¿Qué nos traspasó en Latinoamérica, como acto seguido del adelanto del progresismo y el populismo? ¿Cómo dejamos que una derecha retrograda prospere a paso acelerado? Probablemente nos debamos una sistematización fáctica de lo ocurrido en nuestra Patria Grande, un rastreo de la aceleración de la conflictividad racializada.
Por Sacha Kun Sabó*
“El racismo está ligado al funcionamiento de un Estado obligado a servirse de la raza, de la eliminación de las razas o de la
purificación de la raza para ejercer su poder soberano; el funcionamiento, a través del biopoder, del viejo poder soberano…”
Michael Foucault
La reciente embestida medial contra el referente social Juan Carr, en cuanto a una cruzada solidaria a favor de los más necesitados, marca que el odio trasciende, más allá de lo político o lo ideológico, hacia un odio racial. Es imperioso insistir en la emergencia, en la inminencia y en el alertar sobre el aumento del racismo y el fanatismo violento en toda la región. Hay que desarrollar una estrategia que dé cuenta de la gravedad de lo acaecido en nuestros países, un accionar contra esta enfermedad social donde la negatividad hacia el otro moreno, es una categoría construida por los espacios hegemónicos para justificar la dominación, una hechura que se fundamenta desde la historicidad, corporalizandola en conceptos etnocéntricos y socio céntricos de clase que anclan sus prejuicios en las alteridades culturales.
Sin duda estos prejuicios son fundamentados en la preminencia, en la evolución de un grupo sobre otro, una estructura de desprecio cimentada en las diferencias, en la estigmatización del comportamiento de grupos diversos. Es un mecanismo de privilegios que en el caso boliviano se pretende estructurar desde el poder estatal, dado que en sí mismo, el sentimiento xenófobo, forma parte de la racionalidad política del estado occidental.
Tal vez la misma mirada de Michael Foucault sea un aporte para entender el racismo en la Bolivia golpista, mismo racismo que se estructura desde el origen mismo de la cultura occidental como mecanismo exitoso de dominación y control del estado hacia los sectores subalternos. Siempre, si entendemos al estado democrático moderno como la forma política de una forma económica, que es el capitalismo. Esa categoría tan propia del filósofo francés como la de biopoder, es la que nos desnuda una característica fundamental de dichos estados modernos.
El trasfondo racista del Golpe en Bolivia
El golpe de estado perpetrado en Bolivia se estructura básicamente en el racismo con recetas de inferiorización y de rechazo de unos por parte de otros con actitudes sistémicas de rechazo a la alteridad. Los grupos dominantes bolivianos en particular y latinoamericanos en general, construyeron relatos, creencias de apartheid, mitos creacionistas, segregatorios de negatividad excluyentes sobre las diferencias humanas. Estos mitos sirven al galimatías de la confusión que existe entre formas culturales diversas, con los rasgos físicos, se mezcla negativa y argumentativamente lo cultural con lo somático. Saltando la declaración de las Naciones Unidas sobre la igualdad de la especie humana.
Desde aquí, podemos enfatizar, que esta visión racista es una construcción que asigna a algunos conjuntos raciales un estatus anómalo y a otros un estatus óptimamente colosal, que les da consenso al privilegio, al dominio y a la riqueza. Esta mirada de la realidad de la ideología hegemónica resultó en una estrategia para fraccionar categorizar degenerativamente y dominar a sectores subalternos campesinos e indígenas. Una táctica colonial que ya fueron dispuestas por supremacías coloniales diacrónicamente en todo el orbe perdiéndose en los orígenes del mundo. El otro.
El racismo, que es fruto del sumario colonial y porción hegemónica de la modernidad, se ha enfurecido en nuestro hermano país y al presente está coligado a la aceleración de la violencia en todo el continente. Esta furia nos avizora y provoca a operar poderosamente frente a la exclusión racial y el racismo expansivo y fanático, donde nuestro país no evade al fenómeno. La explicación racial es una de las variables para concebir el triunfo de Cambiemos en el 2015 y el resultado de ese 40% en las elecciones del 2019.
