El ex soldado clase 62 que se desempeñó en el Grupo de Artillería Aérea 601 de Mar del Plata e integrante del Centro de Veteranos de Avellaneda, recordó su paso por las Islas Malvinas y las dificultades que se le presentaron en la posguerra. También, elogió las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner por escuchar los reclamos de los ex combatientes.
Lucas Molinari: ¿Cómo estás viviendo estos 40 años?
Sergio Rodríguez Saá: Lo estoy viviendo con mucha emoción. Contento con el reconocimiento. Todas estas cuestiones ayudan mucho porque la participación, la movida que hay ahora, el interés público que hay es un alivio después de tanta sangre de los caídos durante el conflicto y sangre de los suicidados posguerra.
La verdad es una pena que no nos hayan acompañado estas personas en este momento, pero entendemos que ellos fueron los que impulsaron todo esto.
LM: En estos 40 años, ¿hay algo que cambió? Tanto en la acción del gobierno, como a nivel social.
SRS: Más a nivel social. Desde el gobierno también, pero creo que es la presión que ha metido las agrupaciones de veteranos con cada uno, con su corazoncito político como lo tenga pero todas en un solo reclamo: Malvinas.
A veces, salir a gritar de cierta forma porque durante muchos años los gobiernos han trastabillando con reconocimientos, que por ahí no pasa nada. Pero eso produce a veces de bronca y dolor.
Me acuerdo que una vez en un reportaje a un compañero en la radio del subte, le preguntaron “¿cuándo se va a terminar el reclamo de los veteranos?. Nunca.. Y se va a ir cuando se termine de ir el último verano, cuando se muera el último compañero que estuvo en el territorio de Malvinas. Ahí se van a acabar los reclamos. Hasta que no suceda eso vamos a seguir.
Juan Natalizio: Para conocer un poco tu historia, sos clase 62, habías hecho el servicio militar obligatorio durante el 81…
SRS: Fui incorporado el 10 de marzo del 81.
JN: ¿Cómo fue ir a Malvinas?
SRS: En el transcurso de la colimba, lo que era el servicio militar obligatorio no tenía la función que debería haber tenido, como tienen otros países, que podes tener un montón de cosas, pero tiene un ordenamiento distinto. Donde vos te vas a preparar, te vas a manejar un arma, te van a mostrar lo que es ser militar.
Después te puede gustar o no, estar de acuerdo o no, pero acá el servicio militar obligatorio era como para generar mayor presupuesto para los militares. Para que algunos se le corten los estudios, a otros el laburo. Yo, por ejemplo, laburaba el negro. Si laburabas en blanco podías cobrar medio sueldo, pero laburaba en negro, no cobraba nada. Mi vieja estaba sola con 5 pibes.
Hacer la colimba era remar en dulce de leche, decir “¿cuándo se termina?” Estábamos al servicio de los militares, de mala manera. No digo que sean amables, que te mimen o concedan el capricho, pero por lo menos, aprender a tirar tiros, vamos a hacer cosas, no el abuso hacia el otro. Ellos ya la pasaban panza arriba, de hecho más de uno estaba bastante bien alimentado .
LM: Con respecto a tu situación personal, plena dictadura, vas a hacer la colimba y ¿tenías familiares que habían estado detenidos y que estaban desaparecidos?
SRS: Si, por supuesto. Eso fue un punto difícil. De hecho, mi hermano no quiso hacer el servicio militar. Tengo tres primos desaparecidos, la familia de Epelbaum, Luis, Lila y Claudio. Luis desapareció acá cuando salió de un estudio de un abogado para pedir por un recurso de habeas corpus porque un compañero estaba desaparecido y lo chupan ahí nomás.
Claudio y Lila los chupan en Uruguay. Van a sacar un pasaje para irse para otro lado porque Uruguay era un país amigo dentro de los servicios. Si te buscaban, te encontraban.
LM: ¿Cómo era estar en la colimba? ¿Cómo era después del 2 de Abril del 82 cuando Argentina recuperó las Malvinas y apareció el conflicto bélico en el horizonte?
SRS: En algún momento tuve la contradicción de no querer. No podía parar con la euforia que sentía al lado mío y el deseo de pertenecer, de participar. De hecho, llegué a Comodoro Rivadavia porque la organización logística de cada agrupación, batallón o cuartel era llevar una cantidad determinada de gente. De doscientos tipos, el 10% de esa cantidad que movilizaban se quedaban en Río Gallegos para cargar aviones. Alguien tenía que hacerlo y no daban abasto con la logística que tenían. Iba a haber mucho movimiento.
