Martínez precisó que la problemática histórica de la inflación en la Argentina está ligada a la existencia de monopolios que tienen el poder de fijar precios según sus intereses. Frente a esto, sostuvo, la generación de circuitos de abastecimiento local ayudaría a la desconcentración de la economía. Entrevista realizada por Lucas Molinari.
LM: ¿De qué hablamos cuando hablamos de inflación?
EM: Yo creí que hablábamos de cosas cada vez más comunes para todo el mundo, incluyendo a aquellos que se dedican específicamente a estas cuestiones, que son los economistas, pero, la verdad, estos últimos días he saltado de sorpresa en sorpresa, porque no parecen estar claras las causas de la inflación.
Hay quienes, en términos muy tradicionales, creen que la inflación tiene que ver con la emisión de moneda. Bueno, esa es una teoría, que el tiempo se ha encargado de convertir en obsoleta de manera categórica, especialmente cuando hay situaciones de crisis como las que vive el mundo y la Argentina también, dentro del mundo, con altos índices de desocupación, con bajos ingresos. Es decir, no hay manera de suponer que la gente tiene más dinero en el bolsillo del que debería tener para gastar. Es un argumento poco válido o inválido.
Después, aparece la inflación que últimamente han llamado importada, que es depender de los precios internacionales de los alimentos para que eso se traslade al mercado interno, porque como somos un país exportador, hay quien dice “bueno, si te pagan más afuera, traé de afuera y el que quiere comprar en el país, que pague lo mismo”. Bueno, esa lógica lleva a discutir toda una historia con las retenciones, que ya tiene más de 40 años de vigencia, donde se supone que eso se resuelve bajándole la rentabilidad a los exportadores con las retenciones y, por lo tanto, pagándola a un precio más razonable en el mercado interno. Son 40 años de llevar a los exportadores a una situación en que han aprendido a meter la mula de veinte mil maneras distintas. Y esta claro que seguimos dependiendo del precio de las exportaciones y seguimos teniendo un mercado interno casi dolarizado en términos de alimentos.
Y la solución que los economistas más populares, o con más sensibilidad, reiteran una y otra vez termina siendo aumentos en las retenciones, como si esto fuera una cuestión de apretar el torniquete para resolver el problema. Puedo seguir dando argumentos, por ejemplo, valdría la pena agregar, es que con cierto criterio, quienes miran el gobierno desde afuera, dicen por qué el gobierno aumenta la paridad del dólar sistemáticamente, porque si aumenta a lo mismo que la inflación lo que hace es convalidarla y, en definitiva, ahí sí tenemos una inflación porque aumentan todos los productos importados, que tienen mucha importancia en la economía, y el mes siguiente no sabemos cuánta inflación vamos a tener, por lo cual tenemos o la misma o parecida siempre.
El problema termina siendo muy complejo y aparecen soluciones diversas, hay discusiones muy serias entre los economistas y entre quienes no somos economistas, pero queremos entender las políticas sociales, como quien habla, y nos metemos a opinar, por supuesto, con el mejor conocimiento posible de economía. Pero, desde el lado de la política social, de entender lo que le conviene a la gente y no refugiarse en una ecuación matemática – porque eso es demasiado académico, es decir, remitir la solución a un libro escrito hace 40 años o 50 años-, pareciera no ser lo más aconsejable en el mundo moderno.
Vayamos a explicar, la consigna para nosotros sería “los monopolios nos están jodiendo la vida”.
-Yo pertenezco a ese grupo, yo creo que los monopolios nos están jodiendo la vida. Y me sorprende que hay muchos economistas que creen que el neoliberalismo tiene que ser superado que están en desacuerdo con lo que vos y yo acabamos de decir, y creen que los monopolios no son la causa de la inflación, sino la política del Banco Central con el dólar, los aumentos de tarifas, los posibles aumentos del salario real.
Esos economistas dicen que si el salario real aumenta demasiado rápido, eso va a generar inflación. Es decir, que terminamos en el horno: aun los propios amigos creen que quienes a nuestro juicio son los responsables de acelerar la inflación (monopolios), no tienen que ver, sino que son consecuencia de la política de otros.
Si no resolvemos ese problema, prácticamente no vamos a resolver la inflación y vamos a estar siempre estudiando a ver cómo, por ejemplo, una empresa de televisión no nos jode violando un decreto que dice que tiene que aumentar el 5% y termina aumentando el 20%. Y así se genera lo que yo llamo una anarquía de derecha, una anarquía liberal, que no tiene techo, porque si cada uno hace lo que quiere, el más poderoso hace lo quiere a expensas de todos nosotros.
