Federico García Lorca nació en Fuente Vaqueros, un pueblo rural de Andalucía el 5 de junio de 1898. Los once años que vivió allí, en relación con el campo y su gente, lo marcaron profundamente. Él mismo más tarde afirmará que sin esa experiencia, sin aquellos recuerdos, le habría sido imposible escribir Bodas de Sangre, uno de sus textos teatrales más reconocidos, que transcurre en la Andalucía rural.
Por Paloma Garrido*
La familia Lorca se trasladó a Granada cuando Federico contaba once años. La vida cultural de esta ciudad lo acercó primero a la música, y luego a un grupo de jóvenes artistas e intelectuales llamado El rinconcillo. En compañía de estos jóvenes Federico realizó varios viajes por pueblos y ciudades de España, a partir de los cuales se inspiró para escribir su primer libro en prosa, Impresiones y Paisajes, en donde escribe sobre la vida política, social y religiosa de España, pero también sobre otros temas que lo apasionaban como la canción popular y el cante jondo. Pasiones que compartía con quien sería su amigo y mentor por el resto de su vida, el compositor Manuel de Falla, quien se había instalado en la ciudad. En esos años Federico estudia Filosofía y Letras, y también Derecho, en la Universidad de Granada.
En 1919 Lorca sigue a varios de sus compañeros de El rinconcillo para continuar sus estudios en Madrid. Se instala en la Residencia de Estudiantes, que en ese momento era un verdadero hervidero artístico, cultural e intelectual, moderno y liberal. Allí se amplían los horizontes culturales para Federico, donde conoce a destacadísimas figuras de las artes como Luis Buñuel, Pedro Salinas, Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti y Salvador Dalí, con quien mantuvo una relación muy intensa tanto en lo personal como en lo intelectual. Los dos artistas se admiraban con pasión, y esa admiración se vio plasmada en la obra de ambos.
En esos años Lorca escribió Poema del Cante Jondo y publicó su Libro de poemas (1921) con ayuda de Juan Ramón Jiménez. Allí compila algunos de sus mejores versos hasta ese entonces.
Son años prolíficos y de expansión cultural para el poeta, escribe Suites, Romancero Gitano y Canciones, el cual publica en 1927. En este periodo incursiona también en el teatro, con El maleficio de la mariposa, La zapatera prodigiosa y Mariana Pineda.
Ahora bien, poco antes de 1927, año en que se cumplía el tricentenario de la muerte de Luis de Góngora, un grupo de poetas entre los que se incluye Federico, iniciaron una revaloración de la poesía de Góngora, destacando de ella la originalidad de la metáfora, el uso de la imagen y el esplendor del lenguaje, en contraposición al realismo que dominaba en ese entonces las letras españolas y que consideraban vulgar. La celebración de este aniversario unió a estos poetas, que en el Ateneo de Sevilla realizaron frente al público un manifiesto acerca de esta renovada visión sobre la poesía de Góngora, pero también sobre su propia poesía, que ubicaban en la vanguardia y que retrataba la dura realidad de España a la vez que rescataba recursos de los clásicos. Se conoce a este grupo de poetas como la “generación del 27”. Y se toma como parte de esta generación a García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Emilio Prados, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, entre otros.
El año 1928 lo encuentra a Lorca en un periodo de crisis, tanto personal como artística. Había publicado sus textos “Canciones” (1927) y “Romancero Gitano” (1928) con muchísimo éxito, pero sentía desde hace un tiempo que su nombre se asociaba en el público y en la crítica al folklore y al costumbrismo. Esta imagen disgustaba muchísimo a Federico, que se sentía encorsetado por ella. El tópico de los gitanos se trataba para él simplemente de un tema, pero no de su motivación poética. En este mismo sentido había recibido una carta de Dalí en la cual le hacía una crítica despiadada del Romancero, el cual el pintor consideraba plagado de lugares comunes e incapaz de generar emoción.
Aquí, quien escribe humildemente discrepa con Dalí. El Romancero Gitano conmueve hasta la médula, dejándonos imágenes y versos imborrables. Quién podría olvidarse de las imágenes y la musicalidad del Romance de la luna, luna (“La luna vino a la fragua / con su polisón de nardos. / El niño la mira mira. / El niño la está mirando.”), o del Romance Sonámbulo (“Verde que te quiero verde. / Verde viento. Verdes ramas. / El barco sobre la mar / y el caballo en la montaña. / Con la sombra en la cintura / ella sueña en su baranda, / verde carne, pelo verde, / con ojos de fría plata. / Verde que te quiero verde. / Bajo la luna gitana, / las cosas la están mirando / y ella no puede mirarlas.”). El Romancero Gitano se compone de dieciocho romances, que tienen en común el tema de los gitanos y su cultura, la tragedia, la pasión y la muerte, la libertad y la opresión por parte de la guardia civil. La luna ampara a los amantes o los devela y anuncia su muerte, el cuchillo simboliza la muerte, las rosas rojas son la sangre de las víctimas y el agua es vida si es río, y muerte si está estancada.
