Por Guiso Torta
Tomen el tiempo de imaginar lo que significa mi limitación ante la escritura y el “terror” a la hoja en blanco que, para redactar lo que se dispone a ser un ensayo sobre la vuelta de una banda conformada a fines de los años ochenta, me tomé el trabajo de realizar una ardua tarea de investigación: mirar un video en Youtube.
La forma que más se adecúa a mi manera de narrar una crónica de un show -o lo que rodea al mismo- es iniciar por el título y a partir del mismo desarrollar lo que tenga que venir.
“Cuarta dimensión” fueron las dos palabras que tallé en el buscador de la plataforma ya mencionada y eso derivó en una gran explicación de Carl Sagan (normalmente conocido como “el de Cosmos”) que con una simple manzana y unos cuadrados de papel cortados sobre una mesa nos explica sobre la diferentes propiedades de los objetos. Sobre el final del video llega la conclusión que estaba buscando: “aunque no podamos imaginar un mundo de cuatro dimensiones, sí podemos pensar en él”.
Todo esto tiene un sentido. Siempre un extracto de letra de canción es la que da el puntapié inicial para nombrar a cada uno de los escritos que alguna vez haya realizado.
“En la cuarta dimensión
la del más profundo amor
te agradezco por cuidarme así”
“Media Caña” es el tema número 11 de “Verde Paisaje del Infierno”, el quinto álbum de estudio de Los Piojos.
Yo soy Piojoso. Y Gallina. Quizás los únicos dos conceptos que tengo en claro desde que la razón forma parte de mi ser.
No recuerdo cuando fue la primera vez que los escuché, pero seguramente a los 3 o 4 años de edad. Siempre estuvieron ahí. Gracias a la pieza/biblioteca musical ubicada en la casa de mi abuela con cantidad de CD´s y cassettes que mi viejo y mis tíos fueron recolectando.
Uno captó mi atención por completo. Se trataba de “3er Arco” un disco que vio la luz en 1996, justamente el mismo año en que este servidor llegó a este plano. Su tapa amarilla con ese ¿hombre? de forma y cara extraña y las canciones que lo conformaban podrían ser -y son- una piedra fundacional en lo que respecta a mi persona. Un antes y un después. Como esa escena de película que cambia y ordena todo para que la historia continúe.
¿Por qué cuento mi historia personal si debería estar hablando sobre el regreso de Los Piojos luego de 15 años? Porque no se puede contar algo tan grande como si fuese una noticia más de todas las que tenemos día a día.
Podemos discutir horas enteras. Gustos, fama, trayectoria, obra, integrantes, público, prensa y millones de cosas que rodean a la música y quizás no nos podramos poner de acuerdo (como en la mayoría de los casos), pero no puede negarse que Los Piojos marcaron un quiebre enorme dentro del rock de nuestro país. Muchísimo más si hablamos de la década de los 90´, que fue la que marcó el inicio de la banda de El Palomar.
Como esas expresiones de época que surgen en momentos donde hay cosas que deben ser dichas y existe un público que desea escucharlas.
El camino ya venía allanado. Como punta de la lanza, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota sumaba de a miles sus seguidores a lo largo y ancho del país. Un fenómeno que hasta ese momento no tenía comparación ni semejanza. Un público que encontró refugio y expresividad en una banda de rocanrol. Con esto no quiero decir que antes no sucedía ni nada por el estilo, pero se nota una apropiación cultural que hasta ese momento no había sido demostada de esa manera. Las banderas, los barrios, los grupos de amigos de la esquina, los viajes por cualquier territorio, los boliches que no daban abasto y un estallido social que se escapaba de las manos.
En este contexto nacen dos bandas que, a mi modo de ver las cosas, terminan de completar una “Santísima Trinidad”. Los Redondos, La Renga y Los Piojos. Cada uno con sus características y peculiaridades marcaron a fuego la vida de muchísimas personas que no solo disfrutaban de la música y la prosa que podia demostrar cada una sino de algo más grande que eso: la independencia, “el boca a boca” y la identificación con un grupo musical. Sin grandes discográficas de por medio, sin la necesidad imperiosa de aparecer en TV o radios y principalmente sin empresarios que marquen la agenda. Ellos llevaban adelante su destino. Sin intermediarios. Quizás esa sea una de las tantas razones del porqué sus seguidores los acompañaban con una fidelidad increíble.