A mí me habían seleccionado para quedarme en Río Gallegos. Elegí ir a Malvinas. No sé, tenía una corazonada que me decía que no podía quedarme afuera de eso.
JN: Esa euforia ¿era por la movilización popular?
SRS. A mí me parece que hay algo en el inconsciente colectivo, por decirlo de alguna manera, cuando iba a la primaria, me decían Argentina y estaban las Malvinas. Y siempre esa cuestión de como dice Atahualpa, “la hermanita perdida”.
Era participar de eso. Aunque yo tenía la contradicción de que sentía que apoyaba al gobierno militar, pero por otro lado tenía un impulso de decir “no, acá tengo que estar”.
JN: ¿Cómo hiciste para cruzar a Malvinas siendo seleccionado para quedarte acá en el continente cargando los aviones?
SRS: Después nos formaron a todos los soldados, se pararon 20 y nos hicieron dar un paso para adelante. De esos 20, nos preguntaron “¿quién quiere ir a Malvinas?” Un pasito más para adelante. Y los que estaban atrás que den dos pasitos para adelante de los que no habían sido seleccionados de quien se quería quedar en Río Gallegos.
LM: Qué fuerte lo que contás. Siempre lo preguntamos, porque está la visión de que “los obligaron a ir”. No fue así. Pudo haber un caso, pero cada vez que preguntamos, nos relatan y nos dicen que el que no quería ir, podrían no ir. Pero muchos eligieron ir.
SRS: De hecho en el cuartel donde estaba, había un compañero que sabía que íbamos a ir a Malvinas. Era el fin de Semana Santa, ahí nos mandan a casa y nos dicen “a despedirse de sus familiares cuando vuelvan a Malvinas”. Ya estaba así. Estaba dicho.
JN: Estaban informados.
SRS: Sí. Un compañero no se presentó. Nosotros teníamos que estar el domingo y el compañero recién se presentó el martes. Porque hasta el quinto día no eras desertor. Eras infractor, pero no desertor. Al quinto día ya había, dentro de la colimba, estás bajo régimen militar.
LM: No tenes tu DNI. Te lo retienen…
SRS: Además estás bajo jurisdicción militar. Te juzga la Junta Militar.
JN: En ese momento había justicia militar.
SRS: Claro. Que es donde los militares cuando se viene la democracia querían ampararse para que los juzguen por la violación de los derechos humanos. Ahí se deroga.
LM: Fuiste a Malvinas. ¿Qué recuerdo tenes al haber pisado Malvinas? ¿Qué sensación te dejó ese paisaje?
SRS: La verdad es que es un lugar con poca vegetación. Muy ventoso. No le encontraba mucho sentido. Lo que sí, me parecía que era extraordinario es estar pisando algo que capaz otro no podía o que había sido restringido durante tanto tiempo.
En mi ignorancia porque en realidad no había tanta restricción. Había un intercambio, de hecho me enteré de las Malvinas antes del conflicto estaba instalada YPF que vendía gas. Había una cuestión de que eran nuestras, había soberanía argentina, pero era una manera de enclavar soberanía. A veces metiendo gas o petróleo.
LM: La restricción vino después de la guerra, justamente…
SRS: Sí. Los ingleses se agarraron de esa y hicieron lo que ahora estamos sabiendo acá. Que Macri le permitió todo esto de segmentar toda la plataforma marítima para poder hacer esto de la explotación hidrocarburífera.
JN: 1982, el soldado Rodriguez Saá, en el grupo de artillería de defensa aérea 601, ¿ustedes se instalan alrededor de Puerto Argentino, sobre el aeropuerto para darle protección?
SRS: Sí, ahí estaban las piezas de artillería. Teníamos varias posiciones. Había una posición que estaba en el aeropuerto con unos cañones bitubo que habían sido adquiridos recientemente, en diciembre del 81 .
JN: ¿Tu función cuál era?
SRS: Era radio operador. El grupo de artillería se dividía en cuatro baterías.
LM: Saúl Quiroga que estuvo en el programa…
SRS: Estaba en el servicio. Después hay otros compañeros en varias. Hay dos baterías de tiro que son las que se encargan de manejar el armamento. Está el comando, que es la que le ofrece parte automotores, lo que es movilidad, logística de camiones y comunicaciones, que era donde estaba yo. Eso ofrecía la batería de comando. Después estaba la de servicio que era la que nos ofrecía el rancho.
JN: Ahí estabas en una radio haciendo de operador. ¿Te daban qué decir y vos lo pasabas?
SRS: Ese era mi rol de combate, pero lamentablemente el teniente Coronel tenía mucho aprecio por mi persona y eligió a otro soldado. Me encargaba de los tendidos telefónicos en realidad.
