Es filósofo, docente y ensayista. Hace algunas semanas publicó El temblor de las ideas. Buscar una salida donde no la hay (2025) de Editorial Ariel, en donde ofrece un modelo explicativo para comprender el ascenso de un gobierno de extrema derecha en Argentina. Además, en base a reflexionar sobre la literatura de Franz Kafka, el autor, quien escribe intensamente en el portal Lobo Suelto, ofrece algunas claves para que el cuerpo “subalterno” recupere el afecto “entusiasmo”, una condición que considera vital para reemprender el proyecto de emancipación nacional y social.
Ariel Weinman: Tenemos entre manos una herramienta extraordinaria como es este libro, El temblor de las ideas. Buscar una salida donde no la hay (2025, Editorial Ariel). Me parece que en él mirás a la contemporaneidad de frente. Este libro es una “máquina”, en el mejor sentido del concepto, de fabricar ideas, de elaborar conceptualizaciones acerca del tiempo presente, sobre las experiencias de lo que pasa y de lo que nos pasa. Comenzaría diciendo que El temblor… relaciona distintos registros de lectura: por un lado, la dimensión ensayística, donde Sztulwark expone los focos que va a utilizar para analizar el fenómeno del ascenso de la extrema derecha en la Argentina; por otro lado, dialoga a través de otro enunciador en lo que Diego nombra como “un diario político de la perplejidad” que elaboró desde septiembre de 2022 hasta marzo de 2025. Leo: 1° de marzo de 2024. Se lo subestima a Milei. La misma ridícula certeza con que se dijo que no podía ganar elecciones sin partido, sirvió para afirmar luego que no podría gobernar sin parlamento. Ahora se dice que no llega a los tres meses, que no pasa marzo. Me pregunto: ¿están los dueños de la certeza dispuestos a revisar su propio tono cada vez que la realidad desmiente sus erróneos vaticinios? Qué decir Diego sobre esto…
Diego Sztulwark: Bueno, quizás esa manera de escribir tiene que ver con el hecho del impacto que recibí de joven cuando leí por primera vez un artículo del año 1966, creo, de León Rozitchner (1924-2011), el filósofo argentino, que se llama “La izquierda sin sujeto”, que fue publicado entonces en la revista La Rosa Blindada[1]. Ahí ya Rozitchner se quejaba de la manera de tener certezas que tiene la izquierda. Luego, en otro artículo, a la vuelta del exilio en Venezuela durante la última dictadura (1976-1983), años 83, 84, en otro artículo, “El espejo tan temido”[2], él se preguntaba lo mismo, es decir, “cuando las derrotas políticas sucesivas, cuando las estrategias en las que se confía ciegamente no funcionan, ¿se trata simplemente de cambiar de discurso? ¿O se trata de revisar también la manera de apoyarse en ciertos sistemas de certezas?” Bueno, Rozitchner creía que esto segundo era lo importante. Y espero, que cuando yo escribo estas cosas, estar en un diálogo profundo con Rozitchner. Vale decir, hay un problema en nuestros modos de ser de los nacional-populares, de ser de las izquierdas, de ser, digamos, de los que nos reclamamos que queremos transformar la realidad, hay un problema de eficacias muy ostensible, muy notable: si cada vez que sentimos que estamos transformando la realidad vale la pena de preguntarse si realmente lo estamos haciendo. Cuando decimos que “nos estamos enfrentando a un enemigo mortífero”, como es el que enfrentamos, cabe mucho la pregunta, ¿qué pasa con nuestras faltas de eficacia discursivas, organizativas? Es un intento doloroso de honestidad brutal, que creo que trato de aprender de alguien como León Rozitchner, que, tanto en la Guerra de Malvinas, como respecto a una cantidad de situaciones en el país, se planteó desde un lugar, de una cierta “disidencia”, pero no una disidencia respecto de los ideales de transformación, sino ocupando un cierto lugar incómodo que consiste en decir, esto que un poco estoy queriendo decir, “no están siendo eficaces nuestras certezas y nuestras predicciones”. Y eso debería volver sobre todos nosotros no como algo que desmoraliza, ¿no?, sino como una pregunta práctica: revisemos, reorganicemos y avancemos. Sería algo así.
