A 30 años del debut de Almafuerte en Arpegios y el renacer del Perro Cristiano

Por Nehuén Gusmerotti*

Después del penoso suceso que puso fin a Hermética, segundo proyecto de Ricardo Iorio y quizás uno de los puntos más altos de su carrera, el Perro Cristiano rápidamente cambió el chip y comenzó a pensar en seguir junto al metal con su mensaje. Dejar atrás lo hecho con la H no era sencillo, pero el autor metalero siempre tuvo la capacidad de reinventarse y superar lo hecho anteriormente. Almafuerte sería el siguiente paso en la vida del padre del metal, una propuesta más rockera y pampeana, con un agregado fundamental. Iorio encontraría su socio y compañero de ruta definitivo en el Tano Marciello, de quien el mito dice era el elegido para ser la guitarra de Hermética, y con quien finalmente se juntó luego del fin de la mítica banda.

“En lo artístico siento que Almafuerte es un paso adelante en relación a Hermética; si no fuera así, me corto las manos. La tercera es la vencida”. Fueron palabras de Iorio, siempre brutalmente sincero, en 1999 respecto a Almafuerte. Tras la muerte de Hermética, traición mediante de sus compañeros, que lo dejaron expuesto ante una fatalidad, no aparecía sencillo continuar para el bajista y, aún no, cantor argentino. Pero la prepotencia de vida que siempre caracterizó a Ricardo lo puso nuevamente en ruedo muy poco tiempo después del fin de Hermética. “No hubo en mí un sentimiento malo después de que se separó Hermética. Automáticamente me nació la intuición de que no debía llorar por el pasado”, cuenta el fundador de Almafuerte en su biografía El Perro Cristiano. Para enero de 1995 volvía a comenzar de cero, mientras sus ex compañeros daban forma a Malón, él posó los ojos en un ex anhelo de San Justo.

Para la época en que fundan Almafuerte, el Tano Marciello ya había pasado por El Reloj y se encontraba tocando covers como músico de sesión. Ricardo lo llamó a la casa, no estaba. Dejó un mensaje pidiendo que lo llame. “Este no me llamó para desearme feliz año nuevo, precisamente”, pensó Marciello. Llamada mediante, Iorio le confirma el final de Hermética y el deseo de comenzar algo juntos. Un asado y una botella de fernet, el sótano de la casa del Tano en Camino de Cintura, química inmediata. Nacía una de las grandes bandas de la historia del rock argentino.

El origen del nombre hay que remontarlo a la juventud de un Ricardo que se topó con la obra de Almafuerte de chico, en una rateada del colegio. La obra de Palacios estaba presente en el entorno de un Iorio que se sentía muy interpelado por su prosa. Cuando el bajista buscaba nombre para su proyecto nuevo recordó la obra de Palacios y que Almafuerte era el nombre que el pueblo le había puesto al autor, esto le dio la mística y argentinidad buscada y quedó plasmado en acuerdo con Marciello.

Como sucedió en los comienzos de la carrera del bajista, le planteó al Tano su intención de ser el cantor de la banda. Ya había tenido tramos de voz en V8 y Hermética, pero siempre detrás de una voz principal (Zamarbide y O’connor). En esta ocasión no hubo resistencias y Ricardo les pondría su voz a sus canciones.

La primera formación de la banda se completó con un baterista histórico de la música pesada nacional. Recomendado y atraído por Marciello, Juan “Locomotora” Espósito sería el primer baterista de Almafuerte. El primer ensayo del trío fue un 29 de enero de 1995, nuevamente en el sótano de la casa del Tano. Ricardo admiraba a El Reloj, a él le causó lo mismo que a muchos le pasó con V8 años después. Tenía un profundo respeto por Espósito. Quedará la duda de cómo hubiera sonado Mundo Guanaco (1995) con “Locomotora” en los parches, ya que el baterista tuvo que dejar la formación para apostar por El Reloj poco antes de que comenzaran a grabar el disco debut de Almafuerte.

