Por Carlos Aira (*)
La Copa América 2019 es pasado para la Selección Argentina. En el Minerao de Belho Horizonte, Brasil venció 2 a 0 en lo que fue la mejor actuación del equipo nacional. No sólo en la competencia, sino en mucho tiempo. Durante gran parte del encuentro, la Selección tuvo agresividad, orden y juego. También hubo deficiencias explícitas: una zaga central que no da garantías y una tendencia a sumar volantes supuestamente creativos que terminan anulando cualquier circuito de juego.
Lionel Scaloni y su largo cuerpo técnico (Pablo Aimar, Roberto Ayala y Walter Samuel) encontraron equipo ante Venezuela. Un dato para tener en cuenta: desde la Copa América 2016 que la Selección no repetía once jugadores. Cuarenta largos partidos. El nuevo equipo tiene en la línea Rodrigo De Paul-Leandro Paredes-Marcos Acuña su clave. Combativos y generosos. Una forma de subsanar un inmenso error estratégico: conformar una lista sin volantes de contención naturales.
Una propuesta cercana al fútbol argentino de todos los fines de semana permitió borrar las magras actuaciones ante Colombia y Paraguay. Lección aprendida: no se puede jugar en este lugar del mundo con esquemas tácticos de Champions League. Aquí no importa la posesión de la pelota porque no existe prevalencia instantánea sobre el rival. En Copa América y Eliminatorias se juegan y pelean los partidos.
El Cuerpo Técnico hizo de su pecado, virtud. De una mala lista encontró futuro. El nuevo medio campo dio vida a Lionel Messi. Algo similar al 2014. El crack rosarino necesita espacios para desplegar su fútbol de fuegos artificiales. Ante Venezuela, el capitán asumió un rol oscuro: llevarse dos marcas y generar superioridad numérica argentina. Ese sacrificio silencioso, invisible para muchos, fue inmenso para un jugador de su jerarquía. Ante Brasil, Messi jugó nuevamente para el equipo, contagiado de sacrificio.
Se vislumbra la reconstrucción del Seleccionado. Hay dos puntos a tener en cuenta, comenzando por la imperiosa necesidad de una nueva zaga central. Germán Pezzella y Nicolás Otamendi no dieron la talla. Apreciables dificultades mostraron en el retroceso. En el caso del ex jugador de Vélez Sársfield, con errores en pases cortos propios de su falta de competencia. La necesidad de un lateral derecho natural también se hace sensible. Si bien el lungo Juan Foyth brindó seguridad, las apuestas por Renzo Saravia y Milton Casco fallaron.
Otro punto negativo: la tendencia de sumar conductores dentro del campo de juego. Con esa idea de tenencia de la pelota (¿Desde cuando decimos balón en este lugar del mundo?), el cuerpo técnico convocó jugadores con buen pie, escasa combatividad y poca idea cuando la mano viene cambiada. Los últimos quince minutos de Belho Horizonte dimensionaron el problema: juntar jugadores con buenas características técnicas no brindan circuitos de juego fluido per sé. Es más, habitualmente sucede lo contrario.
El recambio generacional es palpable. Comienza una nueva etapa. Donde Lautaro Martínez, Rodrigo De Paul, Marcos Acuña, Leandro Paredes y Juan Foyth ya son protagonistas. Donde Lionel Messi y Sergio Aguero se ganaron su redención. Donde el 4-3-3 con variantes de nuestro fútbol se hizo presente nuevamente. Un fútbol menos europeo y más criollo. Lejos de los fuegos artificiales. Una Selección Argentina terrenal.
(*) Conductor de Abrí la Cancha. Colectivo de Dirección de Radio Gráfica.
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