La política es de un conjunto de prácticas que configuran la vida de las personas. Todo es político: desde un discurso hasta dar un pase. Pegarle al arco, vivir el fútbol y comprender a la hinchada es una forma de interpretar a los movimientos populares. Kurt Lutman, ex futbolista, escritor y pensador nacional, dialogó con Gabriel Fernández en los Especiales de Radio Gráfica, acerca del deporte, el juego, la escritura y la actualidad política.
Desde pibes, el encuentro con la pelota implica ver a un otro, un compañero, un par, un equipo, una estructura que te acompaña. El fútbol construye colectivos de unión y de lucha. “El futbol, para mi, fue el juego en el que aprendí todo, o casi todo”, describió Lutman, y añadió “es el juego que yo más quiero, y como todo juego, tiene un montón de secretos que hace que los gurises y las gurisas descubran y dimensionen lo que es el afuera de la cancha”.
Las políticas caracterizadas por la individualización del yo, los discursos de progreso personal, de la revalorización del yo, de la puesta a punto de las estructuras singulares, dejó de lado la importancia lo social, precisamente porque los modelos de acumulación, para ser más acaudalados, deben ser repartidos entre menos. Lutman indica que el fútbol tiene aspectos que rompen con estas lógicas: “todas las funciones dentro del campo forman una integralidad, que se llama equipo, en donde nadie puede jugar solo”. En este sentido, expresó que “Messi no es más valioso que sus compañeros, aunque sí más habilidoso. Pero hay quienes tienen mejor juego aéreo, quienes generan un mejor clima para que los demás sean mejor en la cancha, y hay muchos más secretos ahí dentro”.
La pandemia del COVID-19 puso en jaque el individualismo. Ya que nadie se salva solo. En un escenario donde todos necesitamos de todos, el fútbol constituye una herramienta clave para poder explicar en dónde estamos y hacia dónde queremos ir: “El estar integrado implica que la bocha arrancó en los pies del último hombre, y llega redonda al área”. Y sobre esto, los recortes de un partido se presentan como un embudo, donde se ve lo más destacado, y quedan afuera gestos nobles, cierres providenciales de centrales y giros o lecturas cerebrales de un volante de contención.
Frente a esto, Lutman expresó que se trata de “una mirada capitalista”. En este sentido, indicó que “la síntesis es un recorte efectivista del partido. La gente busca eso que trajo efectividad. Por eso los número 9 valen 20 millones de euros, y los marcadores de punta valen 20 paquetes de velas”. En este recorte individualista estadístico, el escritor añadió que “un gesto noble dentro de la cancha no es considerado valioso para esa síntesis, porque no fue productivo al resultado”. Vale la pena remarcar que la productividad constituye uno de los pilares de la hiperproducción capitalista moderna. Se trata, aquí, de hacer más en menos tiempo. Una mirada efectivista, como si ganar un partido fuera lo único.
Con esta perspectiva, indicó que el integral aparece en la comprensión de lo fundamental que es cada puesto. “Messi cobra sentido porque está en el marco de una integralidad, y porque la bocha arrancó en los pies del último hombre. La tabla de goleadores, en este sentido, es un acto de injusticia y un recorte histórico, porque antes de que la empuje el 9 hubo un laburo colectivo que no fue visto”
Dentro de la histórica discursiva, nos encontramos frente a simbolismos que generan comparativas donde se pone en juego la calidad de lo propio. Sobre ello, se antepone lo extranjero frente a lo nacional, y se revaloriza el afuera más quel adentro. Lutman indicó que “esto es histórico, y políticamente estamos acostumbrado a eso, a mirar Europa. Por eso Jauretche podría ser un gran director técnico, porque tiene que ver con el valor de lo propio”. A su vez, indicó que “lo propio, muchas veces, es un equipo que sale muy lindo jugando de abajo; y a veces te encontrás con un grupo de hombres, más rústico, donde la estrategia se va a convertir en otra cosa, y a mi me parece igual de noble y de potente”.
