Por Mara Espasande *
El 26 de julio de 1949 –exactamente tres años antes de su fallecimiento- Eva Duarte de Perón inauguraba la Asamblea de mujeres que fundaría el Partido Peronista Femenino (PPF). Allí, en el Teatro Cervantes, se designó a un grupo de militantes como “delegadas censistas”, recibiendo la misión de recorrer el país para organizar a las mujeres peronistas.
La fundación de un partido propio era resultado de años de lucha y construcción política y, fundamentalmente, de haber logrado la sanción de la Ley 13.010 promulgada el 23 de septiembre de 1947, por la cual las mujeres podían votar y –también- ser votadas.
En la historia al derecho al voto de la mujer sin dudas, el accionar de Eva Perón y las militantes que la acompañaban constituyen un hito fundamental. Pero, también, existieron otros factores que permitieron alcanzar este derecho. Por un lado, el contexto mundial y regional generaba condiciones favorables: en 1938, la Octava Conferencia de los Estados Americanos se había pronunciado a favor del voto de la mujer en el marco de la Declaración en favor de los Derechos de la Mujer. Muchos países latinoamericanos tales como Ecuador, Brasil, Uruguay, Cuba y El Salvador, ya habían sancionado el voto –ahora sí- universal.
Por otro lado, la larga lucha del movimiento sufragista en la Argentina -que databa de finales del siglo XIX- había promovido, entre 1911 y 1947, la presentación de 11 proyectos ante el poder legislativo con apoyo, en particular, del Partido Socialista. Pero, lo que permitió hacer efectivo el cumplimiento de este derecho fue la llegada al gobierno de un dirigente político que, desde que asumió su primer cargo en la público se planteó como objetivo alcanzar esta conquista.
El 26 de julio de 1945, meses antes de ser detenido, Juan Domingo Perón participó en un acto de la Cámara de Diputados y se declaró a favor de otorgarle el voto a la mujer. Allí afirmó: “…empeño mi palabra como vicepresidente, como ministro y como secretario de Trabajo y Previsión, en el sentido de trabajar incansablemente por llevar adelante esta hermosa iniciativa” (Navarro, 2011: 187). La misma posición expresó en su primer discurso como Presidente en el Congreso de la Nación, en julio de 1946.
De esta manera, el movimiento feminista alineado con la Unión Democrática perdió protagonismo y la sanción de la esperada Ley se produjo bajo el impulso de los diputados y los senadores peronistas, en el marco de una movilización en los alrededores del Congreso de miles de mujeres que sostenían en sus manos los retratos de Evita y de Perón.
Fue así, que en 1949 se dio un paso más: la creación de un Partido autónomo e independiente e integrado únicamente por mujeres. En el encuentro fundacional, Evita desarrolló los fundamentos de la creación de este nuevo partido político independiente del partido peronista integrado por hombres. Allí, sostuvo que las mujeres eran “doblemente víctimas en todas las injusticias” (Navarro, 2011: 215) haciendo referencia al sacrificio en el hogar y a la prepotencia patronal sufrida en las fábricas donde, además, obtenían una remuneración menor a la de los varones. Desde esta concepción, el peronismo definió la justicia social y el avance de los derechos de las mujeres como dos caras de la misma moneda, dos conquistas totalmente imbricadas.
Pero, ¿por qué crear un Partido autónomo e independiente? Frente a este interrogante, Eva Perón explicaba: “…para que las mujeres no se masculinicen en su afán político. Así como los obreros solo pudieron salvarse por sí mismos (…) también pienso que únicamente las mujeres serán la salvación de las mujeres” (Bellota, 2019: 192). Según su visión, había prácticas propias de la forma de hacer política de los varones que debía ser combatida: “todo se arregla entre tabas y empanadas”, sostenía, y consideraba que sería sumamente complicado que las mujeres sin experiencia política previa comenzaran sus primeros pasos en ese marco: debían construir su propio instrumento político. Para eso, las mujeres censistas elaboraron una verdadera red a lo largo y ancho del territorio nacional donde cada unidad básica funcionaban no solo “como centros políticos del peronismo” sino también –en palabras de Eva- “como foco de cultura y acción útil para los argentinos” (Bellota, 2019: 192.). Tal como describe Araceli Bellota, allí se dictaban talleres de peluquería, costura, corte y confección, dactilografía, pero también apoyo escolar, alfabetización, danzas folclóricas, asesoramientos jurídicos y servicios ginecológicos. Además, ocupaban un lugar central los cursos de doctrina peronista y la capacitación para participar en el acto electoral.
Adoptando este perfil, el PPF logró convocar a amplios sectores de la población femenina de los sectores populares logrando superar las resistencias sociales propias de la época. Los testimonios de las censistas y de quienes se sumaron a trabajar en las unidades básicas destacan que fueron centrales las tareas realizadas de ayuda social –en articulación constante con la Fundación Eva Perón- y los lazos afectivos creados entre ellas, además de la conducción y acompañamiento permanente de Eva Perón. La articulación de su rol doméstico con el espacio público permitió que, lentamente, se fueran generando condiciones para asumir la plena participación política.
La reacción de la oposición no se hizo esperar: históricas militantes feministas del Partido Socialista –entre las que se encontraba Alicia Moreau– se declararon en contra de la iniciativa afirmando que “un partido político femenino estaba destinado al fracaso” y que era una “peligrosa desviación de la democracia”. Su antiperonismo, no les permitió advertir la fuerza del nuevo instrumento político que convocaría a millones de mujeres del pueblo a acercarse a la tarea política.
Así, resultado del surgimiento del movimiento nacional que había comenzado el 17 de octubre de 1945, en las elecciones de 1951 las mujeres ocuparon lugares en las listas peronistas, en todas las categorías. Pero, ¿qué pasó con el resto de las fuerzas políticas? Para el poder legislativo nacional, el Partido Demócrata y la Unión Cívica Radical no presentaron candidatas mujeres. Si lo hicieron –pero en número muy inferior- el Partido Socialista, Partido Comunista, Demócrata Progresista y Partido Concentración Obrera. Sin embargo, ninguna resultó electa: las primeras legisladoras nacionales pertenecieron todas al movimiento peronista.
Fue así, como en abril de 1952 las mujeres ingresaron a los recintos legislativos, teniendo que superar los prejuicios de sus pares, pero, también, sus propias inseguridades. Asumieron el nuevo compromiso militante abriendo nuevos caminos en la política argentina y transformándola definitivamente.
Referencias:
Barry, C.; Ramacciotti, K.; Valobra, A. (ed). (2008). La Fundación Eva Perón y las mujeres: entre la provocación y la inclusión. Buenos Aires: Editorial Biblios.
Barry, C. (comp.). (2011). Sufragio Femenino. Prácticas y debates políticos, religiosos y culturales en Argentina y en América. Buenos Aires: EDUNTREF.
Bellota, A. (2019). El peronismo será feminista o no será nada. Aportes para la construcción de un feminismo nacional y popular. Buenos Aires: Galerna.
Navarro. M. (2011). Evita. Buenos Aires: Edhasa.
*Historiadora, directora del Centro de Integración Latinoamericana «Manuel Ugarte» de la UNLa. Docente universitaria.
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