No asumir que el sometimiento político y la dependencia económica son los vectores de una crisis social en aumento, lleva a repetir errores y tomar caminos inconducentes en la búsqueda de transformar la realidad argentina. Es por esto que la militancia nacional no debe dejarse engañar por aquellos que, sin reconocerlo públicamente, se disputan la administración de una argentina colonial.
Por Rodolfo Treber*
La dirigencia política argentina, una y otra vez, expone como causas de la problemática económica nacional lo que en realidad son sus consecuencias. Sucede que tanto Cristina Kirchner como Javier Milei, con toda la franja de impresentables y mercenarios que se ubican en medio, no pueden admitir que se disputan la administración de una Argentina colonial donde sus sectores estratégicos, y su producción, se encuentran en manos de corporaciones extranjeras. El colonialismo, el sometimiento político; la extranjerización y primarización de la economía; son las verdaderas causas de la decadencia argentina; el resto, sus consecuencias.
La economía bimonetaria, vedette de la última semana en el debate político, no tendría lugar si no fuera porque el comercio exterior argentino (en manos de cinco corporaciones extranjeras) define los precios locales de bienes y servicios. En este sentido, y hace mucho tiempo, el Che decía que “en los países dominados, el comercio exterior determina las políticas internas”. Trasladado a la política monetaria, los países dependientes no tienen facultad sobre el precio de su dinero; en cambio lo define la conversión, o tipo de cambio, con la moneda dominante en su comercio exterior.
En nuestro caso, tanto las exportaciones realizadas por multinacionales acopiadoras de granos (Cofco, Dreyfus, Cargill, Bunge, ADM), como las importaciones de cámaras del sector, automotrices internacionales y cadenas de comercialización se realizan en dólares estadounidenses. Como consecuencia de un comercio exterior liberado, todo producto del mercado interno resulta pasible de ser exportado por lo que tiene su precio directamente vinculado al tipo de cambio, y el resto lo hace de forma indirecta por su relación en la estructura de costos de producción y logísticos.
Por lo tanto, en nuestra economía, privada y totalmente transnacional, el Dólar funciona como patrón o respaldo del Peso argentino. Así, la moneda local es solo un reflejo de la extranjera dominante, y su precio se define según la cantidad de dólares en reserva del BCRA. Línea rectora que se repite, con débiles variaciones, desde la liberación de la economía nacional y la desindustrialización de su aparato productivo.
Esta subordinación política anula la soberanía monetaria, la capacidad de emitir, ya que está condicionada por la cantidad de dólares que ingresan al país y tiene impacto directo en el precio de conversión peso/dólar, el cual influye en la variación de los precios internos.
Desde la destrucción de la industria nacional, iniciada en 1976, ratificada en la década del 90 y profundizada desde el 2015 hasta la actualidad, el precio de nuestra moneda estuvo directamente relacionado con la cantidad de dólares en reservas. Esta dependencia a una moneda que no manejamos, que no emitimos, tiene graves consecuencias económicas que se traducen en devaluaciones permanentes e inestabilidad en los precios internos. La vinculación directa entre economías tan dispares, creada por un comercio exterior en manos extranjeras, produce devaluaciones constantes que, al trasladarse directa o indirectamente a un aumento de precios, lastima al pueblo argentino. Más devaluación, más inflación, es la demostración fáctica de la subordinación total al Dólar.
Entonces, hablar de economía bimonetaria es erróneo dado que no se trata de un estado económico permanente ni muchos menos de una causa de los problemas argentinos. Por el contrario, la convivencia de dos monedas de economías tan dispares supone el sometimiento de una sobre la otra, hasta su desaparición. El bimonetarismo, en el caso nacional, es una consecuencia de la subordinación política y un estado de transición en un proceso de dolarización que comenzó con la desregulación y extranjerización del aparato productivo hace 48 años.
Por otro lado, la explicación hegemónica, compartida por LLA, el PRO y UxP, sobre el problema económico nacional de la falta de divisas o el “estrangulamiento externo”, es absolutamente falso y, también, esconde las verdaderas causas de la decadencia de las últimas cinco décadas.
Los datos oficiales del INDEC (que no contemplan la enorme evasión, el tráfico ilegal ni la brutal subfacturación de exportaciones) declaran que en los últimos 40 años existió un superávit comercial de 200,000 millones de dólares que, a causa de la legalización de la fuga de capitales y el pago de deuda externa espuria, se esfumaron del país sin dejar un solo centavo a la producción, ni el desarrollo nacional. Esto quiere decir que, en condiciones soberanas, la Argentina es un país rico en divisas, producto de su capacidad productiva y bienes comunes naturales altamente demandados por el mundo.
La Argentina no tiene ningún problema de índole técnica que deba debatirse en documentos académicos basados en teorías foráneas. El problema de la Argentina es de soberanía, es el colonialismo, la primarización y extranjerización de su economía.
Resulta urgente salir del laberinto del debate por la administración colonial de la Argentina que nos proponen desde arriba y afrontar que la contradicción es, más que nunca, Patria o Colonia. Volver a construir organización política popular detrás de una agenda patriótica que, decididamente, tenga como horizonte dar pasos concretos en la transformación de la matriz productiva nacional. Recuperar la administración del comercio exterior para decidir que entra y sale del país, y disociar los precios de la economía interna con el mercado global. Proteger de manera inteligente el mercado interno, al mismo tiempo que se aplica un plan de industrialización por sustitución de importaciones, como paso obligado para la generación de trabajo genuino, disminuyendo así la principal demanda, y causa de la dependencia, de dólares que tiene el país.
La administración del comercio exterior y la banca no son temas antiguos, ni extemporáneos, sino pilares de una agenda patriótica que, de manera urgente, debe volver a presentarse como alternativa en la política nacional.
* Analista económico / Militante de Encuentro Patriótico
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