AW: En tu pensamiento hay dos acontecimientos que adquieren una enorme relevancia política, que son acontecimientos porque transformaron, reconfiguraron modos de estar en la Argentina, y además, fueron imprevisibles: uno, es la rebelión popular de 19 y 20 de diciembre de 2001, que vos pensás como una “revolución frustrada”, el otro acontecimiento, el 1° de septiembre de 2022, que fue el intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner que, desde tu perspectiva, tuvo el carácter de una revelación.
DS: Sobre el 2001 muy breve. Yo creo que se puede decir así: 2001 fue una revolución, en el sentido de llamar “revolución” a los momentos donde el mundo popular no se resigna y no se acomoda a las formas del mando del capital, sino que se rebela. Con esa idea de “revolución”, ahí hubo una rebelión, llamémosle como queramos; luego si por éxito de una revolución entendemos que hay un cambio de régimen político y pasa a haber un gobierno revolucionario, que es capaz de organizar las instituciones en un sentido socialista o comunista, bueno, eso no lo hubo en la Argentina. No lo hubo. Hubo grupos que lo pudieron haberlo querido, pero no fue lo que ocurrió ni estaba en la lógica de los hechos. Ahora, que haya habido esa rebelión, para mí es un dato central de nuestra historia. me paso al segundo acontecimiento que nombrás, que es el fallido intento de Fernando Sabag Montiel de asesinar a Cristina Fernández de Kirchner, cuando Cristina era Vicepresidenta. En tanto que el atentado fue fallido, uno podría cuestionar que allí haya habido un acontecimiento, ¿no? Uno podría decir, un acontecimiento bien oscuro hubiera sido que el disparo hubiera sido efectivo. Lo que me dejó pensando es más bien un pseudo-acontecimiento, un casi acontecimiento, que es lo que efectivamente dejó ver esa escena, ya no de asesinato. Esta escena, en el sentido de que el revólver empuñado por Sabag Montiel estuvo a centímetros de la cabeza de Cristina Fernández de Kirchner y digamos como afirma María Pía López, en un artículo que salió publicado cuando se cumplió un año de ese intento, “no fue el movimiento popular quien evitó el asesinato, sino el azar”[3]. El hecho de que no hubo un asesinato, pero sí hubo una imagen que recorrió cientos de miles o millones de pantallas una y otra vez, el hechizo que produjo el hecho de la enorme fragilidad que mostraba en un momento un movimiento militante que se anunciaba como “teniendo la fuerza de castigar severamente a quien tocara a Cristina”.
Yo estuve como muchísimas personas el 2 de septiembre, en la marcha que se hizo inmediatamente después del intento de atentado y a partir de ahí, como muchos, fuimos sintiendo que no teníamos esa capacidad de armar enorme “quilombo” por el hecho de la hubieran tocado a Cristina. Y pienso que ahí se develan una serie de hilos explicativos de lo que fue, unos meses después, el arribo sin dificultades ((a la presidencia de la nación)) del llamado “outsider” Javier Milei. Quiero decir con esto, que me parece que el grupo de “los copitos” es parte integral de la estrategia de la llegada al poder de Milei, que son parte de una misma socialidad si no de una misma organización, y que lo que hizo Sabag Montiel fue como “cuando un mecánico mide el aceite del auto”, se introdujo en el corazón de la militancia kirchnerista y envió un mensaje respecto de que ese “ejército”, esos “soldados”, esas personas dispuestas al combate, en realidad no poseían la fuerza que decían que tenían y que el camino a la Casa Rosada estaba bastante liberado, porque lo que había ocurrido previamente –este es el punto que me interesa a mí- es que se habían desvinculado las formas de violencia sufridas por lo que podemos llamar “el mundo popular” y las formas de violencia que la ultraderecha empezaba a poner en juego en lo que podemos llamar “la vida política”. Esas