Por Fernando Muñoz
Un día como hoy, 19 de mayo pero de 1976, el dictador Videla se reunió con cuatro escritores en la casa de Gobierno: Borges, Sábato, el sacerdote Castellani y Horacio Ratti presidente de la SADE.
“Hubo un altísimo grado de comprensión y respeto mutuo”, dirá Ernesto Sábato a la salida de la reunión. “Soy tímido y ante tanta gente importante me siento abochornado”, esquivó las definiciones Borges. En cambio el sacerdote, filósofo y psicólogo Leonardo Castellani pidió por la vida de Haroldo Conti.
Castellani fue un escritor nacionalista y antiliberal, que recorrió gran parte de sus aportes periodísticos junto al padre Hernán Benítez, confesor de Eva Perón y gran militante de la Resistencia. Junto a Rodolfo Puiggrós trabajaron juntos en el emprendimiento periodístico Rebeldía, que en 1957 sufrió persecución y cárcel por aplicación del decreto 4161 de la Libertadora.
Fue la revista Crisis, que todavía se publicaba bajo la dirección de Federico Vogelius, Eduardo Galeano y Vicente Zito Lema, la que publicó una crónica de la reunión. Aunque Borges y Sábato se negaron a hacer declaraciones para la revista Crisis, el número 39, de julio de 1976.
Y es muy interesante releer al sacerdote Castellani, que dijo haber hablado poco y que la preocupación de un escritor nunca pueden ser los libros. “Yo traté de aprovechar la situación con una inquietud que llevaba en mi corazón de cristiano. Días atrás me había visitado una persona que, con lágrimas en los ojos, sumida en la desesperación, me había suplicado que intercediera por la vida del escritor Haroldo Conti. Yo no sabía más de él que fue seminarista en su juventud. De todas maneras no me importaba eso porque así se hubiera tratado de cualquier persona mi obligación moral era hacerme eco de quien pedía por alguien cuyo destino es incierto. Anoté su nombre en un papel y se lo entregué a Videla, que me dijo que la paz iba a volver muy pronto al país. Borges y Sábato dijeron que el país nunca había sido purificado por ninguna guerra internacional. Hablaron de la purificación de la guerra. A mí me cayó como un balde de agua fría, por lo tremendo que eso significa. Y además porque es incorrecto, se olvidan del bloqueo anglo-francés, la del Paraguay y las de la independencia”.
A Conti se lo habían llevado el 5 de mayo, a la madrugada, un comando de diez servicios pertenecientes al Batallón 601 de Inteligencia del Ejército y la Policía Federal.
Conti había sido reconocido con el Premio Casa de las Américas, que otorga el gobierno cubano, en 1975, por su novela Mascaró, el cazador americano.
Mascaró gira alrededor de un circo que recorre lugares, y Mascaró hace el número de tirador de fantasías. Hay insurrección, hay enfrentamiento con la policía, hay torturas en una cárcel. Es la esperanza y la contrarrevolución. Mascaró es el 75 y el 76 en la Argentina.
Quince días después del secuestro, Crisis pudo saber por infidencia de un represor de menor jerarquía que Conti estaba en cautiverio en una casa grande, tipo chalet, ubicada detrás de la Brigada Güemes de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
El viejo Illia, radical presidente de la Nación entre 1963 y 1966, se entrevistó con el general Camps para pedir por Conti. Según Illia, Camps fue concluyente: “de Haroldo Conti hay que olvidarse. No se puede hacer nada, terminantemente…”
“El 8 de junio de 1976, con autorización de Videla, el padre Castellani pudo ver a Haroldo Conti. No se sabe dónde, porque el padre Castellani no lo dejó por escrito ni lo mencionó a nadie que lo haya hecho público, ni antes ni después de su fallecimiento ocurrido en marzo de 1981. Es posible que Castellani haya sido trasladado hasta el campo de concentración ubicado en las cercanías de la Brigada Güemes, dado el estado de salud de Conti, aunque también se afirma que fue en la SSF, Coordinación, en la calle Moreno a una cuadra del Departamento de Policía. Cuando el sacerdote lo vio, Conti tenía el pelo completamente blanco, se hallaba en un deplorable estado de salud y casi inconsciente. Pese a sus esfuerzos, Conti no lo reconoció. Castellani, piadosamente, le impartió la extremaunción”.
Dicen que Luis Martínez, de la Superintendencia Federal y Rubén Bufano, del 601 de Inteligencia del Ejército, estuvieron presentes cuando Castellani lo pudo visitar en su cautiverio. Según el policía de Superintendencia, Haroldo Conti estuvo en la ESMA, Campo de Mayo y Coordinación Federal, donde fue ultimado.
En el libro Disposición final, de Ceferino Reato y Jorge Rafael Videla, éste último afirma que en la antesala del almuerzo, Borges lo saludó “¡Ave, César, vencedor de los peronistas!”.
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