar, porque vivas, libres, desendeudades y en las calles nos queremos“. Quizás, la misma puesta en escena de la jornada callejera en un contexto complejo como el actual sea uno de los aspectos a destacar.
Entre esos elementos, también la participación protagónica -tanto en el escenario, como en la convocatoria lograda-, de sindicatos y de movimientos sociales, como el nutrido por las tupaqueras que pidieron la libertad de la líder jujeña una vez más y corearon el cántico, que la multitud acompañó: “para Milagro la libertad, para Morales el repudio popular”. Unas horas más temprano, en este medio, una de sus referentes, Silvana Lanchez, recorrió el periodo y la situación de Milagro Sala, para decir que este fue uno de los “primeros casos de persecución política” de esta etapa histórica.
La relevancia de la apuesta callejera en un contexto político que pareciera tener en la mira otra agenda, la participación orgánica de estos sectores, así como la locación de las asambleas de organización previas, dos de ellas realizadas en la calle: Villa 31 y Constitución, y otra en la CTA de lxs trabajadadorxs, son elementos que suman en la consagración de una plaza de aquello que se ha dado en llamar: feminismo popular.
(*) Conductora de Feas, Sucias y Malas, sábados de 10 a 13 hs, por Radio Gráfica.
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