Tras el papelón en Portugal en 1991 y el posterior fracaso del preolímpico camino a los Juegos de Barcelona en 1992, era necesaria una refundación del fútbol juvenil argentino. De la mano de José Pekerman, la selección argentina Sub-20 conquistaría su segundo título mundial tras aquel maravilloso de 1979 de la mano de Diego. Hoy recordamos el inicio de aquella experiencia, resistida al principio, pero que fue fundamental para el futuro de nuestro fútbol.
Por Nicolás Podroznik*
17 de Junio de 1991. La selección sub-20 de Argentina se juega la clasificación frente al organizador Portugal. Los de Mostaza Merlo venían de caer sorpresivamente 1 a 0 con Corea del Sur y era imperiosa una victoria para sostener la esperanza de clasificar a Cuartos de Final. El equipo argentino contaba con buenos nombres: Mauricio Pochettino, Mauricio Pellegrino, Christian Bassedas, Claudio Marini, Huguito Morales, Chelo Delgado y Juan Esnáider, éste último recientemente adquirido por el Real Madrid con tan solo 18 años.
El partido frente a los lusos se pierde 3 a 0, pero el resultado quedó de lado debido al comportamiento de todo el plantel argentino, incluido cuerpo técnico. El equipo no se bancó las correctas expulsiones de París y Pellegrino ni el penal otorgado por el belga Guy Goethals, terminando de coronar el papelón con Esnáider expulsado por intento de agresión al referí y una serie de desmanes al finalizar el partido. La FIFA no podía hacer la vista gorda ante semejante escándalo en un torneo de juveniles. Las sanciones fueron ejemplares: dos años sin participación en torneos juveniles para Argentina y un año de sanción para el goleador marplatense.
Para Febrero de 1992, habría revancha. El Preolímpico de cara a los Juegos de Barcelona era la oportunidad de reponerse del golpe. Este era un verdadero equipazo: Lechuga Roa, Pochettino, Berizzo, Gamboa, Astrada, Cholo Simeone, Diego Cagna, Latorre, Turu Flores, Pipa Gancedo y otros de interesante presente en el fútbol argentino. Sin embargo, otra vez sopa: ni siquiera se arribó a la fase final, quedando eliminados en la última fecha a manos de Uruguay por 2 a 1. Había que repensar las selecciones juveniles.
Para mediados de 1994, la AFA modifica la forma de elección del entrenador de las selecciones juveniles: no será más elegido por el entrenador de la Mayor sino por decisión de la propia AFA a través de una convocatoria de proyectos. El candidato más firme era Carlos Timoteo Griguol. También estaba Néstor Griffa, reconocido por su labor en Newell’s. Sin embargo, para sorpresa de todos, el elegido fue José Nestor Pekerman, quien contaba como mayor logro haber sido Coordinador de Divisiones inferiores de Argentinos Juniors.
“Tras el escándalo de la Selección Argentina Sub 20 en el Mundial 1991 y la eliminación del Preolímpico en 1992, fue necesario repensar a las selecciones juveniles”.
Pekerman tenía por delante dos tareas titánicas: borrar la mancha de la indisciplina de aquel mundial en Portugal y recuperar la senda formadora de juveniles. El primer paso lo dio en el Sudamericano de 1995 en Bolivia donde quedó subcampeón detrás de un Brasil imparable, jugando un fútbol simple que siempre apuntaba al arco contrario. Irigoytia, Sorín, Tomatito Pena, Ariel Ibagaza y Leonardo Biagini fueron elegidos dentro del equipo ideal de aquel torneo. Clasificados al Mundial a disputarse en Qatar, el sorteo no fue muy bondadoso: además de Honduras -el rival mas accesible- en su grupo se toparía con Holanda y Portugal, último campeón europeo.
El primer encuentro fue ante Holanda. Partido duro ante un equipo ordenado y veloz que pudo haberse resuelto en los primeros minutos de encuentro de no ser por la falta de puntería desde el punto del penal: primero fue Ibagaza quien pateó y contuvo Van Fessem, pero el juez del encuentro hizo repetir la acción por adelantamiento del arquero. Cambiaron el ejecutante y fue Arangio, pero nuevamente Van Fessem tapó el remate. En el minuto 91 y tras un centro que parecía intrascendente, fue Andrés Garrone -quien había ingresado minutos antes- quien anticipó en el primer palo y puso el 1 a 0 definitivo. Tres puntos fundamentales de cara a lo que venía.