Los Piojos nunca dejaron de crecer.
A partir del lanzamiento de su primer disco “Chac Tu Chac” (1992) todo fue en subida. La formación establecida fue Andres Ciro Martinez en voz, Gustavo “Tavo” Kupinski y Daniel “Piti” Fernandez en guitarras, Miguel “Mickie” Rodriguez en bajo y Daniel Buira en batería. Esos primeras presentaciones (de las cuales por suerte existen registros) ya marcaban que algo pasaba con este grupo de muchachos congregados en el Oeste del Gran Buenos Aires. Como peculiaridad, ya en esos inicios con incipientes canciones propias y covers de los Beatles, Rolling Stones y The Clash, ya aparecían rasgos que demostraban un estilo propio que luego iban a imprimir. El himno oficiaba de inicio de los shows remarcando que “lo nuestro” ya estaba impregnado desde los primeros días. Ni hablar una vez lanzada su ópera prima con una gran versión de “Yira Yira” sumado a las letras, el arte de tapa y un sonido oscurísimo que lograron plasmar un inicio de época que no presagiaba lo mejor para nuestro suelo con un gobierno menemista que recién daba sus primeros pasos.
“Ay ay ay” es su segundo disco de estudio lanzado en 1994 en el que logran originar lo que se podría definir como el “estilo piojoso” con una gran participación e importancia -dicha por los mismos músicos- de la dupla Alfredo Toth y Pablo Guyot. Un álbum dedicado a Diego Armando Maradona y que terminó por concretar esos chispazos que ya venian mostrando. El Teatro Arpegios ubicado en Cochabamba y Defensa, en el barrio de San Telmo, fue la casa de Los Piojos y los ya definidos Piojosos durante mucho tiempo y que recuerdan esos recitales como los que marcaron la consolidación de la banda y de una gran cantidad de público que ya colmaba el lugar en cada presentación.
El año 1996 fue la consagración. Llegan a Obras Sanitarias de la mano de “3er Arco” y la explosión de canciones como “El Farolito” y “Verano del 92” sumado a la gran convocatoria que se iba acrecentando. No solo el mítico estadio ubicado en Avenida del Libertador demuestra que Los Piojos estaban ganando un lugar preponderante en la agenda del rock nacional. Ya los pequeños teatros no alcanzaban y los microestadios de Racing, GELP y Newell´s fueron nuevos territorios conquistados, las giras por todo el país y su presentación en el Festival Madres en el Estadio de Ferro daba cuenta que todavía faltaba algo más.
La masividad era el próximo escalon. “Azul”, el cuarto disco lanzado en 1998 fue presentado en el Parque Sarmiento y trajo consigo los estadios de fútbol demostrando que ya era una epidemia imposible de frenar. All Boys, Atlanta y recitales en Obras Sanitarias con 4 y hasta 5 presentaciones seguidas en una semana. Queda reflejado en el lanzamiento de su primer disco en vivo “Ritual” lo que se vivía en esos tiempos y la conexión entre el público y el gran momento que pasaba la banda arriba de los escenarios.
El nuevo milenio trajo dos novedades. “Verde Paisaje del Infierno” y un cambio de integrante: Sebastian Cardero reemplazaría en la batería a Dani Buira. Un disco donde se nota un cambio en el sonido de la grabación, en el que participa Ricardo Mollo en la producción. La tónica era la misma, estadios repletos, las giras nacionales cada vez llegaban a nuevos y más grandes puertos como Mar del Plata, Rosario, Mendoza, Cordoba, un incipiente festival llamado “Cosquín Rock” que ya desde sus inicios les daba el título de atracción principal y la llegada a un lugar que con el tiempo se convertiría en su nuevo hogar: el Luna Park. “Un Arpegios pero más grande” dijo alguna vez Ciro, demostrando que más allá de la gran escala que da un estadio de futbol, siempre remarcaron la ventaja que da la intimidad y el calor de los lugares cerrados.
El estadio Monumental del Club Atlético River Plate siempre fue un punto de inflexión y una meta a alcanzar para cualquier banda que sueña en grande. Y Los Piojos pudieron conquistarlo en diciembre del año 2003 con la presentación de su sexto disco de estudio: “Máquina de Sangre”. Velez, Boca Juniors y el Único de La Plata fueron otros estadios que tacharon de la lista y aparecieron nuevos festivales a los que se sumaron como las figuras más atrayentes: “Quilmes Rock” y “Pepsi Music”.