dos violencias se habían desvinculado, de manera tal que una parte del mundo popular no sintió como propio lo que sufrió Cristina, ese atentado fallido, ni se movió con la contundencia que se hubiera esperado que se mueva por esa misma razón. A partir de ese momento, a partir de 2022, se devela el hecho de que el mundo popular organizado ya no encontraba en la política del llamado “gobierno progresista” un instrumento para socializar el poder de decisión ni la riqueza. Se volvió bastante evidente que había una fractura en la que, por un lado, estaba el discurso de la militancia popular y, por el otro lado, estaba la realidad de los territorios. En esa fractura, yo creo, se nos coló la extrema derecha. Y me parece que, desde entonces, ahora con la prisión, la condena ilegítima a la que quedó sometida Cristina hace unas pocas semanas, estamos viviendo una especie de escena de repetición respecto de esa del 1° de septiembre de 2022. Una suerte de dramatización de la que todos participamos, evocando la militancia popular, evocando una fuerza social, evocando una resistencia y, al mismo tiempo, una suerte de fractura o separación respecto de la fuerza popular que, o no va a votar o cuando vota, vota también de la ultraderecha, una gran desmoralización o una gran desorganización, que creo yo que hace años tenemos por pendiente reevaluar.
AW: Muy vinculado a esto que estás planteando, señalás en el libro que estamos en medio de una “lucha de afectos”. Desde tu visión, hay en el cuerpo de las clases “subalternas” una disputa que lo atraviesa entre el “entusiasmo”, que estaría en retroceso, y la “esperanza” entendida como espera que las cosas cambien, pero en una contienda que estaría al margen de nuestra acción. ¿Cómo estás viendo esta falta de deseo de estar juntos y juntas? Isabelle Stengers sostiene que el capitalismo en esta fase histórica no sólo ha profundizado la explotación y los procesos de extracción de valor, sino también la escena de cuerpos que respiran en común.
DS: Bueno, sí, me parece que es una buena introducción. En algunas páginas del libro, yo me dediqué a identificar tres autores muy distintos entre sí, como son Nicolás Maquiavelo (1469-1527), Immanuel Kant (1724-1804) y John William Cooke (1919-1968). Tres momentos distintos, vamos a decirlo así, del pensamiento y de la ubicación histórica y geográfica en Occidente, pero en los tres casos identifican un afecto, los tres lo llaman igual, “entusiasmo”, y los tres lo ligan a la idea de la revolución o el gobierno democrático el momento en que las multitudes absorben el aparato del estado de una forma política sin separación. Es muy interesante esta reiteración. Para Cooke, por ejemplo, el fundador o el líder del peronismo revolucionario, la idea del “entusiasmo” es un orientador cognitivo de masas, es decir, cuando las masas se entusiasman con algo es porque han identificado una manera de atravesar un obstáculo que procesos históricos previos no habían logrado atravesar. Cooke le decía a Perón, “mire, la Revolución Cubana logró atravesar el problema que tuvimos nosotros, los peronistas. Realmente destruyeron el ejército y crearon otro, Ese fue nuestro límite, por eso, las masas peronistas y latinoamericanas se entusiasman con la Revolución Cubana”. Un ejemplo del funcionamiento de este afecto del “entusiasmo”. Nosotros, creo, que estamos en las antípodas de eso, y en esas antípodas me parece que se plantea un tema, que hoy es un tema generalizado de debate, ¿no?, que es en torno a la palabra “fascismo”. Creo que todas las personas que están más o menos obsesionadas, como yo, por lo que está sucediendo con las ultraderechas saben, hay quienes dicen que no se puede utilizar esa palabra por dos razones: en primer lugar, porque el modelo que esa palabra invoca es el modelo de la Italia de los años 20 y 30 o de Alemania del 