En Inglaterra 1966, Corea del Norte dio uno de los mayores golpes de la historia de los mundiales. Eliminó en la fase de grupos a Italia, y concretó la primer hazaña futbolística del Lejano Oriente.
Por Martín Gorojovsky (*)
El fútbol asiático ha ganado espacio e importancia en las copas del mundo. En el último mundial, por ejemplo, Corea del Sur eliminó a Alemania, mientras que Irán mantuvo en vilo a Portugal en el cierre de la primera fase y Japón hizo otro tanto ante Bélgica en los octavos de final. Sin embargo, esta actualidad tiene detrás un largo camino en el que las selecciones asiáticas eran equipos cuyos máximos logros eran conseguir algún empate o irse sin demasiados goles en contra de la primera rueda.
Los primeros pasos
En 1966 Corea del Norte clasificó a la Copa del Mundo disputada en Inglaterra. Previamente dos selecciones asiáticas habían participado de los mundiales, sin mayor repercusión. En Francia ’38, las Indias Orientales Holandesas (actual Indonesia, por entonces colonia de los Países Bajos) quedaron afuera en la primera ronda, de eliminación directa, al caer por 6 a 0 ante Hungría.
Dieciséis años después, con la Confederación Asiática de Fútbol recién creada, Corea del Sur jugó en Suiza ’54. Al igual que los indonesios, los surcoreanos quedaron eliminados en la primera ronda, tras salir últimos en el grupo compartido con Hungría, Alemania Federal y Turquía. Vale aclarar que está última selección, pese a representar a un país geográficamente asiático, está afiliada al fútbol europeo, por lo tanto no la consideraremos un antecedente del fútbol de Asia.
Ninguna selección asiática llegó a Suecia ’58 ni a Chile ’62, en parte por el escaso nivel de juego y desarrollo de la disciplina por aquellas latitudes, en parte porque no contaban con una plaza directa en los mundiales. En 1958 Israel, cuya selección estaba aun no formaba parte de la UEFA, cayó en un repechaje ante Gales, y en 1961 Corea del Sur no pudo pasar a Yugoslavia.
Una eliminatoria politizada
En la clasificación rumbo a Inglaterra ’66, la FIFA dispuso que África, Asia y Oceanía disputarían entre sí un solo cupo. El sistema consistía en dos torneos, uno africano y otro oceácnico-asiático, al cabo del cual habría una ronda final entre los mejores de cada uno. Pero las selecciones africanas consideraron que el formato era discriminatorio y boicotearon en masa el campeonato. Solo Sudáfrica estaba dispuesta a participar y así iba a hacerlo, en un cuadrangular que se jugaría en Japón y en el que competiría con las dos Coreas y Australia, hasta que fue vetada por la FIFA debido a la vigencia del apartheid, la política estatal de segregación racial implementada en aquel país.
Los inconvenientes no terminaron ahí. El triangular clasificatorio cambió de sede a último momento porque Japón también se adhirió al boicot. La cuestión se hacía particularmente espinosa por el status internacional de Corea del Norte. Alineada con la Unión Soviética, en el contexto de la Guerra Fría, no mantenía relaciones diplomáticas con muchos países del bloque occidental. Si, como se propuso, la eliminatoria se disputaba en Australia, sería muy difícil que el plantel norcoreano obtuviera el visado para ingresar a la isla-continente y jugar los partidos necesarios.
La situación se destrabó cuando Camboya, cuya monarquía tenía relaciones bilaterales con Corea del Norte, se ofreció para albergar los encuentros. La solución conformó a australianos y norcoreanos, pero no a los surcoreanos, quienes argumentaron problemas de logística para llegar a la nueva sede y se retiraron de la competencia. Al cabo de dos partidos, disputados en Pnnom Penh, capital camboyana, Corea del Norte se impuso ante Australia, y obtuvo la clasificación al mundial inglés.
El gran golpe
El sorteo de la primera ronda ubicó a Corea del Norte en el Grupo 4, junto a la Unión Soviética, Chile e Italia. Dados los antecedentes ya mencionados, los asiáticos eran la “Cenicienta” de la zona, puesto que sus rivales tenían mucho más roce y experiencia internacional. Los norcoreanos ni siquiera contaban con algún jugador profesional. Por el contrario, como solía suceder en el fútbol de los países comunistas, era un plantel cuyos integrantes no eran profesionales, sino amateurs que se desempeñaban en clubes pertenecientes a distintas ramas del Estado. Por ejemplo el 8 de febrero (hoy llamado 25 de abril), perteneciente al ejército, o el Kigwancha, vinculado al ferrocarril.
