Juan Vattuone, compositor, actor y gran cantor popular, fue entrevistado por Mario Sadras en Radio Gráfica donde narró las anécdotas más significativas y profundas que marcaron su vida. Su carrera en el arte de la música y la actuación, y su ferviente militancia: “Solo me pasó esto por cantar las cosas que le canto a mi pueblo, porque realmente fui y traté de ser coherente con la idea que tengo en mi corazón, que es el Peronismo, en toda su amplitud, las ganas y la pasión que tengo por el arte”.
– Hemos querido convocar a los queridos duendes populares y por eso le damos la bienvenida.
Nosotros somos los tipos que soñamos despiertos, porque soñar dormido sueña cualquiera. A mi me gusta soñar. Hace 2 años tuve la suerte de que me otorgaran un premio con Horacio”El Negro” Fontova, que se nos fue de viaje. Estoy muy conmovido porque lo quería mucho y él me quería mucho, la verdad que nos amábamos. Y teníamos una onda muy parecida, a ser un poquito transgresores con lo que habitualmente se escucha en los medios de comunicación, en las radios y con lo que escribíamos. Hoy me acordé todo el día de “Me siento bien”, lo que escribió el negrito. ¡Qué fantástica definición! ¡qué síntesis! “Me siento bien, a pesar de todo” ¿Qué es lo qué estamos haciendo? Creo que los que tenemos un poco de cabeza, estamos tratando de hacer cosas copadas y cosas con buena energía. Y quedarnos adentro. Hace menos de una semana, me han ofrecido hacer un programa de radio propio por Antena Pueblo. Lo estoy haciéndolo y se llama “Yo me quedo adentro para mirarte a los ojos”, los jueves de 22 a 24 horas. Es algo que me levantó muchísimo el ánimo porque estaba bastante bajoneado y deprimido con esto que nos ocurre.
Pensando en voz alta, que mal que habremos hecho las cosas para que estemos en penitencia, es como si estuviéramos detenidos, no podemos salir. Y los que acusamos más de 50, yo acuso más de 50, más de 60, más de 70 porque ya los cumplí. Es lo que soy y es lo que viví. Orgulloso de haber vivido esa etapa de mi vida. Estoy escribiendo un libro que se llama ” Yo conocí otra Buenos Aires”. Cuando empecé con la orquesta de tango – comencé a trabajar en todos los cabarets más conocidos de Buenos Aires con la orquesta de Carlos Figari, el panista de Troilo-, realmente había una especie de valor en sí mismo en la relación de los hombres mayores y los muchachitos, como yo, que tenían 17 años, mientras la mayoría de los músicos de la orquesta tenían 50 años. Había el respeto hacia el joven, que recién se iniciaba, que venía de un barrio al centro de Buenos Aires a cantar en la esquina de Córdoba y Libertad. Un lugar que era de la mujer de Enrique Santos Discépolo, que se llamaba Cambalache, y yo cantaba todas las noches de lunes a lunes, no había feriados. Estamos hablando del año ’70, un Buenos Aires donde yo venía caminando desde Córdoba y Libertad, con un amigo mío, y comprábamos el diario en Corrientes y volvíamos a Córdoba hasta la calle Bustamente, donde en una esquina estaba la pizzería Los Cocos. También, había un bar al que iban todos los tacheros y nos quedábamos a desayunar ahí. Además, La Martona, en Giralda, los que tenía los banquillos altos.