Ayer se hizo el anuncio de los precios de la carne. Me decía un compañero de un frigorífico cooperativo recuperado que “lo que pasa es que es un acuerdo con los grandes, con los exportadores, con los supermercados, es decir, seguimos dependiendo de quienes manejan la producción y nunca vemos los libros de su tasa de ganancia”. Algo que, por ejemplo en Europa se discute, cuál tiene que ser la tasa de ganancia racional, algunos dirán “irracional”, pero por lo menos sabemos cuánto ganan. Ahora, en Argentina, Molinos Río de la Plata, los exportadores de carne, los que determinan los precios de la leche, no sabemos cuáles son sus números.
-No solo no sabemos, sino que buena parte de la teoría económica le asigna a ellos el papel de sujetos pasivos, pareciera que les aumentan los costos y entonces aumentan los precios, que ellos no tienen mucho que ver con eso, simplemente tienen la capacidad de aumentar los precios, pero porque le aumentaron los costos. Lo cual, en toda la pandemia, se ha demostrado que no es cierto, porque la inflación en los alimentos ha sido mayor que la inflación promedio. Y en consecuencia los costos de esas empresas que vos mencionaste aumentaron menos que sus precios, entonces, ahí la teoría se queda desnuda y sin explicación.
Y el tema de la carne que vos acabas de mencionar, yo he tenido la suerte hace un rato de escuchar una larga explicación de Alberto Williams, un interesante presidente de la Asociación de Carniceros, histórico, y el tipo dice con toda claridad que los acuerdos con los exportadores son para que te tiren un cuello, literalmente, porque en realidad se ha hecho un acuerdo para 10 cortes que son los menos valiosos y los menos consumidos, además, no exportados, por lo cual igual los tienen que vender en el mercado interno. Y los van a vender 3 días por mes en 1600 supermercados, pero no en las carnicerías.
Es un acuerdo que en definitiva ignora totalmente la intervención de los carniceros y de los que producen carne exclusivamente para el mercado interno ¿Dónde están? ¿Quién los fue a buscar? Quién se reunió con ellos y discutió cómo hacer una cadena que vaya desde el ternero hasta la carnicería donde cada uno gane razonablemente los mangos que corresponde y haga crecer su negocio y que no estén dependiendo de los precios que los chinos pagan por la carne sin hueso. Eso está por hacer, nunca se ha intentado. Hasta Alberto Williams que es carnicero que está en la punta, que solo dice “a mí me llega la carne y la tengo que vender”, lo entiende claramente y lo explica. Sin embargo, la política oficial no lo entiende.
Uno también piensa en otras políticas, por ejemplo, la de Guillermo Moreno que a veces es nombrada como exitosa y yo creo que hay que ser críticos, porque lo que hacía Moreno desde la Secretaría de Comercio era, de nuevo, acordar con los grandes y los grandes engordaron, crecieron y nunca se discutieron las cadenas de comercialización del productor al consumidor.
-Durante la gestión de Guillermo Moreno, esas medidas que se tomaron fueron responsables de la concentración del sector. Suspender la exportación de harinas, por ejemplo, cuando en realidad los que exportaban harina eran 4 o 5 empresas y el resto abastecía el mercado interno, lo que generó es que esas grandes empresas volcaron al mercado interno la harina que no exportaban compitiendo con los que sí se dedicaban a abastecer el mercado interno y fundieron a mucha gente.
Lo mismo pasó con las exportaciones lácteas. Las empresas queseras y lácteas pequeñas, las de producción de dulce de leche en pequeña cantidad, se vieron sometidas a la presión de las grandes que dejaron de exportar porque se lo prohibieron y coparon el mercado interno. Hay que tener un poco de cuidado con esas cosas y sobre todo con vanagloriarlas. Una vez se cometió el error grave, pero por favor no levantemos la bandera de que hay que repetirlo.
Hablando de monopolios, de gente que tiene mucho poder que influye en los medios de comunicación hegemónicos, ¿qué apuntes harías sobre qué debería hacer el Gobierno, qué debería hacer el movimiento popular y obrero para poner estos debates en la mesa?