Las distintas posiciones que habían porque había un lanzamisiles Roland, había tres bitubos, y estaba el comando que todas esas posiciones se tenían que intercomunicar. Estaba encargado, con otros dos soldados y sargentos, al mando de que esas comunicaciones fueran establecidas porque casi usábamos un cable que la habían usado no sé cuántas clases de colimbas estaban empalmados cada 5 metros. A veces fallaba. Esa era la comunicación entre las distintas posiciones con un teléfono magnético.
LM: ¿Cable de cobre?
SRS: Sí, de punto a punto. Si un cablecito no había, no había comunicación. Para que el otro lado suene había que girar la manija.
JN: El 1º de mayo 4.40 horas comienza el primer bombardeo de aviones Vulcan y a partir de las 7.30 los ataques de los aviones Sea Harrier sobre las posiciones en especial donde estaban ustedes, en la Capital de Malvinas. ¿Cómo fue eso para el soldado Rodríguez Saá?
SRS: Para el soldado fue caer en la guerra en la forma más fea de decirlo. Tomar conciencia de lo que era la guerra, porque antes de eso se hablaba y había mucho run run. Al principio parecía una fiesta de colores porque los aviones que pasaban se escuchaban el ruido y los compañeros le tiraban con fusil. Le tirábamos con una gomera, con cualquier cosa.
Era un festival de colores de fuegos artificiales porque los cañones antiaéreos cada 10 municiones tenían una trazante, entonces esa era para marcar el punto donde le estás dando. Si le estás pegando o no. De noche es jodido sino. Al principio me sorprendió. Ahí tomé conciencia de que no había vuelta atrás.
JN: A partir de ahí ¿Cómo fue transcurriendo la guerra para vos?
SRS: La guerra para mi fue bastante tensionada porque encima algunas veces el cañón naval era muy intenso, era de noche, era para romperte psicológicamente, para alterar. De hecho, pienso que un poquito lograron mantener o alterar el sueño esas cosas son importantes. Lo entendí días después, en ese momento no lo entendía.
Ya con la perspectiva que tenía, estaba con un Sargento Primero que se había puesto a llorar. Otros superiores que se habían portado medianamente bien. En líneas generales, creía que el suboficial o el oficial que tenía al lado iba a ser mi compañero. Que íbamos a estar juntos y tirando para el mismo lado.
JN: No era tanto maltrato, sino más esto de estar llorando amargados o también se incluía…
SRS: Si, se incluían maltratos. Particularmente no vi cuantos compañeros estaquearon. Pero si vi a uno estaqueado y lo sacamos de la estaca. Por una pavada. Porque le había hablado al Sargento con un lenguaje que no era correcto. Le dijo que “tenía ganas de ir al baño”, pero de una forma un poquito más callejera. Lo estaqueó dos días y una noche.
Capaz tengo esta perspectiva porque ya venía con un poco de bronca. Eso dije “al final vine con estos y no cambian más”. Cuando a veces, no quiero hacer comparaciones burdas, pero cuando te lastiman, maltratan y decís “no, pero va a cambiar. En esta vamos juntos”. Pero no fuimos juntos ni un cuarto.
Es mi punto de vista. Hay otros compañeros que se sintieron acompañados. La verdad capaz ya venía con ciertos prejuicios, o cuestión, frente a todas estas situaciones personales que me hacían ponerme en un lugar más distante con el superior.
LM: La posguerra. ¿Cómo fue la vuelta?
SRS: Fue doloroso. De hecho, particularmente pienso que a veces así como tal vez firmar el acta de cese de fuego y retiro de tropas diplomáticamente sirvió para una cosa, también perjudicó para otras. Desde lo personal, la verdad creo que quienes administraban al Estado no tenían la capacidad, ni les importaba por eso los 300 y pico de suicidios que hay.
La verdad la pasé mal. De hecho durante mucho tiempo me daba vergüenza o no sé qué, pero tenía limitaciones de decir que había estado en Malvinas. Me impedía conseguir laburo. Yo era un tipo que venía de una clase humilde, tenía que salir a laburar. Hay que salir porque sino la olla no se lleva, sino, no hay billete.
Me costó conseguir laburo, la verdad. Tuve algunas malas experiencias,de presentarme y me decían “che flaco, ¿estuviste en Malvinas?, porque te miraban la libreta. El tipo me vio dudando y decía “te lo iba a decir para que no te hagas ilusión porque acá, si sos veterano, no te van a tomar”.
