Por Gabriel Fernández *
La decisión papal de solicitar el cierre de los paraísos fiscales y, con posterioridad, de exigir a los empresarios que dejen de fugar capitales y los inviertan en producción y generación de trabajo, posee una coherente equivalencia interior. Desde el inicio de su liderazgo en el cónclave de 2013 Francisco resolvió indagar en el Instituto para las Obras de Religión, más conocido como Banco del Vaticano. Esa entidad configuró, durante varios papados previos, una zona liberada para facilitar el blanqueo de capitales.
EL PADRINO Y EL GORILA. Lo que es más. Resulta habitual escuchar, entre la dirigencia ligada a la curia, que la muerte de Juan Pablo I, a sólo 33 días de ser elegido, está relacionada con su anhelo de concretar lo que el actual pontífice está intentando. De allí que las sospechas recayeran sobre el entonces titular de la organización financiera nutrida con donaciones de caridad, Paul Marcinkus. El problema se redimensionó cuando el sucesor, Juan Pablo II, protegió al banquero eclesial y en vez de cerrar el grifo usufructuó los recursos para respaldar a los núcleos anti comunistas en su país, Polonia, y en América Central.
Marcinkus falleció en 2006, mientras habitaba con serenidad relativa en Arizona, Estados Unidos. Pero su sombra se desplazó en el tiempo. En octubre de 2019 uno de los jefes de la mafia Anthony Raimondi, de la familia Colombo, sobrino de Lucky Luciano y primo de Marcinkus, afirmó que el arzobispo fue el brazo ejecutor del asesinato del papa Juan Pablo I en 1978 para que no sacara a la luz el fraude financiero señalado. Es preciso recomendar a todo buen cinéfilo, la gran obra en tres partes titulada El Padrino. También, en una ironía histórica sin precedentes, informar al lector argentino el sobrenombre que prelados, empresarios y mafiosos otorgaban a Marcinkus: El Gorila.
EL ALEMÁN. Los expertos en la vida interior vaticana aseveran que contrariamente a lo que se supone, Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) intentó limpiar las cuentas de la Iglesia y eliminar las zonas especulativas. Encomendó la tarea al economista Ettore Gotti Tedeschi, quien descubrió 24 mil cuentas turbias en el seno del IOR y con el impulso del Papa alemán intentó desmalezar el sinuoso camino destinado a despegar al Vaticano del interés financiero global. A tal punto los hallazgos fueron importantes que el Papa redactó un informe sobre la situación, se lo entregó a dos amigos íntimos y les dijo: “Si me asesinan, aquí está la razón de mi muerte”. Los expertos que informaron a este periodista añadieron: Ratzinger estaba bien orientado, pero no tuvo poder político ni talento para conseguirlo.
FRANCISCO. El hombre renunció, como sabemos, y allí dijeron presente los intereses emergentes, coaligados en la Multipolaridad, a través de un argentino con vigor y habilidad para realizar transformaciones de fondo, sostenerlas en el tiempo y acumular apoyo para llevarlas a cabo. A poco de asumir, Bergoglio designó al cardenal australiano George Pell para supervisar todos los recovecos económicos de la Iglesia. El canguro se asentó en las investigaciones previas y las profundizó, mientras padecía previsibles ataques –rumores, campañas de prensa, difamación. El Papa Francisco y Pell realizaron una movida que terminó por enloquecer de rabia a la mafia financiera: en vez de mantener las cosas puertas adentro, empezaron a ventilar las irregularidades y solicitaron la intervención de la Justicia Italiana.
“Recen por mí” insiste, razonablemente, el argentino.
En diciembre del año pasado, el papa Francisco reformó la unidad de inteligencia financiera y lavado de dinero del Vaticano. Los cambios incluyeron la dirección de la Agencia de Supervisión Financiera, que fue rebautizada como Autoridad Supervisora y de Información Financiera (ASIF). El presidente de la agencia en cuestión, Carmelo Barbagallo -ex funcionario del Banco Central de Italia- explicó que los cambios ordenados por el Papa fortalecerán las capacidades supervisoras de la entidad. Las actividades de la ASIF quedaron divididas en tres unidades: vigilancia, reglas y asuntos legales e información financiera. Sus funciones incluyen “una supervisión dirigida a la prevención y el combate del lavado de dinero y el financiamiento al terrorismo”, según el nuevo estatuto.
