El pueblo argentino sabe, desde hace mucho, dos cosas importantes: el peor plan es el que no se aplica, y las crisis europeas generan oportunidades para el resto del mundo que se deben usufructuar sin culpas, pues ellos hacen lo propio cuando el problema es inverso.
Por Gabriel Fernández *
Algunos factores bien propios de la humanidad han quedado evidenciados en los días recientes. Los argentinos podemos reconocerlos con rapidez: la solidaridad y el egoísmo, por ejemplo, así como la inteligencia y la estupidez. El resultado de tales contiendas no está claro; como dice la canción, el bien y el mal definen por penal.
DATOS O GRITOS. Los mapas activos que pretenden describir la expansión del coronavirus en el mundo son engañosos, pues tiñen de rojo grandes zonas ante el emerger de un par de casos. Vale entonces guiarse por las cifras. Durante cuatro días que la Organización Mundial de la Salud no informó sobre el número de infectados, de muertos ni de curados. La escasez de estadísticas nítidas de la entidad permite su enjuiciamiento y también, la desconfianza.
Hace pocas horas, mientras se realizaba la última edición de este artículo, dio cuenta de sus números: nos indica que hay unos 250 mil casos y 11.184 muertos en 182 países. Cerca de 88 mil personas, han sido sanadas.
Es imposible analizar la cuestión sin señalar el registro que indigna a quienes piensan, orientados por espacios periodísticos italianos y españoles con clara reverberancia local, que el dilema se resuelve sin información y a los gritos. La idea de estos amplios sectores es vociferar que la situación es muy grave, acusar a diestra y siniestra por responsabilidades incomprobables y fomentar la paranoia como eje del cuidado de la salud.
“Las voces que aturden han llevado a que los escasos medios que recuerdan las gripes, la neumonía, el dengue, la tuberculosis, sean sospechados de no precaverse ante el coronavirus”.
¿Cuál es el registro indicado? Básicamente, y sin negar la trascendencia de combatir el coronavirus, el simple conteo de los casos de otras enfermedades que, año tras año, se cobran millones de víctimas en el seno de nuestros pueblos sin que nadie atine a evaluar que semejante realidad merece especial atención. Qué curioso: las voces que aturden han llevado a que los escasos medios que recuerdan las gripes, la neumonía, el dengue, la tuberculosis, sean sospechados de no precaverse ante el coronavirus.
Si se piensa con lucidez, no hay razón para contraponer una enfermedad con otra. En todo caso, puede observarse como un éxito presente que la Argentina, ante la necesidad de afrontar esta epidemia, contará con ocho nuevos hospitales. Si a estos se les suma una mejor inversión en atención primaria, un fortalecimiento en el sistema hospitalario existente y el fomento de la fabricación local de medicamentos, es posible anticipar un eficaz combate contra el coronavirus … y todo lo demás, también.
Ya existen conclusiones relativas que pueden sostener las distintas posturas. En principio, vale considerar que los muy precavidos pueden mostrar que el contagio del Covid 19 es más acelerado que el de otras enfermedades. Sólo eso ya amerita consideración, pues al no existir una vacuna para sanar a quienes lo contraen, el drama debe caracterizarse como realmente existente. Todo el esquema planteado por el gobierno argentino al respecto parte de este elemento.
ALGÚN TRASPIÉ. Ese esquema necesita de la colaboración popular para concretarse. A nivel masivo, lo va logrando, asentado en la perspicacia y el espíritu de cuerpo de las capas sociales mayoritarias. Pero, más allá de la declamación, no lo obtiene del empresariado y los sectores empinados, que por un lado sostienen precios inaccesibles para productos esenciales –entre ellos los ligados a la salud-, aprovechan la situación para suspender, despedir y cesar cadenas de pagos; por otro, acumulan sin necesidad los elementos recomendados para la prevención.
“Este esquema necesita de la colaboración popular para concretarse. A nivel masivo, lo va logrando, asentado en la perspicacia y el espíritu de cuerpo de las capas sociales mayoritarias. Pero, más allá de la declamación, no lo obtiene del empresariado y los sectores empinados”.
El estado de alerta oficial, atinado en general, tiene un talón de Aquiles que sólo hemos señalado los medios ligados al movimiento obrero organizado y contactados con las organizaciones sociales: si se pretende sostener el aparato productivo, especialmente el vinculado a la alimentación, la salud y los productos de la canasta básica, atemperar los servicios de transporte implica un error propio de quienes suponen que “ahora, todo se resuelve por computadora”.
Lejos de la ciencia ficción, para fabricar las cosas hay que trasladarse a los establecimientos que las fabrican. No existen replicadores ni teletransportación. Las vendas y los barbijos, la ropa y los muebles, la yerba y las bebidas. Los medicamentos. Por supuesto la producción de legumbres y hortalizas. La muerte, desmembramiento y presentación de los animales para el consumo. Todo eso y tanto más, no se puede realizar desde una laptop o un teléfono celular. Si sus hacedores –los trabajadores, valga la precisión- permanecen en casa, se derrumba el aparato productivo con todas sus implicancias.
La solución estaba al alcance de la mano, pues al bajar el tránsito de personas de mayor edad y de pibes en el tramo escolar, sólo con mantener el mismo ritmo del autotransporte y los ferrocarriles, se podía garantizar que los activos viajen bien, sentados y con espacios aireados. Para comprender esto falta un tono barrial (que sólo el conurbano ofrece) en las determinaciones de los especialistas que diseñaron la planificación.
