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Home Cultura

El payador

23 julio, 2020
en Cultura
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El payador

Marcos Voet "El Payador"

Los 23 de julio, desde 1884, luego de una payada entre el oriental Juan Nava y el argentino Gabino Ezeiza en Montevideo, se celebra el Día del Payador. Presentamos un fragmento del libro “Tango o folklore, una falsa dicotomía”, para adentrarse en las raíces de nuestra cultura popular.

Por Alejandro Molinari y Roberto Luis Martínez *

Cuando hablamos de los payadores nos remitimos a los antiguos trovadores y juglares del Medioevo, en todas las manifestaciones de su canto lo que se decía, lo que se quería transmitir, era más importante que el acompañamiento musical. Pese a ello, el instrumento que utilizaban siempre fue objeto de la atención y del amor de sus cultores. La cantidad de versos dedicados a la guitarra demuestra esta afirmación.

A este personaje, tan importante de nuestra cultura, que aparece desde los primeros años de la conquista, muchas veces, de manera errónea, se lo relaciona con el inicio de la literatura gauchesca. A través de documentación se prueba que la existencia de los payadores es mucho más antigua. Inclusive, la copla suelta de cuatro versos, generalmente asonantados el segundo y el último, que empieza y termina en sí misma y que era utilizada por ellos, fue la influencia decisiva que llevó a Bartolomé Hidalgo a dar origen a la poesía gauchesca

Esta guitarra que toco
tiene boca y sabe hablar,
sólo le faltan los ojos
para ayudarme a llorar

Aunque, de manera indirecta, el payador ya aparece mencionado en una de las primeras obras literarias cuya aparición se sitúa hacia el año 1773, El lazarillo de ciegos caminantes. Se trata de un libro de viajes cuya autoría se adjudica a un tal Concolorcorvo y fue durante mucho tiempo un verdadero enigma para los estudiosos y, en buena medida, lo sigue siendo.

El libro es un ameno relato que describe las curiosidades que encuentran, Alonso Carrió de la Vandera, un asturiano que fue nombrado visitador de Correos y Postas entre Montevideo y Lima a principios de 1771, y su acompañante Calixto Bustamante Carlos, un indígena de origen inca, cuyo color de piel (color ala de cuervo) dio origen a su apodo.

Ambos, desde el 5 de noviembre de 1771, emprendieron un viaje por Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Potosí, Chuquisaca y Cuzco, que culminó en Lima en junio de 1773.

Un párrafo referido a los gauderios, denominación primitiva del gaucho, nos permite comprobar la existencia del payador desde esa época: “Estos son unos mozos nacidos en Montevideo y en los vecinos pagos. Mala camisa y peor vestido, procuran encubrir con uno o dos ponchos, de almohada la silla. Se hacen de una guitarrita, que aprenden a tocar muy mal y a cantar desentonadamente varias coplas, que estropean, y muchas que sacan de su cabeza, que regularmente ruedan sobre amores. Se pasean a su albedrío por toda la campaña y con notable complacencia de aquellos semibárbaros colonos, comen a su costa y pasan las semanas enteras tendidos sobre un cuero, cantando y tocando…”.

En la obra, Concolorcorvo hace una de las más precisas descripciones de ese personaje que recorría los campos que todavía no habían sido cercados por el progreso. Con sus coplas, en una misión que lo transformaba en una suerte de cronista, le relataba a sus paisanos, ya sea en los ranchos, en las paradas de carretas y, fundamentalmente, en las pulperías que eran el centro de la vida social del gaucho, hechos e historias de ese tiempo.

Suponemos que esos payadores se nutrieron del abundante material que trajeron los hombres de la conquista y le dieron un colorido local, le agregaron el paisaje, la flora, la fauna y esa infinita soledad de la llanura. A través de su canto dejaron una obra importante que algunos estudiosos recogieron de sus viajes a las provincias del norte, a la zona de Cuyo y fundamentalmente a la región pampeana. Esas crónicas referían a lugares, cuitas amorosas, sucesos políticos o militares, y eran producto de su improvisación. En algunos casos, cuando se unían al canto de otro payador, la payada daba origen al contrapunto, verdadero desafío al ingenio de esos antiguos trovadores criollos.

Las recopilaciones que iniciaran Juan Bautista Ambrosetti, Juan Alfonso Carrizo, Andrés Chazarreta, Adán Quiroga, Leda Valladares y Robert Lehmann Nitsche, entre otros, permiten afirmar que el payador fue “…el letrado, el maestro, el periodista, el consejero y el predicador”, tal como refiere Bruno Jacovella, en un trabajo contenido en el libro El folklore argentino. También Domingo Faustino Sarmiento se ocupó del payador y lo describió en el Facundo del siguiente modo: “Cantando de pago en pago, de tapera en galpón, el cantor está haciendo trabajo de crónica, historia y biografía”, Esta descripción, de algún modo, lo muestra como el heredero directo de los juglares medioevales.

Desparramando coplas improvisadas y transmitiendo los rasgos propios de la cultura que se iba gestando en el Nuevo Mundo, con una guitarra a cuestas y montado en su caballo, el payador fue recorriendo la geografía del país. Resulta por demás interesante la consideración que hace Atahualpa Yupanqui sobre el payador, la misma supera cualquier definición académica. Refiere que tenían gran habilidad para versificar y hablaban en verso como muchos paisanos Describe su canto improvisado como “nacedero”, como yacimiento de la poesía popular, plural y anónima y afirma que de eso sale lo que se llama folklore o tradición.

