Por Úrsula Asta*
“Haigaz. La historia de mi vida” es un libro profundamente impactante. Haigaz Bagdasarian manuscribe durante la década del ´70 sus recuerdos desde 1915, cuando tenía tres años. Lo hace luego de jubilarse y de vivir más de tres décadas en la Argentina. En armenio describe la casa de su infancia en la Ciudad de Adiyaman, a su familia, los quehaceres, los alimentos de su tierra usurpada, la forma de vida. Conmociona por la frescura y la crudeza del recuerdo de un niño que reconstruye sus vivencias del Genocidio Armenio, los éxodos en los desiertos de Siria y su infancia en distintos orfanatos.
María Soledad Bagdasarian, su nieta, coordinadora de “Memorias Armenias” y curadora de los escritos de Haigaz, visitó Radio Gráfica para contar la historia de su abuelo que fue publicada en el libro, tal como era el deseo de él.
***

Úrsula Asta: ¿De qué se trata este proyecto “Memorias Armenias”?
María Soledad Bagdasarian: En el 2010 me enteré de que mi abuelo había escrito unas memorias. Mi abuelo había fallecido en el año ´85 cuando yo era muy pequeña, y cuando me enteré de esas memorias me dije que eso no puede quedar en el marco de lo familiar. Tiene que trascender. Ahí comencé a llenarme de valor para poder emprender el trabajo, que el manuscrito sea traducido, recuperar sus historias, contactar con los familiares, con hermanas de mi abuelo que vivían en el resto de los países de la Diáspora.
Casualmente, en el tiempo de la pandemia me pongo en esta ardua tarea de desarmar este mundo oculto para la familia y transformarlo en un libro. A partir de ahí es cómo nace la idea de expandir la historia de Haigaz y que sea conocida en nuestro país, y en el resto de los países en la medida que sea posible. Porque la comunidad armenia a partir del genocidio de 1915 se tiene que expandir en el resto del mundo, y ahí es cuando se da la conformación de la Diáspora armenia, que en nuestro país es muy importante, es la tercera en el mundo. En el continente americano está Estados Unidos, y después viene nuestro país como el gran centro que contuvo y recibió a los y las armenias.
El gran desafío de dar a conocer la historia de mi abuelo y poder también expandirlo a otras memorias. Me parece que es una gran deuda que tenemos, yo lo siento, como persona que creció en la comunidad armenia.

UA: ¿Cuándo llega el pueblo armenio a la Argentina?
MSB: Las primeras oleadas van a ser después de 1915, cuando comienzan las matanzas, y en ese momento nuestro país era un semillero para recibir inmigrantes y a los armenios después del destierro. Tenemos que recordar cómo fue, es decir, el pueblo armenio fue desplazado y desterrado, era el que vivía dentro de los márgenes del Imperio Otomano.
En el desmembramiento del imperio, los armenios eran una minoría, lo habían sido desde hace varias décadas y ya la situación era muy débil para ellos. En 1915 es cuando comienza este plan, el 24 de marzo es la fecha clave en donde se detiene y se decapita a los intelectuales y a referentes del pueblo. Las iglesias son cooptadas, usurpadas. Y desde ahí las familias, como lo cuenta mi abuelo, primero van por hombres mayores, después por los niños mayores. Los buscaban reclutar y masacrar. Después llegó la hora de las mujeres y de las familias completas, o lo que quedaban de las familias.
Ahí comienzan las caravanas hacia los desiertos de Siria. Algunos tuvieron la suerte de poder sobrevivir a estas penosas vivencias, y mi abuelo lo dice “gracias a las manos milagrosas de algunos misioneros y misioneras”. Él era niño, tenía 3 años en ese momento, era el menor de una familia de 8 de la que sobrevivieron 5 y una hermana que va a estar perdida. Paso por orfanatos de Siria. Es una comunidad que se tuvo que rearmar frente a la tragedia.