30, el fascismo italiano, la Marcha sobre Roma, las “escuadras”, o bien el nacional-socialismo, los nazis alemanes. Como no se está dando una situación ni de cerca comparable a esas realidades, esto no es fascismo. La segunda razón por la que se dice que esto no es fascismo, lo que está ocurriendo hoy, es que, si hubiera fascismo, así se razona, entonces, debería oponerse al fascismo una estrategia de unidad amplia contra el fascismo, y eso se lo ve como una nueva subordinación de las corrientes radicalizadas a formas muy mediocres del liberalismo. Entonces, por eso no se podría usar fascismo. Y creo que tienen razón, lo que pasa, me parece, que de todas maneras lo que está en juego si usamos la palabra “fascismo”, yo creo que de alguna manera esa palabra tiene que ser usada, sea como “fascismo cosplay”, como “fascismo 2.0”, como “fascismo del siglo XXI”, como “neofascismo”, pero es una palabra que evoca una responsabilidad moral y una urgencia, y yo creo que el lenguaje político debe contar con esos componentes. Pero, por otro lado, porque el fascismo podría no ser pensado con el modelo de los años 20, 30 y 40 europeos, podríamos pesar que aquellos, esos fascismos y nazismos fueron una manera de presentarse en la historia de un fenómeno que se repite a lo largo de la humanidad. Además, podríamos decir que mientras haya capitalismo será siempre una variante disponible que se concreta con formas muy diversas, según que sea en Europa o en América Latina, según que sea el siglo XX o el siglo XXI, según las coyunturas, es una tendencia, una deriva siempre posible, que se define por el hecho de que el capital concentrado se dispone a aniquilar formas colectivas de existencia con mayor o menor violencia. Entonces, si uno toma una definición tan general como la que yo estoy tomando, podríamos abarcar ahí desde la última dictadura militar argentina a lo que hoy hace el gobierno de Israel en Palestina, a las formas de odio a los migrantes, a los nazismos históricos, a las deportaciones norteamericanas que plantea Trump, etc., etc. Si lo planteamos así, yo creo que se poder decir, estamos afrontando hoy en Occidente y no sólo en Occidente, también en la India y en otros lugares, formas de un odio extremo a la potencia colectiva y una estrategia de desorganización de la potencia colectiva. Y en el centro de esa potencia de desorganización de la capacidad popular de plantear colectivamente cuáles son sus problemas y, consiguientemente, de resolverlos, está un oscurecimiento de las percepciones. Esta sensación que muchos o todos tenemos respecto de que no entendemos lo que está ocurriendo, que no podemos entender cómo está pasando lo que está pasando, que no podemos entender por qué nuestro lenguaje de golpe quedó desacoplado o quedó ineficaz, o que nuestras sensaciones son más bien de caos e impotencia. O que cuando hacemos manifestaciones, incluso enormes como fue la movilización que se organizó en abril de 2024en defensa de la universidad pública no produce efectos. Es decir, como si hubiera un desacople entre nuestras maneras de percepción y acción de antaño con las actuales. Este desacople y este oscurecimiento de las percepciones está políticamente organizado y tiene como principal eficacia un aumento de la capacidad de ajuste económico, de tolerancia al ajuste, si se quiere una forma global de explotación social, de traslado de recursos desde abajo hacia arriba y disciplinamiento social. Creo que ahí estamos. Y que lo que nos estamos preguntando es cuáles son las formas de resistencia y de recreación de proyectos de que somos capaces.
AW: Esto que estás explicando está vinculado a algunos síntomas de los cuales das testimonio en El temblor de las ideas, de una experiencia que tuviste en diciembre de 2022, en una asamblea de un movimiento popular en el tercer cordón del Conurbano bonaerense.
