Por Tony Aira (*)
En Malvinas no todos los soldados combatieron con armas. Hubo efectivos que cumplieron funciones empuñando un destornillador, un bisturí y hasta un cucharón. Nuestros soldados, herederos de la tradición de honor y valor del soldado español, tuvo el plus de la improvisación y la viveza.
Cuando la Marina Británica estrechó el cerco sobre las islas, se inició una feroz rutina de ataques aéreos diurnos y bombardeos navales nocturnos. Por la lejanía de sus bases, los cazas argentinos no podían interceptar a los Harriers (la pista de Puerto Argentino no tenía capacidad operativa para los Mirage o Dagger de nuestra Fuerza Aérea). Por lo tanto, se dependió de la artillería antiaérea para repeler los ataques aéreos británicos. Pero los bombardeos navales fueron otra cosa. Durante la noche, los británicos ubicaron una o dos fragatas a una distancia que nuestra artillería no podía alcanzar. Era imperioso contraatacar. ¿Pero, cómo?
En el arsenal argentino, la única arma capaz de hacer un daño real era el sistema Exocet. El misil se hizo famoso por sus éxitos a través de los aviones Super Etendart de la aviación naval. Sobre el final de la guerra, la Armada solo tenía en su arsenal la versión Exocet MM38 que sólo podía activarse desde un buque. Con la flota de guerra alejada del conflicto desde el hundimiento del General Belgrano, ¿Podría un ingeniero criollo vencer el escollo de disparar el misil desde tierra y atacar a la Royal Navy?
En el arsenal naval de Puerto Belgrano, el Capitán de Navío Julio Pérez – uno de los ingenieros más capacitados del mundo en misilística) convocó en los primeros días de mayo de 1982 a los técnicos Antonio Shugt y Luis Torelli. Ellos tenían 22 y 24 años, egresados de la Universidad de La Plata y expertos en misiles. La afirmación de Pérez fue inequívoca: – “Muchachos, hay que buscar una manera de disparar el MM38 desde Puerto Argentino“. Los técnicos se miraron y no dudaron en el éxito de la misión.
Los tres ingenieros deliberaron durante tres días. Pérez tenía la idea de crear todo un nuevo circuito, pero los jóvenes ingenieros aseguraron que no había tiempo para hacerlo y propusieron engañar al misil trasladando una falsa información de tiro. La teoría existía, pero otra cosa era hacerlo. Bajo una carpa – para evitar la vigilancia de satélites espías – el equipo logró la hazaña de retirar los sistemas vitales de lanzamiento y fabricar uno nuevo con materiales sobrantes. Una vez ensamblado el nuevo – y más sencillo – sistema, se hizo una prueba vital: ¿El misil reconocería al nuevo sistema? en la prueba la alegría fue inconmensurable: una luz verde fue la prueba que el cerebro del misil reconocía el sistema de tiro.
Una parte del problema estaba solucionado, pero había otro: la rampa de lanzamiento. Se encontró un acoplado que calzaba justo y el sistema sería alimentado por un viejo reflector antiaéreo de la infantería de Marina. Trabajando contrareloj, el arma fue terminada el 31 de mayo. Se la probó a las cuatro de la tarde y dos horas después fue embarcado en un Hércules de la Fuerza Aérea en un vuelo al ras del océano.
Junto al Exocet llegaron a las islas el Capitán Pérez junto a los tenientes de Fragata Edgardo Rodríguez y Mario Abadal. Shugt y Torelli se ofrecieron voluntarios, pero quedaron en el continente. El punto elegido para instalar la batería fue la cabecera de la pista de aviación de Puerto Argentino al ser la única ruta asfaltada que podía soportar las cinco toneladas de los dos carromatos. Una vez instalada el arma fue conducida en forma camuflada a Hookers Point. Una vez instalada el arma, era necesario esperar el momento preciso para usarla.
A partir de las seis de la tarde, con la llegada de la noche, se empezaba a armar el Exocet. El sistema tardaba dos horas en prepararse. Un radar antipersonal del ejército y otro radar de vigilancia de la Fuerza Aérea fueron las herramientas donde se obtenían los datos que debían traducirse para que el misil los pudiera asimilar.
Así pasaron las noches hasta qué, finalmente, en la madrugada del 10 de junio de 1982, los radares detectaron a la flota británica. Pérez y su equipo calcularon la distancia, pero increíblemente el único componente británico del sistema (un diodo) falló abortando el lanzamiento. Se preparó un segundo ataque, pero una falla humana evitó el disparo. Para el tercer disparo, los marinos estaban dispuestos a realizar un antiguo ritual de la Armada: dar vueltas como los indios alrededorq del arma.
Era la madrugada del 12 de Junio de 1982, la artillería británica disparaba sobre las posiciones defensivas de Puerto Argentino. Imposible operar así, por lo tanto tendrían que esperar otro dia para atacar. Era demasiado. Los dos tenientes y un capitán comenzar a danzar y gritar como indios alrededor de lanzadera. Media hora después – creer o reventar – el radar confirmó la presencia de un buque inglés a distancia de tiro.
Eran las 3.30 del 12 de junio de 1982. La HMS “Glamorgan” (destructor de la clase County) efectuaba bombardeo de apoyo a las tropas que atacaban el Monte Dos Hermanas, en Puerto Argentino. El oficial a cargo del radar comunicó la ubicación del “Glamorgan” a 29.960 mts de la costa (el alcance del radar era de 30.000 mts). Rápidamente, Pérez y su equipo hicieron los cálculos y dispararon.
En la cubierta de mando del “Glamorgan” vieron una luz brillante acercándose a toda velocidad. El impacto fue tremendo. Eran las 3.36 hs y la popa del buque fue impactada. Sin luz, las tareas de socorro y reparación eran extremadamente difíciles. Las llamas tenían una altura superior al puente de mando había un boquete de mas de 4 metros de largo en la cubierta y varias galerías interiores destruidas al igual que su helicóptero. Las bajas mortales fueron 14 (un oficial caído había escrito días antes a su familia que admiraba el valor y patriotismo de sus rivales argentinos), otros 20 marinos recibieron heridas de distinta consideración. Cuatro horas tardó en apagarse el fuego del “Glamorgan” y desde Darwin y Pradera del Ganso aun podía verse el incendio.
En la mañana del lunes 14 de Junio, las tropas argentinas se rendían. Pérez y sus oficiales estaban por destruir lo que ellos bautizaron ITB. pero decidieron dejarla para mostrar con que les habían tirado. Después de la guerra, la “Glamorgan” fue reparada y vendida a Chile que la dio de baja en 1998.
Los británicos estudiaron a la ITB y desarrollaron el sistema “Excalibur” que fue instalado en Gibraltar.
Dos jóvenes técnicos civiles, unos oficiales navales y un montón de piezas antiguas y de repuesto, junto a la inventiva criolla, crearon un sistema de armas en tiempo record para atacar una de las marinas mas poderosas del mundo. Si ustedes se preguntan que significa ITB es Instalación de Tiro Berreta.
Una berretada fue una regla de calculo contra la Royal Navy.
(*) historiador / Desde el Barrio.
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