Leonardo Martín: Siguen manteniendo con el correr de los años una identidad muy fuerte ¿Por qué pensás que hay esa identidad tan fuerte?
MSB: Ahí tenemos el legado de nuestros abuelos. En mi caso, mi abuelo es el sobreviviente. Para otros jóvenes de mi edad son los bisabuelos. Me parece que esta camada de sobrevivientes que llegó a la Argentina creo que tuvo que sobrellevar su vida, en lo personal construir una comunidad fuerte en diferentes barrios y zonas de Buenos Aires. También hay armenios en Mar del Plata, en Rosario, en Mendoza, en Córdoba. Pero el trabajo de los armenios desde un principio fue rearmarse, recrear las instituciones y comunidades, la Iglesia, la escuela, que no se perdiera la lengua, las tradiciones. Esa fortaleza hizo que generaciones posteriores todavía la sigamos manteniendo. También se da esto que nos fuimos integrando, y esta doble identidad o nacionalidad que sentimos.
UA: Tu abuelo escribe después de muchos años, contanos su historia.
MSB: Mi abuelo escribió en 1971, jubilado, en el barrio porteño de Parque Patricios. Esto lo aporta la historiadora especialista en la cuestión de genocidios: que se dan muchos casos de armenios que se vuelcan a escribir sus memorias en esos tiempos. También hay que contextualizar lo que pasaba a nivel mundial y lo que pasaba en nuestro país, que eran tiempos turbulentos, década del 70. Hay una necesidad ahí. Y pensemos que a nivel mundial el primer recordatorio del genocidio que se hace es en 1965 en Moscú. A 50 años del genocidio es la primera vez que se puede decir que lo hubo.
En ese momento ya eran hombres mayores, pero eran niños que sobrevivieron. Se entiende que tienen esa deuda moral de dar a conocer su historia. Mi abuelo lo hizo en el prólogo, allí dice: “Al escribir mis memorias no pretendía producir literatura, ni una novela. Todo lo que se documenta en estos manuscritos es una imagen de mi vida aventurera, similar a la de miles de huérfanos armenios que escaparon milagrosamente de la Yagatán, la espada turca, en 1915. Escribir mis experiencias vividas para mis seres queridos y para aquellos con quienes compartí mi vida con el fin de retribuir la deuda moral que siento, manteniendo vivos los recuerdos”.
El habla de una deuda moral, de dar a conocer y ser testimonio de lo que vivió el pueblo armenio. Sus recuerdos permiten viajar en el tiempo, tener ese tipo de imágenes de cuando eran huérfanos en Siria y veían cómo la pila de melones que estaba un hombre ahí vendiendo, y ellos huérfanos muertos de hambre como que de alguna manera se la tenían que rebuscar para poder comer todos los días.

UA: ¿Cómo llega a Argentina?
El viaje a Argentina fue como la vuelta de un camino. Él intentó instalarse en Estados Unidos, allá ya vivían dos hermanas. Pero ese sueño se le frustró. Él quería estudiar, se había formado en los orfanatos, tenía una formación de carpintero, pero él quería estudiar, su pasión estaba por los libros. Es ahí que él pretende ir a Estados Unidos a estudiar.
Eso no sucede, vuelve deportado y vuelve al desierto a trabajar ya como soldador, en Siria. Ahí trabaja tres años y un día se cansa de esa vida y su hermano le dice que hay muchos armenios que estaban viniendo a Sudamérica. Todavía no sabía bien dónde se iba a instalar. Era 1937, el llega un día, pasó año nuevo con sus hermanos en Beirut y en febrero toma el barco que lo trae a la Argentina. Un ingreso de novela porque venía sin los papeles en regla.
