La contradicción entre acciones visibles y relatos cerrados. El caso Nord Stream como ejemplo. Alemania. La comodidad de los derrotados. Donald Trump y la stormy de lawfare. Rusia: el Concepto de Moscú, la autoafirmación y la defensa de los aliados. La tremenda depresión de Occidente, y sus causas.
Por Gabriel Fernández *
CHINA A LA CARTA. Hace tiempo ya que la República Popular China insiste en el reposicionamiento de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para orientar el accionar de los protagonistas planetarios. La idea tiene sentido: los asiáticos solicitan a quienes la diseñaron tras imponerse en la Segunda Guerra Mundial que cumplan con lo planteado. Como se sabe, la misma configura un tratado que establece principios básicos para relaciones internacionales equilibradas, que van desde la igualdad soberana de los Estados a la prohibición del uso de fuerza. En ella se establecen el derecho a la vida y a la libertad; a no estar sometido ni a esclavitud ni a torturas; a la libertad de opinión y de expresión; a la educación y al trabajo, entre otros. Estos beneficios corresponden a todas las personas, sin discriminación.
El lector comprende que, mediante el uso del poder, las principales naciones occidentales transgredieron esas y otras normativas todas las veces que lo desearon. Ahora, cuando las potencias emergentes vienen acumulando volumen como para terciar en los asuntos globales, la búsqueda de ejes razonables para la convivencia cobra un vigor que supera las declamaciones. Este es uno de los grandes temas del diseño general que se debate. Son muchos los puntos que pueden incluirse: varias guerras e invasiones, el establecimiento de bandas de mercenarios, el desarrollo de acciones terroristas. Semejantes movimientos, desplegados con una especie de cobertura –no muy elaborada, por cierto- asentada en declamaciones democráticas y humanitarias, caracterizan el tramo presente, en el cual las grandes corporaciones con eje financiero se esmeran por detener o al menos ralentizar las modificaciones estructurales por las que atraviesa el planeta.
En ese marco, lo acaecido con el gasoducto Nord Stream es significativo y contribuye a evidenciar modos de comportamiento. De los autores directos pero también de víctimas que se posicionan en defensa de los atacantes. A partir de las inconsistentes explicaciones ofrecidas por el gobierno de los Estados Unidos, el periodista que hizo saltar la liebre, Seymour Hersh, martilló sobre caliente con precisiones que dejan poco lugar a las dudas. Es pertinente recorrer sus afirmaciones sin olvidar los preceptos de aquella Carta, ni la publicidad insistente de los grandes cañones comunicacionales de un centro que se va empequeñeciendo y, al mismo tiempo, encapsulando. Es probable, además, que el abordaje de lo ocurrido contribuya a correr los velos sobre otras acciones que han conmovido a la opinión y justificado represalias sin que llegaran a conocerse autores ni objetivos. En esa dirección, resulta lógico que incentive las razones profundas que llevaron al gobierno chino a proponer una Iniciativa de Seguridad Global cuyas nervaduras enlazan el conjunto de las actividades económicas globales.
EE.UU. y ALEMANIA. Pocos días atrás, luego de presentar su ya célebre artículo, Hersh señaló que la gestión del presidente Joseph Biden decidió volar los gasoductos Nord Stream ante el estancamiento del conflicto en Ucrania. “En septiembre, cuando Biden dijo ‘hagámoslo’ y dio la orden, la guerra claramente estaba atascada. Y ahora invertimos cerca de 120.000 millones de dólares en la guerra. Y pedían a Europa occidental que enviasen más y más ayuda a Ucrania. Y en Europa occidental, en Alemania, estaban preocupados porque estaban viendo que esta guerra no iba a ninguna parte”, aseguró. En sintonía, ratificó que buzos de la Armada de los Estados Unidos perpetraron los actos de sabotaje, y recordó uno de los mensajes que le transmitió una de sus fuentes: “Esta fue una gran operación. Colaboramos con los noruegos, lo hicimos de forma encubierta, lo hicimos todo. No se encontró ni una sola huella”.
