Por Lorena Fernández Bravo*
Según la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad, se encontraron delitos sexuales en 36 de las 254 sentencias dictadas hasta principios de marzo de este año. En cuanto a los condenados de estas causas, representan el 11% del total. Dicho de otra manera, de un total de 1025 personas condenadas por crímenes de lesa humanidad hasta hoy, 121 fueron responsabilizadas por delitos sexuales.
“Cada vez son más las causas en las que se trata y se acepta de forma autónoma e independiente el tratamiento de los casos de agresiones sexuales en el marco del plan sistemático”, afirmó aRadio Gráfica
En 2006 se realizaron los dos primeros juicios como resultado de la declaración de inconstitucionalidad y de la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Desde ese entonces hubo 36 juicios concluidos que abordaron delitos de violencia sexual, los cuales representan el 14% del total. En ellos, existen 136 víctimas, que se dividen en 112 mujeres y 24 varones.
De las acusaciones al proceso
La justicia se tomó su tiempo para escuchar estas denuncias. Durante el Juicio a las Juntas de 1985, la Justicia consideró a las violaciones sexuales como parte integral del resto de las prácticas inhumanas. Recién en 2010 se logró la primera condena a un represor como violador. Y, en 2011, el juez Sergio Torres, a cargo de la causa ESMA, declaró a los sometimientos sexuales en el centro clandestino como prácticas sistemáticas llevadas a cabo por el Estado dentro del plan clandestino de represión y exterminio.
Susana Chiarotti, fundadora del Comité Latinoamericano y del Caribe para la Defensa de las Mujeres (CLADEM), en la investigación Grietas del silencio detalla algunas de las dificultades que identificaron en el aparato judicial para recibir estas denuncias en particular: “Prejuicios y falta de sensibilidad; mayores exigencias para probar la violación sexual que para probar la tortura; negativa a aceptar la responsabilidad mediata en casos de violación sexual, entre otros”.
Por su parte, Pablo Llonto, abogado querellante en las causas de lesa humanidad, explicó a este medio de comunicación la situación de los delitos sexuales en aquel momento histórico: “Antes estaban invisibilizados porque cuando las víctimas contaban esto la justicia lo subsumía en la figura de los ´tormentos´ y por lo tanto no aparecían las prácticas sistemáticas de violaciones y abusos sexuales centralmente contra mujeres”.
Además, detalló otras trabas y cómo se resolvieron: “Las víctimas mujeres estaban encapuchadas y, salvo excepciones, no podían identificar al genocida agresor. Entonces, el salto se dio al poder condenar en algunos casos a los jefes de los centros clandestinos, de las áreas y de los cuerpos del ejército, lo cual tiene un valor enorme porque ellos sí sabían que el plan sistemático de exterminio incluía el secuestro, la tortura, el saqueo, el robo, las violaciones, los abusos sexuales, las apropiaciones de bebes”.
La conquista de esta batalla por la autonomía de los “delitos sexuales” de los “tormentos” cometidos por los genocidas tuvo múltiples impulsoras, en primer lugar las personas sobrevivientes que tuvieron la fuerza de brindar sus testimonios, a su vez las querellas y las fiscalías que con su arduo trabajo lograron que las causas avanzaran. Por otro lado, el movimiento feminista que pudo compartir sus convicciones con el ámbito de los derechos humanos. En este sentido, Pablo Llonto también destacó a la nueva generación de abogadas que hizo fuerza para que se diera este gran paso.
Sentido de memoria y verdad
Como lo que no se nombra no existe, poder identificar estos delitos le da un significado muy valioso, sobre todo para las sobrevivientes y sus familias.
“Permitió que se comprendiera desde las víctimas y los familiares el valor jurídico, en el sentido de Memoria y Verdad que tenía reflejar de una vez por todas todo esto como corresponde. No es lo mismo escuchar la palabra ‘por tortura’ en una condena que escuchar ‘por tortura, por violación’ o ‘por tortura, secuestro y abusos sexuales’, que da con exactitud lo que sucedía dentro de los centros clandestinos a la vista, el control y la supervisión de los ojos de los represores”, afirmó Llonto.
Por su parte, en su libro, Chiarotti también expresó que objetivo de estas denuncias es “que la realidad de lo vivido en esos espacios sea conocida en plenitud, y para que la justicia aborde todos los delitos cometidos, sin quitarle importancia a la violencia sexual que marcó a miles de personas y que se mantiene, en gran parte aún, en el silencio”.
“Si la justicia minimizara o dejara de investigar y sancionar estos hechos estaría enviando un mensaje equívoco a la sociedad, lo que fomentaría la impunidad y la discriminación, además de no mostrar la verdadera imagen de quienes estuvieron a cargo de la represión ilegal”, denunció la representante de CLADEM.
Visibilizamos que los crímenes de violencia sexual no estuvieron aislados del plan represivo general de los genocidas, sino que fueron parte. Lo resaltamos, lo juzgamos y lo repudiamos para que no suceda NUNCA MÁS.
(*) Columinista “Loló Deconstructora” en Abramos la Boca, lunes a viernes de 16 a 18 hs, por Radio Gráfica.
Discusión acerca de esta noticia