Hay un instante en la vida de una persona que la cosa cambia, que hace ruido, que deja una marca. Para muchos, y para quien estás línea escribe, ese trance fueron los días 19 y 20 de diciembre de 2001. ¿Cuándo fue ese momento que un tal Ernesto pasó a ser el Che, o a un abogado de enorme cargo institucional, Manuel Belgrano, convertirse en General de una revolución? En la idea de pensar y proponer un debate, este sitio web de Radio Gráfica permitió publicar una saga de notas en la línea de reflexionar, de proponer un deber ciudadano. En consecuencia, los párrafos subsiguientes pertenecen a la cuarta y última entrega cuyas fechas estas elegidas a veinte años, son un antes y un después en la historiografía nacional.
Por Emiliano Vidal *
El tórrido termómetro particular de diciembre no fulguraba únicamente por el clima en aquella noche del 19 de diciembre del año 2001. El entonces presidente de la Nación, en ejercicio, el radical Fernando de la Rúa se dirige en cadena nacional ante el capítulo de violencia y saqueos consumados en las principales calles de las ciudades del país. Lo que sobreviene es un pasaje de una larga película que de verse en diapositivas, comenzó mucho antes. Parafraseando al escritor y periodista, Gustavo Campana, no se trata de exponer episodios antiguos solo por poner; hay demasiadas batallas silenciadas y en muchos de esos sonidos, se pueden respuestas para descifrar acontecimientos del presente.
El gobierno de la Alianza UCR/Frepaso, quien había asumido el 10 de diciembre de 1999, se encontraba mal herido casi un año y medio atrás, cuando el vicepresidente de la Nación, Carlos “Chacho”· Álvarez, renunciaba al cargo, en pleno escándalo por las denuncias de soborno a senadores nacionales, Cámara de la cual era su máxima autoridad, tras la sanción de la reforma laboral que propulsaba el oficialismo. La noche del 19 auguraba la fecha histórica, del final de un modelo impuesto a sangre y fuego tras el golpe cívico/militar de 1976 y que la democracia continuó desde los dos partidos y movimientos políticos en los diversos gobiernos: ese radicalismo aliancista y el peronismo en la versión menemista.
Antes de las 23 de ese 19 de diciembre, desde la cadena nacional y la implementación del decreto 1678, el primer mandatario De la Rúa declara el estado de sitio en todo el territorio nacional por el término de 30 días. La medida es crucial. Junto con los mecanismos de intervención federal, la firma de decretos de necesidad y urgencia (DNU) y la delegación legislativa, conforman los denominados institutos de emergencia tipificados en la Constitución de la Nación. Esa disposición gubernamental es de “última ratio”: apunta a que la gente no circule y se quede en sus casas. En estos tiempos pandémicos, otros países recurrieron a su letra legal para que las personas se resguarden en sus domicilios. … en la noche de ese 19/12/2001, el pueblo ruge y no solo de calor; salieron, cacerola en manos, todos y todas.
Cuando fue qué
Es el mismo recorrido, porque la historia se repite y continúa. Aquel niño que en 1982, en los hombros de su padre transitaba desde Barracas, el último barrio porteño hacia el sur de la provincia homónima y escenario de la última batalla civil hace 151 años por federalizar en capital la ciudad principal de Buenos Aires, rumbea esa noche hacia el escenario natural de los grandes acontecimientos históricos, la Plaza de Mayo.
Las corridas merman. Es tarde. La policía reprime. Hay que retornar al barrio. Cuesta conciliar el sueño. Siete de la mañana del día 20. Radio y televisión a todo volumen. El ardor es sofocante. La camisa y la corbata aprietan. Son las 10. El colectivo 24 culmina su trayecto en la intersección de Perú y la Plaza. Desde hace años tiene otro recorrido. Hay más gente que en las previas nocturnos horas. La bronca se palpita, corta el aire caliente. Un grupo de jóvenes exterioriza toda clase de improperios y oprobios a Moisés Ikonicoff, uno de los escasos dirigentes políticos que se acercaron a la Plaza. Transitar por el lugar se hace difícil. También para las Madres y Abuelas. Los ánimos se caldean. La Montada reprime. La camisa, la corbata y la libreta en mano camuflan y refrenan el accionar policíaco. El pibe zafa de recibir un palazo o algo peor. Rumbear desde Adolfo Alsina a la 9 de Julio tampoco es la mejor alternativa. Desde autos negros acribillan a balazos a los ciudadanos manifestantes.
