Por Nehuén Gusmerotti *
En tiempos de distancias y futbolización social, un árbol crece cada vez con más fuerza en el ecosistema cultural argentino. Arraigo, rompe el molde de la radicalización del pensamiento y con su nuevo disco, Crioyo, invita al encuentro, a la pregunta, a lo que nos junta. Un disco que tiene mucho de su primer Fronteras y Horizontes, con la madurez que otorga una década más en el lomo. Ese disco llegó al Teatrito el pasado 16 de noviembre, con nombre cambiado al que habían anunciado hace un año en el mismo lugar (Río Gris se iba a llamar por aquel entonces). Hecho por humanos, rezan las remeras que con la bandera argentina y la frase “Sépanme disculpar si yo me siento argentino”, en clave que recuerda a la postura de Almafuerte allá por los despatriados años 90´. Algo de legado, algo de presente, mucho de criollaje en una noche histórica.
La jornada metalera empezó temprano. La curaduría de bandas que acompañan a Arraigo en cada fiesta del árbol nunca defrauda. La apertura fue para caras conocidas por los lectores de estas páginas. El Dúo Ramanegra, la inconfundible voz de Ana Patané junto a la versatilidad de Pablo Chihade en la viola un revisionismo histórico de la obra metalera argentina, centrada en la figura del padre del metal pesado nacional. Siguieron los marplatenses de Conxuro, una grata sorpresa que mezclaba power metal con algo de punk celta, con violín y flauta. Los oriundos de la costa atlántica terminaron su show con un pogo medieval metalero al ritmo de “Morir de Pie”.
Apenas pasadas las 21:00 llegó la hora de Crioyo. La melange de riff podridos con charangos encendió las almas que se habían acercado al centro porteño a acompañar este lanzamiento. Sonó “Tierra Adentro”, primer sencillo del disco. A casi un año de aquel primer Teatrito del grupo, la cita 2024 prácticamente reventó el local de Sarmiento al 1700. Pronto se hicieron presentes temas de su segundo disco, “Mambolindoquilombo” puso a bailar a más de uno, “Pide Más Yuta el Malón” y “Escribe y Dispara” fueron desandando esa obra maestra de la resistencia cultural a un colonialismo feroz que día a día cobra más fuerza en las tripas de la patria. Como contracara, Trangone, con su poncho ya característico en vivo, reivindicó el “Alto nivel argentino” de las bandas teloneras.
La primera sorpresa de la noche lo tuvo a Leo Pazos, histórico bajista del árbol hasta hace no tanto tiempo, subiéndose a tocar “Incómodo Donde estés”. El bajista pasó el resto del recital en el pogo, disfrutando de ver a sus ex compañeros desde el seno del público. Un poco mucho de Arraigo es eso, sus ex integrantes viendo a la banda con la gente, cantarle el feliz cumpleaños a la sobrina del Vasco Perret a coro y bailar una chacarera a metros de un pogo feroz. Algo que charlábamos con Leandro Ramogida, guitarrista de la banda, hace unos días, y que se vive en cada encuentro tiene que ver con una gran liturgia cultural, un encuentro que va más allá de una banda tocando en vivo. Por momentos, hay cosas que suceden debajo del escenario que son tan dignas de atención como lo que sucede arriba. “Estamos penando más en lo que nos une que en lo que nos diferencia”, dijo Pablo Trangone en algún momento, Arraigo tiene esa unión cómo motivo de vida, y en sus recitales esto se hace carne.
Un poco explicando lo que propone Crioyo, el cantante también rememoró aquel diciembre de 2022 en que un país completo salió a festejar a las calles argentinas. “Cuando salimos campeones del mundo hacía mucho no veía al pueblo de mi país unido como ese día”, y cerró con “Los que vienen serán más lúcidos que nosotros”. Siguiendo con una de las canciones de cuna más bellas que este periodista ha escuchado, y que arrancan lágrimas a más de un metalero y metalera, “Lo no caminado”.