BALAS. Hace pocos días, la policía italiana secuestró una carta dirigida al papa Francisco que en su interior contenía tres balas 9 milímetros, un sarcástico recibo por un depósito de diez euros y una nota vinculada al escándalo financiero por el que son juzgados diez ex responsables de las arcas vaticanas, incluido un cardenal. La irregularidad fue detectada en la oficina postal que el correo italiano tiene en el municipio de Peschiera Borromeo, en Milán. El sobre sin remitente estaba dirigido a “Papa–Ciudad del Vaticano, Plaza S. Pedro, Roma”. Las primeras investigaciones indicaron que fue enviado desde Francia. La correspondencia, hallada el domingo por la noche, fue catalogada como “sospechosa” por tres empleados del correo que al tacto se percataron del contenido. La Unidad de Inspección lo confiscó para su posterior examen.
EL JUICIO. El juicio en cuestión, promovido por el propio Pontífice, se lleva adelante desde el 29 de julio último en la Ciudad del Vaticano contra el cardenal Giovanni Angelo Becciu y otros nueve presuntos responsables de la malversación de fondos destinados a la caridad. Los involucrados son acusados por estafa, blanqueo de capitales, malversación de fondos y corrupción. Entre los ilícitos se comprobó la adquisición, en 2015, de un valioso edificio de 17 mil metros cuadrados en un exclusivo barrio de Chelsea, Londres, con dinero donado a la Santa Sede.
Desde el primer momento, Francisco encaró el tema de modo directo; exigió explicaciones a Becciu, pero no se sintió satisfecho con las respuestas. A continuación le exigió que renunciara a sus derechos cardenalicios y a su puesto como segundo responsable de la Secretaría de Estado vaticana. El juicio continuará el 5 de octubre. El promotor de Justicia (fiscal vaticano), Gian Piero Milano, empezó su investigación en 2019 por indicación de Jorge Bergoglio y en su informe detectó “graves indicios” de corrupción en inversiones inmobiliarias.
Becciu (Pattada, Cerdeña, 1948) era hasta el año pasado el “número tres” dentro del Vaticano, pero en septiembre de 2020 Francisco le bajó el pulgar. Licenciado en Derecho Canónico, en los Ochenta se integró a la red diplomática de la Santa Sede. Fue parte de delegaciones en los más variados países. Su ascenso se consolidó con el papado de Juan Pablo II (1978-2005) donde alcanzó el arzobispado, y se proyectó en el orientado por Benedicto XVI (2005-2013). En 2011 fue designado sustituto en la poderosa Secretaría de Estado, principal área ejecutiva. Francisco lo designó cardenal en 2018. Pero un año más tarde, conoció las acusaciones en su contra. Anuló sus potestades y le retiró los derechos relacionados con el Cardenalato. En la volteada cayó el ex secretario personal del cardenal, el sacerdote Mauro Carlino, denunciado por extorsión. El relevante cardenal era decisivo en la Secretaría de Estado durante el año 2014, cuando desde la administración central de la Santa Sede se resolvió la adquisición del edificio londinense.
Entre los otros acusados, el suizo René Brülhart, expresidente de la Autoridad de Información Financiera (AIF), y gendarme financiero de la Santa Sede, debe responder por abuso de poder. También será juzgado monseñor Enrico Crasso, antiguo gestor del patrimonio reservado de la Secretaría de Estado. El resto de los implicados son Tommaso Di Ruzza, antiguo director de la AIF; Cecilia Marogna, La dama del cardenal, consultora italiana a la que la Secretaría de Estado habría depositado medio millón de euros; el empresario Raffaele Mincione; el abogado Nicola Squillace. También, Fabrizio Tirabassi, un antiguo alto funcionario laico del Vaticano y Gianluigi Torzi, inversionista ya detenido en Gran Bretaña.
COMUNIDAD ORGANIZADA. Es preciso abordar la secuencia de modo integral. Por un lado están las definiciones nítidas de Bergoglio contra el capital rentístico y sus sugerencias sobre la necesidad de vertebrar un nuevo ordenamiento económico planetario. En línea, la puesta en marcha de investigaciones internas para averiguar si se registran delitos financieros en el seno de la Iglesia Católica. Y para sintonizar, la reestructuración del control interior. La deriva de semejantes definiciones en una amenaza lisa y llana, con los ostensibles rasgos mafiosos que caracterizan el comportamiento de varias empresas internacionales, llegó para completar –riesgosa pero positivamente- el sentido profundo de la política vaticana.
- Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
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