En este contexto, remarcó en diálogo con colegas de medios internacionales, que si en Occidente quisieran realizar una verdadera investigación, conseguirían la respuesta “en pocos días”. Entonces denunció que en EE.UU. “saben quién” está detrás de la voladura de los gasoductos, pero “ningún reportero” se atreve a plantear una pregunta al respecto. “Tenemos a la mayoría de los países de Europa trabajando con nosotros, podríamos haber conseguido la respuesta a esa pregunta en pocos días. Pero, claro, nadie lo ha preguntado, y la Casa Blanca no lo va a hacer porque sabe quién lo hizo. ¿Para qué preguntar e investigar? ¿Para qué hacerlo público? Toda la historia se está desmoronando, y hay presión”, transmitió Hersch en base a sus informantes. Y deslizó un elemento de singular trascendencia al respecto: “Cada vez que los rusos pretendían construir un gasoducto, luchábamos contra ello como locos. Normalmente perdíamos, porque incluso los países que estaban en la OTAN querían comprar gas. Así que siempre tuvimos miedo del poder que suponía el gas ruso”.
Antes mencionamos la identificación de algunos destinatarios del ataque con sus agresores. El Pulitzer no lo dejó pasar. El canciller alemán, Olaf Scholz, “no ha hecho nada para evitar” la voladura del Nord Stream. Es más, señaló que “no está claro” si el jefe del Ejecutivo alemán estaba al tanto acerca de quién explotó los gasoductos, lo cual sería un colmo que debería llevar a solicitar su dimisión; lo que sí es seguro, puntuó Hersh, es que “no ha estado entre los que exigían una investigación”. Enseguida, el reportero insistió en que Washington siempre se mostró preocupado por el papel de los suministros energéticos rusos en las relaciones entre Moscú y Europa.
Luego abrió una puerta hacia el análisis de la situación mundial, en este caso con epicentro europeo. El periodista indicó que “no hay manera” de reemplazar las entregas gasísticas rusas a un precio barato, un factor “clave” que le ayudó a Alemania a convertirse en una potencia industrial con empresas como el gigante químico BASF o las famosas marcas automovilísticas. “Y no olviden que [los alemanes] son parte de Europa occidental. Pasaron entre 8 y 10 años bombardeando, mutilando, violando y matando en Europa occidental para luego volver a las buenas costumbres. Lo hicieron convirtiéndose en una potencia industrial que desarrolló el comercio y logró bienestar. Rusia fue clave, porque Alemania pudo alimentar las industrias con gas barato”. Este párrafo es esencial. Entre el cierre de la Primera Guerra, las secuelas de la Segunda y la reconfiguración post crisis financiera 2008 – 2010, el decurso germano puede ser dibujado como una tragedia que involucra a propios y extraños. Ahora, tras la salida de Angela Merkel y la explosión bélica en Ucrania, la circularidad ha vuelto a tallar.
TRISTEZA OCCIDENTAL. Qué historia ¿no? Hagamos un alto y demos lugar a una digresión (quizás) incómoda. La observación detallada del panorama planetario presente brinda pautas que ya contienen un volumen adecuado para la comprensión. Sin embargo, debido a las campañas mediáticas y las movidas en redes, pero también a lo que podría denominarse sin afán científico como un bloqueo psicológico por parte de vastas zonas politizadas de la población, la opacidad persiste. En ciertos aspectos, se ahonda. El pesimista cautiva un prestigio que –a diferencia de lo registrado en el período hegemónico del Consenso de Washington– no posee gran fundamento. La mirada oscura hace sentir al ciudadano bien informado que es un tonto, un crédulo que confía en el devenir que sigue construyendo a duras penas esta humanidad sin rumbo. Lo que es más, y por ese andarivel surge el sentido, que luchar no conduce a nada porque los poderes permanecen impertérritos y su primacía no se modifica.
