El Gobierno argentino considera probable pagar la deuda contraída por la ruinosa gestión macrista con los acreedores privados y prefiere dejar de lado un eventual default. Para ello, haciendo uso de la posición de fuerza que los hechos consumados –la pandemia- han generado, plantea que los bonistas extranjeros acepten las condiciones de una propuesta cuyo eje se asienta en el diferimiento de los pagos. Alberto elaboró junto a Francisco un sendero para comprometer a la titular del FMI, Kristalina Georgieva en esta acción económica.
Por Gabriel Fernández *
Con el respaldo del Papa Francisco, la Argentina intentará esta semana ofrecer una instancia de pago diferido a los tenedores de bonos extranjeros bajo legislación internacional. La curiosa mención a que esto ocurrirá “sin la presencia del Papa” planteada en medios locales, configura una certificación de su incidencia, pero también la escueta vergüenza ante el absurdo de algunos periodistas: ¡a quién se le ocurre que Francisco va a estar en persona durante una negociación entre el Ministerio de Economía y los empresarios!. Pero ¿de qué se trata lo importante? Nuestras Fuentes Seguras, en esta ocasión, se mostraron pletóricas de información.
En primer lugar, postergar pagos de intereses y capital hasta 2024-2025. A partir de esa premisa, postergar pago de intereses por cuatro años. Es decir, no se abonarán cupones en 2020, 2021, 2022 y 2023. A partir de 2024, se pagará el interés del uno por ciento, que sube por medio punto al año, hasta llegar al interés máximo de la oferta que es cuatro con cincuenta. Entonces, el interés más alto de un cupón recién se percibirá en 2031. Asimismo, guste o no, no se pagará la amortización del capital por cinco años , es decir, de aquí al 2025. El título se abonará entre 38 y 40 centavos de dólar. No se pagará el vencimiento del cupón del bono Global previsto para la semana venidera.
Bien. Vamos al significado de tanta ecuación. El Gobierno argentino considera probable pagar la deuda contraída por la ruinosa gestión macrista con los acreedores privados y prefiere dejar de lado –en tanto sea posible- un eventual default. Para ello, haciendo uso de la posición de fuerza que los hechos consumados –la pandemia- han generado, plantea que los bonistas extranjeros acepten las condiciones de una propuesta cuyo eje se asienta en el diferimiento de los pagos.
Nuestras Fuentes resultaron enfáticas: Alberto elaboró junto a Francisco un sendero para comprometer a la titular del FMI, Kristalina Georgieva en esta acción económica. La directora gerente que sucedió a Christine Lagarde no avala los planes de ajuste y considera que el capitalismo moderno no puede facilitar la extracción de recursos de los países emergentes. El lineamiento del Fondo no se asienta en convicción alguna, aunque Giorgieva lo comparta. Es una adecuación del organismo multilateral a la realidad planetaria.
Las facilidades crediticias chinas operan como una tensión continua sobre el esquema financiero occidental. Así como la existencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas fue por décadas una presión que ayudó sin desearlo el despliegue de los estados de bienestar en Europa –en modo preventivo de mayores luchas sociales-, el desarrollo euroasiático presente influye en la flexibilidad del FMI. El único modo que encuentran los poderes de re situar “aliados” en fuga es la fuerza bruta directa, lo cual tiene alcances en verdad limitados.
El Presidente conversó tres veces con Georgieva –nos cuentan las Fuentes Seguras- sobre la situación económica y le requirió que hiciera uso de su influencia para acotar la presión de los bonistas que tienen acreencias por casi 70 mil millones de dólares. En dos de esas charlas estuvo presente el ministro Martín Guzmán y en una, Gustavo Béliz, secretario de Asuntos Estratégicos; ambos bien ligados a la jefatura argentina del Vaticano.
Las sedes empresariales de estos fondos de inversión, aunque de fácil mudanza, funcionan en Nueva York –una ciudad donde se ha puesto de moda cavar fosas comunes en su zona céntrica-, Londres y Tokio. La iniciativa albiceleste será presentada esta semana. Con el grueso de la población preocupada por el coronavirus y la economía del corto plazo, es posible que pase desapercibida; sin embargo, tendrá trascendencia en el mediano plazo y puede alivianar la salida de la cuarentena.
Pese a la posición de fuerza que tiene hoy el gobierno argentino, se esperan corcoveos entre algunos tenedores. Alberto y Guzmán suponen que la respuesta inmediata sugerirá un canje de bonos a un valor que no debería estar por debajo de los 55 centavos de dólar. La Argentina, con la arquitectura papal y el respaldo del FMI, insistirá. Más o menos señalará: esta es la idea, se basa en nuestras posibilidades, ahora la pelota está en vuestra cancha. Quizás no se utilicen metáforas futbolísticas, pero el mensaje será nítido.
A decir verdad, los Fondos ya lo saben. La semana pasada la entidad multilateral de “crédito” les hizo saber, por debajo, que apoya una “operación de deuda definitiva”, la cual necesitará de “una contribución apreciable de los acreedores privados”, con el objetivo de restaurar la sostenibilidad de la deuda. Si se lee adecuadamente el comentario, el FMI está, también, bregando por su propia supervivencia. El problema es que los acreedores particulares no tienen simpatía especial por la Argentina ni vocación de cooperar con las autoridades de la entidad: aceptarán, más tarde que temprano, porque la realidad económica nacional e internacional no deja lugar para mayores exigencias.
Vale una aclaración final. El Papa no delineó este plan, sino que lo acompañó y perfeccionó en base a los planteos del gobierno argentino. Creer en una dimensión inversa implicaría confundir los roles de los protagonistas. La actitud de Francisco ha sido: quiero ayudar a mi país, de qué modo puedo hacerlo. A partir de allí movió todas sus influencias –es el Papa- y generó el ambiente necesario para una interacción profunda entre el área económica y la institución internacional. Como curiosidad, quizás ligada a la brizna irónica del primer párrafo, es preciso indicar que aún hay argentinos que no comprenden la importancia de contar con un Sumo Pontífice de formación nacional popular.
*Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
Ilustración Ernesto Bertani
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