– ¡¡Hijos de puta¡¡¡… agarrala, pibe, y tírasela a ellos, tírale¡ tírale¡¡…
El militante de mil batallas, cuarentón, motoquero, está en la esquina del histórico edificio del Cabildo, hacia la esquina de la Avenida de Mayo….la policía dispara… ¿qué era ese artefacto gris, similar a una lata de gaseosa despintada de la que salía humo?… ¿ una granada?… el pibe, -veinticuatro años menos-, asustado y conmovido, con su camisa cochambrosa a esta altura de los acontecimientos, aunque siempre la corbata y la libreta en mano, hace caso omiso al pedido de ese ciudadano curtido en decenas de marchas…el gas lacrimógeno es lanzado con fuerza hacia su lugar de origen por el gladiador en moto:… diecinueve años después, los entonces agentes José Luis González, Fernando Héctor Villegas, Luis Oscar Rodríguez y Ramón Feliciano Vargas, integrantes del Departamento Policía Montada del Cuerpo de Operaciones Federales de la Policía Federal Argentina (PFA), bajo el mando de Ernesto Weber, fueron condenados por esa represión bajo la tipificación con de penas de uno a cinco años de cárcel y un embargo que oscilan entre 100 mil a 150 mil pesos.
Los ojos pican, la gomosa respiración erosiona las fosas nasales. La Legislatura porteña es un buen escondite. Hay buenos conocidos. Uno es el hijo del recordado periodista Oscar Cardozo, compañero de redacción del diario de Clarín, de Armando, el padre de quien esto escribe.. Es una escenografía muy diferente a alguna trifulca de cancha de fútbol en los tiempos en que hinchas de todos los equipos concurrían a la Bombonera a acompañar a los locales en disfrutar el regreso de Diego Armando Maradona. Este es un escenario de batalla, un bautismo de fuego. Ya nada será igual. El piso cuarto del inmueble legislativo, ubicado frente al ex edificio del Ministerio de Trabajo, y en diagonal al imponente monumento de Julio Argentino Roca, permite retomar algo de aire. Los despachos de los legisladores están bajo llave y sus inquilinos por los votos, no están. Hay bronca y trona el “que se vayan todos, que no quede uno solo”. En la puerta de la oficina del diputado porteño Alberto Fernández, fluctúa una gigantografia con la cara de Néstor Kirchner, entonces gobernador de Santa Cruz. Rara avis el legislador Fernández, tertuliano de Jorge Arguello, actual embajador en los Estados Unidos y por ese entonces titular del bloque que comparten con el hoy Presidente, el cavallista partido de Encuentro por la Ciudad. Los candidatos naturales ante la frustración de la Alianza gobernante en las próximas presidenciales, son otros peronistas y gobernadores: el cordobés De la Sota, el bonaerense Carlos Ruckauf o el santafesino Carlos Reutemann. El propio ex mandatario, Carlos Menem, no pierde esperanzas. No parece el turno del mandamás santacruceño.
Aquel 20 de diciembre de 2001, la crisis precipitó otra de carácter institucional, ya que al carecer el Poder Ejecutivo Nacional de vicepresidente, debió hacerse cargo el titular provisional del Senado, Federico Ramón Puerta. El peronismo venía en alza tan vencer en las legislativas de dos meses atrás.
El misionero Puerta no pudo o no quiso tomar el fierro caliente y convocó a una Asamblea legislativa que designó a cargo del Ejecutivo al entonces gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, en los términos del artículo 88 de la Constitución y lo dispuesto por la ley de Acefalía 20.972.
En una semana, el efímero mandatario renunció por fax desde la capital puntana y abandono la presidencia de la Nación. Al declinar Puerta, retoma el timón del Gobierno, el titular de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, quien convocó nuevamente a la Asamblea para el 1º de enero de 2002. El primer objetivo es completar el mandato del radical De la Rúa, para ello, la Asamblea designó al entonces senador bonaerense Eduardo Duhalde, quien tras los crímenes de Kosteki y Santillán, el 26 de junio, a manos de la Policía bonaerense, precipitó la más rápida salida electoral. La crisis adelantó los tiempos y Néstor Kirchner, el de la gigantografía en el despacho del entonces legislador Alberto Fernández, asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003, con solo el 22 por ciento de los votos, porque su contrincante en la segunda vuelta, el peronista Carlos Menem, quien apenas había logrado dos puntos más, se bajó del balotaje.
Las palabras del pensador Gustavo Campana simplifican el compromiso porque cuando la verdad se para a cinco centímetros no hay vuelta atrás, ya se produjo la primera revolución y a partir de ese momento no hay vuelta atrás. La verdad para Rodolfo Walsh fue hay un fusilado que vive y a partir de ese momento nada fue igual. Dejó de ser un escritor de novelas policiales, un buen jugador de ajedrez y se volcó a ser el mejor de los nuestros, porque un comunicador que dice que la verdad se milita. La verdad fue para el Padre Mujica, y dejo de ser Mujica Echagüe. La verdad fueron dos viajes por América Latina para el Che y a partir de ese momento no fue nunca más Guevara Lynch y se abrazó a ese continente que supo que le era propio. Y el 19 y 20 de diciembre están presentes en el camino para pensar, para conocer, para saber, para querer y para ser.
(*) Abogado. Co-conductor de “De acá para allá”, los sábados de 12 a 12 por la Radio Gráfica FM 89.3
(**) Esta nota está dedicada a las víctimas del 19 y 20 de diciembre de 2001 y a la figura del recientemente fallecido escritor, José Pablo Feinmann, un tipo que ayudaba a pensar.
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