Finalmente, el baterista que sería parte del debut en vivo y discográfico del grupo fue Claudio Cardacci. Cardacci fue parte de las primeras formaciones de ANIMAL, aunque cuando se enteró que Hermética se separó le envió un mensaje a Ricardo (Un papel debajo de la puerta de su casa, no un WhatsApp como ahora), “Por favor, probame. Yo sé que puedo”. Ricardo tenía un gran recuerdo de esos primeros años con Cardacci en la formación, y el joven batero le puso una energía tremenda a los parches del primer disco de Almafuerte.

El trio comenzó a grabar Mundo Guanaco el 6 de marzo de 1995. Junto a Álvaro Villagra en Del Abasto al Pasto, como tantas otras producciones del padre del metal. Mientras grababan, el afuera coexistía con la separación de Hermética, de la cual se responsabilizaba principalmente a Ricardo, el bajista mientras tanto apostaba todo a una nueva reencarnación. Si bien la banda trabajaba fuertemente en su primer álbum, el deseo de tocar fue más fuerte, y llegó la noche en que Almafuerte se subió por primera vez a un escenario.

La apuesta fue una fecha doble, 17 y 18 de marzo en el Teatro Arpegios, ubicado en Cochabamba y Defensa, barrio de San Telmo. Uno creería que, con la trayectoria de Ricardo, el comienzo estaba allanado. Nada más alejado de la realidad. Aquella primera noche tan solo hubo un puñado de asistentes. Marcelo Tommy recuerda de ese viernes que vendía entradas a $10 pesos, “Éramos tan pocos en Arpegios que el Gordo Caputo y yo tuvimos que trabajar de plomos. ¡Porque ni eso teníamos! Yo me sentí un poco triste, porque después de tener todo con Hermética, en esas noches fueron a verlo a Ricardo los amigos únicamente, y un poco de gente que todavía sigue viniendo a los conciertos y que jamás nos abandonó”.

Esa noche Almafuerte tocó nueve canciones. De esas nueve, cinco serían parte del primer disco de Almafuerte. Abrieron con “De los pagos del tiempo”, de Larralde, siguió un inédito compuesto en tiempos de Hermética, “Pibe Tigre”, tres temas fueron de Hermética, “En las calles de Liniers”, “Desde el Oeste” y “Del Colimba”. “Amasijo de un Gran sueño” era la supuración de la herida que dejaba su viejo proyecto y la traición, “Como los Bueyes”, letra de Bonifacio Palacios a la que Ricardo le puso música y que denota la conexión entre ambos poetas, “Desencuentro” de Catulo Castillo y un cover de V8 para cerrar, “Voy a Enloquecer”.

Luego siguió la salida de Mundo Guanaco y un sonido que significó un avance en términos musicales para Iorio. Almafuerte era más rockera, y en la guitarra del Tano se podía lucir el espíritu pampero y folclórico de Ricardo Iorio. El reconocimiento de artistas como Mollo, Gieco o Cianciarulo acompañó el crecimiento de una sociedad musical que tenía muchísimo para darle al rock criollo. Pero nada fue sencillo para Almafuerte en los primeros años.

La poca asistencia a los shows de Almafuerte no terminó en esas dos primeras noches porteñas. Los primeros tiempos del trío fueron tan difíciles que un desconsolado Iorio diría a Marciello un año después en la previa a lanzar Del Entorno que, si la cosa no mejoraba, el podía irse, que no lo había convocado para tocar para poca gente. Por suerte la historia le deparaba otra cosa a una de las duplas compositivas más grandes de nuestra música. 11 años juntos, ocho discos de estudio, infinidad de kilómetros recorridos por la Argentina, y una amistad que duró hasta el final de la vida de Ricardo Iorio. Ese camino empezaba un día como hoy, pero viernes, en la noche porteña ante un puñado de amigos que, firmes para otra pelea, ya habían estampado el “Almafuerte” a sus remeras negras.