Este sentimiento de opresión en lo artístico confluía con la crisis personal, ya que se encontraba distanciado de Emilio Aladrén, un escultor con quien Federico vivió un romance. En estas circunstancias es que decide viajar a Nueva York. Este será su primer viaje al exterior, que le abrirá a nuevas sociedades y nuevas imágenes. Allí se encontró con las grandes masas urbanas y con el florecimiento de la ciencia y la técnica. Descubrió el jazz y el blues, y el cine sonoro. Vio obras de teatro por grupos comunitarios, y leyó a los grandes poetas norteamericanos. A partir de esta experiencia escribió Poeta en Nueva York, un libro de poemas alucinante que se publicó en 1940, cuatro años después de su muerte. En Poeta en Nueva York se refleja el ánimo de Lorca, el “yo poético” se hace eco de la angustia del hombre moderno, pero retrata la multiculturalidad y la diversidad, y se solidariza con los excluidos y explotados.
Ya de regreso en España y con la proclamación de la II República en abril de 1931, Federico empezó a colaborar en varios proyectos culturales con el objeto de generar un intercambio entre la cultura de las grandes ciudades y la de los pueblos españoles. Fundó y dirigió en estos años el grupo de teatro universitario La Barraca, idea que surgió de la experiencia de su viaje a Nueva York. Este grupo tenía la misión de representar obras del teatro clásico español en los distintos pueblos de España. Lorca creía fuertemente en el poder del teatro como movilizador de sentimientos y pensamientos elevados. Esta experiencia le permitió iniciarse como director teatral y trabajar para públicos distintos de los de las grandes ciudades.
En 1933 se estrena en Buenos Aires Bodas de Sangre, con tal éxito que Lola Membrives invitó a Federico a dirigir una nueva puesta de la obra. Así lo hace, renovando el éxito y consagrándose en el extranjero.
Escrita en 1931, Bodas de sangre es una tragedia inspirada en hechos reales, un crimen que se había producido en Níjar en 1928. Los temas de esta obra son el destino, el amor y la muerte. Está ambientada en la Andalucía rural, donde Lorca pasó su infancia, y si bien está inspirada en sucesos reales, los personajes ´principales no están individualizados, se llaman El Novio y La Novia, es decir que funcionan más como arquetipos que como personajes con una historia concreta y sus particularidades. Los avatares de estos personajes arquetípicos están signados por el destino. Encontramos aquí también varios elementos que Federico ya había introducido simbólicamente en el Romancero Gitano, como el cuchillo, la luna, las rosas.
García Lorca pasó seis meses en Buenos Aires y Montevideo, donde triunfó y se convirtió en una figura insoslayable de la escena cultural. Dirigió una nueva puesta de Bodas de Sangre, y también de otras de sus obras como Mariana Pineda y La Zapatera prodigiosa, obteniendo el reconocimiento tanto de la crítica como del público.
Lorca volvió a España en 1934, año en que terminó de escribir su tragedia Yerma. Y mientras continuaba viajando por el territorio español con La Barraca, apostando a la renovación del teatro español, concluía sus obras Doña Rosita la soltera, La casa de Bernarda Alba, subtitulada “Drama de mujeres en los pueblos de España” (que no se estrenó sino hasta 1945 en Buenos Aires) y la Elegía Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, en memoria de su gran amigo, torero y artista, Ignacio Sánchez Mejías, quien murió tras recibir una cornada mortal.
En aquellos años se manifestó repetidas veces acerca de la responsabilidad social de los artistas y sobre la posibilidad de acción social del teatro. En tanto, las tensiones políticas aumentaban en España, y los sectores más reaccionarios atacaban a su obra Yerma, que había estrenado la compañía de Margarita Xirgu en Madrid, tildándola de inmoral y pornográfica.
Si bien Lorca no estaba afiliado a ningún partido, ya que renegaba de la política partidaria, era públicamente reconocido como un liberal, y varias de sus recientes declaraciones indignaban a los sectores conservadores, que también lo denostaban por su amistad con personas abiertamente socialistas o comunistas. En 1936, cuando el estallido de las tensiones políticas se preveía inevitable, Lorca viaja a Granada para instalarse un tiempo con su familia. Sin embargo, al poco tiempo del alzamiento de los militares traidores contra el Gobierno de la República, Granada es tomada por los falangistas.
Federico sabía que era un blanco para los militares sublevados, por lo que tras el fusilamiento del alcalde republicano de Granada decide abandonar la casa de su familia y asilarse en la casa de la familia Rosales, cuyos hijos eran falangistas pero amigos de la familia Lorca. A pesar de esto, el 16 de agosto se montó un exagerado operativo para detenerlo.
Entre los delitos que se le imputaron estaban el ser socialista y ser homosexual. La familia Rosales y su amigo Manuel de Falla intentaron ejercer influencia para salvar su vida. Sin embargo nada fue suficiente para los nuevos señores de la vida y la muerte en España. El 18 de agosto fue llevado hasta un descampado a la vera de la ruta junto a otros detenidos, donde fue fusilado. Su cuerpo fue enterrado en una fosa común, y sus restos hasta ahora no fueron recuperados. La restitución de los restos de Federico y de tantas personas asesinadas y desaparecidas constituye una de las tantas deudas de la democracia española tras la superación de la dictadura franquista.
*Productora en Feas, Sucias y Malas (sábados de 9 a 12 hs, por Radio Gráfica)
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