Otro de los invitados de la noche fue Ariel Ranieri, eximio guitarrista que subió a hacer el segundo tema de Crioyo de la noche, “Zamba para despertar”, precedido por la icónica intro de Game of Thrones junto al Vasco Perret. Flamearon banderas argentinas, el grito de Viva la Patria y los últimos versos del himno en uno de los temas que inflan el pecho criollo de quien, cómo dice la canción, se siente argentino. Siguió otra invitación, los Ramanegra se subieron a hacer una versión folclórica de “Gil Trabajador”, entremezclada con “Si se calla el Cantor”, que desató a coro “La H no murió” y el recuerdo de Ricardo Iorio. En este punto Trangone, de filosas reflexiones en la noche, puso a Ricardo en clave maradoniana y rescató como aporte la idea de hacernos cargo de nuestro propio peso. Antes de bajar del escenario, Ramanegra se quedó para una hermosa versión del tangazo “Que Sangre Madera”, al que la voz de Ana le sumó una potencia conmovedora.
El primer cover de la noche fue “Vidas Comúnes” del EP 5, en que el grupo luce una virtud no tan mencionada y es el juego vocal entre Trangone, Perret y Ramogida. Llegó el primero de Fronteras, “Carnaval de Soledades”, al ritmo de vientos autóctonos y charangos, esa mixtura que Arraigo nos presentaba hace ya varios años y que pocos han logrado hacer sonar tan íntegramente. “Un candombe del oeste” anticipo Trangone antes de que llegue uno de los más potentes de Crioyo, “Un Demonio en el Cielo”, un relato con tintes herméticos y un relato callejero descarnado. Alternando el presente y el pasado, “Zamba Para los Huérfanos” hizo explotar el pogo del Teatrito, seguido por “Gallo Negro” y una invitación no apta para obtusos, que traiga su bronca el que quiera hablar de verdad, para mirarse a los ojos a orillas de esta soledad. Una declaración de principios de una banda que no le esquiva a la incomodidad y las preguntas.
Empezaba a llegar el final, pero no hay fiesta del árbol sin los Calaveras de Constitución. Esos minutos de éxtasis popular en que el encuentro tira abajo cualquier barrera estigmatizadora. A los gorros y banderas murgueros se los ve junto a remeras de Hermética y tatuajes metaleros, padres, hijos, amigos, novios. Todos bailando al ritmo de un encuentro que llega hasta la médula y nos da eso mismo que propone Arraigo en Crioyo, encontrarnos, entender que somos más parecidos de lo que nos quieren hacer creer quienes nos quieren separados. Abriendo puertas para entrar a ese afuera que la digitalidad nos arrebata, y que se vuelve tan preciso en tiempos como los que vivimos. Siguió “Nehuén”, al ritmo del bombo legüero y entonando que un hombre débil no puede amar a nadie, para dar paso al himno almafuertero que ya empieza a ser un clásico, “A vos amigo” con el Vasco llevando en andas en un mosh por todo El Teatrito. Para el cierre, arriba Ranieri, arriba Conxuro, arriba Leo Pazos, el punk de Valentín Alsina, “Ya no sos igual” y “Nunca Seré Policía”.
Poco más de dos horas de recital, una presentación demoledora para Crioyo, tercer disco de Arraigo, que llega en un momento clave. La propuesta del disco, de la banda, de sus vivos, es de esas cosas que te parten la cabeza, sin demasiadas vueltas. Entrar a un recital del árbol y no salir cambiado es imposible. La banda apuesta al encuentro en épocas de división, apuesta a lo argentino en tiempos de colonialismo, apuesta al metal y el folclore en tiempos de cultura lavada. Para los tiempos que corren, llegar a Arraigo es encontrarse con la posibilidad de que hay una forma de salir de esto mejores. Será cuestión de acercar nuestros enojos, hablar de verdad y abrazarnos a orillas de esta soledad.
(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (Lunes a viernes de 20 a 21 horas)
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