El análisis de la situación actual y de los escenarios posibles en el futuro mediato es el eje de las conversaciones internas del gobierno, así como de las sugerencias y presiones que intentan influir en la administración mientras se avizora el 13 de abril. Vale recordar que tras la reunión con la dirección de la Confederación del Trabajo se anunció esa fecha como el inicio paulatino de la vuelta al trabajo. Allí se abrirá una nueva etapa en el orden local, con interesantes enlaces con el panorama internacional.
Por Gabriel Fernández *
EMISIÓN, CUENTAS Y SALIDA. El gobierno que conduce Alberto Fernández tiene previsto recobrar las actividades lo más plenamente posible entre mayo y la mitad del año. Claro que el andar será escalonado y siempre referenciado en los datos que surjan de las mediciones de la pandemia. Para eso debe afrontar una serie de desafíos organizativos con fuerte rastro político. El primero de ellos es la ratificación del derecho estatal a la emisión de moneda según las necesidades nacionales.
Es ostensible que la capacidad recaudatoria del fisco argentino es vasta y rauda cuando la actividad está en marcha, pero también que el último mes ha decaído por razones ostensibles. Las autoridades saben que esa carta, que ya está generando críticas de Los Miserables, es el aprovechamiento justo de una herramienta común a las naciones soberanas. Entre las sugerencias para la salida de la cuarentena se cuenta la intencionada presión canalizada por La Nación para realizar recortes en algunas decisiones destinadas a activar la economía.
Si las corporaciones que dan a conocer su parecer a través del diario que comparte zonas de interés con el Grupo Noble lograran imponer el criterio, la reversión del proceso de desarrollo latente lanzado en diciembre del año pasado durante la asunción presidencial, será catastrófica. Es probable inferir que el gobierno no cederá a esas demandas y ratificará el rumbo; pero también es cierto que al no adoptar medidas intensas para recortar el poder de los conglomerados, estos hacen uso del mismo.
Como dato auspicioso, es preciso indicar que Alberto respaldó el proyecto que el diputado nacional Máximo Kirchner presentará en el Congreso: contempla un impuesto extraordinario para aquellas personas que entraron en el último blanqueo de capitales. Mostró su rechazo ante la idea de bajar los salarios de la administración pública. Fernández consideró que tiene “más lógica” exigir un aporte a los que más ganaron o se beneficiaron “por el blanqueo después de defraudar al Estado y no pagar impuestos”. Un aliado para algunos inesperado, el ex presidente Eduardo Duhalde, tensiona como puede para que el Congreso abra sus puertas y defina estas y otras medidas.
RESPONSABILIDADES PROPIAS. En continuidad con el tema económico, necesitamos advertir, como lo hemos hecho en los terrenos del transporte y los servicios bancarios antes de las dificultades conocidas, que la ausencia de trabajadores estatales en las áreas específicas está generando una ruptura en la cadena de pagos preocupante. Objetivamente cientos de miles de personas que no funcionan como estatales directos, sino que realizan actividades ligadas a la estructura, no están percibiendo las liquidaciones adecuadas. Pero viven de las mismas, razonablemente y sin que exista irregularidad alguna.
(Esto se percibe con claridad en la administración pública de la Ciudad de Buenos Aires, donde ya muchos proveedores y segmentos que operan en ida y vuelta con la misma presuponen que hay una combinación de prevención y de “hacerse el oso pangolín” por parte de un funcionariado que usufructúa las circunstancias. Como ejemplo: mientras se retienen los pagos por publicidad a los medios porteños cooperativos, medianos y chicos, se sigue derivando parte de los ingresos a los concentrados. Esto es: para algunos, las reparticiones estales no funcionan; pero para otros, sí. Alguien firma).
LOS MISERABLES. Asimismo preocupa a las autoridades nacionales la persistencia del alza de precios. Los sectores agropecuarios, los elaboradores de alimentos y de productos de primera necesidad, están al acecho diario para que cada peso inyectado por el Estado nacional sobre las clases populares –una digna preocupación bien orientada desde Desarrollo Social- sea absorbido por nuevos incrementos. Como contracara la Economía Popular está ofreciendo producción de calidad con precios moderados, pero al estar concentradas las cadenas de distribución y venta su influencia para poner coto –valga la mención- a la voracidad de los grandes es relativamente baja. Aquí, en la práctica, se observa uno de los puntos centrales a abordar para que la economía argentina pueda crecer en un futuro post pandemia.
Como semejante filosofía abarca a otros espacios empresariales, muchas de las firmas mejor rentadas de la vida local sacaron cuentas sencillas y con el objetivo de equilibrar sus finanzas, siguieron despidiendo. Las consideraciones públicas del presidente al respecto -enérgicas y respaldadas por el cuerpo social- lograron retraer la acción insensible de un puñado de compañías que cajonearon telegramas ya redactados, pero no la de tantas otras que definieron cesantías y suspensiones. De allí que brindáramos especial relevancia cultural a las apreciaciones de Miguel Angel Toma por sobre otras, debido a su franqueza: si no nos obligan a hacer tal o cual cosa, vamos a hacer lo que queremos. Esa es la idea.