“Nosotros somos los tipos que soñamos despiertos, porque soñar dormido sueña cualquiera”
Te voy a contar una anécdota pequeña. Yo trabaja con Ciriaco Ortiz y el Bocha Mori, que era otro bandoneonista excepcional. Los dos muy buenos y muy divertidos. Yo era un pibito que no conocía nada de la noche de Buenos Aires. Nací en Palermo, en Bustamante, entre Cabildo y Gorriti, a la vuelta era la casa de Troilo. Después, mis padres se fueron a vivir a Villa Urquiza y yo fui a vivir a la Siberia, le decían así porque los taxis no entraban, había calles de barro en Villa Urquiza en esa época. Me tomaba el tren para ir en el Sarmiento hasta Villa Urquiza y ellos vivían uno en Chilavert y otro en Villa Ballester. Pero como los dos tomaban mucho, parábamos en los grill de las estaciones. Chilavert y Villa Ballester están pasando Villa Urquiza, y yo, como no me quería bajar del tren, seguía con ellos. Eran bohemios, tenían clase. Eran aristocráticos arrabaleros, fantástico. Entonces, cuando llegaba al mediodía a mi casa y mi vieja me preguntaba ‘¿pero dónde te quedaste vos?’, yo le decía ‘me quede con los muchachos’. Los acompañaba y ellos se acompañaban y se decían, no te puedo dejar ir así en el estado en que estás. Vamos que te acompaño, los dos con el bandoneón. Y se acompañaban unos a otro, de Chilavert a Malavert o a Villa Ballester porque tardábamos al menos dos horas en ir y volver, ir y volver. Y yo no abandonaba la partida, estar con ellos y que me dejaran estar con ellos.
– Ya que el Negrito partió, contános esta cosmovisión peronista – popular. Vos, el Negro, son hombres renacentistas, concepto que escuché estos días y me gustó, porque son poetas. Vos también sos actor, cantor y músico. ¿Es una formación que te la da el pueblo más que la academia, no?
No soy académico en este lapso. Seguí un poco, la misma actitud que ha tenido Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi, Cátulo Castillo, que escribían guiones para cine y actuaban a su vez. Eran artistas populares como yo me considero, un artista nacional y popular. Lo máximo es que he ido al primario, al secundario y a la facultad. Pero el arte lo aprendí en la calle misma. Jamás nunca, nadie vino y me convido cocaína- y tomaba todo el mundo cocaína-, ni a involucrarme en ese juego, en ese colapso. Sé que existe desde que tengo uso de razón, porque tengo una familia de artistas y músicos. Tengo toda una historia, un pedigree, por eso soy lo que soy. Jamás la utilice, ahora que soy grande, que cruce la raya de los 70 y que la gente ya me empezó a reconocer por mí mismo, y no por ser el sobrino de, ni el hijo de…
-Una vez que estuviste en la radio- en la Gráfica- y luego fuimos hasta tu casa, me contaste algunas anécdotas de la época del proceso, del reconocimiento que ya tenías en ese momento y que te salvo la vida. ¿Recordás la anécdota? Yo me quedé parado después que subiste a tu departamento, en el auto, y digiriendo lo que me habías contado porque había sido muy fuerte.
La recuerdo. Justamente hoy estaba hablando con una de mis hijas. A veces el camino y el reconocimiento tarda en llegar a tu alma. Tarda en llegar, a que entres a un lugar, te reconozcan y digan ¡ah Juan Vattuone!, ¿cómo te va? Pero esa época era la del proceso de la dictadura cívico eclesiástica militar y tengo amigos deteriorados, desaparecidos y torturados. A mí mismo me fueron a buscar 9 personas armadas para amasijarme. Casi nunca lo cuento, te lo pude haber contado a vos, pero por lo general no hago alaraca de nada porque no soy ejemplo de nada. Solo me pasó esto por cantar las cosas que le canto a mi pueblo, porque realmente fui y traté de ser coherente con la idea que tengo en mi corazón, que es el Peronismo, en toda su aplitud, las ganas y la pasión que tengo por el arte.
Actué en el Hotel Presidente, en la 9 de julio, y estaban todos los gobernadores. Me había contratado canal 13 para subir al escenario. Cuando llegue al hotel con los músicos, porque tenía un sexteto, me estaba esperando un productor en la puerta para decirme que lamentablemente no iba a poder actuar. Me dijo que la Dirección del canal no quería que suba al escenario. Yo le dije ‘qué lástima me hubieras avisado antes, vine con dos guitarras eléctricas y un bajo’. Eso fue en el año 1979. Entonces, mientras hablaba con el productor, llegó un íntimo amigo mío Sergio Víctor Palma, el boxeador campeón del mundo, y escuchó toda la conversación. Sergio me dijo ‘no te hagas problema, cuando me inviten a subir al escenario, subís conmigo’. En ese momento estaban todos los gobernadores de la Argentina. Entonces subí con él y canté un tema que se llama Amalia la de Malabia, que habla de una señora que hace los quehaceres domésticos y elige el suicidio en vez de seguir viviendo bajo la pata del patrón. Ese es el concepto que tiene la canción. “Amalia la de Malabia, dejó encendido el televisor”, dice. Ese día cuando termine de cantar, se acercó un señor vestido de civil y me dijo ‘yo quería hablar con usted, porque vengo de pelear contra la subversión en Tucumán y había un muchachito como usted que cantaba canciones como la suyas y al otro día apareció muerto en el río’. Me quedé helado, me corrió un escalofrío, estábamos en plena dictadura. ‘Cuídese y tenga cuidado con lo que cante, como si fuera un padre se lo digo’, me dijo. Tan perverso que me asusta hasta el día de hoy.
