Por Héctor Amichetti*
Me prendo en el interesante planteo que bajo una metáfora artístico-cultural formuló nuestro querido compañero Gobernador Axel Kicillof.
“Hay que componer una nueva canción” y para que esa melodía tenga éxito y la cante todo el mundo tiene que conmover el sentimiento popular, sensibilizar corazones, movilizar los cuerpos hasta convertir acción en revolución.
Solía decir Raimundo -mi más entrañable referente en términos humanos, políticos, sindicales- que no se podía destruir algo sin antes construir otra cosa que fuera superior.
Como reconoce Axel, nuestras raíces se asientan en Perón y Evita y se ramifican con el paso del tiempo en Néstor y Cristina, si se trata en cierto modo de personalizar principios e ideales que jamás habrán de agotarse.
Hay quienes se aferran de manera obstinadamente ortodoxa al nostálgico original de nuestras experiencias, también están los que predican una evolución tan dinámica e imaginaria que decreta definitivamente agotadas las mejores experiencias vividas.
No sufro de fiebre nostálgica pero amo la historia del peronismo, algo que para mí sigue siendo lo más hermoso que le pasa a nuestro país.
Más que una nueva composición, creo que es necesario una nueva versión respetando la letra originaria de nuestra histórica canción.
Pienso en Calamaro entonando “Cambalache” de Discepolín o en Divididos interpretando “El Arriero” del gran Atahualpa.
¡Qué belleza!
Cambiar la letra de nuestra canción, de lo que es nuestro pensamiento que nace del alma, ese ha sido un error que debemos corregir.
No hay nada más nuevo y atractivo que reiterar aquello que nos ha hecho feliz convencidos de que se puede repetir y superar, hasta que se vuelva definitivo.
*Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores.
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