-Yo creo que debería levantarse el derecho pleno de los pequeños productores a llegar a los consumidores, y contar con el apoyo del Estado para que impida que los bloqueen. Porque en realidad con los lácteos, con una cantidad de productos, no hay acceso a los supermercados, no hay acceso a la financiación, no hay ni siquiera acceso a la tecnología, porque el sector oficial de transferencia de tecnología a veces les da la espalda o no le da demasiada pelota. Levantar esa bandera, primero, y luego concretarla en términos efectivos.
Nosotros somos una ONG que está por demostrar que las cosas se pueden hacer de otra manera, estamos a punto, la otra semana lo vamos hacer: anunciar un esquema donde podemos vender productos alimenticios no perecederos o poco perecederos (no los productos frescos) en todo el país prácticamente al mismo precio. Hicimos un acuerdo, creo que ingenioso, con un banco y con una empresa que distribuye cargas en todo el país y, además, tenemos la conciencia de reducir claramente los márgenes de distribución y comercialización. Vamos a demostrar que se puede hacer las cosas distintas.
Ahora, eso no significa que vamos a cambiar la política alimenticia, porque obviamente no vamos a poder llegar más que a unas pocas miles de familias. Pero lo que pretendemos es demostrar que las políticas se pueden hacer, que el Gobierno no tiene que limitarse a decir que le va a dar elementos a alguien para que haga mejores tortillas para vender al lado de la ruta, eso no es política alimenticia ni popular. La política alimenticia es ayudar a los pequeños a que construyan su propia tecnología en términos dignos, para que un consumidor de clase media lo quiera comprar y además ayuda a armar la cadena de comercialización completa para que llegue en tiempo y forma a los consumidores.
Eso se puede hacer y en este momento, no hay ningún productor de la economía popular que le venda al Estado, que venda en un almacén regularmente, más que en ferias ocasionales. Bueno, todo esa enorme potencia está dormida, esperando que alguien la estructure y se deje de joder negociando solamente con los grandes consorcios exportadores.
Se aprobó la Ley de góndolas el año pasado, ¿qué opinión tenés?
-Yo dije antes que se aprobara que eso era gatopardismo, es decir, esto fue levantado desde los supermercados mayoristas que pretenden que sus propio productos estén en los hipermercados y obtener la fuerza de una Ley para negociar con los hipermercados, y metieron medio como concesión que el 5 por ciento de las góndolas tenía que estar a disposición de los productores populares, sí, puede que ser que estén a disposición, pero en los términos en que los hipermercados definen. Con lo cual, la financiación a mediano plazo no la puede brindar el productor popular, la promoción de los productos hay que pagarla, hay una cantidad de restricciones que los hipermercados ponen que la Ley de góndolas no modifica o en todo caso cuando lo modifica, lo modifica en términos declamatorios que no se puede controlar. No hay peor cosa que establecer una norma que no se puede controlar.
Hay una cuestión que hay que poner de nuevo en la mesa: los supermercados son sobre todo negocios financieros, porque ellos cobran al día y pagan a los proveedores a 60, 90 o vaya uno a saber.
-Todo el stock que tu ves, cuando vas al supermercado, todavía no lo pagaron.
Por eso te dicen el 2×1, 3×1, 4×1.
-Exactamente, venden primero y pagan después, es un negocio financiero absoluto. El proveedor alimenticio está acostumbrado a cobrar mínimo a 30 días y algunos a más de largo plazo, porque saben que el hipermercado paga a 60 a 90 días.
El concepto sería entonces que para combatir a los monopolios, por lo menos para ir desconcentrando y democratizando la economía, hay que generar circuitos paralelos, no ir siempre a los grandes.
-Exactamente, circuitos de abastecimiento local, eso con los productos frescos hay que hacerlo. Acá, lamentablemente, los medios de comunicación se han concentrado en algunos pocos ejemplos. Hay un ejemplo que es muy virtuoso que es el de la UTT, que creció, creció en visibilidad porque explica claramente cuál es el problema, pero la UTT es una mínima expresión de un conjunto de productores hortícolas que están en la misma situación.
A todos esos productores hortícolas hay que darles dimensión, presencia y posibilidad de llegar al consumidor. Nosotros conocemos productores de Florencia Varela, de La Plata, que no están dentro de la UTT y que siguen vendiendo con el camión que les va a buscar el producto a la chacra y les paga 2 pesos y luego en el Mercado Central esa mercadería se multiplica a 3 o 4 veces. Eso tiene que ser modificado con una estructura por la cual el productor que hoy esta entregando en culata de camión a un precio vil, entregue a alguien que brinde un servicio a un precio digno.
Redacción por Lucia Izaguirre.
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