Por Úrsula Asta
El golpe no pudo con el pueblo boliviano, que resistió con el cuerpo desde que le arrebataron las elecciones a Evo Morales en octubre del 2019. La expresión popular en las urnas desbordó cualquier intentona de consagrar la dictadura por la vía del voto.
El modelo más exitoso de la región obtuvo la victoria frente al capital financiero y a los propietarios de empresas de energía a nivel internacional, que pusieron todas sus armas para lograr la continuidad del gobierno del saqueo. Se buscaba instalar que la segunda vuelta era inminente, narrativa alimentada a través de los medios de las corporaciones y de empresas encuestadoras, como Ciesmori, autorizada por el Tribunal Supremo Electoral para realizar encuestas, la cual tiene un contrato sin licitación con Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) por un millón de dólares y cuyo director, José Luis Galvez, fue visto en los últimos días en una casa de campaña de Janine Añez.
El revés popular significa una lanza de justicia, un sonido abrumador que ensordece los palos y las balas de la policía, las fuerzas armadas y los grupos de choque librados a su accionar violento que nos recuerda, a quienes observamos con una mezcla de bronca y profunda emoción, al heroico pueblo boliviano que luchaba en las calles en las jornadas de noviembre de 2019, y que era masacrado. Las vidas cobradas en los asesinatos en Senkata y Sacaba son una marca eterna.
Con enorme participación en las urnas, el binomio de Luis Arce Catacora y David Choquehuanca, ministros de Economía y de Relaciones Exteriores en el gobierno de Evo Morales Ayma, se impusieron en la primera vuelta electoral superando el 50 por ciento de los votos, como informaron las encuestadoras de boca de urna, lo que no da lugar a especulación alguna hasta los resultados oficiales definitivos.
Stella Calloni, en su último libro, tituló “Washington ordenó, la OEA ejecutó”. La Organización de Estados Americanos, que nunca definió elecciones en América Latina, fue puesta como árbitra por los medios concentrados y el capital financiero, el cual no ofrece nada, se lleva todo y no genera un sólo puesto de trabajo. La OEA afirmó en 2019 que hubo fraude y que tenía los documentos que lo probaban. Sin embargo, como se conoció bastante tiempo después en el Informe del MIT de la Universidad de Massachusetts, que publicó el Washington Post, e informes que difundió el New York Times, entre otros análisis, se concluyó que los documentos de Luis Almagro, el secretario general de la OEA, no eran suficientes, e incluso acusaron a la OEA de haber sido partícipe del golpe de Estado en Bolivia.
Pero, además de la injerencia externa de norte, que ha sido determinante, quienes aquí no lograron su segunda instancia son los intereses internos. Como describió Luis Arce en una entrevista a Telesur, “tenemos adversarios domésticos muy fuertes”. Son los socios locales del saqueo, los sectores que necesitan que al país le vaya mal para desarrollarse, porque no tienen alcance universal. La oligarquía cruceña, representada por el golpista Camacho, quien a través de la empresa de su familia Servicios de Gas Santa Cruz S.A.M. monopolizaba la distribución del gas en Santa Cruz, y quien vio afectados sus intereses con la nacionalización de los hidrocarburos, con su odio, su rencor y su desesperación, también obtuvo su derrota.
“Hoy es un día histórico. El pueblo ha logrado resistir el golpe de Estado”, dijo Evo en la madrugada. La tensa calma vivida durante la jornada del domingo abría reflexiones mientras, durante el programa especial que realizábamos desde Radio Gráfica, recibíamos los testimonios. Desde El Alto, desde La Paz, desde el centro de cómputos en Argentina, la mirada era unánime: “Los votos superan toda expectativa previa”, “se está revirtiendo la situación”, “no creo que se vaya a una segunda vuelta”, “estamos ganando en primera vuelta”. “Las urnas están teñidas de azul”, nos decían, por el color característico del MAS-IPSP.
Lula Da Silva, durante el proceso electoral en Brasil, que llevaba como candidato por el Partido de los Trabajadores a Fernando Haddad, decía que no hicieron todo lo que hicieron -el golpe a Dilma Rousseff, meterlo preso a él- para después darle alegremente la presidencia al PT. Y tenía razón. “La gran diferencia del caso brasilero y el caso boliviano es que la población boliviana está muy movilizada, de hecho, quienes forzaron que esta elección sea hoy, fueron los movimientos sociales que dijeron basta de postergar“, recordó la escritora y periodista Telma Luzzani.
