Por Nehuén Gusmerotti *
“Es muy triste negar de dónde vienes, lo importante es a dónde vas” cantaba Javier Martínez hace más de cincuenta años en lo que fue una declaración de principios. Su obra tuvo mucho que ver con eso. En un ámbito local en que los grupos más parecidos al rock cantaban en inglés y versionaban a los Beatles, fue parte de un grupo de locos que pensaron que había que cantar en español. “En realidad tenían miedo de dar ese paso. Yo, en cambio, lo necesitaba como medio de expresión”, reflexionó algún tiempo después el icónico batero argentino. Martínez pondría así una de las piedras fundacionales de nuestro rock, la primera de varias que le garantizan un lugar en la mesa chica de los grandes músicos criollos. Falleció el pasado 4 de mayo.
Recorrer la carrera de Javier Martínez no es algo sencillo. El baterista y percusionista tiene como medalla dorada la fundación de Manal. El trío de blues argento por excelencia fue pionero en cantar en español y romper el mito de que el género no se adaptaba a nuestro idioma. Pero esto no es todo lo que marca el aporte del temperamental músico a la cultura nacional. Recorramos algunas paradas, a sabiendas de que otras nos quedarán incompletas.
De chico Martínez estuvo en contacto con los parches y la percusión. De padre uruguayo, la influencia de los tambores africanos llegaba a sus oídos en cada asado de la familia en la que se le encargaba hacer las bases con un tamboril. Apenas contaba 5 o 6 años para ese entonces, pero fue a los 8 cuando quedó obnubilado por un tal Gene Krupa (quizás el más increíble baterista que ha dado la historia del jazz). El pequeño Javier vio a Krupa en The Glenn Miller Story y su amor por el instrumento quedó sellado.
Hubo vida antes de Manal. Javier fue parte de Los Secuaces, grupo que tuvo un gran desempeño en el Festival de los Desconocidos. Martínez logró junto a la banda de covers en inglés alcanzar el segundo lugar en el certamen que se realizó en 1964 en el Luna Park. Con poco menos de veinte años comenzó a patear las calles porteñas y en La Cueva se unió a la bohemia de jóvenes que pensaban diferente a la media de la época y buscaban, a través de su música, invitar a la gente a pensar y reflexionar sobre su propia existencia. Estos años dejaron un gran aporte al archivo del génesis rockero nacional: “Rebelde” junto a Los Beatniks, donde Javier Martínez es el encargado de la batería.
Fue en esa misma melange bohemia que Martínez conoció a uno de sus mejores socios, Claudio Gabis. La historia conocida decanta en Manal, que sumaría en el bajo a Alejandro Medina como tercer integrante. “Todos me decían que no se podía cantar en español porque el idioma sonaba mal y carecía de swing”, contó Martínez años después sobre los tiempos en que encarnaba este proyecto de identidad propia para la música de rock argentina. El aporte de Manal a la conformación de lo que conocemos como rock nacional o rock argentino fue crucial. Desde el sonido, desde la recuperación de valores propios como el tango o la literatura de Roberto Arlt o Ingenieros. Solo necesitaron dos discos, un puñado de sencillos y menos de un lustro para inmortalizarse en la historia grande de nuestra música.
En su obra se cuentan “Avellaneda Blues”, un relato descarnado de la ciudad portuaria argentina, “Porque hoy Nací”, una obra filosófica introspectiva alucinante, “Jugo de Tomate Frío”, clásico nacional por excelencia, “Avenida Rivadavia”, otro relato visual y cuasi documental de la génesis del rock criollo, y así una pieza musical mejor que la anterior.
Como pasó a casi todas esas formaciones pioneras de los setenta, la duración de Manal fue breve. Siguió los pasos de Almendra, Vox Dei o Los Gatos y a poco de lanzar su segundo disco comenzaron las tensiones y el trío se disolvió. En este contexto Javier Martínez se sumó a La Pesada del Rock and Roll, de Billy Bond, componiendo uno de sus temas más emblemáticos, “Salgan al Sol”, cargada de la irreverencia y furibunda interpretación que caracterizó al baterista. Poco tiempo después y tras algunas grabaciones más, el ex Manal se iría a España durante algunos años, en donde participó de Esqueixada Sniff, un interesante ensamble de jazz, flamenco y blues.
Manal tendría tiempo de más y el trío volvió a juntarse en los 80´. Ese breve reencuentro dejó una serie de shows históricos en Obras, una gira por el interior y un disco, “Reunión”, con algunas piezas reconocidas y la magia intacta del grupo. Las tensiones nuevamente hicieron que no perdure. Luego de esta segunda etapa Martínez comenzó a trabajar como solista, carrera que dejó una buena serie de discos, cinco en total, repartidos en casi cuarenta años.
En sus primeros años de su segundo viaje a Europa, Martínez se adjudicó un record impresionante. Fue en 1985, en Toulon, Francia. El baterista estuvo 41 horas y media tocando la batería, con pequeños intervalos de no más de cinco minutos para comer o ir al baño. Durante esas horas improvisaba junto a diferentes músicos que iban sumándose y abandonando la proeza. Javier recordó de aquella historia que fueron los músicos de jazz los más duraderos sobre el escenario. El propio Martínez rompería su propio record en 1998, alcanzando las 48 horas.
Regresó definitivamente a Argentina en 1987. Tras el regreso comenzó a tocar los temas de Manal con el nombre Manal-Javi. Luego con la Javier Martínez Blues Band lanzó “Corrientes” un disco excelente con participaciones de Pappo, Willy Crook, Pino Callejas o el “Negro” García López.
Pero Manal todavía tenía algunas vidas más y en 2014 el trío se reunió en un ultra exclusivo show organizado por Jorge Rodríguez en el club Red House. Poco más de una hora, un público de músicos y amigos cercanos, los clásicos reversionados y con la fuerza de siempre, Manal volvía a tocar. Los músicos volvieron a juntarse en 2016 en Vorterix, también en un show exclusivo, pero cuando todo indicaba que el Gran Rex iba finalmente a tener a los manales sobre un escenario para el público local (paradójicamente un 4 de mayo, pero de 2017) el show se suspendió “por cuestiones de agenda”. Nunca se reprogramó.
Martínez editó su última obra en 2021, “Darse Cuenta”, junto a Pino Callejas, con su tempo jazzero intacto y la esencia de ese blues criollo que él mismo creó. Hace algunos días supimos a través de su hermana Dora que estaba en un delicado estado de salud. El baterista se encontraba internado en el Instituto Médico de Alta Complejidad (IMAC) tras un cuadro agravado de una caída doméstica. El sábado por la tarde partió, mismo día, años después, que Rodolfo García, otro de los grandes bateristas de nuestro suelo.
Javier Martínez es más que un prócer de la música nacional. A través de su propia búsqueda fue definido nuestro rock. Su identidad, su irreverencia, su esencia forjada en las calles de madrugada del centro porteño o las contemplaciones del puerto y sus claroscuros. Martínez fue uno de los primeros en darle vida a algo propio, amalgama de tambores africanos, blues aguardentoso y letras arltescas. Su obra es inmedible, su aporte invaluable. Como tantos pioneros de nuestro rock, no tuvo en vida el reconocimiento que merecía. Incluso en eso, Javier Martínez fue claro y tajante: “Maldigo totalmente a los que van a darme bola después de que me muera”.
(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (Lunes a viernes de 20 a 21 horas)
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