Pues como hemos visto, uno de los grandes desafíos del gobierno peronista radica en desmonopolizar la mayor cantidad de actividades posibles para establecer un mercado interno dinámico y competitivo. El problema debe ser evidenciado en defensa propia; de lo acaecido durante esta emergencia sanitaria vale sacar conclusiones en el debate social de trazo grueso y evaluar qué es lo que realmente conviene al país, quiénes se han comportado adecuadamente y quiénes sólo han desplegado su mezquindad previa hacia el desolado presente.
En esa balanza será pertinente involucrar al sindicalismo argentino, a las organizaciones populares, los clubes sociales y a todas aquellas personas que han sostenido el funcionamiento de comedores y lugares de asistencia para una población damnificada, más que por el coronavirus, por el coloniavirus que asoló en tiempo reciente y desde el mismo Estado los ejes cruciales de la existencia nacional. Haga lo que haga el gobierno, aunque presumimos que su acción será satisfactoria, es el mismo pueblo argentino quien merece emerger de la dificultad pisando fuerte y hablando en voz alta.
Esos ejemplos tendrán que cotizarse inteligentemente en el decurso político nacional, en especial por el contraste que evidencian. Si antes señalamos a los monopolios protagónicos, es justo abrir el abanico y recordar que las empresas privadas de salud no han estado –ni mucho menos- en la vanguardia de la pelea. Que los laboratorios privados no mueven un tubo de ensayo sin autorización de los dueños de las patentes y las acciones. Que los bancos siguen cobrando intereses astronómicos a sus usuarios de tarjeta de crédito (y complicaron el débil esquema oficial a la hora de satisfacer una necesidad pública). Que los agroexportadores declararon un lock out ni bien empezó la emergencia. Que las privatizadas de servicios públicos ni siquiera consideran las sugerencias gubernamentales para alivianar la carga. En definitiva, que todo es como era antes, pero con perfiles acentuados. El asesino te asesina; el trabalenguas trabalenguas.
ARGENTINA Y EL MUNDO. Al fin, la deuda externa –contraída innecesariamente por la gestión macrista y cargada injustamente sobre el conjunto de la sociedad- ha pasado a un lugar de debate adecuado. La Argentina está acostumbrada a insertar su interés en medio de los grandes remezones internacionales, menos de lo que aprovechan las grandes potencias pero con más perspicacia que otras naciones en situación semejante. Con sapiencia histórica Alberto señaló pocas horas atrás que “Las prioridades cambiaron, por ejemplo en repensar la renegociación de la deuda, porque tenemos una nueva realidad, y pasó a otro plano, uno segundo o tercer plano. También la cuestión fiscal, que siempre preocupó, pasó a un segundo plano”.
La crisis global presionó los precios de los bonos argentinos a la baja (llevándolos a paridades de entre u$s25 y u$s30), haciendo que ofertas que antes parecían agresivas (valores de recupero cercanos a los u$s50), contengan un aura benéfica. Como el país afrontó sin chistar los vencimientos y las entidades multilaterales de crédito realizan diagnósticos terroríficos, se incrementa en el debate con los acreedores el lugar de la ralentización de los pagos futuros. Sin embargo (muy entre el lector y este periodista) digamos que la acentuación discursiva de los problemas derivados del coronavirus pueden ser un elemento más del renacer sureño.
Es que las dificultades están recalando sobre el sector financiero internacional: esta emergencia adelantó un lustro el quiebre que podía esperarse hacia el 2025. Van quedando de pie, con economías en pausa pero listas para reposicionarse, los estados fuertes con prácticas de intervención que abarcan desde el impulso y regulación de los mercados locales hasta las políticas de salud, educación, ciencia y tecnología. Lo que es más: esos proyectos nacionales logran prestigio ante las grandes masas mundiales mientras el planteo mediático se torna confuso (The Washington Post, El País, Bild, Der Spiegel, Le Figaro, The Guardian, entre tantos, no logran explicar porqué tras atacar al populismo durante dos décadas admiten la necesidad de vigorizar los estados).
El gobierno argentino ha dialogado a fondo con su par chino sobre estas cuestiones, sin desatender la ayuda urgente para combatir el Covid 19. El coloso asiático sacó grandes conclusiones de aquél Efecto Tequila que rompió el cierre del siglo XX y las aprovechó durante el grave sinceramiento que detonó en 2008 y fue identificado públicamente con Lehman Brothers. Sabe dónde pisa. A su vera, un amigo multipolar con gran mercado, control de las finanzas propias, industria, armas y petróleo, le acaba de garantizar la permanencia en el gobierno de Vladimir Putin hasta que el sol deje de brillar. Como los tres países citados en el párrafo, al igual que tantos emergentes, apuestan al trabajo y la producción por sobre las etéreas economías virtuales, Dios los bendice. Lo cual no es metáfora ya que su vocero terrestre así lo manifiesta.
El mundo se ha cerrado. El mundo, se está abriendo.
- Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
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