El siguiente rival fue Portugal, quien había pasado un susto frente a Honduras pero finalmente había vencido por 3 a 2. Argentina sabía que no podía perder, dado que Holanda había ganado 7 a 1 y le daba una buena ventaja de cara a la diferencia de gol. Lamentablemente, hubo poco que hacer ante los lusos y no hubo revancha de aquel partido cuatro años atrás. Derrota 1 a 0. Y a jugársela contra Honduras.
Contra el equipo catracho parecía que iba a ser un vendaval de goles, un partido en el cual Argentina mereció ganar por 5 o 6 goles, pero entre la impericia frente al arco rival y la relajación ante un débil rival terminó siendo un 4 a 2 final que quedó en la historia por los tres goles de Sebastián Pena (primer marcado central) todos ellos de cabeza. Holanda no pudo con Portugal y así Argentina clasificó a los Cuartos de Final, donde debía enfrentar a Camerún.
Frente al equipo africano Argentina comenzó a moldearse como real candidato. El equipo camerunés apenas inquietó a Irigoytia y los pibes se llevaron el triunfo con autoridad por 2 a 0 con goles de Guerrero y Coyette. El equipo de José daba muestras de serenidad, madurez e inteligencia, una versión completamente distinta a lo que se había visto años atrás. Pero claro, aún quedaban dos partidos.
En semifinales se venía nada menos que España, que venía arrasando y era el gran candidato. Había marcado 17 goles en cuatro partidos, con un tridente ofensivo de temer: Joseba Etxeberria, Iván de la Peña y nada menos que Raúl, a quien Jorge Valdano ya había hecho debutar en el Real Madrid con 17 años. Sin embargo, ninguno de ellos pudo hacer algo ante la solidez argentina. La defensa fue una muralla, con Sorín y Lombardi jugando su mejor partido del torneo. Fue un 3 a 0 inapelable con goles de Biagini, Coyette y Chaparro. En la final esperaba nada menos que Brasil.
Aquella mañana del 28 de Abril de 1995 nadie se quiso perder el partido. Los pibes faltaron al colegio y los laburantes se codeaban en los bares para pispear a través de los vidrios. Pekerman había decidido cambiar el esquema y proponerle otro partido a su rival, sin ir al golpe por golpe y tratando de tener la pelota. Para ello optó por darle la titularidad a Cristian Chaparro en lugar de Panchito Guerrero, dejando solo como delantero a Biagini. Los primeros minutos Brasil apretó y tuvo más la pelota pero Argentina se mostró ordenada, raspando y apretando ante cada pelota rival. Finalmente a los 25’ del primer tiempo: en una muestra cabal de talento, Walter Coyette y Leo Biagini armaron una doble pared maravillosa que el jugador de Newell’s culminó con un zurdazo cruzado imposible para el arquero Fabio. Argentina pasaba a ganar 1 a 0.
A medida que pasaban los minutos Brasil se desesperaba más y más, sin encontrarle la vuelta a una Argentina distinta, que ocupaba espacios y le metía mucho hielo al partido. Los de Pekerman comenzaron a encontrar espacios cuando a falta de diez minutos Brasil se quedó con uno menos. A falta de un minuto para el final los pibes dieron sentencia al partido con otro golazo: Ibagaza fue al piso y recuperó la pelota en posición de volante central, Arangio dejó cara a cara a Guerrero con el arquero y el pibe de Independiente, quien había ingresado tres minutos antes, tocó por arriba de Fabio para el 2 a 0 definitivo que desató la locura del banco argentino. La Selección juvenil Sub-20 volvía a ser campeón del mundo.
