Por Carlos Aira
Luego de un breve impasse, retomamos el contacto dominical de las Apiladas Deportivas. Este encuentro semanal del programa con ustedes, lectores y oyentes. Esta semana, el eje es único. Hay cosas demasiado graves como para andar mirando para el costado. Las apuestas deportivas están desvirtuando, no solo las competencias, también la profesión del periodismo. Con enorme lucidez, años atrás el Padre Pepe Di Paola señaló que la apertura gubernamental a las apuestas deportivas on-line era “abrir un casino en cada casa“; el dirigente deportivo Víctor Lupo, con notable lucidez, viene señalando la problemática de las apuestas desde hace muchos años. Nosotros señalamos desde Abrí la Cancha que nuestro fútbol – y el medio en general – abría una Caja de Pandora de imposible dimensión.
Uno no tiene alma de profeta y es dueño de la bola de cristal. Tan solo conocemos el paño. Hoy, estamos hasta el cuello con un problema que pocos quieren tratar.
El mundo del deporte rentado está inmerso en la dinámica del entretenimiento y el espectáculo. Estos grandes espectáculos se alimentan con millones de dólares/euros que son parte de un torta económica cada vez más grande. Dinero del cual muchas veces, los propios protagonistas, no pudieron explicar su procedencia. ¿Por cual razón? Sencillo: es dinero del sistema financiero global; y gran parte de este dinero que permite contratos estelares surge del sistema de apuestas deportivas, que a su vez es el principal sponsor de las cadenas o plataformas dueñas de la retransmisión de eventos deportivos.
¿Qué complicado parece todo? Pero créanme que no. Es más sencillo de lo que parece. El dinero nunca está constante y sonante. No existen transferencias con un maletín lleno de dólares. Hay flujos de dinero financiero que se va moviendo. Flujos que parten de tarjetas de crédito/débito, de allí pasan a una central de apuestas y luego, en parte, a las cadenas de comunicación, para qué, en una ínfima parte, lleguen a las instituciones deportivas y los deportistas, principales protagonistas de este espectáculo, pero a su vez, los peores pagos en este negocio infernal.
¿Y el periodismo, a todo esto? En verdad son muy pocas voces las que se animan a expresar una realidad. La censura está impuesta. Semanas atrás, Juan Pablo Varsky fue invitado al Método Rebord. En una larga entrevista, la cabeza de DSports (Grupo Werthein) expresó: “para mi no existe deshonra en aceptar los límites. Creo que es valentía. Hay temas que no se tocan porque para que el sistema funcione, hay temas que no se deben tocar. El sistema pone límites”.
Más claro, echarle agua. El periodismo contratado por las grandes empresas del entretenimiento y espectáculo deportivo son conscientes del límite que imponen los principales sponsors. Existe otro escalafón de periodismo, con miles de seguidores en sus redes sociales – que acepta las dádivas del mundo de las apuestas. Con la mordaza de la guita impuesta, imposible narrar los problemas generados por el sistema de apuestas (da igual el rótulo de legales o ilegales).
Las apuestas generan ludopatía, rompen familias y corrompen las estructuras del deporte profesional. Esto está comprobado. Por esta razón, en silencio, varios países (Reino Unido y Países Bajos, por ejemplo) van restringiendo las apuestas deportivas.
¿Cuánto se habló en los grandes medios del escándalo que está sucediendo en Brasil? En estos últimos días, la justicia paulista imputó a 15 jugadores de Primera División por amañar partidos en una investigación puede hacer estallar al fútbol brasileño. Detrás de todo esto, una red de apostadores que ofrecía excelente dinero a cambio que los protagonistas realizaran acciones de juego – beneficiosas a sus apuestas – e intrascendentes en el juego, como laterales, tarjetas amarillas o córners.
El color del dinero, gran película con Paul Newman y Tom Cruise. El mismo está tallando en Brasil. El escándalo llegó al Congreso y no son pocos los diputados que pretenden mantener el sistema de apuestas a cambio de aumentar los impuestos que pagan las grandes casas del juego.
Los deportistas sobornados son los daños colaterales de un gran negocio.
En Argentina tenemos el caso de El Porvenir, denuncia realizada por los propios dirigentes del club de Gerli. Hay cientos de sospechas, hasta jugadores que han realizado descargos a través de sus redes sociales. Por ahora, no hay conocimiento público de otro caso de amaño en partidos de fútbol debido al sistema de apuestas. Los dirigentes de los clubes de categorías más bajas del ascenso tienen la guardia alta, pero saben también, que dentro de AFA es un tema que se habla puertas adentro.
Días atrás, en el partido Gimnasia-Lanús, el arquero Lucas Acosta cometió un error garrafal que terminó con la victoria tripera sobre la hora. Un error muy tonto que ya había cometido, en un partido de pretemporada, ante Argentinos Juniors. En la cuenta de twitter de un tal Lucas Acosta llegaron cientos de amenazas, en los más variados idiomas. ¿Hinchas de Lanús enfurecidos? No, apostadores globales que perdieron su tajada y creyeron una agachada del arquero granate.
Así se alimenta este monstruo que pisa fuerte sobre la inocencia de la gente…
Mientras tanto, seguimos siendo pocos los que hablamos de esto.
¿Hasta cuando nos vamos a seguir haciendo los boludos?
Periodista / Abrí la Cancha
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