Podríamos trazar aquí, alguna posible explicación del odio supino del ex presidente Mauricio Macri hacia los sectores populares, desde ese mencionado biopoder. Este mismo nos expresa los mecanismos del racismo como un know-how y una coartada para legitimar la intrusión en la vida de la población, para fragmentarla, agrietarla, distanciarla y jerarquizarla, pues se necesita consensuar masivamente los fundamentos que permitan al Estado percibir entre la población a la que se debe “dejar morir” y aquella a la que hay que proteger para “hacerla vivir”. La supremacía del más fuerte.
Para Stella Calloni, “hay un odio al indígena, no lo consideran un ser humano, es muy grande el rencor. Están desesperados por golpear a Venezuela. La situación es terrible y encima el pueblo resiste, con nada. Me gustaría que empecemos a nombrar de forma exacta el crimen que significa la desinformación de lo que pasa en Bolivia”.
La figura “molesta” de Evo Morales
El proceso eleccionario presidencial de diciembre de 2005 fue ganado con ventaja incuestionable por Evo Morales. A partir de aquel momento se han derivado una cadena de quiebres en los armazones de poder y control del estado, esto cambió también la percepción de las diversas esferas cognitivas de la población boliviana. El observarse con derechos plenos. Estos quiebres, son de una desobediencia originaria de tal magnitud que afectaron todo el entramado de las reglas jerárquico – simbólicas, cambiaron las clases e identificaciones fundamentadas en el período colonial y aseveradas en el período de criollización boliviana. El MAS constituyó un orden subvertido para la élite económica-política que acaparó el dominio del estado hasta ese momento de los espacios hegemónicos enquistados. Los sectores de poder santacruceño fueron perdiendo el dominio de la contextura de la hegemonía, juntamente con una porción de la clase media, que se personifica y se auto- cavila desde esa misma élite dominante. Diría Álvaro García Linera: “Evo simboliza el quiebre de un imaginario y un horizonte de posibilidades restringido a la subalternidad de los indígenas”.
El gran corte de esta coyuntura política pre – golpe, es que de manera novísima el Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia era de raza originaria y esto es la punta del iceberg para explicar la reposición xenófoba, francamente racista, expansiva y violentamente desatada que recorre el país hermano. Podríamos explicarlo como un fenómeno de acción reacción, de la misma forma que podríamos explicar el odio racial y de clase hacia la dirigente social Milagro Sala en Argentina. La magnitud de violencia es de acuerdo con el grado de desacato de disposiciones y esferas hegemónicas fundamentadas y estructuradas desde la misma llegada de los españoles al continente.
El primer descaro de Evo Morales fue la construcción de un posicionamiento indígena en las esferas del poder real con el corrimiento de puntos neurálgicos en la toma de decisiones gubernamentales y estatales de una élite conservadora en lo social y neoliberal en lo económico. Los sectores populares que habían sido excluidos por 500 años ocuparon franjas de poder que avanzaban hacia un empoderamiento cada vez más amplio. Evo, Milagro, personifican la desobediencia simbólica a un estatus de dominio estructural e histórico. En tanto acometieron en su lucha, en tanto, más el odio racial y de clase generaron.
El odio racial como lógica estructural
La patriotería racial republicana se conforma en este paraje oscuro de la conciencia colectiva en el rol en el que entienden al estado, un estado como garante de beneficios de clase justificados en el color. Toda una batería de políticas sobre población, familia, matrimonio, educación, jerarquización social, propiedad, conductas, salud y vida cotidiana son registradas desde ese velo de Isis en su pálido tono. Una apologética de la ansiedad mítica por preservar la tersura de la sangre y de hacer prevalecer la raza blanca con los consecuentes estipendios, recompensas y heredades. Porque probablemente no sea solo xenofobia sino como reza el libro de Adela Cortina sea también una “aporofobia o el rechazo al pobre”…
Todo esto es un odio estructurado desde un inconsciente colectivo de temor-rencor de los sectores hegemónicos tradicionales y blancos ante la perdida de beneficios de clase y de control de dichos beneficios en el retroceso del manejo de los andamiajes e hilos del poder.
