El pasado sábado 27 de junio se estrenó la tercera y última temporada de la serie alemana, Dark, producida por Netflix. Dentro del podio de lo más visto de dicha plataforma audiovisual se ubica en el puesto número uno. Pero, ¿qué es lo que nos atrae y enloquece de esta serie? ¿Los viajes en el tiempo? ¿Los universos paralelos? ¿O una representación de las ansiedades y angustias cotidianos? Un análisis de los ejes narrativos principales nos permitirá aproximarnos a una respuesta.
Por Victoria Lencina*
La sinopsis de Dark sigue de cerca la historia de cuatro familias y sus hijos adolescentes, cuyos lazos quedan interconectados luego de la desaparición de dos niños. La historia transcurre en Widen, un pueblo alemán lúgubre, boscoso, con un clima inestable, donde la lluvia y el paisaje urbano se ven amenazados por la presencia de dos chimeneas de una planta nuclear. La idea de la desaparición de personas, nos hace pensar irremediablemente en comparaciones con Stranger Things, It, que son alusiones conscientes del creador Baran bo Odar, que quiere vincular su obra con fenómenos del mainstream y con dramas policiales. La frase “pueblo chico, infierno grande” es ideal para definir la trama de esta serie.Sin embargo, Dark se distingue del tradicional policial hollywoodense, debido a que incorpora elementos de la ciencia ficción y del género fantástico. A las desapariciones de los niños no les corresponde la pregunta “¿dónde están?”, sino “¿cuándo están?” y “¿en qué mundo están?” Sí, Dark incursiona en los viajes en el tiempo y los universos paralelos, pero a diferencia de Volver al futuro se ancla en tres ejes principales: el tiempo circular, la tradición judeo-cristiana y la poética absurdista.

En Dark, la noción de tiempo no es lineal (pasado-presente-futuro), sino circular. La vida para los personajes sucede en una espiral, donde los hechos pasados se entremezclan con los actuales y venideros. El tiempo es una incógnita y tratar de dominarlo conlleva a una continua frustración. El intento por modificar ciertos acontecimientos de la vida -como, por ejemplo, la muerte de un familiar -, hará que los personajes viajen en el tiempo y se conviertan en intermediarios de potencias metafísicas, que son las que controlan nuestro destino. La tragedia en Dark está asociada a este tiempo circular. Hay hechos que, por más intentos que se realicen, parecen repetirse una y otra vez como el loop de un single que no podés dejar de escuchar.
Hay una crueldad sistemática que se manifiesta en una estética fría, opresiva, de bosque de hadas, pero al que le bajaron la perilla del brillo hacia el nivel 0. La construcción de la opacidad no sólo se da en la imagen, sino también en la inaccesibilidad del saber que poseen los personajes. ¿Qué acción hay que hacer para que la historia de estas cuatro familias no se repita constantemente? ¿Hay un error en la matriz del tiempo? ¿No podemos escapar como humanos a nuestro destino? Sí, la cuota existencialista y filosófica es el principio que articula toda la trama de Dark. Y lo más maravilloso es que logra concretar una visión del ser humano que es mucho más intensa y radical que la de cualquier otra producción del mainstream hollywoodense, ya que pone al descubierto los aspectos más oscuros de la subjetividad.
La crueldad sistemática de la imagen es la crueldad sistemática de la incertidumbre: “lo que sabemos es una gota, pero lo que desconocemos es un océano”. Claro, no tenemos ni idea de lo que va a pasar mañana a la mañana. La falta de certezas es sublime en tanto nos convoca, atrae y fascina, a la vez que nos produce una sensación de malestar, ansiedad y miedo porque no podemos determinar a ciencia exacta qué pasará el día de mañana. El destino está controlado por fuerzas del más allá, que exceden nuestra subjetividad.

¿Cuáles son esas fuerzas? La religión. Y sí, la tradición judeo-cristiana tenía que aparecer y lo hace en todo su esplendor mediante dos palabras: el tabú y la culpa. Todo lo que se rechaza y no está permitido socialmente deviene tabú y adquiere un castigo social. Y las cuatro familias protagonistas de Dark están atravesadas por historias personales que tocan el incesto, el aborto, el suicidio, el asesinato, el adulterio, la extorsión, el fraude, etc. Al acto “criminal” cometido le corresponde un castigo que, en la serie, adquiere el sentimiento de la culpabilidad. Tal sentimiento provoca una necesidad de viajar en el tiempo para modificarlo todo y volver a foja 0.
Pero, no todo es color de rosas, porque aparece la poética absurdista y resuena cual eco la frase de Samuel Beckett: “inténtalo de nuevo, fracasa de nuevo, fracasa mejor”. El destino está controlado por los dioses, por las leyes del tiempo y de la distancia, por fuerzas mayestáticas, y cualquier intento mínimo que se realice para cambiarlo será un intento infructuoso, fallido y frustrante. Como humanos, los protagonistas de Dark, están supeditados a las decisiones de esas fuerzas omnipotentes, desconocidas, misteriosas que articulan nuestro destino. El absurdo pone de manifiesto la angustia del ser ante la fragilidad de su existencia, así como la soledad del ser humano en un mundo aparente sin Dios, privado de ilusiones y de luz.

¿Esta serie es un garrón existencialista que termina mal? No, no necesariamente. La trama nos va sorprendiendo y hay varios giros inesperados en la última temporada que nos traen de nuevo la esperanza y la alegría de estar vivos. Fluir y disfrutar de la existencia sin culpas es el gran mensaje de Dark. El pasado no siempre determina nuestro futuro, sino que somos creadores permanentes de nuestro propio destino en el tiempo presente. Un viaje de ida, en el que quizás te pierdas, pero tenés más que garantizado el pasaje de regreso y una sonrisa placentera.
(*) Columnista de cine y series de Desde el Barrio (lunes a viernes de 10 a 13hs)








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