Me fui con una bronca porque ¿cuál es? ¿qué es lo que quieren?. Por eso ahora lo siento como una reivindicación, no solo para mi, para todos los compañeros. Esos 400 suicidios y esos 632 caídos no han caído en vano. Igual falta mucho por hacer.
LM: ¿Cuándo hubo un cambio? Porque estamos hablando de la vuelta con el gobierno militar, después vino Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde, Kirchner, Cristina, Macri… En esa secuencia, que tienen que ver con esos 40 años, ¿Cuándo viste un cambio?
SRS: De mi historia personal, empecé a ver un poco de reivindicación en el gobierno de Néstor y Cristina. Me reuní con compañeros cuando se cumplieron 20 años, en 2002. Hacemos una caravana de veteranos haciendo reclamos. Y vamos hasta Tierra del Fuego, Ushuaia, en caravana con autos y micro. Me colé con unos chaqueños porque no tenía laburo, estaba muerto.
Ya nos había dado Menem una pensión anterior a eso que era un 150 y un plus de 50 pesitos. En el 1 a 1, ayudaba. Era un reconocimiento. Cuando me junté con los veteranos después de 20 años, la verdad, soy sincero, en la caravana había compañeros que venían de todas partes del país. Llegamos a un cuartel y nos querían dar mate cocido con pan. Teníamos una bronca que queríamos prender fuego el cuartel. Éramos como 2.000 tipos.
LM: ¿Dónde fue eso?
SRS: En Comodoro Rivadavia. Paramos para pedir. Parábamos en la ruta y nos bañábamos en las estaciones de servicio como si fuésemos camioneros. Fuimos medios gitanos, medios hippies.
La verdad en el único lugar donde nos recibieron con amor y con afecto, y con comida, por sobre todo, fue en Santa Cruz. Cristina Kirchner y Nestor Kirchner en 2002. Era gobernador y ella senadora. Nos recibieron con un corderito patagónico a la estaca. Después de haber caminado todo lo que caminamos, fue una fiesta.
LM: ¿Ahí lo conociste a Néstor?
SRS: Sí, pero éramos 2.000 tipos. Había mucha euforia porque, aparte de todo esto, era significativo. Después llegamos a Tierra del Fuego y Duhalde nos entregó una medalla. En ese momento me alojé en lo que es Aurora, una fábrica recuperada. Dormí ahí y después me vine para acá.
LM: Eso fue el 2 de abril de 2002. Y después estuvo la carpa verde…
SRS: En 2004. Ahí es donde digo que hubo una reivindicación. Después de ese pasito, en lo personal, después de haberme reencontrado con compañeros, con algunos conocidos, porque a veces entre los veteranos hay algo. Cuando un veterano ve a un veterano, siento como si fuese mi hermano. Ni lo conozco. Capaz es la primera vez en mi vida que lo veo, pero hay una confianza una cuestión de hermandad subyacente.
Después de este acontecimiento que estoy describiendo viene el 2004, la carpa verde, y fue una reivindicación para todos. Y después de eso conseguí laburo.
JN: Carpa verde, como lo señaló Robles, fueron 180 días de lucha de ustedes.
SRS: Fue como la carpa blanca que le hicieron a Menem, que nos quedamos acá irnos con algo. La carpa blanca fue de los docentes. Hasta que no lograron el incentivo, los docentes no se fueron.
LM: Vos no estaba cerca de los centros de veteranos, ¿qué fue lo que te marcó en tu historia personal? En 2002, ¿qué había cambiado? ¿Fue el 2001?
SRS: El 19 y 20 de diciembre venía de laburar. Tenía laburos esporádicos, había laburado una temporada en las piletas en el parque Manuel Belgrano. Cuando pasé con el 102, porque vivía en Barracas, vi un bolonqui bárbaro en Avenida de Mayo. Me metí en medio del bolonqui.
Creo que particularmente mi acercamiento en el 2002 responde a que había estado tanto tiempo alejado, tanto tiempo enojado, peleado, negado, que dije “me tengo que dar la oportunidad de verlo de otra manera. A ver qué pasa cuando me acerco”.
No era que ese tiempo estuviera negado la pasaba bien. Sino que cada vez que hablaba de Malvinas, sentía como vergüenza porque no sabía prever o cómo iba a reaccionar el otro. Generalmente el otro te pone en el lugar de víctima o de héroe. Una te tira al tacho y la otra te pone allá arriba. Pero no soy víctima o héroe. No hice nada extraordinario.
- Entrevista realizada por Lucas Molinari y Juan Natalizio en Malvinas, 40 Historias (martes de 14:00 a 15:00 horas)
- Desgrabación por Carolina Ocampo
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