DS: Bueno, es clave para mí en la escritura del libro esa experiencia. Una organización social de la zona Sur del Conurbano que efectivamente conozco desde hace muchos años y con quienes en algún momento hemos tenido relaciones más intensas. Cada tanto me invitan y voy y conversamos. Ahí, el 8 de diciembre de 2022, yo preguntaba por el intento de Sabag Montiel de asesinar a Cristina, y lo que se pensaba en ese barrio, donde había personas de intensa experiencia de movilización social, es que esa realidad les quedaba muy lejos. Que las violencias cotidianas que sufrían y sentían estaban muy distantes de aquello de que hablaban los medios, que el discurso político habitual de la militancia no les servía a estas personas para resolver problemas centrales de violencia doméstica, incluso de conflictos con las propias organizaciones sociales, con el manejo de los planes. Es decir, que el cotidiano de crueldad a las que estas personas estaban sometidas eran parte de un bloqueo político al cual las militancias progresistas convencionales, el discurso que se organizaba para la disputa electoral no le decía nada. A mí me impresionó mucho, hacía mucho que no tenía una conversación con estas compañeras y estos compañeros, y me impactó mucho ese desacople de dos niveles que te vengo contando y ahí terminé de comprender. Pero, además, tuve la impresión de que a partir de ese momento se configuraba una situación de entrampamiento del lenguaje que lo puedo describir de esta manera: el mundo de las militancias progresistas alarmadas por la posibilidad de que la ultraderecha triunfara en las elecciones o creciera empieza a afirmar un conjunto de enunciados que no tienen correlato: Por ejemplo: “con la militancia se transforma la realidad”, bien, pero donde había organización social se estaba experimentando que con la militancia no se estaba pudiendo ni defender ingresos ni poder aumentar el poder colectivo, sino todo lo contrario. Había una especie de desmoralización. Este desacople me parece muy importante porque los malestares populares, ya no hablemos en las militancias, en general, de un gobierno llamado “progresista” bajo el mando del cual había más bien una baja de ingresos, segregaba un malestar que las militancias no estaban en condiciones de tratar. En cambio, la ultraderecha estaba en perfectas condiciones para escenificar ese malestar. Entonces, el lenguaje desinhibido, el lenguaje agresivo, el lenguaje violento o el lenguaje racista se puso a disposición de un malestar que no podía ser elaborado por las vías del discurso nacional-popular de izquierda. Y me parece, que…eso es lo que vi ese 8 de diciembre y es lo que también en el plano personal me llevó a encerrarme a leer a Kafka, al autor de la trampa, del entrampamiento, de los discursos que no están cerca de lo que ocurre, de esa necesidad que tenemos de estar muy cerca de lo que ocurre- Y no solamente de lo que ocurre en uno u otro barrio, en una u otra clase social, también de lo que nos ocurre individualmente. Kafka llevaba un diario en el que le iba poniendo palabras a cada cosa que ocurría. Y ese arte de discriminar cuáles son los afectos que nos conquistan, cuáles son los afectos con los que queremos resistir, a eso que nos coloniza, cuál es el papel que tiene ahí la dimensión de “lo virtual”, qué pasó con la pandemia, qué pasa cuando la precarización social y del trabajo va reconfigurando los afectos de una sociedad, si no los vamos escribiendo, si no les vamos poniendo las palabras, si no los vamos discriminando, si no los vamos distinguiendo, tampoco podemos después convertirlo en lenguaje público. Entonces, lo que me pasó0 en esa asamblea fue esto que te digo y el único recurso que tuve a mano fue sumergirme en la literatura de la trampa y en los héroes de Kafka que justamente saben que no hay salida, pero aun así no se quiebran, no desisten, no se resignan, no aceptan, ¡buscan! Buscan una salida donde no la hay.
AW: El temblor de las ideas tiene un vínculo muy fuerte con el arte, con la literatura, con la de Kafka en primer lugar, y esos personajes literarios se transforman en personajes conceptuales. Son esos personajes que ayudan a preguntarse por el “entusiasmo”. Qué pasa con este afecto que ha sido la condición de posibilidad para pensar y actuar juntos. Pareciera que el “entusiasmo” lo ha sabido captar mucho mejor la extrema derecha que nuestro propio campo, pareciera que en la dicotomía “civilización y barbarie” pasamos a consagrar las formas civilizadas y de “corrección” de la vida política y cedimos las formas “bárbaras” y de desenfado a las expresiones de la clase dominante.