La historia futbolística de Kurt Lutman estuvo atravesada por la militancia política y la comprensión de lo social. Desde la militancia en la agrupación HIJOS, de tradición nacional y popular, hasta comprender que el fútbol es el pueblo vibrando en la tribuna. Luego de haber dejado en el año 99’, el entrevistado indicó que, luego de ver un lunes a la noche a Newell’s “empecé a mirar a la gente, y me encontré con el pueblo, ese fue el día en el que decidí volver a jugar al fútbol”. Señaló que se encontraba relegado con el plantel de primera, y luego de una charla con los dirigentes, comenzó a participar de los entrenamientos. “Mi búsqueda dentro del fútbol tuvo que ver más con una mirada, y descubrir al pueblo que se me había hecho imposible de ver, porque ya estaba harto”, expresó.
En añadidura, indicó que “lo que me vuelve a meter dentro del fútbol es la monada atrás del arco y la gente de los barrios”. A su vez, enfatizó que “cuando llegué a primera, yo ya había comido 1 o 2 asados con cada barrio popular de Rosario”. El fútbol, más que deporte, aquí es una cosmovisión, una percepción del mundo, una forma de relacionarse con el entorno. Y una oportunidad para conocer, en profundidad, a los barrios. “El fútbol me abrió las puertas de los lugares en los que no entra cualquiera”, concluyó.
Por otro lado, opinó sobre Bielsa y sobre el Tata Martíno. Sobre el primero, indicó que “es una figura política. En el tiempo va a ser leído más allá de los tres puntos, como una obra política y poética”. También, apreció que “no es solo un técnico, es un artista, y está dejando una obra mediante el fútbol”. Acerca de Martino, Lutman señaló que fue, cuando nadie creía, “quien recuperó la historia de Newells, un lenguaje, y lo puso en juego saliendo jugando desde el Patón Guzmán hasta el último hombre”. En añadidura, indicó que Bielsa fue amigo de su padre, y que juntos integraron las mejores inferiores del planeta, aquellas a cargo de Jorge Griffa, a principios de los 80’.
Al mismo tiempo, recordó con gran cariño a Claudio “Rulo” Paris, a Diego “Pomelo” Mateo, y a Damián Manso. “Paris era un capitán innato, un pibe que con 23 años era un sindicalista noble, formado musicalmente con Larralde”. Sobre Mateo, mencionó que “en otra vida fue un cura tercermundista, un pibe muy católico”. Añadió que “jugaba como interpretaba el evangelio, desde una mirada muy noble”. Acerca de Manso, recordó que era “un tremendo inconsciente de todo lo que se jugaba en Rosario. Antes de entrar a un clásico, él estaba haciendo jueguitos con el taco”.
Por último, se refirió a las formas de jugar al fútbol: “hay dos formas: cuando uno tolera el error; y cuando no lo tolera, que es lo que estamos vivenciando hoy en el fútbol de alta competencia, donde la cosa se hace tremenda y le falta brillo porque nadie se anima a más. Cuando uno lo tolera al error, y cuando lo siente como un paso previo a lo nuevo, ahí la cancha se hace más grande”. En este sentido, comparó al fútbol con la literatura, y añadió que “la literatura es espacio donde me permito equivocarme y permito reírme de lo que fue mi carrera futbolística”.
Además, resaltó que es necesario que, como pueblo, nos pongamos límites, porque no forma parte del interés de las autoridades del deporte ponerlos. “El límite es desconocer al otro”, señaló, y añadió que “en Rosario, había una cultura donde después de terminar un clásico había un muerto, de uno y de otro lado. Ahí me dejó de interesar el clásico, porque había algo que estaba en juego, que tenía que ver con parte de mi pueblo matándose entre sí”. Y concluyó: “Esa mística, cuando se convierte en un lenguaje bélico, donde yo como soy clase media me tomo un taxi y me voy a mi casa, y la monada en los barrios se mata, yo no me puedo hacer el boludo”.
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