Por Fidel Fourcade *
Para entender a Matías Montali hay que imaginar a un pibe de Quilmes en los 90, con una guitarra eléctrica regalada por su abuela, tratando de descifrar los acordes de Oasis o The Beatles que se colaban por la radio. Esa búsqueda de conexión honesta, sin trucos, es la columna vertebral de todo lo que vino después.
Autodidacta por necesidad, su verdadera escuela fueron los discos. Estudió Comunicación y Música de forma paralela, pero su magisterio lo ejerció desde siempre en las aulas informales: primero tirando volantes en casas de música y pegando papelitos con su teléfono en postes de luz, y luego dando clases en academias de barrio en Lanús, San Telmo y Almagro. “Mis alumnos siempre me decían que me explicaba bien, que tenía que hacer videos”. La idea le sonaba ajena, hasta que encontró a Marty Schwartz, un youtuber yanqui que enseñaba temas “como si estuviera sentado en una mesa con vos”. Ahí hizo doble click.
Sus influencias eran tan diversas como la época: Marty McFly tocando “Johnny B. Goode” en Volver al Futuro, Otto de Los Simpsons haciendo un solo de guitarra en el micro escolar, Oasis tocando “Stand By Me” acústico al lado de una pileta. “En los 90 había buena música sonando en el mainstream -afirma-. En la radio, en la tele”. Michael Jackson, Jamiroquai y Green Day ese universo sonoro que lo marcaría para siempre.
El primer tutorial que hizo —“Juego de Seducción” de Soda Stereo— lo filmó por insistencia de sus alumnos. El segundo fue “Todas las Hojas son del Viento” de Spinetta. No lo sabía aún, pero en ese gesto aparentemente modesto estaba fundando una trinchera: PlayTheGuitarra, el canal que durante más de una década le ha enseñado a miles de personas no solo a poner los dedos sobre el diapasón, sino a entender que tocar un tema de Cerati o del Flaco puede ser, también, un acto de resistencia cultural.
Su approach fue orgánico: hizo un video de Spinetta, luego otro, y de repente había cubierto todo el disco “Artaud”. “No es que fue una intención de por sí manifiesta al principio -explica-, pero sí después cuando fue pasando el tiempo lo tomé más así porque me di cuenta que esa respuesta que estaba teniendo también hacía que muchos pibes chicos por ahí empiecen a escuchar esta música que quizás de otra manera ni siquiera la hubiesen registrado”.

Hablaste de los 90, de Cerati, del Flaco pero ¿Qué te pasa con los géneros que fueron hegemonía en argentina, como el indie y el trap?
“La verdad que no me gusta ninguna de las dos… Lo que llaman como indie desde un punto de vista musical a mí mucho no me gusta, me parece que no tienen muy buen nivel, que no cantan bien, compositivamente no me dicen nada… me parece un toque de careta… y después con respecto al trap tampoco me gusta, la verdad que en su mayoría me parece una porquería… No me gusta el autotune, no me gustan los beats prearmados, no me gusta un chabón rapeando así haciéndose el matón del gángster del barrio. Sí, seguramente los pibes se identifiquen con eso. Pero también quizás eso habla del momento que estamos pasando… una vez veía la batalla de gallos y… es como si fuera una discusión familiar, parece… Como que el pibe está discutiendo con el padre, pero rapeando contra el otro”.
¿Qué te moviliza a vos para escribir canciones?
“En estos momentos mi idea es empezar a sacar música más como solista… El próximo que voy a sacar se llama The Lady of England, que es como un tema medio Britpop, medio Beatles-Oasis, que habla de una persona que le hubiese gustado nacer en Inglaterra y no en Argentina… y después el otro tema que voy a sacar… es una canción que tengo ganas de grabar en el estudio ION… “Flor´s Song”… una balada acústica que le había hecho a mi mujer hace mil años y escribí un cuarteto de cuerdas. La idea mía es armar una banda de nuevo, lo que pasa que armé un par de formaciones en el 2023 y en él 2024… pero la sensación que yo tengo es que hoy en día hay como una cosa medio complicada en los músicos, de que no hay mucho compromiso para tocar… Hay gente a la que le cuesta ya ensayar una vez por semana dos horas. Y para mí, tocar con gente así es un bajón porque si alguien no quiere ni ensayar… evidentemente a muchos no les gusta la música”.
¿Cuál es tu mayor logro?
“Artísticamente me considero bastante realizado… toda la música que hice la sigo bancando, nunca saqué algo que no me guste… Siempre hice la música que yo quería, como yo quería y no le cambié una coma de nada y la sigo bancando hoy en día. Nunca me interesó hacer música para agradar a los demás… yo quiero hacer música que me represente a mí, que me llene el corazón a mí, que me llene el alma y ya está. Lo importante siempre en la música es que hagas buenas canciones… Para mí el problema hoy en día es la crisis que hay artística tiene que ver con eso, que todo el mundo está especulando: ‘que hago esto, que hago lo otro, a ver si tengo más likes, más views’… para mí el arte no es eso, para mí el arte es otra cosa”.
Scalectric fue una de las bandas fundamentales en la trayectoria musical de Matías Montali, un proyecto donde no solo tocaba sino que también volcaba su energía creativa en vivo. Como él mismo recordaba, la banda incluso tenía su propia sala de ensayo en Almagro, que también funcionaba como su espacio de trabajo y donde centralizaba a sus alumnos de guitarra: “yo durante diez años más o menos alquilé una sala de ensayo con mi banda Scalectric”. Aunque el proyecto ya no está activo, Scalectric representó para Montali esa etapa esencial de todo músico: la de compartir un lenguaje común en el escenario, ensayar, componer y vivir la música en colectivo. Una experiencia que contrasta con su trabajo solista actual, pero que sin duda nutrió su mirada sobre lo que significa hacer música con otros.

Este aprendizaje en banda también influye en su trabajo como productor musical. Montali valora profundamente el compromiso y la química entre músicos, algo que vivió en carne propia con Scalectric. Desde el otro lado del vidrio, su rol como productor se basa en buscar esa autenticidad que alguna vez vivió en su banda: performances orgánicas, arreglos con identidad y sobre todo, que los artistas se “jueguen la vida” en el estudio como si estuviesen en un escenario. No es solo tecnicalidad; es capturar la verdad de una canción.Matías Montali sigue construyendo su camino desde la autenticidad, un valor que considera no negociable. Lejos de las grandilocuencias, su proyecto es simple pero profundo: seguir haciendo música que lo represente, dar clases como siempre lo ha hecho y usar YouTube no para ser viral, sino para conectar con quienes, como él, creen que una buena canción no pasa de moda. Su lucha no es contra el algoritmo, sino contra el olvido; su meta no es llenar estadios, sino poder tocar en vivo con un par de músicos que tengan las mismas ganas de ensayar que de subir a un escenario.
En un mundo musical, la industria, que premia la pose sobre el oficio, Montali elige seguir siendo un artesano. Un tipo que prefiere el sonido crudo de un amplificador al de un auto-tune, que elige transcribir un tema complejo de Spinetta en lugar de seguir tendencias, y que, en el silencio de su estudio, sigue creyendo que el mayor triunfo artístico no es tener un hit, sino poder escuchar su propia música años después y seguir bancándola. Sin traicionarse. Sin arrepentirse.
(*) Columnista de Resistiendo con Ideas (Lunes a viernes de 20 a 21 horas)








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