“Con nervios de acero”, adjetivó Nicolás Maduro al remitirse a la situación que generaba el llamado a levantamiento del impostor Juan Guaidó (a quien Janine Áñez reconoció como presidente de Venezuela). Así, con nervios de acero, asistíamos a la jornada electoral, porque “normalidad” … normalidad no había ninguna, y porque en estas elecciones se jugaba mucho. En primer lugar, para las bolivianas y los bolivianos, que merecen vivir en democracia, en segundo lugar, porque efectivamente esta victoria desbalancea la inclinación de los gobiernos conservadores en el continente, en tercer lugar, porque su sentido reafirma el rumbo de las democracias en la región y en parte del mundo, en cuarto lugar, porque suma un hito de características históricas que revalida el rumbo de soberanía con protagonismo popular en manos de gobiernos parados sobre la premisa de independencia.
El MAS-IPSP logra con esta victoria tener, además, mayoría en las dos cámaras de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Será un camino de reconstrucción de la soberanía económica, política, de desarrollo social y de crecimiento económico. El gobierno de la dictadora Janine Añez deja un campo minado, como hizo Macri en Argentina, aunque con menos tiempo para operar en la destrucción. En 11 meses, pidió préstamos al Fondo Monetario Internacional, por lo que deja un país endeudado, con más pobres, más desocupados, y dio luz verde a acciones policiales y militares, que quizás no sean fáciles de volver a su cauce normal, lo mismo hizo con los grupos paramilitares envalentonados, como la Resistencia Juvenil Cochala, La Resistencia KM Cero y la Unión Juvenil Cruceñista, convocados por los comités cívicos de la Media Luna, que contiene sectores de Santa Cruz, Tarija, Beni, Pando y Cochabamba.
Al arribar el golpe, Áñez se sumó al Grupo de Lima, grupo tan discutido por estos días en nuestro país a raíz de la adhesión argentina a su postura en Naciones Unidas, en torno a la recomendación sobre los derechos humanos en Venezuela. Este grupo fue fundado en 2017 por 12 gobiernos liberalconservadores, quienes firmaron la Declaración de Lima y, sin haber tratados avalados por los congresos de cada país, se atribuyeron el derecho a decir qué tenía que hacer otro país que no estaba dentro del grupo. A contracara de la Unasur, que sí tuvo tratados y confirmaciones en los congresos de cada país que avalaban esos tratados, este grupo no tiene –o no debería tener- mayor legitimidad que la de un “grupo de amigos”, porque está “flojo de papeles”, como también reflexionó Luzzani.
Hace 14 años, antes de la llegada del presidente obrero aymara, Bolivia era pobrísima. El milagro económico boliviano significó un crecimiento promedio de un 5% anual. La nacionalización de los hidrocarburos en 2006, como sostuvo su ideólogo Andrés Soliz Rada, significó un salto cualitativo de lo ocurrido hasta entonces, la Agenda de octubre de 2003 (programa político asumido por la rebelión de trabajadoras y trabajadores del campo y la ciudad, que incluía la nacionalización e industrialización de los hidrocarburos y los recursos naturales), el Referendo del Gas de 2004 y Ley de Hidrocarburos del 2005.
Con la nacionalización, el Estado recuperó la propiedad, la posesión y el control de los hidrocarburos y su cadena productiva, al definir a través de YPFB las políticas estratégicas del sector y asumir el control mayoritario en exploración, explotación, refinación, transporte e industrialización. “¿De que hubieran servido los altos precios de hidrocarburos vigentes en años pasados si esos excedentes hubieran continuado fluyendo al exterior?”, se preguntó años atrás Soliz Rada, en una entrevista con el periódico Cambio de La Paz. Bien, esos excedentes son los que permitieron planificar la política económica, desarrollar el mercado interno, incrementar las reservas monetarias y la inversión pública. Son la semilla productiva.
El modelo de la vida no tiene marcha atrás. Aquella Bolivia que desconocía a su pueblo, lo maltrataba y permitía que grupos de choque salgan a la calle a humillar y golpear a cualquier persona, quedó atrás. Hoy, el gran modelo económico social comunitario productivo boliviano tiene el desafío de gobernar 5 años y continuar ese proceso que construyó autos de industria nacional con el litio, que creció con igualdad y equidad, que generó una nueva constitución y reivindicó su propia identidad cultural.
Este es el triunfo de Bolivia, con sus pómulos prominentes, su rostro de trabajo y su piel de nuestra tierra.
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