Entre rumores de separación y un parate obligado debido a una lesión en las rodillas del cantante, llega el último disco: “Civilización” en el 2007. Presentado de manera informal y sin ningún tipo de comunicación en plena calle Corrientes con Los Piojos tocando arriba de un camión descapotable.
Mucho no se puede explayar sobre la gira de la nueva placa, ya que en junio del 2008 llega una noticia que, vista desde la actualidad, fue el inicio de lo que terminó siendo la separación. Daniel “Piti” Fernandez decide dar un paso al costado y dejar el proyecto del cual él fue uno de los miembros fundadores. Su reemplazante fue “Juanchi” Bisio (guitarrista actual de “La Chancha Muda”) para llevar adelante compromisos ya asumidos como una gira por Europa y seguir tocando en algunos Luna Park, Polideportivo de Mar del Plata y los festivales ya mencionados.
Era notoria la ruptura de la relación arriba del escenario. Recuerdo algunas versiones de “Sudestada” cantada por Tavo Kupinski con dedicatoria a “mi amigo Piti” al finalizar la canción que dejaba en evidencia que no todo estaba en armonía.
Hasta que un día llegó.
Los Piojos publicaron en su página web (un lugar donde tenían esa comunicación directa con su público donde había crónicas de cada show, fotos, sorteos de entradas y obviamente novedades y fechas venideras) un comunicado declarando un parate.
Carta de Los Piojos a los piojosos
Queridos Piojosos, fans, seguidores:
Queremos informarles que a partir del próximo show del 14 de mayo de 2009 en el Club Ciudad de Buenos Aires, la banda entrará en un parate.
Después de veinte años de carrera y constante crecimiento, algunos pesares y muchas grandes alegrías, giras mágicas y esforzados discos, un intenso desgaste nos obliga a parar nuevamente (como en 2005).
Este impasse no tiene plazos ni condiciones. Los Piojos no se separan. Tampoco sabemos cuando volverán a reunirse.
Se puede suponer, sin temor a equivocarse, que la banda se encuentra en el punto más alto a nivel artístico y de popularidad de toda su historia. Cualquiera puede decir que es una locura tomar distancia ahora. Frenar. Es un razonamiento lógico. Pero nosotros tenemos otro, quizá no tan “lógico”, pero muy real. Hoy vivimos de lo que somos. Hoy somos lo que hacemos. No queremos empezar a hacer “como qué”. No queremos “vivir a Los Piojos”. Sería triste fingir espontaneidad donde no la hubiera. No nos gustaría llegar a una saturación definitiva.
Como hablamos en reuniones internas, quizá volvamos a tocar en seis meses, dos años, ocho. No lo sabemos. Por favor, que no se malentienda: no es en los shows, o en la relación hirviente con el público, o en el afecto en la calle con los fans en donde reside o nace el cansancio. No es en los miles de correos y cartas. Es el trajín de veinte años de convivencia lo que pide un descanso…
Queremos decirles a todos que el espíritu piojoso seguirá vivo. Eso ustedes quizá lo sepan mejor que nosotros. Cada tatuaje seguirá llevándonos adonde vaya.
Lo que no queremos es especular. Queremos hacer música y arte. Y como alguna vez dijo una canción, “si vos querés estar libre, si querés alto volar, que haya un hachazo en tu ojo, pero una flor en tu ojal”.
Un abrazo de veinte años, enorme, con todo el corazón.
Gracias y hasta la próxima. Los Piojos.
Finalmente, el show despedida fue el 30 de mayo en el estadio de River Plate.
Ese día algo dentro mío había sido arrebatado. Y con unos jóvenes 13 años pude corroborar que la sensación de desolación podía aparecer de cualquier forma. Medio en joda medio en serio, defino a esa vuelta al auto de mi padre luego de este recital como “el día que terminó mi infancia”.
Quizás la palabra que mejor refiere a lo que sentí y sentimos todos los que podemos denominarnos piojosos al finalizar el último ritual fue el desamparo. El día y la noche estuvieron a tono con nuestro dolor. Frío, lluvia y viento de principio a fin de la jornada.
