Por Carlos Aira *
Mantuvo inalterable su tonada cordobesa como marca registrada. Fue un modelo de profesional. Intenso y estudioso. En sus casi 65 años ligados al fútbol grande, se ganó el respeto y admiración de hinchas y jugadores. No estuvo exento de polémicas, pero jamás permitió el encasillamiento.
Carlos Timoteo Griguol nació en Las Palmas, Córdoba, el 4 de septiembre de 1936. Se inició en 1948 en 6ª división del club Las Palmas. Con 15 años llegó a la primera del club. Logró el campeonato cordobés de 1955 y llamó la atención de los clubes porteños.
En 1957 llegó a Atlanta a cambio de $120.000 junto a su primo Mario, puntero derecho. Debutó el 5 de mayo de 1957, ante Ferro en Villa Crespo. Victoria bohemia 1 a 0, gol de Luis Bravo. Timoteo se reveló como un gran centro medio. Número 5 de gran dinámica y cabezazo. Caudillo del equipo bohemio campeón de la Copa Suecia 1958. Días en los cuales convivió junto a Luis Artime y Hugo Gatti en la pensión de la calle Heredia. Tiempos en los cuales los cracks del interior juntaban billetes y, mientras tanto, convivían junto a algún compañero en la misma situación. En esos días forjó una idea que transmitió a cientos de futbolistas que dirigió: primero la casa y luego el coche.
En 1960, Osvaldo Zubeldía tomó la dirección técnica de Atlanta. Lo hizo acompañado por el profesor Adolfo Mogilevsky. Juntos instalaron su laboratorio de fútbol en Villa Crespo. Zubeldía le planteó a Griguol una máxima que acompañó al cordobés el resto de su vida: la obligación de no dar ventajas y trabajar adecuadamente los partidos. Fue El Atlanta de los claveles. Un equipo con un libreto sorprendente: córners a pierna cambiada al primer palo, wing ventilador y off-side como sistema. En 1961, Atlanta terminó cuarto en el campeonato, con 49 goles a favor y 34 en contra.
A comienzos de 1966 fue transferido a Rosario Central. Un paso de tres años, donde jugó 138 partidos hasta que decidió retirarse en 1969. Tenía 33 años. Había jugado 374 partidos oficiales y convertido 29 goles y se consagró campeón sudamericano 1959.
Comenzó su carrera de entrenador en las divisiones inferiores de Rosario Central. Dirigió a los profesionales en un breve interinato en 1971. Volvió a las inferiores y esperó su oportunidad. Luego de la salida de Angel Zof,en mayo de 1973, arregló Timoteo. Era su primera experiencia como entrenador oficial. No contó con varios campeones de 1971: Landucci, Quiroga, Gramajo, Fanesi, Carrascosa, Zavagno y Menutti. Con pocos refuerzos y muchos jugadores del club, Griguol consagró a Rosario Central campeón del Nacional 73.
Un equipo con el sello del entrenador: mucha intensidad, presión en mitad de cancha y rápida transición al ataque. Con cariño, la hinchada bautizó al equipo como Los Picapiedras: Carlos Biasutto; Billy González, José Aurelio Pascuttini, Daniel Killer y Juan Antonio Burgos; Carlos Aimar, Eduardo Solari y Aldo Pedro Poy; Ramón Bóveda, Pío Cabral y el Oreja Giribet.
En 1974, Mario Alberto Kempes firmó con Rosario Central. Centrodelantero de área en sus tiempos de Instituto de Córdoba, fue Carlos Griguol quien lo recostó sobre la izquierda del ataque. Fue un gran acierto: Kempes se convirtió en un delantero completo, generador de juego e iniciador de letales contragolpes.
Entre 1975 y 1977, Griguol dirigió a Tecos de Guadalajara. Regresó al país seducido por Rosario Central. Entre 1977 y 1978 armó otro equipo de transición. Suplió las salidas de valuartes, como los hermanos Killer, Pascuttini o Eduardo Solari con juveniles. En 1977 hizo debutar a un defensor que hará historia: Edgardo Bauza. En diciembre de 1978, luego de un flojo Nacional, Timoteo dejó la conducción técnica del club rosarino. En sus tres ciclos lo dirigió en 253 oportunidades. Es el segundo entrenador que más cotejos dirigió al club de Arroyito, tan sólo superado por Ángel Tulio Zof.
Mar del Plata fue uno de sus lugares preferidos de Carlos Griguol. Cada verano, fue un clásico encontrarlo en Balneario 12 donde pasaba jornadas eternas de mate al sol, charlas de fútbol y notas con los periodistas. En el verano de 1979, en una de las tantas tardes de sol y mar, Griguol aceptó un proyecto ambicioso: dirigir a Kimberley de Mar del Plata. Los Verdes obtuvieron aquel año la plaza fija que tenía la ciudad en el Nacional. A la hora de la verdad, una campaña con un punto muy alto: la recordada victoria 2 a 1 sobre River en el Mundialista. Finalizada la temporada, Griguol le echó el ojo a dos jugadores marplatenses: Eduardo Bacigalup, y el lateral Roberto Mario Carlos Gómez.
