Por Nehuén Gusmerotti*
Nos metemos en el último acto de una de las bandas más importantes de todos los tiempos. Queen, el cuarteto que hizo de todo, que tuvo al legendario Freddie Mercury como estandarte y que aquel 4 de febrero de 1991 lanzó el último álbum con la formación original. Un disco que sembró críticas variadas, aunque la gran mayoría coinciden en que es uno de los mejores trabajos del grupo en sus últimos diez años.
Datos técnicos: como dijimos se lanzó un 4 de febrero del 91, fue grabado entre marzo de 1989 y noviembre de 1990 en los Metrópolis Studios de Londres y los Mountain Studios de Suiza. Cuenta con la participación de Steve Howe, violero de Yes, tocando la guitarra flamenca que suena en el tema Innuendo, que abre el disco. Hay que decir que tiene varios puntos muy altos, como el homónimo Innuendo, The Hitman, un rock poderoso con aire ochentero, el himno Show Must Go On, o These Are The Days of Our Lives. Su arte de tapa está basada en El Malabarista del otro Mundo, del francés Jean Ignace Isidore Gérard.
Pero vamos al contexto. Atrás había quedado Live Aid. Aquellos minutos para todos los tiempos que Queen nos regaló en 1985. La banda tenía problemas. Los discos lanzados durante esa década estaban lejos de las brillantes entregas de los 70´. Los egos chocaban constantemente y para colmo la enfermedad de Freddie era cada vez más difícil de esconder. El ídolo se estaba muriendo.
En ese contexto la banda se reúne para lo que sería su último gran regalo al mundo musical: Innuendo. Para aquellos días Freddie blanqueó a la banda que padecía SIDA. Esto unió a la banda, que apoyó al cantante durante todo el proceso. A Freddie le costaba. Basta con ver las imágenes de aquellos años para notar el padecer físico que aquejaba a un vocalista que ponía mucho de su cuerpo en la interpretación de las canciones.
Según expresaron un tiempo después sus compañeros, a Freddie le costaba expresar lo que le pasaba con palabras. Así se dieron algunas canciones en las que el resto de la banda ponía letra a lo que veía que el cantante manifestaba. Estos son los casos de la icónica Show Must Go On, una declaración de principios de la banda compuesta por Brian May, o These Are The Days Of Our Lives, del baterista Roger Taylor.
El show debía continuar. Freddie aclaraba su malograda garganta con vodka para calmar los dolores y enfrentar el final de ese disco que tenía sabor a despedida. “Cantaré hasta que me desangre”. El tanzano logró, a pesar de su situación, un nivel altísimo en el recorrido de más de cincuenta minutos del disco. Incluso recuerdan todos sus compañeros que, más allá del ambiente que generaba la debilidad de Freddie, la banda estaba muy unida y fue como volver a jugar juntos.
En lo musical, es un disco que vuelve en algún punto a las bases. Tiene algo de esa osadía de A Night At The Opera. Da lugar a varios estilos, baladas, tramos flamencos, hard rock, momentos más oscuros. Incluso tiene un tema dedicado a Delilah, la gata de Freddie (quizás el tema más flojo del disco). El cierre de la mano de Show Must Go On es la despedida perfecta. Queriendo o no, la banda baja el telón junto a su ícono de una manera magistral, con un himno eterno.
¿Qué vino después? Lo que todos sabían y nadie quería confirmar. El 22 de noviembre de ese 1991, y tras una situación insostenible visiblemente para el vocalista, Freddie confirma públicamente que padece SIDA. Horas después, el 24, fallece a los 45 años. El parte médico: bronconeumonía agravada por su condición. Lo despidieron Bowie, Elton John, su familia, sus compañeros de banda. Él se había despedido meses antes en aquel último tema de Innuendo, dejando clara una política de vida: El show debe continuar.
(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (sábados de 18 a 20, domingos de 16 a 18)
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