No solo fue la separación de una banda de rock, como tantas otras. Los Piojos cargaban consigo historias que cada una de las miles de almas que asistieron a cada ritual sin calma llevan y llevarán hasta el día que su luz se apague. Amistades, amores, desamores, viajes, tatuajes (me animo a decir y pelear con quien sea que es la banda que más presencia tiene en pieles de personas), hijos, hijas, padres, madres, abuelos, abuelas, hermanos, hermanas, tíos, tías, canciones que nos sacaron de depresiones, que nos hicieron delirar de alegría, que nos hundieron en la más profunda tristeza, que nos pusieron a pensar en situaciones políticas, literarias, culturales y del interior más profundo de uno mismo.
No se podían separar Los Piojos. No podía entender porqué eso estaba pasando. Pero debíamos afrontarlo. No existió un día en el que no piense en la vuelta.
Cada uno la llevó como pudo. Muchos siguiendo los diferentes proyectos solistas de los integrantes de aquella gran banda buscando siempre algo que nos devuelva aquello que ya no teníamos. Otros optaron por dejar sus recuerdos en el pasado. Pero sí hay algo de lo que siempre estuve seguro: el fuego nunca iba a apagarse. Generaciones piojosas siguieron creciendo aún con la banda separada. Algo similar a lo que ocurre con Los Redondos.
15 años pasaron. 15 largos años. Y así como sentimos la derrota de la separación, nos encontramos ante la victoria y la revancha del reencuentro.
Ya se habló mucho. El abrazo entre Ciro y Piti en Velez, Ritual 87, la publicación del último show en plataformas digitales, los misteriosos videos, las teorias conspirativas, la baja de Miguel Ángel Rodriguez y por fin lo esperado. Nos volvíamos a encontrar. Diciembre del 2024 y enero del 2025 repartidos en 7 shows en el estadio Único Diego Armando Maradona de la ciudad de La Plata.
“¿Cuantas veces soñaste con esta escena?”. Volvieron Los Piojos. Y allí estuvimos.
En los siete rituales este cronista dijo presente. No fue en un acto de demostrar “fanatismo” o algo por el estilo. Fue abrazar a ese pibito de 13 años y secarle las lagrimas de tristeza para ahora ser un tipo de 28 que volvió a encontrarse con algo que daba por perdido.
Pude vivirlo en todas las situaciones que quise. Con mi tío que me inculcó esta pasión, con mis viejos que siempre le dieron los caprichos a su hijo y la posibilidad de ir a estos recitales con una edad que no es tan normal, con mi hermana que por cuestión etaria no había llegado y es piojosa a morir y si alguna vez esto ocurría debía ser para ella, con amigos que fui cruzando en este juego llamado vida y compartimos el amor por esta banda y no teníamos la chance de decirnos “loco, vamos a ir a ver a Los Piojos”, ir conmigo mismo a un show, algo que me encanta, y por sobre todas las cosas, con mi hijo de 4 años que sigue la misma línea familiar pidiéndome “che che decime por qué” (una canción que conocía como “Fantasma” pero que ahora ya pasó a tener otro título) cada vez que tenía la chance de poner música.
Y allí estábamos. El sábado 14 de diciembre de 2024 a las 21.50hs se apagaron las luces del estadio. Las pantallas verticales ubicadas a los costados del escenario mostraban lo que pareciera ser una especie de “Hombre de Neandertal” girando una manivela dando energía y luz al nuevo piojo infinito hecho de led que se posicionó en una pantalla horizontal en medio del escenario, por encima de los musicos y una última ubicada en las espaldas de los mismos mostraba un fondo negro.
Luego de esa intro sonaron los primeros acordes de lo que fue la canción elegida para volver a encontrarnos: “Te Diría”.
Y a partir de allí todo fue felicidad.
La formación que se presentó fue Andres Ciro Martinez en voz, Daniel “Piti” Fernandez y Juan Gigena Abalos en guitarras, Daniel Buira y Sebastian Cardero en baterías, “Luli Bass” en bajo, “Chucky” de Ipola y Juan Cucchiarelli en teclados y “Changuito” Farias Gomez en percusión.
Uno de los grandes interrogantes que tenía era saber como se iban a repartir las dos baterías en vivo, algo que nunca había sucedido. Para esto dividieron los shows 9 temas Dani Buira y 9 temas Sebastian Cardero, tocando cada uno las canciones en las que participaron en los discos de estudio y luego se unían para finalizar los shows.