– Contáme lo de la Casa de Fany
Y bueno, me fui y no viví ese tiempo en mi casa. Me fui a un lugar en la calle Córdoba y Ecuador, la casa de Fany, que me albergó y me mantuvo ahí. Le decíamos la mujer hospital porque ella bancaba a un montón de personas, artistas que estaban perseguidos por la dictadura. Ella vivía con Armando Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana, Mercedes Sosa y su marido Matus. Y tocaba mucho Victoria Díaz, hermana del armoniquista Hugo Díaz, con quién tuve la suerte de tocar y conocer su historia. Y también conocer a Mavi Díaz, que era una niña. Era como un refugio donde nosotros íbamos, yo llegué por la anécdota anterior con el militar que me intimó.
La semana de la situación me fueron a buscar 9 personas armadas a Córdoba 959, yo me fui a la terraza y me escapé, sabía que podía correr el riesgo de que me mataran. En la terraza, me metí dentro de una claraboya, pero si los tipos me venían a buscar no había forma de escapar de ahí, estaba en el cuarto piso de esa casa antigua. Casa de 4 pisos, donde había pequeños cuartos donde dormían todos los asilados. Es un recuerdo muy amoroso. Ella era una mujer grande, actriz, y me fue a buscar a la terraza y me dijo que creyera en ella porque, a su vez, había sido la esposa del general Pestarini. Me dijo ‘baja conmigo que no te va ocurrir nada’. Y yo le dije que no iba a bajar. Me insistió como una segunda mamá y fuI. habló primero de mí, de quién era yo, qué hacía, por qué cantaba lo que cantaba, qué era un peronista. Y les pidió que me dieran la posibilidad, antes de llevarme o hacer alguna acción, de cantar. Y yo con el terror que tenía y la garganta cerrada, canté igual un tema que le había escrito -a un homenaje que le hice- a Erich Fromm. Un escritor que escribió un libro llamado ‘El miedo a la libertad’, que era lo que estábamos viviendo todos los ciudadanos de la Argentina. Estábamos viviendo en el miedo, en el terror de que nos mataban por pensar distinto. A mí me fueron a buscar porque les molestaba lo que yo cantaba. Entonces canté esa canción y el jefe de la patota se levantó llorando, me abrazó, y me dijo ‘quédese tranquilo, yo también soy peronista y levantaremos campamento ahora mismo’. Dijo ‘¡vamos muchachos!’ y se fueron todos. Quede temblando conmocionado, como estoy ahora que te lo cuento. Es muy fuerte para mí porque, en definitiva. Digo una frase que es risueña y muero de la risa: “la verdad que yo vine al mundo a embellecerlo un poco, lo que pasa es que no me alcanzó la pintura”.