Veíamos con desdicha desmoralizadora como en el propio Jujuy, el gobernador se refería peyorativamente a los militantes de la Tupac Amaru como “indios piojosos” desde una construcción simbólicamente negativa aceptada por las clases medias de la provincia. Un imaginario retrogrado que sirve tanto a la diferenciación sociocultural como económica.
El odio, el miedo, el rencor a la cercanía cotidiana, es, donde los límites xenófobos sirven para tranquilizar la existencia de aquellos que ven en el color una oruga ominosa entendiendo estos rencores como un refugio a la amenaza del Inti. Mezclados y convertidos en indistintos, sin supremacías, el otro como igual, es un otro concebido como un golem atenazante que hay que derribar.
Es necesaria para estos sectores del poder y pareciera que no alcanza, en la Bolivia todavía colonial, la inferiorización de la alteridad deviniendo entonces en una neurosis que es lisa y llanamente miedo y nada mas violento que un burgués asustado, dice la muletilla, hubo un paso de la xenofobia sigilosa de peculiaridades sistémicas entonces, a un racismo llano, furioso y violento.
La xenofobia estructural se específica por su mínima o nula expresión pública y su invisibilidad funciona en los intersticios de la cultura. En la formación de este tipo de sociedades los dolientes, víctimas de estas conductas y políticas son delegados a zonas político-económicas, subalternas segregadas del universo del trabajo, de la vivienda, la instrucción y formación y mientras se mantengan allí, la violencia pareciera no expresarse en el dominio y control de los cuerpos. La violencia aquí pareciera simbólica y socio económica.
Podríamos así repetir esta formulación para toda Latinoamérica. Así, en estos contextos racistas se hacen perceptibles los inventarios más agudos de pobreza y pobreza extrema en que observamos a grupos originarios, afroamericanos, y mestizos empobrecidos.
En estas poblaciones que son las más endebles y con márgenes mínimos de crecimiento socio-económico, donde se observan los grados más álgidos de falta de educación y con los niveles los más altos de analfabetismo. Las observamos en las áreas con más obstáculos al acceso territorial, con insuficiencias en la vida económica, y el nulo cuidado observado por el estado en los mínimos derechos humanos.
El golpe a Evo Morales como el arbitrario encarcelamiento de Milagro Sala no es otra cosa que el restablecimiento de una élite que intentan retrotraer el viejo estado de cosas. En el caso boliviano es justamente aquí donde se da un segundo pecado popular, el cual ya no es simbólico sino fáctico. El poder en la Asamblea Constituyente tuvo en el gobierno del MAS constituido por sectores diacrónicamente segregados nivelando en el mismo espacio campesinos, dirigentes originarios, mujeres de pollera, gente de clase media e intelectuales.
Y esta construcción estableció figuras populares al mismo nivel que los dirigentes conservadores arraigados que habían mantenido el poder históricamente. El clima de desprecio pasó del insulto a los escupitajos como provocación y la búsqueda permanente de la pelea física.
Desde aquí el proyecto de Evo fue un proyecto con un programa político como estrategia de descolonización, un descentramiento de un conjunto de instituciones que pertenecían a la cultura dominante, este cambio de eje fue entendido como una distorsión a la cultura dominante. La Asamblea Constituyente se convirtió en un espacio de transgresión y subversión a las reglas de juego coloniales. En los tratamientos en comisiones se observaba el floreo despreciativo desde el conocimiento académico y la vestimenta como beneficios de clase, códigos diferenciadores y distintivos de discriminación de significados.
La “otredad”
Cuando establecimos la categoría de racialización es esto mismo intentábamos verbalizar la acción de la representación de la otredad como categorías adjetivadas negativamente, la construcción de esa alteridad morena, india, fea, impura, repugnante mugrienta, inculta desde una condición apócrifa de la especie humana.