Con franqueza, a este narrador le sienta pesado el que se pretende avispado y sugiere que todo termina siempre mal; en el país y en el mundo. Para ese agorero no importan los cambios de época ni las informaciones de fondo sobre los senderos recorridos. Evalúa que “la política” implica necesariamente un desencanto sin percibir que la misma es una elaboración masiva que, junto a los tránsitos económicos, puede delinear destinos a ser redactados. Cuando, en otro tramo de la labor periodística, hubo que dar cuenta del ascenso del capital financiero a la cúspide occidental, se hizo sin más, pues aquí no se trata de forzar un optimismo sin sustento. La cuestión es que los elementos materiales –certificados en los PBI pero también en las acciones de los pueblos- ofrecen hoy un horizonte que, al menos, merece un enfoque más realista. En una de esas es más sencillo evitar los desafíos y situarse en la cálida (conocida) habitación de la derrota. (Desde otro perfil, volveremos sobre el asunto en el final).
Aunque parezca extraño, es más cómodo tirarse a la retranca que vencer. ¿Quién exige algo al desolado?
DONALD TRUMP. En alguna ocasión Atahualpa Yupanqui sugirió que, tal vez, el camino inventa sorpresas para entretener el alma del viajero. Algo de eso está ocurriendo en los Estados Unidos. Mientras esa sociedad y la humanidad que la entorna se informan sin exaltarse sobre el último crimen masivo en una escuela, mientras su gobierno rechaza sin mirar las propuestas de paz para Ucrania, vibran las webs para anunciar que por vez primera un presidente puede ser conducido a prisión. ¿Acusado? por una empresaria de filmes pornográficos –obras que protagonizó sin presiones y produjo con buen rédito- de haber tenido relaciones sexuales consentidas, Donald Trump está recibiendo el mayor bombardeo jurídico y mediático de la historia norteña. Una stormy de lawfare. El rubicundo también es imputado por un manejo inadecuado de la documentación oficial (¿¡?), por inflar su patrimonio para conseguir créditos importantes (casi casi el manual del burgués), por convocar a una marcha contra un eventual fraude electoral y por sugerirle a sus colaboradores que lo ayuden a conseguir más votos en un distrito reñido.
El lector sabe que desde el comienzo en estas páginas se indicó que la irrupción de Trump no era otra cosa que el intento del pueblo estadounidense de reindustrializar su nación, orientar los recursos hacia el mercado interior en detrimento de las aventuras bélicas a miles de kilómetros, y así hilvanar en un lugar adecuado al potencial real con las agrupaciones de Estados que venían emergiendo desde antes de la crisis financiera. Esto es: Trump encarnó el intento de quebrar la desterritorialización y el consecuente vaciamiento de la estructura estatal en beneficio de las grandes corporaciones financieras que articulan el atlantismo. Lo logró parcialmente, sin hacerse entender muy bien: la economía de esa locomotora frenó la caída previa y alzó, en sus cuatro años, los indicadores productivos de su PBI. La gestión del cracker, entre gritos e insultos, combatió la tendencia de la Reserva Federal –vertical a los grupos transnacionales- de subir las tasas de interés y, con el argumento de controlar la inflación, conducir las inversiones sobre la renta, la especulación. Los agujeros negros.
