La puerta se abre. La sala del Hasta Trilce es tan pequeña como acogedora. Las paredes, cargadas de cuadros. El techo deja entrever los años de la arquitectura. Un piano suena mientras lxs espectadores se acomodan en las mesas dispuestas para ver el almuerzo de domingo entre dos familias completamente distintas.
Por Erika Eliana Cabezas*
Un almuerzo argentino escrita y dirigida por Bernardo Cappa es una obra que permite discutir la historia y pone sobre el tapete las diferencias de clase. De un lado, el sector trabajador venido a meno y endeudado. Del otro, una oligarquía que mira con buenos ojos a Europa y no hace más que responder a intereses extranjeros. En el medio: una “grieta” irreconciliable.
El vestuario propuesto por Maricel Aguirre marca las distancias entre los hermanos y sus respectivas familias. Tiradores y chalecos versus el estatus del traje y los guantes de gala. La escenografía hace a la conflictividad. La diversidad de las vajillas, los sifones y un cuadro de Evita rodeado de velas despierta el rencor antiperonista o, mejor dicho, el odio de clase. Civilización o barbarie, una constante que perdura.
La obra de Bernardo Cappa hace dialogar, desde el humor, el pasado con el presente. La política, las costumbres, la religión y la sexualidad aparecen en la mesa y generan todo tipo de enfrentamientos en una reunión que se presumía, en una primera instancia, como festiva.
Un almuerzo argentino se presenta los domingos a las 13 en el Hasta Trilce (Maza 177)
(*) Columnista de teatro de Abramos la Boca
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