Los Piojos siempre fue una banda que se caracterizó -como muy pocas a nivel mundial me atrevería a decir- por no repetir las listas y mostrar algo nuevo en cada show, a sabiendas de que su público tiende a repetir e ir a más de uno.
La canción de inicio nunca fue la misma. “Te diría”, “María y Jose”, “Luz de Marfil”, “Fantasma”, “Pacífico”, “Esquina Libertad” y “Llevatelo” fueron las elegidas para cada una de las fechas correspondientes al 14,15,18,21 y 22 de diciembre y 25 y 26 de enero.
Mediante iban pasando las fechas se notaba cada vez más la soltura y el conocimiento arriba del escenario por parte de los integrantes. Hay que tener en cuenta que -querramos o no- se trata de una nueva formación y no es lo mismo ensayar durante un mes que presentarse frente a 50 mil personas por fecha y que lo que llevó a Los Piojos a ser una de las bandas más grandes de nuestro país era la tocada en vivo.
De las 93 canciones que estan registradas en sus discos de estudio, tocaron 63. Algo a que a mi parecer es un punto a remarcar. Con esto demuestran que hubo un trabajo de investigación y de preparación muy grande, dejando de lado la facilidad de seleccionar menos canciones y que todo salga más “aceitado”.
Los temas que formaron parte de todas las listas fueron: “Tan Solo” un himno increíble que emociona como un estadio repleto lo sigue cantando con el paso de los años, una de esas obras inoxidables. “Maradó” y el recuerdo al ídolo máximo de nuestra tierra y aprovechando estábamos en una locación que lleva su nombre. “Ay Ay Ay” y ese juego entre Ciro y el público aplaudiendo y mostrando sus manos en una canción que tiene ADN piojoso 100%. “Sudestada” y el recuerdo a Tavo Kupinski, tema de su autoría que fue cantado una estrofa por cada integrante sumada a la participacón de su hermano Matias en guitarra y el estribillo quedaba a manos de “el zurdo” reflejado en las pantallas. “Luz de Marfil” con un estribillo ideal para saltar y cantar a los gritos. “Verano del 92” con lo que luego se denominó como “Las Liendres” que eran los hijos e hijas de los músicos e integrantes del staff aportando la batucada. “El Farolito”, el “hit” que uno puede tildar de “quemado” pero que uno aprecia su alrededor y ve como cada persona lo disfruta como si fuese la primera vez que lo escucha. Y por último una peculiaridad: “Fumigator”, que nunca fue de sonar mucho en vivo, por eso se celebra que no haya faltado en ninguna fecha. Sumado a que sobre el final de la canción se armó una especie de acting donde unas cucarachas querían atacar al cantante y un piojo llegaba al rescate. Ese “piojo” en cada una de las fechas fue representado por personalidades conocidas que se saben seguidores del grupo. Por allí pasaron: Pedro Alfonso, “Magui” Aicega, “Davoo Xeneize”, Gonzalo Bonadeo, Dalma Maradona, Javier Zanetti y, para la última fecha, León Gieco para luego interpretar “Pensar en nada” que tiene una actualidad impresionante a pesar de tener varios años de publicación.
Clásicos que todo el mundo conoce e infaltables como: “Babilonia”, “Cruel”, “Pistolas”, “Ando Ganas”, “Taxi Boy”, “Todo Pasa”, “Muevelo”, “El Balneario de los Dr. Crotos”, “Genius”, “Desde Lejos No Se Ve”, “Agua”, “Ruleta”, “Como Ali”, “Canción de Cuna” y “Civilización”.
Tuvieron lugar las típicas canciones que el piojoso de ley siempre espera como: “Chac Tu Chac”, “Los Mocosos”, “A Veces”, “Arco”, “Angelito”, “Muy Despacito”, “Olvidate”, “Labios de Seda”, “Morella”, “Dientes de Cordero”, “Manjar” y “Dificil”. A modo personal “Motumbo”, “No Pares”, y “Hoy es Hoy” son aquellas que quizás no son tan esperadas por el grueso de la gente, pero siempre me gusta cuando se reprocuden.