DS: Si entiendo la cuestión, sería el problema de que haya sido una fracción de la ultraderecha la que haya sabido movilizar afectos de disconformidad y de descontento para orientarlas hacia una revolución sin revolución, a una especie de enorme rebeldía sin rebeldía, en el sentido de que lo único que esa rebelión aspira a ser es aceptar que no hay más realidad que esta. Y lo único que se puede hacer es sincerar al máximo las formas de mando del capitalismo con todas sus formas neofascistas de clasismo, sexismo, nacionalismo reaccionario, etc. En ese sentido, pareciera ser que los que siempre creímos que los que íbamos a ser los críticos más despiadados de la democracia capitalista o burguesa o liberal hemos quedado azorados y defendiendo eso que nos imaginábamos que íbamos a ser sus críticos y sus superadores. Es decir, el papel de la crítica parece haber quedado del lado de los reaccionarios, y de las izquierdas, nacionalismos populares y progresismos sólo quedaría la defensa, la defensa de la cultura, la defensa del salario, la defensa de las instituciones democráticas, lo cual no hace más que condenarnos a una impotencia muy severa, porque esos salarios ya estaban bajos, porque los gobiernos que hemos votado lo han bajado, porque la cultura ya estaba destruida, porque los gobiernos que hemos votado ayudaron a destruirla y porque en general lo que estamos defendiendo como democracia es tan insatisfactorio que no puede más que producir momentos como este, o como el 2001 o como el mileísmo. Entonces, ¿estamos en condiciones todavía de ser sujetos que creemos que hay otra posibilidad política, civilizatoria, cultural, otros afectos, otras relaciones sociales, otras formas de acción colectiva? Yo creo que acá se divide un poco el asunto en dos grandes escenarios que se vienen planteando: uno de ellos lo plantea Franco “Bifo” Berardi desde Italia; él dice que ha habido un fracaso de las izquierdas marxistas, de los nacional-populismos, de los liberalismos democráticos, que ese fracaso está siendo expuesto frente a una ola nazi global, y que frente a eso lo que está ocurriendo es una enorme “deserción” que las personas van teniendo respecto de la reproducción, respecto de su deseo de participar del trabajo y de la política. Es decir, a diferencia del siglo XX, no se canalizan los descontentos con el presente a través de formas políticas, a través de un deseo de otra vida ni de apoyar proyectos laborales, etc. Que hay una “deserción”, y que entonces esa “deserción” acompaña una especie de momento brutal, en donde el Occidente “blanco” no solamente está muriendo en su propia impotencia, sino que muere destruyendo, muere asesinando, muere matando. Prototípicamente, Netanyahu en Gaza. Hay otro escenario, que es el que plantea, por ejemplo, Álvaro García Linera, que fue vicepresidente en el Estado Plurinacional de Bolivia (2006-2019) de Evo Morales, un intelectual reconocido desde América Latina o Enzo Traverso que es un importante historiador actual. Ellos lo que dicen es más bien que estamos en una especie de interregno, que se corresponde con el hecho de que hay una cierta forma del capitalismo globalizado que llegó a su límite y está fracturado, un mercado mundial que está fracturado, que hay disputas por modelos, China, Europa, Trump, en fin, y que este interregno durará un tiempo y después de este tiempo de transición se consolidarán otras formas de capitalismo u otras formas de sociedad mucho menos desestabilizadas, mucho menos plegadas de incertidumbres y darán lugar a un nuevo momento de luchas sociales y políticas en un tiempo. Quiere decir que el escenario está abierto. Escenario cerrado, “Bifo”, escenario abierto, esta última idea. Al respecto, hacer un comentario muy interesante este historiador que acabo de citar, Enzo Traverso. Él dice así: “la ultraderecha nos está sacando el lenguaje, está monopolizando la capacidad de hablar de los temas”. Es decir, qué es el estado, qué es la revolución, qué es la libertad, qué es la igualdad, está vaciando, explotando y reapropiándose de un lenguaje, que lo despoja de historicidad y lo usa a sus fines. Hoy tenemos el genocidio en Gaza. El genocidio en Gaza no es solamente una cosa que humanísticamente uno denuncia, pero que queda lejos. Según Traverso, y yo estoy de acuerdo, el genocidio en Gaza es un lugar donde se pone a prueba todo el lenguaje y el legado humanístico y democrático-popular revolucionario que hemos sabido acumular. Si la ultraderecha se apropia de los nombres que surgen de ese genocidio, qué se entiende por Occidente, qué se entiende por democracia, cuándo es válido matar y cómo, qué pasa con los territorios, los “derechos” a producir masacres universales sin que haya ningún tipo de límites, o bien “Bifo” tiene razón, o bien al nuevo escenario al que vamos es un escenario en el que entramos sin lenguaje, totalmente derrotados, o bien estamos en condiciones de dar la disputa por el lenguaje ante el horror y la masacre actual, de manera que de haber un nuevo ciclo político entremos en él con autoridad, con legitimidad, con un lenguaje propio con capacidad de reabrir escenarios democráticos y populares. Yo creo que nada más ni nada menos que esto es lo que están en juego.
