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Los medios, hoy. La vieja historia de las nuevas “fake news”

Historia e intereses de las empresas concentradas para entender su actuación presente

10 mayo, 2020
en Opinión
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Los medios, hoy. La vieja historia de las nuevas “fake news”

Ilustración de Carlos Gorriarena.

Por supuesto que nada será igual, pero en verdad nunca nada es igual tras cada día porque la realidad es dinámica y los grandes contingentes humanos reúnen dos características en su andar: se insertan en procesos, que a veces se ralentizan y a veces se aceleran, y son impredecibles dadas las características propias de este tipo de animal en que hemos devenido. Por tanto, semejantes afirmaciones que envuelven con aura de sabio a quien las formula, deben ser absorbidas con sumo cuidado, si no entran en detalle.

Por Gabriel Fernández*

Cuando objetamos la utilización del concepto fake news no lo hacemos por nacionalismo lingüístico. Junto a José Gabriel –aquél maestro del habla- estimamos que si un concepto externo al idioma sirve, puede insertarse para direccionar comprensión. Combinado con las expresiones callejeras que aquí se llaman lunfardo, provee brillo a la escritura. El resultado es un decir bien propio; del escriba y de su gente.

EL ORIGEN Y LOS INTERESES. Hecha esta precisión –aunque parece destinada a una charla con colegas y alumnos resulta pertinente para el lector- explicamos: la idea sugerida por ese concepto es la de un problema novedoso, surgido de la expansión de internet, las webs y las redes sociales. De tal modo se evita rastrear el origen de las tergiversaciones y mentiras que emergen a diario en los medios y hasta deja el regusto de una nueva legitimidad para los espacios periodísticos tradicionales.

Tuvimos este intercambio tantas veces. Alguien dice “no se puede creer lo que aparece en internet”. Replicamos “¿se puede creer lo que dicen los medios de papel, sus webs, sus radios, sus pantallas?”. Ahí radica la cuestión y deviene en esencial. Pues en este presente revuelto el grueso de las falacias surgen, como hace tantas décadas, de La Nación, Clarín y sus extensiones en  variados soportes. Es más: las empresas citadas presentan doctas instrucciones para sus lectores, sugiriendo modos de esquivar las fake news.

UN AYER PRESENTE. Basta un repaso intenso de Los profetas del odio y la yapa para entender la aseveración. Ya en 1957 Arturo Jauretche precisaba “Lo que quiero dejar aquí señalado es que nada hay más engañoso que la prensa llamada independiente. Cuando se ejerce la censura estatal, el lector del periódico, o el oyente de radio y televisión, conocen su existencia y filtran el material que se les proporciona a través de un juicio que suma al dato o la opinión que se le proporciona, el conocimiento que tiene de la censura que conoce”.

Pero “Cuando el mismo lector lee “La Vanguardia”, “Propósitos”, “Azul y Blanco”, a mí mismo, un periódico o un libro de opinión, conoce sus posiciones y en la balanza de su juicio echa también el peso de éstas, para medir la objetividad de lo que se le dice. Igual si se trata de una publicación sindical, empresaria, ganadera, etc. que representan intereses concretos y confesos”. Y añadía que “no ocurre lo mismo cuando el órgano de difusión se disfraza de independiente”.

Luego especificaba que “Cosa parecida ocurre con las agencias informativas internacionales que unifican la información que los diarios de las más diversas tendencias reciben, y peinan y acicalan al gusto particular de sus lectores pero con la base de los mismos elementos. La añagaza está en ocultar la  ligazón de esas agencias con los grandes intereses financieros y con los gobiernos de los imperios que prácticamente controlan su orientación informativa”.

TODO CAMBIA, PERO NO TANTO. Como se observa, las deformaciones y macaneos no son de nuevo cuño ni guardan vínculo estricto con las tecnologías que ahora ocupan el horizonte periodístico. Con cierta temeridad podemos comentar: en la comunicación, como en todas las otras actividades humanas, es de buen gusto profetizar que después (de un hallazgo científico, un conflicto, una invención técnica, una enfermedad extendida, una movilización importante, una catástrofe de proporciones) “nada será igual”. Es una verdad de Perogrullo que habitualmente no ofrece pistas acerca del sentido de los cambios.

Por supuesto que nada será igual después de esos episodios, pero en verdad nunca nada es igual tras cada día porque la realidad es dinámica y los grandes contingentes humanos reúnen dos características en su andar: se insertan en procesos, que a veces se ralentizan y a veces se aceleran, y son impredecibles dadas las características propias de este tipo de animal en que hemos devenido.  Por tanto, semejantes afirmaciones que envuelven con aura de sabio a quien las formula, deben ser absorbidas con sumo cuidado, si no entran en detalle.

Atenti. Ese párrafo no es una digresión. Desde la impresión en caliente hasta la elaboración con computadora, pasando por las planchas y todas las variantes, una buena nota es una buena nota y una redacción torpe persiste en su tristeza. Eso no es nada; vamos a lo que queremos enfatizar. Una mentira es una mentira y una verdad es una verdad. Eso, aún, es poco: que una cosa es plantar el mangrullo periodístico en el seno del pueblo y su región, y otra es fingir mirar desde un planeador cuando se enfoca la vida misma plantado en una empresa concentrada con intereses bien definidos.

