Por Nicolás Podroznik (*)
Ya han pasado cuatro fechas desde la aparición del VAR en nuestro fútbol y no ha tardado en generar polémica. Si bien en la mayoría de los fallos ha acertado, también se han suscitado situaciones en las cuales llamativamente no ha intervenido. Como era de esperarse, debido a la ambigüedad y los cambios sufridos en el reglamento en los últimos años, las más discutidas responden a las manos dentro del área. Para agregarle aún más nafta al fuego, algunas de ellas ocurrieron en partidos que involucraban a equipos grandes como Boca y River, lo que hizo que se despierten aún más sospechas sobre las intervenciones de la tecnología. Sin embargo -y más allá de las camisetas- lo que queda claro es que en donde hay que afinar es en la comunicación y la claridad a la hora de determinar pautas, o al menos reducir a la mínima expresión la posibilidad de un error humano, el cual guste o no, siempre será parte de este deporte.
Del grupo que componen los deportes más populares, el fútbol fue el último en sumarse a la utilización de la tecnología para resolver jugadas polémicas. La referencia más cercana para adaptar esta herramienta fue el rugby, quien también tuvo sus detractores cuando se comenzó a usar el TMO (Television Match Official, según sus siglas) pero que hoy es absolutamente fundamental y respetada por jugadores y espectadores. Esa confianza se cimentó en una reducción abismal de los errores arbitrales, incluso aquellos que se podían suscitar en la revisión de imágenes. Las intervenciones de interpretación por parte del árbitro principal se redujeron a la mínima expresión, las cuales siguen siendo las más polémicas, pero también las que más disidencia encuentra. Dificilmente se encuentre en el rugby una decisión arbitral que despierte clamores de clara injusticia, algo que sí ocurre con el fútbol. Y sobre todo con las manos dentro del área.
A la hora de sancionar el juego con las manos dentro del área, se contemplan tanto intencionalidad como el espacio que la mano ocupa. Para que se sancione correctamente un penal por este tipo de acciones, al menos una de ellas debe ocurrir. Sin embargo, poco se contempla la acción de juego previa.
En estas últimas fechas hemos podido observar tres jugadas con puntos en común que tuvieron diferentes resoluciones según la interpretación del árbitro, aun cuando han sido muy similares. La primera de ellas es la jugada que se dio en el empate entre Boca y Lanús en La Bombonera. Los locales reclamaron penal por una mano de Ángel González tras un centro de Fabra. En la imagen se aprecia que la posición de la mano del jugador visitante proviene de una acción previa donde disputa la posición con el rival y el choque con éste determina dicha posición. La determinación del VAR y del árbitro principal es correcta: el jugador no tiene intención de jugar la pelota con la mano y, aun cuando golpea en su brazo, la extensión del mismo proviene de un choque con el rival.
En la misma fecha, en el partido que disputaron Banfield y River, se sanciona penal a favor del conjunto de Núñez por una mano de Quinteros dentro del área. El jugador local no tiene intención de tocar la pelota con la mano, pero por extensión de su mano izquierda el VAR remite el aviso al árbitro central quien revisa la acción y sanciona el penal. Si bien se contempla la ampliación del volumen, lo que se deja de lado en este caso es la acción de juego: el futbolista de Banfield intenta cabecear una pelota que se aleja del área y que, por un yerro en el cálculo, la pelota golpea en su mano. La interpretación del árbitro fue considerarla penal.
La tercera fue la que se suscitó esta última fecha entre Barracas Central y Velez. Tras un centro del equipo de Liniers, un desvío propició que un jugador local tocase involuntariamente la pelota con la mano. Tras el llamado a revisión del VAR, Andrés Merlos sancionó penal. En la repetición se ve que el movimiento del jugador de Barracas es consecuente con la acción previa al desvío y, si éste no hubiese ocurrido, la pelota no hubiese dado en la mano. Incluso más: la pelota no llevaba dirección hacia el arco rival.
Viendo las tres acciones, cuesta creer que dos sean penales y una no. ¿En dónde se está fallando para que continúen estas controversias que no debieran ser tales? La respuesta quizás resida en una tarea engorrosa que, dadas las circunstancias, la FIFA tendrá que realizar tarde o temprano: la unificación de criterios y tipificación de jugadas.
La realidad indica que estamos lejos de ambas, sobre todo porque la utilización de la tecnología en el fútbol está en pañales y todo se puede mejorar. Al propio rugby le tomó unos cuantos años perfeccionar el sistema y reducir los errores, porque la dinámica del deporte obligó a cambiar el uso de la tecnología. Al aún existir una enorme subjetividad, en el fútbol da la sensación que se aplica de pleno la reglamentación y se descarta el contexto de la jugada. ¿Cómo pueden ser interpretadas de igual manera una mano extendida que interrumpe un centro rival al corazón del área chica y una mano extendida que es parte de un movimiento para rechazar de cabeza y que se aleja del área grande? O peor aún: ¿cómo puede seguir ocurriendo que los árbitros tengan disparidad de criterios ante jugadas similares? Las respuestas a esas preguntas referidas a la subjetividad requieren de un paso previo.
La tipificación de las acciones donde intervienen las manos dentro del área comienza a ser cada vez más necesaria, dado que el VAR expone una subjetividad que la mayoría de veces no es tal. ¿Cómo debiera funcionar la tipificación? Pues estableciendo parámetros iniciales e inequívocos que a partir de los mismos determinen si una jugada es penal o no. Porque la realidad no es que “todas las manos no son iguales” como se suele decir, sino que “todas las jugadas donde intervienen las manos no son iguales”. ¿Son acaso las manos sancionadas a Banfield y Barracas iguales sólo porque las manos están separadas del cuerpo? ¿No se contempla el lugar del área, un desvío fortuito, la dirección del balón o la peligrosidad de la jugada? ¿Solo se consideran intención y extensión del brazo? Da la sensación de que estas dos variables son escasas a la hora de establecer una sanción acertada.
Si la intención del VAR es brindar justicia en jugadas polémicas, deberán mejorar los procesos que llevan a determinar la resolución de las mismas, reduciendo lo más posible la interpretación de las acciones por parte del árbitro, colaborando así a que no haya dos sanciones distintas ante una jugada de características similares. Si la intervención del VAR remite meramente a engrosar el número de goles, vamos camino no sólo a desaprovechar una herramienta valiosa a futuro, sino también a terminar de deformar un reglamento que, en cuanto a manos se trata, aún no le encuentra solución.
(*) Periodista / Abrí la Cancha
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