Por Nehuén Gusmerotti *
Nuestro pasar por esta vida se alimenta siempre de lo extraordinario ¿Qué sería de nosotros sí solo viviéramos para crecer, trabajar, alimentarnos y morir en el olvido? Quizás en la búsqueda del legado está gran parte del sentido de la vida, sobre todo de aquellos que sienten diferente y lo expresan a través del arte. Hace poco más de cincuenta años, en Birmingham, un hijo de obreros fundaría uno de los géneros que más expreso el sentir de las clases populares. Ese chico era Ozzy Osbourne, ese género el metal. Hoy el mundo entero, y una mención especial para aquellos que que curtimos el metal, nos enteramos de su partida. Extrañamente para quien escribe estas palabras, la sensación de tristeza se apacigua sabiendo que hace algunos días se fue a lo grande, reconocido por las mejores bandas del mundo, tocando con sus compañeros, como él quería.
Y si, el viejo espero hasta para eso. Porque sabemos que hace años padecía de Parkinson, sabemos que estaba mal, había sufrido múltiples operaciones de cadera y columna. Todas esas magulladuras estuvieron lejos de doblegar el espíritu del padre del metal. ¡Y sí, es el género de los duros!

Se puede hacer un raconto de los escándalos de la vida de Ozzy, son miles, los que sabemos. ¿Cuánto hay de mito y cuánto de verdad? Le arrancó la cabeza a un murciélago vivo en un show, estuvo preso antes de los 18 años, intentó matar a su esposa en un momento de delirio que le valió meses internado, lo echaron de su propia banda por sus excesos con todo tipo de drogas, fue la cabeza de un reallity que a otro músico no se le perdonaría, y sin embargo todos recordamos con cariño y algo de gracia. Ozzy Osbourne vivió mil vidas, todas como se le cantó el culo, y es un milagro que haya llegado a esta edad, eso también hay que decirlo.
También se puede hablar de su brillante trayectoria. Pese a los desastres hechos con su cuerpo, el Príncipe del Metal siempre mantuvo un nivel superlativo en sus producciones. En 1971, con escaso presupuesto y la crítica siempre en contra fundó Black Sabbath y lanzó el metal al mundo. Obrero, popular, pesado, cargado de densidad lírica y musical. El padre de la bestia logró superar el arsenal negativo que les arrojó la prensa e instaló un género que por ser resistencia trabajadora sería refugio de muchos jóvenes que no encontraban en la cultura hippie las respuestas al mundo que habitaban.
“Fueron las plateadas cruces de Black Sabbath y su resplandor”, canta Ricardo Iorio, el más importante del metal pesado por estos pagos. No podría existir un V8, Hermética, Almafuerte, Horcas, Barro, Asspera, Rata Blanca, nada sin Sabbath u Ozzy. Sobre cómo nació, por qué decidieron tocar de esa manera y adoptar su estética hay mil notas y ríos de tinta ya redactados.

Ozzy fue echado de su creación por bardero, tocó fondo, y apoyado en Sharon Osbourne (Quizás la razón de que este desquiciado hermoso haya vivido tantos años) se relanzó como solista. El ex Sabbath lograría algo que pocos, lograr una carrera acorde a lo hecho con su banda emblema. Blizzard of Ozz, No More Tears, Diary of a Madman, Ordinary Man, tiene tremendos discos logrados con varias formaciones y matices. Su carrera solista también fue atravesada por la tragedia, uno de sus mejores socios compositivos, Randy Rhoads, falleció en un trágico accidente mientras era parte de su banda, pero el músico se sobrepondría una vez más.
Luego del cambio de siglo y el polémico y divertido The Osbournes, llegaría una noticia que muchos nunca hubiéramos esperado recibir. Ozzy volvió a Black Sabbath y la banda edito su disco Thirtheen. ¡Que manera de volver hermano, los genios hacen eso! El juego sonoro que conectaba con su disco homónimo era una belleza, pero los temas eran demoledores. Ese disco los trajo a nuestro país con el Príncipe de las Tinieblas al frente y a este servidor le dio una de las mejores noches de su vida. La sensación al escuchar “Iron Man” o el pogo de “Children of the Grave” fueron de éxtasis y emoción total. Sabbath vendría una vez más a Argentina en 2016, pero Ozzy se despidió en 2018 en su gira No More Tours II. En aquellos años todavía veíamos lejos la idea de que Ozzy pudiera partir pronto a su reino infernal.
Lo que vino después fue una sucesión de noticias de mierda. El Parkinson, las operaciones, la degradación de su cuerpo se empezaba a notar gracias a algún fotógrafo que quería ganarse un mango más exponiendo a un prócer. Eso no le impidió sacar dos grandes discos, Ordinary Man, epitáfico y con aires de despedida en 2020, y one last dance con Patient Number Nine, una yapa que dejó algunas muy buenas producciones, sería el último disco del padre de la criatura.
En el mencionado Ordinary Man del 2020, Ozzy cantaba “No quiero morir como un hombre ordinario”. Un lustro después nos dejó uno de los tipos más transgresores, únicos, talentosos y controversiales de la música. No lo hizo como un hombre ordinario, si a su extensa y magnifica trayectoria le faltaba algo, eso sucedió el pasado 5 de julio cuando el metal entero celebro a Black Sabbath en su Birmingham natal. Ese sábado Ozzy no solo fue la cabeza de un evento histórico, también le pateó el culo a los streamers rompiendo record de audiencia y se retiró en la cresta de la ola. Un puñado de temas de su carrera solista, un puñado de temas con Sabbath, con Ward, Iommi y Butler a su lado, una fracción del tiempo que será eterno. Esa fue el último acto del Príncipe de las Tinieblas, el de las mil vidas, el eterno. Gracias.

(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (Lunes a viernes de 20 a 21 horas)














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