Desde que asumió el gobierno hace cuatro años, -el 10 de diciembre de 2015- el designio de Mauricio Macri fue deshistorizar a los argentinos y argentinas. En enero de 2016, a la derogación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, se sumó la decisión de quitar a los próceres de los billetes reemplazándolos por animales. La figura del dinero de veinte pesos, de don Juan Manuel de Rosas fue sustituido por un guanaco. Tras la batalla de Pavón, el liberalismo siempre necesitó condicionar un relato adaptado a sus intereses. La línea histórica y representativa tras el estallido del 20 de diciembre de 2001 pareciera cerrarse con la salida del macrismo de la Casa Rosada, en medio de un tendal de problemas políticos, un enorme descalabro económico, miles de pobres y un mercado laboral estancado. La historia oficial inspirada en Bartolomé Mitre y sostenida por décadas diariamente por el diario La Nación, siempre trató de ocultar el enorme significado del conflicto bélico que el 20 de noviembre de 1845, sostuvo la Confederación Argentina, conducida por Juan Manuel de Rosas, contra las dos principales potencias de ese entonces , Inglaterra y Francia. En ese contexto, fue la guerra del Paraná, de la cual la batalla de la Vuelta de Obligado constituyó uno de los episodios más importantes para la Argentina. 174 años de lucha.
Por Emiliano Vidal*
Mientras Bolivia se desangra en una lucha contra el pasado y Chile batalla por otro futuro, tras la asunción del gobierno de Alberto Fernández, la Argentina se prepara para, además, recuperar el justo y persistente reclamo de una mesa de negociaciones con Inglaterra sobre las Islas Malvinas. Únicamente de un bloque de países y de organismos regionales como la Unasur podrán surgir soluciones políticas a crisis nacionales o bilaterales que debían encontrar modos novedosos de resolución, como el golpe de Estado que se logró abortar en Ecuador en tiempos de Rafael Correa, o el conflicto armado que se pudo impedir entre Colombia y Venezuela. Una historia de luchas que no se repite sino que continúa.
Durante el primer gobierno de Juan Manuel de Rosas, el 18 de diciembre de 1835, la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, sancionó la Ley de Aduanas.
“Largo tiempo hacía que la agricultura y la naciente industria fabril del país se resentían de la falta de protección, y que la clase media de nuestra población, que por cortedad de sus capitales no puede entrar en empleos de ganadería, carecía de gran estímulo al trabajo que producen las fundadas esperanzas de adquirir con él, medios de descanso en la ancianidad y de fomento de sus hijos. El gobierno ha tomado este asunto en consideración, y notando que la agricultura e industria extranjera impiden esas útiles esperanzas, sin que por ello reporten ventajas en la forma y calidad…ha publicado la ley de Aduanas”. Párrafos del mensaje, en la potestad de ejercer las relaciones internacionales, que el gobernador bonaerense Rosas, manifestaba ante los legisladores en aquel tiempo.
La aplicación de un fuerte proteccionismo económico hacia las economías regionales, obligó a los franceses e ingleses a obrar de apuro. En noviembre de 1845, una flota anglo francesa compuesta por más de veinte barcos de guerra, equipados con la tecnología militar más avanzada de la época, ingresó en el Río de la Plata, cerca de la actual localidad bonaerense de San Pedro. El 20 de noviembre de 1845 transcurrió la primera batalla contra la poderosa flota invasora. El objetivo anglo francés era claro: imponer el libre comercio. La guerra que se desató entonces, de la cual la Confederación Argentina resultó victoriosa, fue calificada por el General José de San Martín de “Segunda Guerra de Independencia.” En conmemoración de esa epopeya, fue plasmado el 20 de noviembre como el Día de la Soberanía Nacional.
El combate de la Vuelta de Obligado es, junto al Cruce de los Andes, una de las dos mayores epopeyas de la historia nacional, porque las dos más grandes potencias económicas, políticas y bélicas de la época, Inglaterra y Francia, se unieron para atacar a la Argentina, cuyo pretexto era terminar con el gobierno tiránico rosista, que los desafiaba poniendo trabas al libre comercio con medidas aduaneras que protegían a los productos nacionales y más tras la fundación del Banco Nacional.
El objetivo anglo francés era independizar Corrientes, Entre Ríos y lo que es hoy Misiones formando un nuevo país, la “República de la Mesopotamia”, que empequeñecería y debilitaría a la Argentina y permitiría la libre navegación en las aguas del río del Paraná para la posterior venta de productos extranjeros en desmedro de los locales. Los invasores contaron con apoyo de argentinos enemigos de la Confederación Argentina, muchos de ellos emigrados en Montevideo.
Con el macrismo en la Rosada, se generó la apertura del comercio exterior para bienes de consumo de toda clase, sin prevenir el impacto sobre la producción nacional y el trabajo. Esas medidas de absoluta improvisación lastimaron duramente a las empresas y a los trabajadores de sectores que no están en condiciones de competir como resultado de un aumento de las importaciones sustitutivas de la producción nacional. Igual hoy como ayer. Aquella gesta del 20 de noviembre, del que se cumplirán este día 20, 174 años, tuvo en Lucio Mansilla, a su principal defensor, quien emplazó cuatro baterías en el lugar conocido como “Vuelta de Obligado”, donde el río se angosta, y donde se tendieron tres gruesas cadenas sostenidas sobre barcazas, que lastimaron a las huestes del enemigo invasor. Dice el historiador y ex titular del desaparecido Instituto Nacional de Revisionismo Histórico argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, Mario “Pacho” O’Donnell que “fueron los vencedores del federalismo popular quienes escribieron nuestra historia oficial, lo que explica que la epopeya de Obligado haya sido ominosamente ignorada hasta el 20 de noviembre del 2011, cuando la ex presidenta Cristina Fernández reivindicó en un inolvidable acto, al inaugurar un bello monumento y declaró feriado nacional ese día”.
Desde su destierro en Francia, don José de San Martín, escribiría a su amigo Tomás Guido, el 10 de mayo de 1846: “Los interventores habrán visto por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca” y más adelante felicitaría al Restaurador: “La batalla de Obligado es una segunda guerra de la Independencia.” Y al morir le legó su sable libertador a Juan Manuel de Rosas.
Los hechos históricos son únicos e irrepetibles. Solo hay procesos, corrientes y tendencias de lo que es imperioso saber sobre lo que sucedió en el santoral nacional y de allí los hechos y sus interpretaciones.
La Constitución Nacional es hija de la imposición de los vencedores de Caseros y de la ciudad de Buenos Aires, tras la batalla de Pavón. La organización del Poder Judicial acompañó el Proceso de Organización Nacional que encaró Bartolomé Mitre una vez que Justo José de Urquiza abjuró y entregó la victoria federal de las provincias tras derrotar en Caseros a Rosas, con apoyo de ingleses y franceses, rencorosos por lo acontecido una década atrás.
En 1845 abordaron los barcos ingleses y franceses contra la Confederación; en 1945, desfilaron de la mano del embajador Spruille Braden; diez años después, aterrizaron sus aviones en la capital uruguaya luego de bombardear la Plaza de Mayo; a partir del 10 de diciembre próximo comienza a escribirse otro capítulo de esta historia, y recargar los argumentos frente a la clásica antipatía del liberalismo por una historia inevitablemente impregnada de lo popular, lo federal y lo revolucionario. 174 años de lucha.
(*) Conductor de De Acá para Allá (sábados de 12 a 13 horas)
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