También él acá se emplea en empresas relacionadas con lo petróleo porque él habla de la formación que había tenido. Era su fuerte. También hablaba cinco idiomas, entonces eso le daba una posibilidad de emplearse en empresas de capitales extranjeros. Viajó a Santa Cruz, y estuvo un tiempo viviendo allí, trabajando, y se dio cuenta que no es lo que quiere y ahí sigue buscando. Pasa por Córdoba, una comunidad fuerte, se convenia también ahí el matrimonio con mi abuela, porque también hay que recordar que antes era así. Las familias buscaban esto. Algo que buscaron los armenios siempre fue que al formar familia y casarse, fuera con alguien armenio, y eso era una clave para que esto no se perdiera.
Lo lindo que está pasando, y viene pasando hace muchas décadas, es el hecho de que cuando un armenio o una armenia arma pareja o familia con un no armenio, vamos sumando gente a la comunidad. Mi mamá es de origen español y es la cocinera de la comida armenia en mi familia. En mi caso, pasa lo mismo. Mis hijos deciden llevar el apellido Bagdasarian como primer apellido. Es muy fuerte la identidad y lo que sentimos.
Él escribe estas memorias en la década del 70, y viaja al Líbano a visitar a visitar a su hermano que no lo veía después de que se despidió de ellos en el ‘37. Le lleva el manuscrito y le dice que lo publique en Beirut, donde estaba una comunidad importante de armenios. Al tiempo el hermano le dice que no lo van a publicar. Ese manuscrito se guarda. Después los hijos del hermano viajan a París porque con el contexto de la guerra civil en el Líbano se mudan a París. Fortuitamente en el año ‘97 mi papa viaja a París por cuestiones de laburo y se encuentra con sus primos por primera vez y ellos le dicen que tenían algo para él, que le pertenecía. Ahí le entregan el manuscrito. Es un cuaderno marca Laprida, tapa dura, es un objeto muy interesante como antigüedad también.

Ahí comienza el proceso de buscar traducir estas memorias y luego quedó ahí. Porque van a pasar muchos años en los que el libro queda guardado y recién más hacia estos años, en el 2015, lo logramos traducir. En el 2020 con la pandemia logro dedicarme a pleno a desmembrar y a organizar su relato para que pueda transformarse en este libro.
Algo que sucede ahí es el hallazgo de tantas fotos que lo acompañaron a lo largo de su vida, fotos que algunas tienen ya casi 100 años, fotos de cuando él era un huérfano en Siria, como documento histórico creo que tienen un valor muy importante de recuperar. Ahí nace la idea del libro, y también la idea de poder ampliar y poder contar una manera más tecnológica, más moderna y contemporánea, la historia de Haigaz con las fotos, videos y testimonios.
Es un poco también la idea del proyecto Memorias Armenias, buscar expandirlo a otros testimonios.
UA: Miraba las redes sociales de Memorias Armenias, este proyecto, donde hay otras historias también.
Es un trabajo que estamos desarrollando. Como yo publiqué mi libro, por suerte hay otros nietos que hicieron el mismo trabajo. No es el primer libro el de Haigaz, así que eso también está bueno, pero considero que tienen que ser muchas las historias en las que tenemos que contar lo que se vivió. Creo que es el gran desafío y en nuestro país, Argentina nos ha enseñado y nos ha marcado un camino clarísimo en torno a la memoria y creo que lo tenemos bien claro.
UA: Es uno de los países de la región, Argentina me refiero, que reconoce el Genocidio Armenio.
Lo más llamativo es que es el único país en el mundo que lo reconoce en los tres poderes del Estado. El Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Con el Juez Oyarbide hacia el 2004, está el caso de una familia que presentó los testimonios de su familiar sobreviviente. La decisión desde la Justicia, desde el Poder Judicial, es denunciar que el Genocidio Armenio es un delito de lesa humanidad como son los genocidios, que no prescriben y que hay una deuda pendiente no solo hacia los armenios, si no hacia la humanidad.
(*) Entrevista realizada junto a Leonardo Martín y Valeria Rodríguez en Feas, Sucias y Malas, sábados de 10 a 13 hs, por Radio Gráfica. Colaboración de Carolina Ocampo
Discusión acerca de esta noticia