Por Esteban Magnani *
Las autoridades de más de 40 estados de los EE.UU. demandaron a Meta, la corporación dueña de Instagram, Facebook, Whatsapp y otras empresas, porque sus redes sociales están alimentando una «crisis nacional de salud mental juvenil» producto de algunas caraterísticas diseñadas para «enganchar» a niños y adolescentes. Primero fueron 33 los fiscales generales de distintos estados los que iniciaron la demanda en tribunales de California, pero en los días siguientes se sumaron varios más.
Las demandas provienen tanto de estados gobernados por republicanos como por demócratas. El fiscal general de New Jersey, Matthew Platkin, explicó que el juicio busca «de una vez y para siempre demostrar la responsabilidad de Meta y su CEO, Mark Zuckerberg, por prácticas engañosas y manipulativas en Instagram y Facebook que sabía que eran dañinas para los jóvenes» y que «aun así apuntaron deliberadamente a ellos de maneras que violan las leyes estatales y federales». Las leyes esgrimidas por los fiscales incluyen al Acta de Protección de la Privacidad Online de los Niños y el acta de Fraudes a los consumidores de New Jersey.
Por su parte, Meta expresó su «molestia» por la demanda y aclaró que ya «sumó más de 30 herramientas para apoyar a los adolescentes y sus familias». También protestó porque «en lugar de trabajar productivamente con las compañías de la industria para crear estándares para las aplicaciones que resulten limpios y adecuados para la edad, los fiscales eligieron este camino».
El fiscal Platkin aseguró que las empresas «no mostraron interés» en cooperar con la ley y que las autoridades de New Jersey «pasaron dos años y miles y miles de horas» investigando la forma en que tratan a los menores y que «apuntan deliberadamente» a niños y adolescentes.
El juicio se enmarca en la tensión que atraviesa a Meta, así como a otras empresas, entre mostrar ganancias y reducir los efectos secundarios de su modelo de negocios.
Una historia repetida
Numerosos investigadores señalan los efectos adictivos y nocivos que tienen las redes sociales sobre la salud mental, sobre todo de niños y adolescentes. Desde neurocientíficos y psicólogos hasta exempleados de estas corporaciones explican desde hace años que el algoritmo es entrenado para mantenernos pegados a las pantallas y así mostrar más publicidad, la principal fuente de dinero de estas empresas. Si bien medios masivos tradicionales como la radio o la TV compartían este objetivo, el poder de la informática revolucionó los mecanismos para lograrlo. Los algoritmos de inteligencia artificial que seleccionan lo que vemos son entrenados diariamente, por medio de la prueba y el error, para detectar cuáles son los posteos más efectivos a la hora de retener a los usuarios pasando el dedo por la pantalla, muchas veces sin poder controlarlo. De esa manera los algoritmos «aprendieron» a alternar posteos con imágenes de violencia o cuerpos atractivos todo lo que sea necesario solo porque son más irresistibles que otros. El mecanismo funciona y las horas frente a las pantallas se multiplican, pero exponen a los jóvenes a imágenes que los afectan.
El juicio pone sobre la mesa que estos efectos no eran desconocidos para la corporación. Las filtraciones realizadas en 2021 por Frances Haugen, exempleada de la empresa, mostraron al mundo que informes internos daban cuenta de estas consecuencias. Por ejemplo, uno de ellos señalaba que al 32% de las adolescentes no les gustaba su cuerpo y que Instagram las hacía sentir peor aún. Se trata de un efecto secundario del modelo de negocios de las redes: los cuerpos atractivos llaman la atención y se sobrerepresentan en las redes produciendo la sensación en las jóvenes de que son raras y no deben mostrarse, algo que, a su vez, fomenta la depresión en un momento muy sensible de la construcción de la propia identidad. Esa evidencia de que la empresa conocía los efectos de su modelo de negocios es uno de los puntos centrales de la demanda.
Para peor, son los niños de clases bajas quienes tienden a consumir más las pantallas porque sus padres no tienen quiénes los cuiden o lleven a actividades de otro tipo mientras los sectores de clase alta tienden a prohibir su uso hasta que tienen más edad, ya que cuentan con los recursos y el tiempo para proponer actividades más saludables para su desarrollo. En China, incluso, consideraron que el consumo excesivo de pantallas, sobre todo videojuegos en red, es un problema de salud pública y prohibieron su uso a una hora los viernes y una los fines de semana.
Chupete digital
No son pocos los analistas que hablan de una crisis de salud mental generalizada y fomentada por una forma de vida agotadora en la que las redes sociales funcionan como un chupete que tranquiliza temporariamente pero no ayuda a resolver. Esta crisis no se puede explicar solo en términos psicológicos, sino que requiere un análisis de la sociedad en general. Por ejemplo, el filósofo coreano Byung-Chul Han asegura que vivimos en una sociedad medicalizada para combatir la depresión y el cansancio. La pandemia profundizó y aceleró este proceso.
El pensador inglés Mark Fisher, quien también era docente en un terciario al que asistían jóvenes de clase trabajadora, veía en sus estudiantes una «hedonia depresiva»; la anhedonia es la incapacidad de experimentar placer o sentir interés por algo. En cambio, la hedonia, dice Fisher, es la incapacidad de hacer algo que no produzca un placer inmediato y que permite tapar, siempre provisoriamente, una depresión constante. Según él, sus estudiantes solo se proveían de pequeños instantes de placer jugando videojuegos, consumiendo drogas, escuchando música a todo volumen aun durante las clases, sin enfrentar nunca los problemas que los llevaban a sentir esa misma depresión que los aplastaba. Al cortar por unos instantes esos estímulos que les permitían evadir una sensación opresiva, esta volvía.
El juicio llevará meses y su final es abierto. Por otro lado, en caso de considerar a la corporación responsable de daño psicológico a la juventud, no será fácil controlar que se tomen medidas efectivas. Por un lado, se trata de microdecisiones embebidas en algoritmos que ya nadie entiende bien cómo funcionan concretamente. Por el otro, los mensajes funcionan a escala individual y reconstruirlos en cantidad y sacar conclusiones generales sobre sus efectos no será tarea fácil.
Lo que sí resulta alentador y que seguramente tendrá efectos, es el debate social que generará esta demanda.
(*) Columnista de Punto de Partida (lunes a viernes de 8 a 10)
Discusión acerca de esta noticia