Poseían sin embargo una característica habitual del fútbol coreano: velocidad y técnica individual. Y sorpresivamente contaron con el apoyo del público local. Corea del Norte disputó sus partidos de primera ronda en Middlesbrough, y su camiseta titular, de color rojo, era muy parecida a la del club local, llamado de manera homónima a la ciudad. Entre esta coincidencia, la curiosidad y la simpatía por el equipo más débil del grupo, los norcoreanos recibieron el aliento de las tribunas.
De todas formas el debut pareció confirmar los pronósticos. La URSS los goleó por 3 a 0, mientras que en la segunda fecha igualaron agónicamente 1 a 1 con los chilenos. De esta manera, les quedaba una chance de clasificar. El cierre sería contra Italia, que buscaba levantar la puntería después de sucesivas eliminaciones en primera ronda desde 1950. Parecía una tarea sencilla para un equipo que contaba con figuras como el defensor Giacinto Facchetti o el delantero Gianni ‘Gigi’ Rivera, figuras del Inter y del Milan respectivamente. Además, el empate clasificaba a los italianos, que habían vencido a Chile y perdido ante los soviéticos.
El 19 de julio ambos equipos cerraban la primera fase en el estadio Ayresome Park. El entrenador norcoreano, Myung Rye Hyun confiaba en su equipo al punto de declarar ante la prensa que, si Italia no era más de lo que había mostrado ante Chile y la URSS, su equipo sería el vencedor. El inicio del juego favoreció a los europeos, que contaron con varias llegadas claras de gol, pero la falta de puntería y una buena tarde del arquero Ri Chan Myong mantuvieron el 0 a 0. Pasada la media hora de juego se produjo una jugada clave. Giacomo Bulgarelli, volante y capitán italiano, se barrió para marcar al delantero y capitán norcoreano, Pak Sung Jin. Al hacerlo se rompió un ligamento y dejó a su equipo con diez hombres, dado que no estaba reglamentado el cambio de jugadores.
La desiguladad numérica le permitió a los asiáticos equilibrar un poco el partido, y a los cuarenta y dos minutos llegó el impacto. Un anticipo de cabeza norcoreano, en la mitad de la cancha, derivó en una pelota dividida hacia la puerta del área grande italiana. Allí, el delantero Pak Do Ik le ganó la posición a Aristide Guarneri, dejó picar la pelota una vez, avanzó un paso adentro del área grande y batió al arquero Erico Albertosi con un derechazo cruzado.
En el segundo tiempo los norcoreanos pudieron jugar con los nervios de sus rivales, e incluso siguieron creando peligro con la velocidad del volante derecho Han Bong Jin y del delantero Yang Seung Guk. El resultado no se modificó, y Corea del Norte, para sorpresa del mundo, pasó a los cuartos de final.
En dicha instancia parecía que lograrían otro batacazo. Enfrentaron a Portugal, y en menos de media hora de juego se pusieron 3 a 0 arriba. Pero los norcoreanos dejaron en evidencia sus falencias defensivas. Para peor, lo hicieron ante un equipo que contaba con quien sería el goleador del mundial: Eusebio, la pantera de Mozambique. El centrodelantero fue imparable para la floja última línea norcoreana, y convirtió cuatro de los cinco goles con los que Portugal accedió a la semifinal y dejó en el camino a Corea del Norte.
Pese a que perdieron un partido increíble, los norcoreanos dejaron alta la vara del fútbol asiático por mucho tiempo. Recién en 1994 una selección de ese continente, Arabia Saudita, volvería a superar la primera ronda. Y solo tras el cambio de siglo, Corea del Sur y Japón, a fuerza de inversión y la experiencia brindada por sucesivas clasificaciones, lograrían convertirse en equipos de cuidado.
(*) Integrante del equipo de Abrí la cancha (lunes a viernes de 20 a 21, domingos de 22 a 00).
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