Bueno, por muchísimo menos que los ostensibles delitos cometidos por sus predecesores y sus sucesores, Trump es bombardeado desde un esquema judicial equivalente al que conocemos en otros espacios del continente. La Argentina, Brasil, Ecuador, entre tantos países, ven a quienes representaron el interés social profundo padecer persecuciones, causas inventadas, difamaciones. Todo destinado a escarmentar jefes de Estado que damnificaron de un modo u otro los planes hegemónicos del bloque parasitario que hoy ensangrenta al planeta. Como un revés al pasar, sin necesidad de alardear con la Gran Willy, cabe deslizar que esta tormenta evidencia el sinsentido de calificar a tal o cual dirigente como “de derecha” en vez de hacer funcionar las pequeñas células grises y averiguar cuál es la base de sustentación de los protagonistas y los proyectos a mediano plazo que representan. Trump, que junto a Ross Perot allá lejos y hace tiempo, intentó la construcción de una tercera opción política en el amañado sistema norteamericano, logró su anhelo adentrándose en los intersticios del Partido Republicano. Pero no calibró las consecuencias porque estimó que quien tiene plata, hace lo que quiere.
¿Qué es esto? Bueno, lo podemos llamar el “efecto Lalín”. El calvo empresario que llegó a ser titular del Racing Club reflexionó sobre su abrupta caída cuando ya no le quedaba nada por rescatar. Dijo, mientras limpiaba la sangre generada por la herida de un sólido tamboril de cancha, “yo pensé que era poderoso porque tenía un millón de dólares. Me metí en el mundo del fútbol y ahí me di cuenta que había otros que tenían diez, cien, mil millones. Y yo era un pichi”. El propietario de la imponente Trump Tower, que transitó la vida dando órdenes a diestra y siniestra con malos modales, que obtuvo voluntades con sumas apreciables, que arrasó en la interna republicana con promos, redes, medios, merchandising y que de paso alquiló amistades para descargar tensiones, se encontró con que el esquema que se había adueñado de su país tenía vigorosos tentáculos extendidos dentro y fuera, y que sus propuestas sobre Make America Great Again lo condenaban a ser un marginal cuasi obrerista, convocante de personas humildes con vestimentas excéntricas, a las cuales difícilmente respetara en el trato directo.
FIRMEZA DE CONCEPTOS. El presidente de Rusia, Vladímir Putin, dio a conocer 48 horas atrás, en una reunión con los miembros del Consejo de Seguridad de su nación, la adopción de un nuevo Concepto de la política exterior del país. El mandatario subrayó que la renovación se debe a los “cambios radicales en la vida internacional”.
¿Cuáles son los ejes de esta instancia que combina las acciones desplegadas por la Federación con una exposición más clara y, en cierto modo, terminante?
En síntesis, resulta posible enunciarlos de este modo:
- Eurasia debe convertirse en un espacio de paz y prosperidad con la formación de un amplio entorno de integración que reúna el potencial de todos los países.
- Rusia da prioridad a la profundización de los lazos con China e India, calificadas como “amistosos centros globales”. Además, ayudará a África a convertirse en un espacio de influencia a escala global.
- Buscará liberar el potencial de la cooperación estratégica con los países de América latina y el Caribe, del mundo islámico y de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental.
- Turquía, Irán, Arabia Saudita, Egipto y Siria figuran también entre los países con los que Moscú quiere fortalecer los vínculos.
- El Gobierno ruso aspira a resolver todas las cuestiones relativas al Ártico por una vía pacífica, al tiempo que espera que la Antártida siga siendo un espacio desmilitarizado.
- Las perspectivas en las relaciones bilaterales entre el Kremlin y la Casa Blanca dependen de que Washington esté dispuesto a dejar de lado su hegemonismo. Al mismo tiempo, Rusia está interesada en mantener la paridad estratégica y la coexistencia pacífica con la parte norteamericana.
- La renuncia de Europa a su política antirrusa y el fin de la dependencia de EE.UU. favorecerían al Viejo Continente no solo en términos de seguridad, sino también de bienestar.
- La imposición de directrices ideológicas neoliberales se ha convertido en una forma de injerencia en los asuntos de otros Estados.
- Moscú construirá relaciones con las naciones anglosajonas en función de su disposición a renunciar al rumbo antirruso. Mientras, advierte sobre el persistir de riesgos de escalada que podrían involucrar a países grandes y desembocar en “una guerra local o global”.