Fany era como mi segunda madre. Ella me presentó a Hamlet Lima Quintana y a Armando Tejada Gómez a mis 14 años. Cuando compuse la primera canción, me sentó delante de ellos, semejantes poetas. Mi primera canción fue escrita para un niño que limpiaba zapatos y lustraba botas en la Boca y se llama ‘Pablito El Grande’. Conocí a ese niño en el Puerto de la Boca. Entré a un bodegón el 5 de enero, verano y al otro día era Reyes Magos. Él me dijo que sí quería, me lustraba los zapatos, y le dije que no, que a mí me daba mucho pudor que me lustren los zapatos y menos un niño. Yo no tenía mucha guita, levantaba pedidos para una bodega para ganarme el mango. Le dije, lo que podemos hacer es ir a una mesa, nos sentamos y charlamos ahí. Tomamos una gaseosa y un pebete, que lo partí al medio porque no me daba para comprar dos pebetes y dos gaseosas, y me contó su historia. Cuando yo llegué a mi casa, al convoy donde vivía con mis viejos y mi hermanito, durante toda la madruga compuse la canción que hablaba de ese niño y le puse “Pablito El Grande”. Esa canción, después de 20 años, la canté en el teatro Cervantes con Césa Angeleri, un guitarrista excepcional, y en las butacas estaba Jesús Quinteros, sin saberlo yo. Entonces cuando terminé, me vino a pedir esa canción para llevársela a Barcelona porque él tiene una radio allá y se la llevó. Después de 15 años, recibo por intermedio de mi representante en España, que con esa canción juntaron 2 millones de juguetes para los niños de la calle. Este niño que conocí, Pablito, también era un niño de la calle que el dueño del bar lo dejaba dormir en un altillo del bodegón. Muy fantástico para mí, fue el premio mayor que tuve. Sigo creyendo en los reyes magos.
– Hace poco vimos en canal 7, “Boca de fresa”. ¿Contános un poco tu experiencia como cantor y actor?
Para mí fue muy gracioso porque yo actuaba en un lugar que se llama la Vaca Profana, en la calle Lavalle y Bulnes. Actué ahí muchas veces, muchos fines de semana. El “Negrito” Horacio Fontova me llevó una noche por primera vez y me dijo ‘cuando te escuche,n te van a contratar para siempre’ y fue así. Canté el día de la inauguración y al otro día ya estaba cantando en la Vaca Profana. Lo que quiero decir con esto es que yo actuaba mucho. Los dueños María Laura Giménez y Jorge Zima- director de películas, también- un día me invitan a almorzar y me dicen ‘te queríamos proponer hacer una película donde vos vas a tener un rol protagónico con dos actores que ya son conocidos’. Les dije ‘pero yo no soy actor académico, puedo actuar arriba del escenario’. Hago monólogos como stand up, hace muchos años que hago eso de hablar con la gente y de contarle anécdotas. Soy como un difusor de nuestra cultura nacional y popular, porque mis hijos que estuvieron muy cerca mío vieron mi obra, pero mis nietitos a lo mejor no conocen esa Buenos Aires que conocí, no conocen que existe una forma de hacer cultura y militancia. Porque esto tenemos los artistas peronistas, que a su vez de actuar, cantar, escribir, componer y hacer radio o lo que fuere, estamos militando con eso. Sinceramente lo digo, con ninguna vanidad, me quiero parecer a esos artistas populares que tiene nuestro país, quiero ser uno de ellos, quiero ser parte.
-Lo sos, tenés conciencia de que lo sos. No soy yo quien te lo dice, es el pueblo.
Sos muy generoso y esto me da lugar a tocar un tema que tiene que ver con la locura. Vivo en esta situación que estamos viviendo todos los argentinos. Estamos como entre paréntesis, como que se detuvo la película, como la película de Woody Allen “La rosa púrpura del Cairo”, donde el chabón sale de la película. Soy uno de los que sale de la película, me imaginé eso. Siempre tuve historias con la locura, cuando tenía 13 años estaba por patear un córner en la cancha, cerca del Parque Saavedra y me doblé antes de patear, y me tuvieron que llevar en un auto hasta mi casa y de ahí hasta el Sanatorio Güemes. Me operaron de apendicitis aguda. Yo estaba haciendo la recuperación, en mi cuarto de chapa y madera, hacía mucho calor y mi vieja me había comprado un pijama celeste y unas pantuflas. Entonces yo salí a la calle y me senté en el fresquito de la brisa de la noche de verano. Escuché que a lo lejos venía un rock and roll puro y empecé a seguir la música y llegué a una casa, toque el timbre y era la casa de un amigo mío. Como era una milonga, un baile, un asalto ¿no sé que había hecho? Me metí dentro del baile y empecé a bailar toda la noche, en pijama y pantuflas. Mi vieja fue al otro día a la carnicería del barrio y las vecinas le dijeron, su hijo está loco porque ayer los vimos en un baile con pijama y pantuflas y bailó toda la noche sin ninguna vergüenza.
LI/GF/RG
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