Consecuentemente, debemos resaltar que estas construcciones simbólicas, que se ven en las de las élites dominantes y en aquellos sectores medios que ostentan el poder del conocimiento, como los universitarios, son figuraciones conformadas a lo largo del tiempo y cuya representación y reproducción es histórica y fundante de los imaginarios de la sociedad boliviana. Esta violencia indecible y ominosa tienen su raíz en estas expresiones de inferiorización de los sectores campesinos y originarios, pero se vieron radicalizadas en esta coyuntura de reivindicación política de los sectores subalternos como una amenaza real de los beneficios de clase de los sectores medios y hegemónicos.
El horror reactivo, creó un surgimiento del racismo abierto y violento, debido al nacimiento de un horizonte de quebrantamiento al mandato estructural de los territorios, de la independencia de los cuerpos y de aires libertarios en lugares prohibidos, jerarquizados y fraguados históricamente desde la época Colonial. Se devino de fundamentaciones supuestamente poco ofensivas, ingenuas y soterradas del racismo desde el siempre boliviano a una xenofobia violenta genocida y sistemática en la eliminación del opositor.
Podríamos resaltar entonces que las estructuras racistas poseen el mismo matiz estructural en todo occidente y que como en la Bolivia golpista los dispositivos de saber-poder se estructuran el discurso histórico político xenófobo, la psiquiatría de los anormales, la sexualidad en la teoría médica de la degeneración, las técnicas de los castigos, de la discriminación, del aislamiento y de la corrección/normalización de los seres peligrosos como parte de la misma conceptualización. Es manifiesta la diversidad de orígenes de donde se producen los variados segregacionismos y discriminaciones. Pero todos chorrearán hasta mudar en procesos ineludibles para la puesta en acción del biopoder del Estado moderno.
Los gobiernos de Jeanine Áñez, Gerardo Morales, Jair Bolsonaro o de Mauricio Macri no pueden simplificarse en la denuncia desde lo económico, lo político o lo social desde un problema de no parentesco empático con los ciudadanos, nunca desde una simple lejanía con el pueblo, sino más bien desde la problemática que oriunda en el deprecio supino a una población específica en general. El pobre, por ende, el moreno, el indio, el mulato, nuevamente el otro.
La multiplicidad táctico-estratégica de la arenga de las diferencias raciales deja abierto el margen de que sea consumido por sectores con afinidades muy diversas luciendo una turbadora suficiencia intrínseca de transmutarse y ajustarse a múltiples espacios y contextos históricos. Entendiendo esto, no debemos asombrarnos de la reaparición del racismo en estrategias neoliberales que ya poco tienen que ver con dimensiones orgánicas y que más bien ponen a rodar divergencias culturales y económicas que se muestran como el novel e imponente obstáculo contra la unificación republicana. El indio, el pobre como entidad anti meritocrática, aunque probablemente inferior por imperfecciones, deterioros, y degeneraciones somáticas
El golpe en Bolivia fue dirigido a reinstalar el poder soberano establecido colonialmente sin la posibilidad de auto representación de los sectores excluidos quitándoles todo el espacio recuperado por el MAS. Ese discurso de las razas, ese proyecto político neolítico se conforma en el desasosiego racista por la pureza biológica y del juramento profético a la restitución bíblica a la orientación médico-higiénica de la norma. Un extirpar el cáncer originario de la faz de la tierra en un rito exorcistico de nuevas derechas pentecostales. Una nueva cruzada con el imperativo de la defensa de la sociedad contra sus enemigos biológicos originarios.
En la vuelta odiosa de estas derechas, se entiende, como el discurso contra el poder colonial de los populismos latinoamericanos hizo reacción en la construcción de un discurso del poder establecido de una violencia inaudita contra el indio, contra el pobre. De ahí se puede entender la fórmula, que el racismo como forma contra revolucionaria es literalmente el discurso revolucionario al revés no el de Alicia en el país de las maravillas sino el de Alicia del otro lado del espejo.
(*) Sociólogo, asesor en el Congreso Nacional, rector de la Fundaciòn Universitaria Popular de Escobar
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