Y llegó el punto más alto de la carrera de Timoteo. Año 1980. Ferro Carril Oeste buscó entrenador luego de la salida de Carmelo Faraone. León Najnudel le recomendó a Santiago Leyden la contratación de ese cordobés estudioso que implementaba en el fútbol lógicas del basquetbol: fue el primer entrenador que trabajó cortinas de básquetbol en el fútbol. El comienzo de un ciclo histórico. Único por su duración.
Carlos Griguol debutó en la dirección técnica de Ferro el domingo 10 de febrero de 1980. Primera fecha del Metropolitano. Empate 2 a 2 en Victoria ante el ascendido Tigre. Detrás de toda gran historia, hay un golpe de suerte. Jugadas 10 fechas, el equipo no había engranado. El jueves 3 de abril de 1980, Ferro recibió a Racing, dirigido por Juan Carlos Lorenzo. Si Ferro no ganaba, algunos arriesgaban que Griguol no continuaría. En los primeros minutos del segundo tiempo, Racing se puso 4 a 1 arriba. Lo que vino después se aproximó a un milagro: Ferro 5-4 Racing.
Luego no hubo espacio para milagros, sí para el trabajo a conciencia. El laboratorio de Pontevedra mostró sus frutos en 1981. Un equipo enorme con un crack descubierto por el ojo clínico de Griguol. Alberto José Márcico no había hecho inferiores. Con un par de partidos en reserva se convirtió en la cuota necesaria de talento. Un equipo memorable: José Carlos Barisio; Roberto Gómez, Héctor Cuper, Juan Domingo Rocchia y Oscar Garré; Carlos Arregui, Cacho Saccardi y Adolfino Cañete; Claudio Crocco, Julio César Jimenez y Miguel Juárez.
Solidez defensiva, mecanización de movimientos y talento. Ferro Carril Oeste no recibió goles entre las fechas 21 y 31 del campeonato. En total, 1075 minutos. Un récord aun imbatido.
La gloria llegó en 1982. Campeón invicto del Nacional. En aquellos días, se instaló la polémica. ¿Griguol era un técnico defensivo? La realidad fue que Griguol adscribió a la escuela del trabajo y el proyecto. Jamás se volcó hacia la lógica del gusto estético o el resultado. Sus equipos jugaron de acuerdo a sus posibilidades. Siempre se supo a que jugaban. Con honestidad y gran dedicación. Esa fue su verdad.
Otro punto fue el trabajo físico de sus equipos. La impronta profunda que generó en Griguol el profesor Mogilevsky. Pretemporadas durísimas en Villa Giardino, Córdoba. Sus preparadores físicos (Luis María Bonini, Enrique Polola, Javier Valdecantos) fueron vitales para qué aquellos equipos pasaran por arriba a sus rivales. Timoteo fue permeable a todas las innovaciones tecnológicas. Fue uno del los primeros entrenadores que miró videos. Ferro fue el primer equipo que realizó mediciones antropométricas y fisiológicas a sus jugadores. Antropología del éxito.
Pero el Boom Ferro no fue bien recibido por todos. Un sector de la prensa se sintió molesta por la mecanización de aquel equipo. La polémica fue feroz. Tan así que el 1 de agosto de 1982 sucedió algo insólito. Tercera fecha del campeonato. Ferro visitó a Huracán en el Ducó. Con el partido igualado 0 a 0, Juan Domingo Rocchia y Carlos Arregui se pasaron la pelota unas 15 veces consecutivas. El público silbó. El árbitro Juan Carlos Demaro entendió que se toqueteo era una defraudación al público y cobró tiro libre a favor de Huracán. Demaro echó leña a la fogata del Ferro anti-fútbol donde algunos periodistas quisieron cocinar a fuego lento a aquel equipo tan exitoso.
Se dijo que su Ferro era un equipo aburrido. Curioso: estuvo conformado con jugadores con muy buen pie. Cracks de la talla de Alberto Márcico, Adolfino Cañete, Oscar Román Acosta o Julio César Jiménez.
Campeón del Nacional 84 y subcampeón del Metropolitano de aquel año. Si molestó la mecanización y trabajo de aquel equipo, mucho más que un equipo chico mantuviera una supremacía que duró un lustro. Aquel Ferro se formó y forjó con mayoría de jugadores surgidos del club. Porque Griguol siempre priorizó la economía de los clubes donde dirigió. También con variables permanentes. No siempre jugó igual. Modificó sistemas defensivos y de ataque. Siempre de acuerdo con los jugadores que contó.
