Por Gabriel Fernández *
Es preciso estar atento a lo que ocurre en El Salvador. El presidente Nayib Bukele necesita que resulte aceptado un préstamo de 109 millones de dólares del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), que sería destinado a financiar el plan de seguridad Control Territorial. La oposición parlamentaria cuestiona el acuerdo; allí se destaca, por su emblemática historia, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
El mandatario recurrió a un artículo de la Constitución Nacional, el 87. Puede interpretarse como una bordaberrización del país, pues el mismo habilita al gobierno a convocar a la población para “restablecer el orden constitucional”. Como más que pueblo el presidente ha movilizado a las Fuerzas Armadas, la interpretación de un eventual autogolpe crece.
Sobre todo porque la extraña acción oficial se asienta en la negativa de un sector del Congreso a admitir el préstamo; pero dado que se trata de un esquema parlamentario, las críticas son parte de la vida política de esa nación centroamericana. Bukele plantea, de hecho: aprueban lo que hago o lo considero una alteración del orden institucional. Militarizo el país, me rodeo de mis acólitos, anulo la acción parlamentaria y listo.
La conflictiva historia de El Salvador y el vigor de las fuerzas políticas antiimperialistas no habilita una movida de esa naturaleza sin que se registren reacciones a fondo. La situación es tensa, pues aunque en la Asamblea Legislativa se ha instalado en sesión plenaria, no cuenta con la asistencia de todos los legisladores. El trayecto de Bukele lo muestra hábil y con tendencia a acomodar su bandera a vientos que cambian de orientación.
De hecho, se presentó a las alcaldías de Nueva Cuscatlán (2012) y de San Salvador (2015) con las listas del FMLN. Pero en 2019 acumuló respaldos de segmentos antes identificados con Arena. Así formó la Gran Alianza por la Unidad Nacional: gran triunfo en primera vuelta. Desde entonces, el zigzag y las polémicas caracterizaron su andar y, como podía preverse, un endeudamiento elevado para una economía como la salvadoreña, disparó las contradicciones.
En los meses recientes Bukele se ha distanciado de los gobiernos de Venezuela y de Nicaragua. Calificó a sus jefes de Estado, Nicolás Maduro y Daniel Ortega, como dictadores. En la misma línea, se ha aproximado a las iniciativas norteamericanas, tanto en materia económica como de seguridad. El préstamo en cuestión es un ejemplo. De allí que la conducción del Farabundo Martí haya precisado, en un documento reciente, que pese a sus alineamientos previos hoy Bukele encarna una “falsa izquierda”.
• Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica / Sindical Federal










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