AW: Y está en disputa ¿no? Lo que vemos es que está creciendo la solidaridad con el pueblo palestino, crece, pero no con la capacidad para poder interceder y desarmar el genocidio en curso. También es un síntoma preocupante el silencio de muchas organizaciones peronistas sobre este tema. No es buen síntoma, con el pueblo palestino nos emparenta una historia común; la historia del colonialismo articula a palestinos y nuestroamericanos. Fue eso que recuperó Rodolfo Walsh en las “Siete crónicas sobre Palestina” publicadas en el año 1974 en el diario Noticias.
Diego muchísimas gracias por la charla, por ponerle el cuerpo, la voz al mediodía de Radio Gráfica. No encuentro las palabras para valorar El temblor de las ideas. Es una herramienta de lucha, quizás sean los Apuntes para la militancia en esta tercera década del siglo XXI. Vas a estar presentando El temblor…
DS: Voy a estar presentando el libro en Ciudad de Buenos Aires, el jueves 31 de julio a las 19,30 horas, en el Circuito Cultural JJ, Jean Jaurés 347. Van a participar los compañeros del Centro Cultural, va a estar Liliana Herrero, cantante y filosofa, y va a estar también Julián Axat, poeta, abogado y activista, que fue parte de HIJOS- La Plata, van a haber muchos amigos. Luego, hay una serie de presentaciones que se están organizando en Rosario, en La Plata, en Mar del Plata, y les voy diciendo a las amigas y los amigos que les interesa el libro que con la única condición de que por lo menos haya alguien presente que haya leído el libro, estoy totalmente dispuesto a recorrer lo que haya que recorrer para estar en todos los lugares donde haya ganas de conversar sobre la lectura. Porque El temblor de las ideas es un correlato del temblor de los cuerpos, y lo que yo pienso es que, si hay temblor, hay capacidad de pensar. Ojalá esto se pudiera inscribir en los textos de los 60 de John William Cooke que leí de joven con muchísima admiración. Son modelos que a uno lo vuelven pequeño en la comparación, pero en los que se inspira.
AW: Vamos a estar en la presentación. Muchísimas gracias.
[1] Revista que expresaba el pensamiento de la Nueva Izquierda publicada en Buenos Aires entre los años 1964 y 1966, con la dirección de Carlos Alberto Brocato y José Luis Mangieri. Ver La Rosa Blindada, Año I, N° 3. Disponible en: https://eltopoblindado.com/wp-content/uploads/2017/02/Rosa-Blindada-3.pdf
[2] Artículo publicado originalmente en la revista Crisis, 2° Época, N° 41, año 1986, bajo la dirección de Federico Vogelius y Vicente Zito Lema. Disponible en: file:///F:/Downloads/Crisis-41.pdf
[3] “La bala que no le pegó a Cristina se incrustó en el pueblo”, por María Pía López, publicado en Página/12 el 1° de septiembre de 2023. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/583546-la-bala-que-no-le-pego-a-cristina-se-incrusto-en-el-pueblo














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