En junio de 1987, Griguol llegó a River Plate. La oportunidad de dirigir un grande. Hugo Santilli lo convocó para poner fin al ciclo de Héctor Veira. Griguol debió lidiar con un plantel tan exitoso, talentoso como díscolo. Los jugadores no lo quisieron, acostumbrados a otro trato. No se sintieron cómodos en un marco de horarios estrictos, disciplina y mecanización del juego. Un punto de inflexión fue la Copa Libertadores 1987. River quedó eliminado luego de caer 2 a 1 ante Independiente en Avellaneda. Aquella noche quedó en el recuerdo por el gol imposible que erró Juan Gilberto Funes con el arco vacío. En el vestuario, el puntano arrojó al piso una taza de te. Con infinita paciencia, Griguol recogió del piso cada fragmento rojo. Se los puso en la mano a Funes y le dijo: “La próxima vez, enójese en la cancha“.
Cuando los jugadores se compenetraron con la idea del cuerpo técnico, ya era tarde. River fue eliminado por Racing en una semifinal increíble de la primera edición de la Supercopa. La noche que Ubaldo Fillol atajó todo y Néstor Fabbri convirtió uno de los goles más gritados en la historia del club de Avellaneda. Punto final para Timoteo en Núñez. Volvió a Ferro. Poco quedaba del equipo exitoso que cinceló a partir de 1980. Nuevos jugadores: Roberto Ayala, German Burgos, Jorge Cordon, Mario Pobersnik, Facundo Sava. Cuarto en el Apertura 1992. Un día llegó el adiós. 12 de junio de 1994. Ferro perdió 2 a 1 ante Newell´s en Caballito. Último partido antes del parate mundialista. Luego de 14 años, Carlos Griguol dejó Ferro Carril Oeste. Se sentó en el banco de suplentes verde en 568 partidos. Ferró ganó 214, empató 222 y cayó en 132 ocasiones. Dejó atrás dos campeonatos, tres subcampeonatos, un trabajo intachable y una docena de grandes jugadores forjados como patrimonio del club.
Con 58 años, muchos no creyeron que Griguol tuviera más recorrido dentro del fútbol. Pero surgió un nuevo ciclo. Intenso y pasional. En octubre de 1994, Gimnasia y Esgrima La Plata despidió a Roberto Perfumo. El club platense miraba con preocupación la tabla de promedios. La dirigencia buscó a Timoteo. Debutó el 29 de octubre de 1994. Gimnasia 2-0 Platense. En 1995 sorprendió con un equipo utilitario, no exento de talento. Con los hermanos Barros Schelotto como banderas, junto al Yagui Fernández y los goles de Federico Lagorio, Gimnasia llegó a la última fecha del Clausura líder del torneo. La historia es conocida.
Un año más tarde, Timoteo armó otro equipo ganador. Se sumó el talento de Alberto Márcico y el cordobés Albornoz. 5 de mayo de 1996. Histórico 6-0 a Boca en la Bombonera. En esa temporada también le convirtió media docena de goles a Racing Club. Perdió el campeonato en la última fecha, cuando Gimnasia no pudo derrotar a Estudiantes en 1 y 57.
Aquel Griguol de Gimnasia fue un hombre querido y admirado. Nadie osó de tildarlo de anti-futbol o aburrido. Dueño de miles de anécdotas. Para jugar, los futbolistas debían terminar sus estudios obligatorios o comenzar otros. En los vuelos debían leer libros y luego hacer un resumen de los mismos. Timoteo se apropió de Estancia Chica. No sólo regaba y cortaba el pasto: con lo recaudado por una publicidad en su gorra, compraba las semillas. Hizo debutar a Mariano Messera, Andrés Guglieminpietro, Gustavo Dueña y el Pampa Sosa, entre otros. ¡Hasta realizó una multitudinaria convocatoria de jugadores libres!
En 1999 partió a España. Lo esperó el Betis de Sevilla. No se acomodó a un equipo de estrellas. Volvió a Gimnasia. En 2002 pasó por Unión. Regresó, una vez más, a Gimnasia donde se retiró en 2004. Tenía 68 años.
Según las estadísticas del siempre preciso Oscar Barnade, Carlos Timoteo Griguol dirigió 1148 partidos entre 1971 y 2004. Tan sólo cinco menos que su admirado Victorio Spinetto, el entrenador con más partidos en nuestro fútbol. Si sumamos partidos internacionales y copas locales, Griguol dirigió 1184 partidos y lo convierten en el entrenador argentino con más partidos sentado en el banco de suplentes.
Hijo de Don Carlos y doña Mafalda Chiatti. Conoció a Betty, su compañera de toda la vida, en la sede de Atlanta. Padre de Carla, Tamara, Karina y Mariana. Las dos últimas se casaron con dos futbolistas formados por su padre en Ferro: Víctor Marchesini y Gustavo Perrone.
El Campus de Estancia Chica lleva su nombre. En octubre de 2016, cientos de hinchas de Ferro concurrieron a la inauguración de la estatua de Timoteo.
Desde la mañana del 6 de mayo de 2021, Carlos Timoteo Griguol es leyenda y legado.
(*) Periodista. Conductor de Abrí la Cancha (Lunes a viernes, de 20 a 21hs. Domingos, de 23 a 00hs)
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