Una de las características del canto de los payadores, tanto en lo que respecta a nuestra pampa como al Uruguay, es que su carácter era individual. No existe el canto en forma coral o de reducidos grupos y cuando interviene más de una persona, como en la payada de contrapunto, lo hacen alternativamente y para pelear en verso cantado; es decir, para subrayar aún más ese acento individual.

Hubo tres formas musicales donde se inscribió el canto payadoril: la cifra, la milonga y el estilo y estas fueron típicas de la zona pampeana.

Los payadores urbanos

La llegada de la inmigración que modificó sustancialmente a la sociedad de la pampa, produjo cambios importantes en la cultura. Los inmigrantes encontraron en lo criollo, en lo gauchesco elementos representativos y conductas a seguir. La influencia de obras como Martín Fierro, Santos Vega y sobre todo de folletines como Juan Moreira, Juan Cuello y Hormiga Negra, fue notable y ayudaron a moldear su relación con el nuevo país. Esto también provocó un florecimiento de la payada, en la etapa comprendida, aproximadamente, entre 1885 y 1915. Estos nuevos payadores, asentados en las orillas de la gran ciudad, fueron muy reconocidos y estuvieron influenciados por importantes poetas como Almafuerte, Guido Spano, Belisario Roldán, Florencio Sánchez, Carriego y hasta el mismísimo Rubén Darío.

Poco a poco fueron desapareciendo las pulperías, reemplazadas por los cafés, quedaron pocos lugares para los payadores, algunos almacenes del barrio sur y sobre todo el Parque Goal en la Avenida de Mayo a media cuadra de la Plaza Lorea. El tango ya se iba adueñando de la ciudad e inclusive algunos payadores, como Ángel Villoldo y Silverio Manco, entre otros, comenzaron a componer tangos. Ya casi fuera de tiempo, se produjo en 1934 una de las payadas más memorables entre Francisco Bianco (Pancho Cueva) y Santiago Pacheco, pero el género ya, prácticamente, se había extinguido.

Entre estos “payadores urbanos”, pero cuyas composiciones seguían siendo camperas, podemos mencionar a: Gabino Ezeiza(1858-1916), José Betinoti(1878-1915),Pablo Vázquez(1864-1897), Francisco Bianco (1894-1960), Higinio Cazón(1866-1914), Nemesio Trejo(1862-1916), José María Silva, Cayetano Daglio, Federico Curlando(1878-1917), Silverio Manco y los uruguayos Juan y Arturo de Nava.

Un párrafo aparte merece el “negro” Gabino Ezeiza que, además de artista, fue un militante político de la lucha popular en las filas del naciente radicalismo, junto a Alem e Yrigoyen, por lo cual sufrió persecuciones y la cárcel. Son famosas sus payadas con Nemesio Trejo, Pablo Vázquez, Juan de Nava y Arturo de Nava. Justamente se conmemora el “Día del payador” el 23 de julio, porque en esa fecha en 1884 se realizó la payada de contrapunto con Juan de Nava en Montevideo.

Compuso una obra en homenaje a los héroes de la ciudad de Paysandú que, entre diciembre de 1864 y enero de 1865, resistieron el sitio y el ataque de fuerzas rebeldes uruguayas junto con tropas y barcos brasileños y con el apoyo explícito del presidente Bartolomé Mitre, en lo que significó el prólogo a la conformación de la Triple Alianza. Dicen los versos de “Heroica Paysandú”

Heroica Paysandú yo te saludo,
hermana de la Patria en que nací
Tus glorias y tus triunfos esplendentes
se cantan en tu tierra como aquí
Los bardos que tenemos en el Plata
que escalan el Olimpo en su canción
dedican este pueblo de valientes
su más grande y sincera admiración.
Hermanos en las luchas y en las glorias
lo mismo de que allá en Ituzaingó,
y en hechos nacionales que la historia
en uno y otro pueblo mencionó
Heroica Paysandú yo te saludo,
la Troya americana porque lo es
saludo a este pueblos de valientes
y cuna de los bravos Treinta y Tres

La figura más trascendente que pasó del canto payadoril al tango, fue Ángel Villoldo, el que es, justamente considerado, el padre del tango.

Dentro de estos payadores urbanos aparece Pascual Contursi, quien se diferenció notablemente de los de su tiempo, por el contenido de los temas. Desde ese punto de vista su obra fue fundacional para el tango. Los payadores urbanos eran habitantes de la ciudad y en ella desarrollaron su carrera, pero la temática era esencialmente campera. La obra de Contursi, aunque recurre a la forma y se nutre del canto de esos payadores, tiene una mirada absolutamente urbana y eso es la que la diferencia del resto. Por lo tanto, no hay dudas que junto a Villoldo, fueron el eslabón que unió el canto criollo con el tango.

Mi noche triste, de Pascual Contursi, marcó el nacimiento del tango canción. Sobre la figura de este artista afirmaba Luis A. Sierra: “Cuando Pascual Contursi aparece en el escenario del tango, su estructura cambia fundamentalmente. Da el paso trascendental, rectificando su línea primitiva de danza canallesca. ¿Y cuál es la influencia que decide esa transformación? La payada. Sin duda alguna, hay en Contursi raigambre de payador”.
Por eso podemos afirmar que, tanto desde la temática sentenciosa y profunda como desde lo formal y del empleo de la métrica octosilábica, existe un hilo conductor que va desde el payador al cantor de tangos.

* Del libro Tango o folklore, una falsa dicotomía
de Alejandro Molinari y Roberto Luis Martínez
Editorial de la Cultura Urbana
facurbana YouTube

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Tags: Alejandro MolinariEl PayadorFolkloreRoberto Luis MartínezTango
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