Más allá de la alegría por la obtención del título, el objetivo real se había logrado: se había encontrado el camino para la formación de juveniles. Esa fue siempre la idea que tuvo Pekerman en la cabeza: no sólo intentar jugar un fútbol agradable y que entusiasme, sino también mostrar que también hay que trabajar con los chicos fuera del fútbol, en sus hábitos y conductas. No hay jugador que no remarque lo trascendente que fue su paso por las juveniles durante la Era Pekerman, tanto en lo futbolístico como en lo humano.
Aquellos pibes generaron una ilusión de cara al futuro en plena renovación de la selección mayor, tras la tristeza por lo ocurrido en el Mundial de Estados Unidos. Se pusieron muchas fichas en varios de los jugadores de aquel equipo, pero sus carreras fueron diferenciándose con el paso del tiempo. El único que pudo asentarse con la celeste y blanca fue Juan Pablo Sorín, capitán de aquel equipo, quien disputaría dos Copa América y dos Copas del Mundo. Caño Ibagaza, el talentoso 10 de aquel equipo, fue figura en el Mallorca de España y es el segundo argentino con más presencias en la historia de la Liga detrás de Lionel Messi. El surgido en Lanús fue sin dudas uno de los más perjudicados por las posteriores apariciones de Juan Roman Riquelme y Pablo Aimar, disputando apenas un amistoso en la era Bielsa en 2004. Su socio en el Granate, Walter Coyette, quedó a las puertas de ser elegido como uno de los tres mejores jugadores del torneo. No tuvo la oportunidad de afianzarse en el club del Sur y siguió su carrera en España, Platense y Chacarita, entre otros.
Algunos nombres como Sebastián Pena, Diego Crosa y Federico Domínguez tuvieron una destacada carrera en Primera División, incluyendo títulos y jugando más de 250 partidos en la máxima categoría. Otros como Mariano Juan y Gustavo Lombardi, pasaron rápidamente de River al fútbol europeo pero se retiraron a los 30 años en el mayor de los silencios. Leo Biagini y Panchito Guerrero, los delanteros de aquel equipo, no tuvieron suerte con las lesiones y no pudieron explotar.

Quizás el caso más llamativo sea el de Joaquín Irigoytía. El arquero de River fue elegido Balón de Bronce en aquel torneo. Con una potencia de piernas y capacidad de reflejos atípicos para un chico de 19 años, ya se lo marcaba como el arquero del futuro. Incluso su apodo, El Vasco, remitía a Sergio Goycochea, encumbrado por sus campañas bajo los tres palos en la Selección. Sin embargo, su carrera se desdibujó producto de las presiones -propias y ajenas- y de una dirigencia que no apostó por él a futuro y en pleno desarrollo de su carrera trajo a Roberto Bonano para pelearle el puesto al Mono Burgos. Apenas disputaría 16 partidos con el primer equipo Millonario. Tras jugar en Colón, Hércules de España y Cerro Porteño, cerraría su carrera en 2006 en Aldosivi de Mar del Plata. Hoy ejerce como abogado en su Entre Ríos natal.
Mas allá de lo particular de cada uno de ellos, tanto jugadores como cuerpo técnico marcaron a fuego la historia de nuestra selección. Gracias a ellos se afianzó una historia que continuó no solo con las consagraciones en 1997, 2001, 2005 y 2007 sino también con el constante aporte formativo como plataforma a la selección mayor. Incluso para el propio Pekerman, quien estuvo a cargo entre 2004 y 2006, con la inmensa mayoría de jugadores formados por él y su cuerpo técnico, al cual también se lo debe señalar como parte fundamental del proceso.
Tras la salida de Tocalli, las selecciones juveniles perdieron el rumbo. Argentina, a pesar de contar con grandes nombres, durante varios años no estuvo ni cerca de rememorar aquellos años, sino mas bien todo lo contrario. Por suerte, hace dos años aparecieron Lionel Scaloni, Pablo Aimar y Diego Placente para retomar aquella senda creada por José. La AFA acertó en su elección y las categorías juveniles volvieron a ser importantes. Hoy se mira con orgullo el trabajo realizado tanto por ellos como por Fernando Batista.
Respeto, fair play y buen fútbol. Se lo debemos a los campeones en Qatar.
*Periodista de Abrí la Cancha (Lunes a Viernes de 20 a 21 hs.)














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