- Moscú quiere aumentar las exportaciones no relacionadas con el sector energético, al tiempo que reorienta su política comercial hacia países que se aferren a enfoques neutrales.
- El abuso por parte de algunos países de su dominio en algunas esferas agudiza la fragmentación de la economía mundial y la desigualdad. En paralelo, crece el interés por nuevas monedas de reserva internacional y se sientan las bases para la diversificación en la cooperación económica.
- Con este telón de fondo, Rusia seguirá por una senda que disminuya la dependencia de su economía de las restricciones unilaterales y aportará al desarrollo de una infraestructura de pago internacional que sea independiente de Estados inamistosos. Al mismo tiempo, ampliará el uso de divisas nacionales en transacciones con aliados y socios.
- Moscú velará, en el mundo, por la consolidación de los esfuerzos para garantizar el respeto hacia los valores tradicionales y universales.
- A nivel humanitario, la campaña contra la rusofobia, la defensa del idioma, la cultura, el deporte, así como de la Iglesia ortodoxa rusa serán elementos clave de la política exterior que se encamina a excluir la discriminación de los valores y las instituciones mencionadas.
- Moscú reclama su derecho a desplegar contingentes militares en concordancia con los principios y normas del derecho internacional, universalmente reconocidos. Sobre este aspecto, se remarca que el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas es la base legal, una base jurídica adecuada e irreversible para el uso de la fuerza en legítima defensa.
Como se percibe, la Federación de Rusia ha ingresado en un período de definiciones integrales. La ecuación de historia, potencial acumulado, buen abanico de aliados y necesidades a futuro, permite a la temperamental nación euroasiática decir presente en base a un proyecto que, por estos tiempos, puede impulsar. No sólo lo desea, vale enfatizar: puede impulsar. Es recomendable ahondar en el anuncio moscovita a través del artículo previo de nuestra secuencia: Fuentes Seguras. Concepto de Moscú. Una nueva instancia para un proceso en marcha.
DISTORSIONES AGUDAS. Entre los factores que conforman este presente occidental, es preciso incluir las afirmaciones que se sobreponen a la verdad. Es suficiente con que el poder atlantista se diga democrático para que se despliegue por sus dominios la obligatoriedad de admitirlo y señalarlo. Es suficiente con que el poder atlantista califique a otro espacio como dictatorial o autoritario para que se expanda la compulsión por alzar el dedo e imputarlo.
Así, lo que se escucha, o se lee, a diario, colisiona con la realidad en un nivel absoluto. Las potencias del mundo anglosajón cooperan abiertamente con los nazis que, en Ucrania, levantan la bandera de Kiev y atacan a los vecinos que liberaron el territorio durante la Segunda Guerra Mundial. Esas potencias, gobernadas por el gran capital financiero, insisten en que representan los valores de la libertad expresiva y los derechos humanos. Simplemente lo dicen, sin vínculo con la acción que despliegan, y quienes rechazan el aserto en base a los hechos, son silenciados, censurados, cancelados.
En línea, ese altavoz que tiene como plataforma la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), proclama la diversidad mientras busca anular los rasgos distintivos de los pueblos que en Asia, África y América latina se plantan en defensa de su cultura y sus intereses. Esa voz que aturde pretende que todos se alineen detrás de comportamientos y creencias instituidas por el centro de un Norte descentrado, postulándolas cual paraíso progresista de la modernidad.
La combinación de un decir que oblitera la realidad con la imposición de formatos culturales que anulan las tradiciones genuinas de cada grupo humano, está derivando en una depresión masiva, acompasada por las más variadas adicciones, y por la adopción de senderos políticos disparatados que se enorgullecen de estar despegados de las construcciones históricas elaboradas por sus propios pueblos. De ahí que, justo cuando la historia abre sus puertas, el pesimismo alcance prestigio.
Justo ahora, que la historia antigua empieza a terminar.
- Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
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