CRÍMENES Y PECADOS. Ahí está la clave y por eso insistimos. Sobre todo por estas horas, cuando los delitos informativos que se están cometiendo contra una población y un gobierno que afrontan una dramática emergencia sanitaria son de una gravedad propia de ser cubierta con títulos catástrofe por medios amarillos. Estos, tan vilipendiados pero casi siempre inocentes con sus portadas sanguinolentas y sus goles y sus vedettes a toda página, bien podrían afichear cada kiosco indicando que “La Nación necesita que el Estado se desmorone” o “Clarín quiere enfermar a la sociedad para beneficiar a los monopolios”. (Nobleza obliga: en algunas de sus versiones televisivas, lo han hecho con otras palabras. Chapeau).

Ahora bien; la situación descripta tiene un entorno presente y una raíz histórica. En el último caso, es posible advertir a riesgo de ser caracterizados como “militantes” –variante argentina del macartismo que derrumbó la vida política norteamericana, y con ella la libertad de prensa- el trazo dual del liberalismo condensado conceptualmente en el mitrismo frente al pensamiento nacional que extiende su influencia política mediante el peronismo. En el primero, la imbricación del interés práctico y actual de esas empresas gigantescas con el resto de las compañías que monopolizan los distintos aspectos de la realidad nacional.

Hoy como ayer, pretenden transferir la riqueza generada por la producción tangible sobre la renta y la fuga. En medio de semejante saqueo, algún dato de color, como la evasión y el pataleo por la intención estatal de cumplir su función recaudatoria, a pesar de las extraordinarias ganancias. ¡Todo eso es lo que se canaliza como línea editorial! El menor apego por la verdad los convoca, pues el posicionamiento adoptado les hace jugar el rol de difusores de esa trama antinacional y antipopular. Lo cual se evidencia en los análisis económicos –versión directa- pero también en las sencillas noticias diarias presentadas como informaciones crudas y objetivas.

CONTINUIDADES. Vale repasar las hemerotecas, hoy sesgadas pero presentes en la web. Aprehender el modo en cual se trató a Hipólito Yrigoyen y tiempo después, a Juan Domingo Perón. Los inventos posteriores al derrocamiento de 1955. La calificación de dictadura para un gobierno democrático, en defensa de gobiernos plenamente dictatoriales. La promoción del régimen criminal de 1976 y de sus articuladores económicos. El agit prop de las privatizaciones como panacea nacional en los años 90. El encubrimiento del papel jugado por el sistema financiero a comienzos de siglo. La tergiversación de los atentados a la Embajada y a la AMIA. Las acusaciones de corrupción cada vez que el peronismo kirchnerista adoptaba una resolución genuinamente social. La creación en el aire de la pesada herencia. Y tanto más.

Esos envenenadores están laborando sin cesar por estas horas. Con las “noticias” y los “análisis” que están a mano, lector, en las tapas de hoy. Las luchas intestinas, Cristina versus Alberto, massismo contra kirchnerismo, la presión por la “apertura”, la preocupación por la “economía”, el advenimiento del comunismo, de nuevo la “corrupción”, la liberación de los presos, “el Senado es mío, mío, mío”, “La vicepresidenta aprovecha la pandemia para interferir en la Justicia”, y una miríada de misiles enviados por el periodismo de guerra en contra de la Nación. La verdadera, no el guardaespaldas de Mitre.

De allí que la reducción de semejantes campañas antinacionales al concepto de fake news, según el cual hay que cuidarse de lo que se dice por fuera del esquema comunicacional tradicional, resulte un error. Equívoco bienintencionado desplegado por quienes olfatean el engaño pero andan buceando en un mar confuso en vez de recordar que todo esto tiene su historia proyectada sobre nuestra actualidad. Pero falta todavía una vuelta de tuerca. Fíjese.

LECTORES, OYENTES, ESPECTADORES. La influencia de los grandes medios es vasta, pero relativa. Pese a todo aquella sana costumbre de matear y tomarse un instante para indagar ¿y esto? ¿porqué dicen esto? sigue salvando de algunas maniobras a gran parte de nuestro pueblo. La identidad social también hace lo suyo y, en determinadas circunstancias, se potencia en inteligencia colectiva. La existencia de otros medios, ligados a ese pensar, con creciente llegada, también contribuye a poner un borde duro  de horadar por los tanques rociadores de virus.

El problema es que si el Estado sostiene a los capitanes de la mentira, la masa que respalda el accionar de ese Estado en su lucha por la salud pública debe situarse en la oposición a los opositores de voz hegemónica para poder sostenerlo. En vez de facilitar la acción directa, se fuerza a asumir un lugar de presunta minoría resistente cuando en verdad, esa masa es mayoría. Doble movimiento que demanda esfuerzo extra, origina fatiga y promueve dudas en vez de alinear el espacio propio para avanzar con decisión. La gente sabe que la situación es difícil; pero debe esquivar día a día el abrumador discurso que descarga sobre ella y su gobierno las responsabilidades de la dificultad.

  • Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
Tags: Alberto Fernández y los mediosArturo JauretchecuarentenaEstado y periodismoLos profetas del odio y la yapamedios de comunicación argentinospensamiento nacional y mediosperiodismo argentinosalud pública
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