Por Mario Sadras*
Una fábula, sobre la que se construyó mucho del sentido común de occidente. ¡Para qué otra cosa servirían sino las fabulas moralizantes!
“La cigarra y la hormiga” sintéticamente relata que mientras las laboriosas hormigas trabajaban y acumulaban provisiones para el invierno, la cigarra cantaba su música y llenaba el aire de belleza.
Imprevisora cigarra, el invierno la descubre a la intemperie y sin provisiones. Golpea la cueva de sus amigas pidiendo asilo. Un refugio que le es negado. La cigarra muere por falta de alimento y resguardo.
La repugnante moraleja que acompaña la fábula, que le sirve de excusa: el mérito de la acumulación, de la previsión. Nada dice de la belleza ni de la necesidad del canto de la cigarra que alivianó, acompañó y dio sentido al arduo trabajo de las hormigas.
Cuando acudí, por distintas razones, a ciertos relatos tradicionales, volví a encontrarme con este oprobio.
No me representó jamás este final y mucho menos su moraleja. No podría retomarlo sin llevarlo a este otro final: La primavera regresó. Las hormigas volvieron a su laboriosidad pero ya nada fue lo mismo: sin el canto de la cigarra, el trabajo y la acumulación se tornaron agrios, ingratos, insoportables.
Hoy, ante la pandemia, el sistema debió categorizar las formas de producción. Los bienes esenciales, trabajadores y trabajadoras de la salud, obviamente, en primera instancia. Alimentos, seguridad… Muy claro y acertado pero sucede que…..
Estamos en aislamiento, a resguardo, es lo que nos salva de este virus. La humanidad debe quedarse en sus casas. Los agentes sanitarios cuidan, te curan. Pero quienes son fundamentales para que resistas sin enloquecer, abriendo una ventana al mundo ese al que no podés acceder (esa salida por arriba del laberinto marechaleano), son nuestrxs artistas: cantantes, poetas, actores, actrices, poetas, músicos.
Ellos son las cigarras que están este invierno a la intemperie.
Están en crisis. La están pasando mal. No pueden presentarse en público, fuente de sus ingresos, no pueden grabar y tiene que seguir “parando la olla”. Ni hablemos si, además, tiene problemas de salud, graves. Uno de ellos, el querido Juan Vattuone.
Poeta, músico, actor pero sobre todo de una inmensa humanidad. Uno de los artífices de nuestra identidad nacional.
Semanas atrás hospitalzado. Su corazón, sus arterias, que se abrieron para dar al pueblo poemas y músicas memorables imprescindibles, hoy lo limitan para seguir contando nuestras historias, nuestras luchas.

Juan es hoy una cigarra a la intemperie. Como a Marechal y Discépolo, que sucumbieron al frío invierno gorila después de haber jugado su vida por la causa nacional. Para que nosotrxs, las, pobres hormigas sigamos produciendo, sucumbieron al frío de la indiferencia.
Si queremos volver mejores no podemos repetir esa historia. Debemos resguardarlxs, cuidarlxs. Son lxs guardianes de nuestra sonrisa, lxs garantes de nuestra identidad y las respuestas a la incertidumbre de nuestro futuro.
(*) Conductor de Hay Che Domingo (Domingos de 9 a 12hs) e Inter Locuciones (Jueves de 14 a 15hs).
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