Piti Fernandez tuvo su momento a cargo del micrófono con “Entrando En Tu Ciudad” y “Reggae Rojo y Negro” con esa frase más vigente que nunca que expresa: “La historia que escribe la CIA yo me la paso por las pelotas / Acá en mi barrio el hambre se nota y pasan balas todos los días / Y la violencia se pone fría y te espera sentadita en el cordón”. Otros temas de su autoría que sonaron fueron “Vine Hasta Aquí” y “Bicho de Ciudad” con la participación de Emiliano Brancciari de No Te Va Gustar en la primera fecha de enero. Ese mismo día contó con la presencia de Julieta Rada para interpretar “Amor de perros” y quedándose en el escenario para realizar coros durante todo el show.
Hubo tiempo para realizar algunos covers de esas bandas que marcaron a estos jóvenes que iniciaban el camino de la música. El ya mítico “Mendigo de Dock Sud” oficiando de inicio de “Genius” y “Zapatos de Gamuza Azul” (autoría de Carl Perkins) rememoró al gran Mauricio Birabent aka “Moris”. Un iniciador del blues americano como Mississippi Fred McDowell y su “You gotta move”, también reversionado por los Stones. “Yira Yira” y ese arraigo tanguero de la mano de Enrique Santos Discépolo. Una grandísima conmemoración a Iggy Pop y The Stooges (acaso de las pocas bandas que remarcan tanto su influencia) con “Tv Eye” en el medio de “Cruel”. Y como no podía ser de otra forma el recuerdo a Sumo: “Debede” tuvo lugar para el final del funky “Manjar”, una hermosa versión de “Don´t Turn Blue” en “Quemado” y un homenaje el día 22 de diciembre por parte de Andres Ciro que recordó “a 37 de la partida de Luca Prodan” antes de interpretar “La Rubia Tarada” en “El Farolito” dejando en claro -una vez más- que Los Piojos es la banda más “Sumera” de este país.
Si tenemos que hablar de joyas de verdad que son por las que uno se toma el tiempo de ir a todas las presentaciones que pueda para no perderse ninguna y luego leer la lista de temas y decir: “pero mira vos el tema que tocan justo el día que no voy!!” también dijeron presente y nos deleitaron para goce y disfrute con: “Cancheros”, “Ximenita” (tema que no estaba incluido en el setlist), “Buenos Tiempos”, “Quemado”, “Buenos Dias Palomar” y lo que para mí fue LA perla a lo largo de todas las noches: “Pega Pega”.
Para quien no sepa, todos los rituales culminan con la famosa lectura de banderas. Miles de trapos indicando desde donde se trasladó cada esqueleto. Siguiendo la misma lógica que la canciones con las que iniciaban cada show, las elegidas para el cierre corrieron la misma suerte. “Finale” fue utilizada para las primeras 3 fechas y luego una distinta para las últimas 4: “Y quemás”, “La Luna y La Cabra”, “Arco II” (pegado junto al clásico “allá se van Los Piojos” que está sobre el cierre de “3er Arco” como un track oculto) y “Murguita”.
Y así como quien no quiere la cosa, pasó la tan ansiada vuelta de Los Piojos. Quedan por delante dos shows confirmados por ahora. 16 de febrero en el “Cosquín Rock” y el 13 de abril en el “Quilmes Rock”, con la promesa que en mayo se anuncie algo más. Estaremos atentos.
Pero… volviendo al principio… ¿que fue todo eso de la cuarta dimensión, Carl Sagan y Media Caña?
El miercóles 18 fue el único día en el que sonó lo que para mi es la mejor canción de mi banda favorita. Y allí entendí que en esa “cuarta dimensión” se encuentran los deseos, sueños, anhelos y esas cosas que uno no puede representar ni demostrar pero si puede imaginar sin límite alguno. Esa dimensión piojosa. Donde gracias a ese amor tan profundo que supimos alimentar, nos pudimos cuidar unos a otros frente a la soledad y ese desamparo del que hablé mas arriba. Donde supimos preservar lo último que quedaba de nosotros. Donde supimos guardar el tiempo y dejarlo freezado para -al mejor estilo Gaspar en Los Simpsons- vivir y disfrutar las maravillas del futuro. Uno en donde Los Piojos existan y podamos encontrarnos con ellos y ellos con nosotros. Y para darnos cuenta, como me sucedió aquel día de semana saltando en el campo del Diego Armando Maradona, que esto… “esto debe ser estar feliz”.

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