Por Nehuén Gusmerotti *
¡Qué cumpleaños! 35 años no es un número redondo, ni que se cumpla todos los días. Para Divididos fue el año para pararse en un punto de la línea de tiempo, mirar para atrás y decir “fa loco, mirá todo lo que hicimos”. El lugar elegido para este encuentro fue el Estadio Amalfitani. Sí, aquel estadio de Vélez que la Aplanadora analiza desde su óptica personal como “una noche no tan feliz”, y que marcó la decisión de no tocar en grandes estadios cuando tuvo su debut ahí en 1994. ¿Por qué a alguien le quedan dudas de que, si lo desea, Divididos podría ser una banda de estadios? Y volver también fue significativo, fue volver después de casi treinta años con otras razones, otros motores y un gustito a revancha.
El marco era ideal. Las entradas agotadas, la familia, los amigos, los abuelos, padres y nietos de una generación que vio nacer el rock en este suelo. El amor incondicional entre Divididos y un público que se sabe querido. Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella, el más joven en este recorrido, celebraron con más de tres horas de un show demoledor donde volvieron a demostrar que son una de las bandas más grandes del país. “Son realmente una aplanadora”, comentó a este cronista un debutante en recitales del trío. Sí, dan esa sensación. Pero también giran 180° para hacer un set folclórico con la fuerza ancestral del género y sin la más mínima distorsión. Mollo puede pasar de los rocanroles zeppelianos a la más sensible baguala sin despeinarse. Eso también es Divididos.
Y como se trataba de un recorrido, la aplanadora no solo recorrió su propia obra, sino la de quienes los marcaron. Luca, eterno, presente y vivo. No solo en los temas de Sumo, infaltables, como “Crua Chan”, “La Rubia Tarada” o “El Ojo Blindado”, sino también en su presente. La relación de “San Saltarín”, su último corte, con la esencia del pelado ítalo-escocés es inevitable. Pero también Luis Alberto Spinetta, Pappo, que según recordaba el propio Mollo fue quien le hizo pensar que acá también se podía tocar música como la de Hendrix o de Zeppelin, o otros que están entre nosotros para subirse a compartir un tema, como Gustavo Santaolalla, con quien hicieron una tremenda versión de “¿Qué Ves?”, que contó también con Javier Casalla en violín.
Es difícil establecer puntos altos de un show tan bien craneado. El repertorio estuvo plagado de clásicos, tuvo sus perlitas y algunos de los habituales covers. El punto más lisérgico y místico de la noche fue luego de un solo de batería de Catriel que habría dejado impactado al mismo John Bonham. Cuando “El Arriero” sucede en vivo algo pasa. Esa melange entre Atahualpa Yupanqui y Jimi Hendrix genera un clima ancestral y de un respeto místico casi palpable. Entre tema y tema Ricardo Mollo agradecía nuevamente, hasta el Cóndor se animó, al borde del llanto, a agradecer tanto afecto recibido.
De alguna forma Divididos es un puente generacional. Tanto para público como para artistas. Durante todo el show se subieron a tocar diferentes compañeros y compañeras de ruta, de diversos rangos etáreos. Nadia Larcher interpretó “Vientito del Tucumán” en un corte que nos trasladó a las 45.000 personas que colmamos Vélez a una mañana en el norte argentino. Nana Arguen le puso sello blusero a “Sisters”, además de hacer una intro a dos violas de “Despiertate Nena”. El grupo de vientos Tres Mundos subió al escenario para darle a “Guanuqueando” la interpretación que merece. El debut en vivo de “San Saltarín” fue con un sexteto de músicos que tenía gaitas, flautas y violines. Y Leticia Lee, una de las voces femeninas más poderosas del underground nacional, hizo a dueto “Amapola del 66” junto al trío cumpleañero.
Pero en este cumpleaños faltaban unos invitados de lujo. Sin siquiera presentarlo demasiado, como cuando se trata de grandes de verdad, Ricardo Mollo avisó que se subiría un guitarrista a tocar con ellos. La sorpresa fue total cuando Gustavo “Chizzo” Nápoli ingresó al escenario con un modo muy hard rock para hacer la versión más pesada de la historia de “Sobrio a las Piñas”. Y no iba a quedar la cosa ahí, porque en una jugada maestra, esas que Ricardo Mollo sabe hacer diciendo todo sin decir demasiadas palabras, avisó que iban a subirse al escenario “unos rengos que hace rato no pueden tocar en capital”. Bastaba ver las miradas incrédulas en el campo de Vélez que se buscaban para que alguien les confirme que iba a suceder lo que creían. Promediando la medianoche los Divididos le cedieron su lugar a La Renga para volver a tocar tras seis años en la Ciudad de Buenos Aires.
“Ésta guitarra me la prestó Ricardo cuando grabamos Despedazado por mil partes”, dijo Chizzo mientras Tete y Tanque se acomodaban en la batería y el bajo. Así empezó la sorpresa más grande de la noche. “El Final es en Dónde Partí”, delirio absoluto y emoción total. Rock. El trío de Mataderos tocó junto a Javier Casalla mientras Divididos miraba desde los costados del escenario con esa admiración de niños que siguen conmoviéndose por aquel viejo sueño del rock que reza la lírica de “Amapola del 66”, quizás la mejor letra escrita por los ex Sumo.
¿Qué se podía hacer después de eso no? El propio Ricardo, luego de un abrazo conmovedor con Chizzo y Tanque, expresó que la cosa se terminaba, ¡Y cómo! Pero no podía faltar uno de los himnos y la despedida sumera. “Ala Delta” y “El Ojo Blindado” fueron un cierre perfecto para una noche perfecta. Con Mollo repartiendo púas a medio estadio, con Catriel y Arnedo, que dan la sensación de ser los mejores en lo suyo, haciendo una zapada demoledora mientras el show se apagaba. La Aplanadora del rock and roll celebró sus 35 años, y el regalo nos lo hicieron ellos. Dejando todo, conmoviéndonos hasta las lágrimas, mostrando esa solidaridad, ese amor que faltó aquella noche de 1994 en que la industria los puso en ese mismo lugar con otros fines. El sueño del rock sigue vivo en este trío que en medio de días difíciles y un futuro incierto nos permitieron escaparnos un rato y volver a ser pibes que quieren tener una banda y salir a tocar rock and roll. ¡Gracias Divididos!
(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (Lunes a viernes de 20 a 21 horas)
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