PENSAMIENTO E HIPÓTESIS. Hecha esta aclaración, volvemos al panorama. Si hemos señalado que, tomando en cuenta la precaria información numérica conocida, el contagio del coronavirus es acelerado, debemos también decir que la mortandad que implica es baja. Entre ambos factores resulta pertinente extremar el ingenio y salir al terreno de la comprensión con las preguntas esenciales que el Pensamiento Nacional sabe hacerse en circunstancias complejas.
“Si hemos señalado que, tomando en cuenta la precaria información numérica conocida, el contagio del coronavirus es acelerado, debemos también decir que la mortandad que implica es baja”.
Resulta importante que, en lo inmediato, los equipos científicos de Cuba, China y quizás los Estados Unidos, sin descartar las universidades argentinas, busquen una vacuna preventiva y al mismo tiempo un tratamiento exitoso. La potencia asiática ha demostrado que la segunda acción es posible, pero el decisivo acto preventivo sigue en veremos. Y también que esos mismos investigadores puedan descubrir y comunicar el origen de la epidemia. Un tema nada sencillo.
Los analistas que desconfían –no sin antecedentes- de los poderes mundiales han lanzado una hipótesis intensa y razonable acerca de la elaboración del virus en laboratorios destinados a promover una guerra bacteriológica. Se trata de planteos que advienen en serias acusaciones. Sin embargo, una mirada sobre las zonas damnificadas –tanto zonas sociales como regionales- no permite inferir claramente una respuesta.
Si los Estados Unidos o alguna potencia del Norte resolvió un ataque de esta naturaleza, cabe indicar que lo hizo sin la precisión adecuada –esa que lo llevó a barrer Hiroshina, a impactar Corea o a destruir Irak- o con parámetros difíciles de develar y basados en un mientras peor mejor que hasta ahora carece de evidencia. Si fue China la que intentó una acción semejante desde Wuhan, la opacidad de sus razones impulsa un descarte, pues su población, sus ingresos y su imagen mundial resultaron damnificados. En este caso, la idea sugerida por algunos analistas sobre “creamos el problema y demostramos que podemos acotarlo y resolverlo”, es endeble.
Otra opción muy razonable destaca que el capital financiero, con sus ramas armamentística y narcoproductora, carece de nacionalidad y sólo busca quebrar los esquemas productivos y acabar con una parte de la población humana. El planteo se asienta en que un modelo mundial asentado en la especulación no necesita del trabajo ni de la inversión y mucho menos de sistemas previsionales que custodien los años finales en la vida de las personas. Pero esta visión, que podría ser grata a tantos amigos, también hace agua. ¿Por qué?
“El pueblo argentino, pese a la desinformación mediática, comprendió que el gobierno de Alberto Fernández marcó un camino. Este pueblo sabe, desde hace muchas décadas, dos cosas importantes para el entendimiento político: el peor plan es el que no se aplica, por tanto si escogimos un sendero, aunque no sea perfecto, vamos a transitarlo bien; y las crisis europeas generan oportunidades para el resto del mundo que deben usufructuarse sin culpas, pues ellos hacen lo propio cuando el problema es inverso”.
Nobleza obliga, sin desdeñar las sólidas condenas que lanzamos desde nuestros espacios hacia ese suprapoder, es justo precisar que ni China ni Rusia, ni ningún emergente, han modificado sus estructuras ni desconfían de su porvenir. La máxima referencia conceptual del modelo industrial con rasgos terceristas, el Papa Francisco, sólo suspendió su gran campaña La Economía de Francisco debido a la problemática situación italiana, pero no viró un ápice en diagnóstico ni en propuestas. Asimismo, que la eliminación de 10 o 15 mil personas del planeta no alcanza siquiera a raspar una población mundial que ya alcanza los 7 mil 700 millones.
Entonces, determinar responsables y afectados es en verdad complicado. Así, cobran cuerpo las interpretaciones más directas, de trazo “ingenuo” para el razonar político, según las cuales las cosas son lo que parecen y por lo tanto el virus surgió de una interacción entre animales y luego personas en base al rasgo azaroso de la vida y a la ostensible concentración poblacional que facilita la difusión de enfermedades, conceptos, odios y afectos.
Lo cierto es que develar qué ocurrió pasará a configurar uno de los interrogantes más preciados de la humanidad de ahora en más.
SABER COLECTIVO. Finalmente. Los gobiernos que logren zanjar exitosamente esta epidemia saldrán fortalecidos aún cuando las dificultades económicas ralenticen sus proyectos. Algunas dirigencias, como la italiana, deberán brindar explicaciones muy detalladas para evitar la picota. No lo conseguirán. Otras, como la que orienta Donald Trump, necesitarán politizar su opinión pública para ratificar su búsqueda industrializadora en medio de la ignorancia. No es un dato menor que mientras la humanidad salió a munirse de alimentos y elementos sanitarios, los norteamericanos batieron récords de ¡compra de armas!
El pueblo argentino, pese a la desinformación mediática, comprendió que el gobierno de Alberto Fernández marcó un camino. Este pueblo sabe, desde hace muchas décadas, dos cosas importantes para el entendimiento político: el peor plan es el que no se aplica, por tanto si escogimos un sendero, aunque no sea perfecto, vamos a transitarlo bien; y las crisis europeas generan oportunidades para el resto del mundo que deben usufructuarse sin culpas, pues ellos hacen lo propio cuando el problema es inverso.
(Esa fue la matriz subyacente del discurso del ministro Martín Guzmán ante los acreedores, durante la reciente teleconferencia en inglés, de gran trascendencia futura y escasa difusión).
Así las cosas, saludamos a los lectores desde la cuarentena. Agradeciendo el interés de quienes llegaron hasta aquí.
*Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
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